lunes, diciembre 20, 2010

La tortuosa participación ciudadana en “tiempos del cambio”

Por Guillermo Mejía

De todos es conocido cómo el ascenso al poder formal por parte de la izquierda ex guerrillera, con la figura del ahora presidente Mauricio Funes, representó muchísima esperanza –y aún lo reflejan los estudios de opinión- aunque cada vez, en la práctica, desde ambos puntos (presidente y partido) tambalea aquello de que las cosas “ahora serán diferentes”.

Por un lado, el amarre de Funes con intereses corporativos, empresariales, alianzas de dudoso origen, entre otras cosas, opaca esa expectativa que renació en los salvadoreños luego de veinte años y cuatro gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena), período nefasto donde sucumbió la oportunidad de construir una nueva sociedad luego de la guerra civil.

Por el otro, el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) pasó de una propuesta sólida con referente de izquierda, con mayúscula, a un enredo conceptual donde el oportunismo camaleónico se manifiesta de acuerdo a la ocasión. De repente es rojo-rojito, bajo la consigna de la Alba, y en un abrir y cerrar de ojos se destiñe más allá de rosado.

Los ejemplos del papaloteo del presidente y del partido de gobierno son patéticos, aburriría repetir lo que muchos críticos, en especial desde la izquierda, han denunciado en los espacios de información y opinión y, claro, la cantidad de sitios creados alrededor de las nuevas tecnologías con las redes sociales, blogs y páginas web.

En esta ocasión creo importante referirme al hecho de que el partido Fmln se alió al partido de derecha Arena, para torpedear la consecución de las candidaturas independientes –en este caso de diputados- en lo que se puede calificar como una alianza perversa cuyo único fin es proteger a la caduca y parasitaria clase política nacional.

Solamente eso faltaba en el partido tradicional de izquierda, darle la espalda a una buenísima oportunidad para la construcción de ciudadanía que cada vez más se demanda desde diversas posturas políticas y sociales, en especial alrededor de la sociedad civil, para posibilitar la liberación del ejercicio del poder secuestrado por la partidocracia (el Frente entró de gala).

Con esa acción política que representa una burla para el pueblo salvadoreño, sus militantes, sus simpatizantes, sus colaboradores, sus votantes, etc., queda sepultada su carta de principios y su plan de gobierno. Le echan tierra a las cositas que han logrado hacer en su período de gobierno, porque tampoco vamos a decir que no han hecho nada.

Para tratar de aclarar un poco el concepto, Funes dijo en estos días que se siente contento porque la gente (que le reconoce con más del 70 por ciento) ha entendido que no todo se puede lograr en su período presidencial, algo lógico, aunque no asume –o se enoja si lo consultan- sobre los “buenos procederes”, en todos los aspectos de su gobierno, como servidor público. Así las cosas.

La participación ciudadana como respuesta

Como los salvadoreños se merecen una sociedad más justa y democrática, además tienen derecho a la construcción de su futuro, hoy más que nunca debería ser materia de discusión y de trabajo la organización política y social desde las bases, más allá de la clase política oportunista, para llevar a la realidad el ejercicio de ciudadanía crítica.

Desde la visión del dirigente izquierdista italiano Antonio Gramsci, sería darle vida a uno de los planos superestructurales de la sociedad, donde se encuentran los organismos privados, instituciones y medios que defienden y trasmiten valores, costumbres y modos de vida (escuelas, medios de comunicación, familia, iglesia, sindicatos, asociaciones culturales, asociaciones profesionales, etc.).

Bajo la perspectiva libertaria, de cara a los suprapoderes y el Estado, y sus empleados de turno que salen de esos partidos políticos que se alían cuando les conviene –como en esta ocasión. No se puede negar que es un trabajo de hormigas que requiere de obreros, tiempo y espacios, pero que puede significar en un futuro la construcción de esa nueva sociedad.

Tampoco podemos desperdiciar los mecanismos que ya están instalados o en proyección porque la lógica y dinámica de los tiempos lo demandan; por ejemplo, el hecho que ya dentro de poco se tendrá una ley de acceso a la información pública que, como he dicho en un artículo anterior, si bien le faltan colmillos nos abre la posibilidad de comenzar a fiscalizar el ejercicio del poder.

Así, encontramos otros espacios que por esa misma lógica y dinámica de los tiempos se han ido conquistando a lo largo de estos años, luego de la guerra civil, como los derechos de la niñez, de la mujer, de los adultos mayores, la verificación del cumplimiento de los derechos humanos, la transparencia en el ejercicio del poder, etc.

Desde el trabajo de la comunicación social hay muchas tareas que cumplir. La construcción de ciudadanía y la participación ciudadana se han tornado un paradigma que está muy en boga, independientemente del tipo de sociedad y sistema de gobierno, a fin de conquistar esa participación de la gente en la toma de decisiones.

En la coyuntura actual, sería pedir mucho al sistema de comunicación colectiva, en especial a los medios tradicionales que representan la mayor parte del pastel, pero como se trata de un trabajo cívico enquistado en las comunidades y organizaciones de base, se puede posibilitar esa participación desde la comunicación alternativa que tiene espacios nada despreciables en este país.

La comunicación social es algo que no se puede dejar en manos caprichosas, la ciudadanía tiene que, por un lado, demandar un mejor ejercicio del periodismo y, por otro lado, lanzarse –junto a profesionales comprometidos- a su participación en esa comunicación social desde su realidad y sus anhelos. La clase política caduca, parasitaria y oportunista merece una respuesta.

miércoles, diciembre 15, 2010

Del periodismo Light al compromiso social

Por Guillermo Mejía

Oportuna, dada la coyuntura actual, fue la visita que realizó hace unos días el periodista y maestro colombiano Javier Darío Restrepo a San Salvador, para compartir con colegas sobre tantos asuntos de clara importancia como, por ejemplo, la ley de acceso a la información pública, la ética en el periodismo, el fenómeno WikiLeaks y la formación académica.

Restrepo, con amplia experiencia reporteril y empapado de la moral social, cayó otra vez a cuenta de la imperiosa urgencia de trascender del periodismo Light al compromiso social por parte de editores y periodistas, a la vez de la también imperiosa y necesaria condición de sujeto pensante del ciudadano común como titular de la información.

De hecho, invitado a un programa de discusión entre periodistas en la televisión, el visitante suramericano les dijo sin tapujos que la realidad es tan compleja que no se puede ver en blanco y negro, sino reconocer los diferentes tonos. La gente tiene derecho a conocer lo que acontece, tomando en cuenta el interés público, pero no se vale que el periodismo caiga en los chambres.

De esa forma, Restrepo señaló a los colegas que el fenómeno WikiLeaks tiene que servir para meditar acerca de la función de informar al conglomerado, ya que una cosa es ver lo que dicen los cables, comprender sobre si es de interés público, y otra prestarse al filtro de medios de comunicación parcializados que ordenan los hechos a su medida.

Trajo a memoria el caso de las computadoras del comandante de las FARC, Raúl Reyes, abatido el uno de marzo de 2008, que la prensa colombiana e internacional tomó como propio el guión del gobierno y el ejército colombiano, apoyados por Estados Unidos, sobre la supuesta veracidad de la información cuando los principios del periodismo dictan que debe existir comprobación por parte del periodista.

Asimismo, aclaró sobre la importancia de contar con una ley de acceso a la información pública, porque la gente tiene derecho a conocer la verdad, aunque hay que determinar los alcances que tiene la información de interés público frente a información clasificada como reservada o confidencial. Tampoco es lícito que los funcionarios clasifiquen todo para esconder los datos.

Al comparecer en una entrevista de radio, el periodista y maestro colombiano contó de nuevo la anécdota de la información como un producto especial, basado en un derecho humano, frente a cualquier otro producto que se vende como mercancía. Si uno va a un restaurante, según dijo, pide la carta y luego tiene derecho a reclamar por si la comida no está a la altura.

Todavía no es el momento, reseñó el profesor, que en El Salvador, por ejemplo en esa radio que lo invitó, la gente llegue a reclamar por la manera en que se ejerce el periodismo, pero el día vendrá. Los ciudadanos tienen que reconocer su derecho a tener acceso a información procesada bajo estándares de calidad, que tome en cuenta a los involucrados en los procesos y bajo criterios de comprobación.

Como nunca antes, ahora es más que necesaria la presencia de la ética en el trabajo periodístico. Solo la robustez moral en el periodista puede asegurar un periodismo responsable y de calidad. También, como nunca antes, es más que necesaria la formación académica de los periodistas, pero no solo para adorar la técnica sino su integridad humana, su compromiso social.

Muchas cosas se pueden decir o escribir sobre el periodismo. Ojala que las reflexiones de Javier Darío Restrepo hayan calado en la conciencia de quienes lo escucharon en las entrevistas y en sus presentaciones con la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES). Que sus reflexiones no caigan en saco roto, nuestro periodismo urge de cambios, la gente tiene derecho a conocer la verdad.

lunes, diciembre 06, 2010

A propósito de la Ley de Acceso a la Información Pública

Por Guillermo Mejía

Como derecho humano consagrado en la Declaración Universal, la información es un bien social que nos pertenece a todos los ciudadanos. Ningún Estado, gobierno, empresario mediático o periodista, entre tantos, se puede abrogar el derecho de manejar a su antojo ese bien que –en buena lid- nos permite educarnos, conocer del ambiente y exponer nuestros puntos de vista.

Por eso, debemos celebrar que los diputados salvadoreños hayan aprobado la Ley de Acceso a la Información Pública, aunque hay que aclarar bien los términos: la información que interesa –o debe interesar a la ciudadanía- no sólo se encuentra en los archivos estatales, sino que en cualquier banco de datos, inclusive de propiedad privada.

El requisito elemental es que esa información corresponda al interés público, situación que dista mucho de consagrarse en el país dado que somos una sociedad políticamente atrasada que aún no percibe en el ambiente la urgencia de que sea de acceso de la gente y transparentada a fin de que los ciudadanos se nutran de su entorno.

Pero algo es algo, dice el pueblo. Habría que afinar más el esfuerzo, para que en los próximos años se amplíen los criterios. Obviamente, por mucho que nos pongan ejemplos, el acceso a la información es un lujo hasta en las sociedades complejas como las norteamericanas y europeas, aunque hay que admitir que nos llevan ventaja.

El caso sonado de Wikileaks –donde hubo filtración de al menos 250.000 archivos confidenciales del gobierno estadounidense a medios de comunicación y de ahí algunos a la gente- ilustra cómo (y ya lo sabíamos, tampoco es sorpresa) se esconde esa información a los ciudadanos con lo que el gobierno y el sistema de medios quedan en una situación bochornosa.

Los periodistas, académicos, asociaciones profesionales y ciudadanía en general debemos estar ojo al Cristo para demandar la transparencia informativa en la sociedad salvadoreña. Que la información y la comunicación se vuelvan en la realidad concreta bien social que nos pertenece a todos y que no debe ser tratado al antojo por gobiernos y mercanchifles.

El primer gobierno de izquierda en El Salvador tiene tremendo reto ante la ciudadanía en cuanto a transparentar la información de interés público, vamos a constatar si así como el partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) demandaba a los anteriores gobiernos apertura y transparencia tienen la honradez de dar el ejemplo.

Hacerlo sería una manera muy concreta de mostrar a la gente, y al mundo, que las cosas desde otra óptica política de veras es diferente. Dar el paso adecuado posibilitaría que, sin importar quien ocupe la silla presidencial en el nuevo período, ya no podría dar marcha atrás con la actitud de corresponder al derecho ciudadano a conocer lo público.

El presidente Mauricio Funes, que como periodista en ejercicio demandó la apertura de las fuentes oficiales, ahora tiene la oportunidad de abrir los espacios a los ciudadanos y a los periodistas en cumplimiento a la normativa. Ojala que no ponga obstáculos frente a la promulgación de la ley ni a su cumplimiento una vez publicada en el Diario Oficial.

Este esfuerzo sería mejor aprovechado por los ciudadanos con la concreción del recurso habeas data –por medio del cual cualquier persona puede demandar del Estado la entrega de información de interés público- así como el estatuto profesional del periodista a fin de que contemos con una figura jurídica que garantice nuestro trabajo profesional frente a la tentación de las represalias políticas o empresariales.

Pruebas no demagogia. Todos debemos estar vigilantes y no desperdiciar la oportunidad que la Ley de Acceso a la Información Pública nos otorga, pero metámosle más colmillos al recurso jurídico.

martes, noviembre 30, 2010

La educación como binomio de la comunicación

Por Guillermo Mejía

Los procesos educativos reclaman de la comunicación el sentido, el significado, la entrega al encuentro entre los seres humanos. Por eso, podemos hablar de comunicación en la educación más allá del esplendor de las nuevas tecnologías que, si bien así como nos resuelven con velocidad ciertos problemas también nos pueden envolver en una carrera frenética del sinsentido.

El especialista argentino en temas de comunicación y educación, Daniel Prieto Castillo, nos orienta sobre el valor de la comunicación en la educación: “Nos hemos preguntado durante largos años por las relaciones entre la comunicación y la educación y hemos hablado en el contexto de América Latina de ‘comunicación educativa’ (…) Hablamos ahora de comunicación en la educación”.

Y continúa: “Decir ‘en la educación’ nos sitúa de lleno en el espacio de toda la educación sin pretender reducirla a lo comunicacional, que bastante complejidad tiene como para caer en la tentación de leerla desde un solo ángulo”.

Prieto Castillo desarrolla sus tesis a partir de planteamientos donde engloba lo educativo y comunicativo, de esa forma explica:

1. Seres de comunicación. Hemos afirmado lo siguiente: “Los educadores somos seres de comunicación”. Ninguna profesión tan impregnada por lo comunicacional, sin duda. Porque lo peor que le puede ocurrir a un educador es tener problemas de comunicación, no soportar la relación con el otro, considerar su tarea cotidiana como un castigo debido a esa necesidad permanente de interactuar, de exponerse a las miradas, las voces y los gestos de diez, cincuenta, cien seres que van a él para relacionarse.

Así, el autor y profesor universitario expone una nueva forma de poner en práctica una comunicación distinta, más que perderse en el intento de definirla a cada paso.

Las propuestas que tiene en sus líneas de acción son las siguientes: Comunicar es ejercer la calidad de ser humano; comunicar es expresarse; comunicar es interactuar; comunicar es relacionarse; comunicar es gozar; comunicar es proyectarse; comunicar es afirmarse en el propio ser; comunicar es sentirse y sentir a los demás; comunicar es abrirse al mundo; comunicar es apropiarse de uno mismo.

2. Comunicación como sufrimiento. No es lo mismo un “ser de comunicación” que un “ser que sufre la comunicación”; reconocemos en esto último una de las peores cruces que le puede tocar cargar a alguien. Vivir crucificado por una comunicación no querida, estar entre los demás deseando con toda el alma no estarlo. La comunicación es el cemento de toda la arquitectura del acto educativo. Si ella falta, o se llena de huecos y de nubes de violencia, el edificio cruje por todos los rincones. Y a veces cruje por décadas, medidas en relación con la edad de una institución o la de un educador.

De nuevo, el especialista razona sobre las formas en que los vicios en el proceso educativo trastornan la función del educador: Comunicación, entonces, en función de ataque y defensa; la relación definida en función de traspaso de contenidos; el populismo pedagógico; el showman, el hombre-docente espectáculo; el docente de personalidad panóptica, el que ve de todos lados; la tecnología salvadora.

“Y así se va urdiendo aquí y allá la trama de la comunicación apoyada en un empobrecimiento, cuando no en una frustración, del aprendizaje”, asegura Prieto Castillo. Y agrega: “Se aprende mejor en un ambiente rico en comunicación, en interacciones, en la relación con materiales bien mediados pedagógicamente, en la práctica de la expresión, en el encuentro cotidiano”.

3. La comunicabilidad. En la educación la comunicación nos interesa desde el punto de vista de la comunicabilidad. Podemos expresarlo así: “La comunicabilidad es el ideal (desde al perspectiva de la comunicación en la educación) de todo acto educativo, sea desde el punto de vista institucional, desde el educador, desde los medios y materiales, desde el grupo, desde la relación con el contexto y desde el trabajo con uno mismo”.

El autor argentino da cuenta del concepto: “Entiendo la comunicabilidad como la máxima intensidad de relación lograda en las instancias de aprendizaje: la institución con sus docentes, estudiantes y el contexto, los docentes entre sí y con los estudiantes, los estudiantes entre sí y con los medios, los materiales y el contexto; en fin, cada uno (docente o estudiantes, encargados de la gestión del establecimiento) consigo mismo”.

4. La entropía comunicacional en la educación. Colocamos de un lado el ideal de la comunicabilidad en todas las instancias y de otro, como extremo contrario, la entropía comunicacional en la educación, entendida como la pérdida de comunicaciٕn o, incluso, la muerte de ésta. De un lado la comunicabilidad, del otro la entropía comunicacional. Y entre ambos extremos todos los matices en los cuales se juega la realidad cotidiana de nuestra educación.

Luego explica: “La entropía tiene una ventaja: no exige mayor gasto de energía. Puede cundir favorecida por lo que hemos llamado ‘los muros’… el muro de la violencia, el muro del autoritarismo, el muro de la fatiga, el muro del desaliento, el muro del discurso institucional”.

5. Sentido y sinsentido. Cuando se produce la tendencia a la pérdida de comunicación, cuando baja la comunicabilidad, estamos frente a uno de los síntomas del sinsentido en la educación. Pero antes de entrar en este concepto veamos primero qué entendemos por sentido y los juegos que se producen entre uno y otro.

“En educación caracterizamos como con sentido todo lo que sostiene a un ser humano en su crecimiento y en su logro como educador, todo lo que enriquece la promoción y el acompañamiento del aprendizaje, todo lo que enriquece la gestión de la institución educativa para cumplir con sus funciones, todo lo que enriquece el uso de medios y la práctica discursiva en función del aprendizaje”, dice Prieto Castillo.

“Lo más importante es que sentido y sinsentido con comunicados siempre, por más que se los quiera disimular, que se los vista de seducción o de reglamentos, que se pretenda ocultarlos bajo algún discurso pomposo, como si con palabras pudiera llenarse un vacío en un ámbito tan delicado como el de la educación”, advierte.

6. Síntesis. Pero no podemos comprender el acto educativo sin tomar en cuenta lo comunicacional entendido como lo que significan el intercambio y la negociación de significados, de saberes y de puntos de vista, la interacción y el interaprendizaje, las tácticas de la palabra y el juego del diálogo, la interlocución y la escucha.

“Y, sobre todo, sin el análisis de la comunicabilidad. Porque nos interesa lo que sucede en las relaciones y en los materiales”, señala el autor argentino.

Finalmente, nos recuerda: “No hablo por noticias de todo esto. La preocupación por la comunicabilidad ha estado siempre presente en nuestras experiencias de educación formal, sea en el ámbito universitario o en el trabajo de educación a distancia con organizaciones de apoyo a la educación y la cultura en países de la región”.

lunes, noviembre 22, 2010

La cultura de investigación: Nuevos retos en la sociedad contemporánea

Por Guillermo Mejía

En pleno Siglo XXI, la investigación depende del tipo de sociedad donde se realiza, de la cultura y de la ecología específicas, por lo que no será lo mismo experimentar dentro de una sociedad cerrada que en una sociedad abierta, esta última donde florece el intercambio humano y la apertura mental con el enriquecimiento de la conciencia.

De esa forma lo plantea el comunicólogo mexicano, Luis Jesús Galindo Cáceres, al reflexionar sobre el papel del investigador en la sociedad contemporánea donde encontramos definidos cuatro tipos de sociedad: comunidad de información, sociedad de información, sociedad de comunicación y comunidad de comunicación. Generalmente, el tránsito actual está del segundo tipo al tercero.

“La sociedad de información es la forma cerrada de lo social. Se configura en el agrupamiento de conglomerados humanos en lugares acotados y ordenados, las ciudades, jerarquizados y controlados por lo más alto de la jerarquía. Sociedades con centro que gobierna la periferia, donde los pocos toman decisiones por los muchos”, dice al profesor universitario.

“Forma social donde las mayorías delegan autoridad en una minoría. Forma social que cruza casi la totalidad de la historia humana en teocracias, monarquías, imperios, dictaduras, y casi todas las macroformas de organización colectiva, incluyendo las democracias occidentales actuales”, agrega el autor mexicano.

La sociedad de información tiene su característica clave, según Galindo Cáceres, unos manejan la información sobre el todo, son los únicos que pueden actuar sobre el todo, y por tanto necesitan medios que les aseguren el control, el principal es la información sobre una masa previsible y manipulable. En el Siglo XX se desarrollaron las tecnologías y saberes diversos para lograr ese control.

“El mercado es el gran nicho ecológico de este nuevo escenario. La investigación es indispensable para que unos sepan de todos, y esos todos puedan ser dirigidos en sus comportamientos por esos unos. Ese es el lugar general de la investigación en nuestro medio”, estima el comunicólogo mexicano.

“Frente a este escenario aparece el proyecto de la modernidad occidental, la sociedad de comunicación, la sociedad abierta, la compuesta por ciudadanos libres y participativos, la de individuos críticos y reflexivos. La paradoja es que entonces nace la ciencia social, pero no para promover la sociedad de comunicación solamente, sino para ser instrumentada para la sociedad de información”, advierte.

Según Galindo Cáceres, la democracia es la cualidad central de este tipo social, para su movimiento requiere del diálogo de los iguales, del acuerdo entre los distintos pero tolerantes para un gobierno más horizontal. El asunto lleva poco más de dos siglos y aún batalla por abrirse paso en la forma dominante.

“La sociedad de comunicación supone un manejo de información distinto, pone énfasis en la relación más que en el contenido. No importa tanto lo que sabemos de los otros y lo que podamos hacer sobre los demás con ese saber, lo importante es el acuerdo de diálogo y concertación con los demás sobre lo que a todos compete, poniendo en juego todo el saber posible para un mejor diálogo y una mayor decisión concertada y ejecutada”, explica.

De ahí que la investigación –en este tipo social- se separa del anterior sustantivamente, ya no es el control y la dominación lo importante, lo básico es el autocontrol y la comunicación. Una investigación social donde las formas del diálogo, del escuchar, sean el centro del trabajo reflexivo aún es escasa, casi inexistente, pero hay iniciativas al respecto.

En las sociedades, como por ejemplo el caso de su país (México), se encuentran los dos escenarios, la sociedad de información es la dominante, la de comunicación es emergente. “La investigación toma algún lugar en esa bifurcación, por una parte mantener la situación ecológica general, por otra parte promover la democracia y la reflexividad como formas elementales de convivencia”.

Luego, Galindo Cáceres, caracteriza el proceso que va de la cultura de información a la cultura de comunicación.

“La cultura de información representa las tendencias en el comportamiento a la búsqueda, manejo y distinción de la información pertinente para la acción. Todo actor social requiere de cierta cultura de información para relacionarse con los demás, para vivir en sociedad. Esta cultura será la adecuada cuando el ajuste situacional entre la acción y el objeto de la acción se verifiquen con consistencia”, dice.

Por otro lado, la cultura de información adquiere su verdadera profundidad cuando se le observa en sectores sociales distintos y en forma comparativa. “Ahí se perciben diferencias que están lejos de ser casuales o circunstanciales, más bien son consistentes con la ecología social general”, asume. De esa manera, algunos sectores sólo manejan cierto tipo de información, pero otros de manera más amplia.

La investigación social es parte de la cultura de información. El saber sobre lo social se distribuye entre la población de manera disimétrica, a algunos les llega más información que otros. La situación no es objeto de acción de la investigación tradicional, pero la investigación reflexiva de segundo orden intenta promover en los actores sociales una mayor cultura de información, de acuerdo con el autor.

“El asunto se pone más interesante con la cultura de comunicación. La sociedad de información tiene una muy baja cultura de comunicación, le interesa más el flujo de datos en ciertas direcciones, que constituir formas sociales de encuentro y diálogo. La razón es simple, una organización con trazos verticales no incluye a los horizontales más que en un orden secundario y subordinado, como en el caso de las democracias actuales”.

En la sociedad de comunicación se invierte el orden de subordinación prioritaria y primaria, la información depende de la comunicación. La información sigue teniendo una importante clave, pero es estructuralmente más relevante lo que hacen con ella en interacción dialógica los actores. O sea, según Galindo Cáceres, el flujo no se mueve en una dirección predominante, se reconstituye en cada nodo interactivo.

“Esto supone una organización más compleja, así como un gasto de energía más alto en la interacción. De la misma manera, conlleva ciertos elementos de transformación en toda la vida social, en sus valores y objetos prioritarios”, asegura.

De hecho, la investigación social se modifica sustancialmente con el aumento en la cultura de comunicación, y en tránsito a una sociedad de comunicación.

“Indagar sigue siendo un oficio relevante, pero su ubicación en la organización no está sólo cerca del centro de control, se distribuye en el todo social que ahora tiende a multiplicar los centros de autocontrol, y a necesitar los nodos interactivos para llegar a acuerdos o sólo participar colectivamente de la reflexividad de cada lugar que se auto-organiza”, explica.

Pero en las sociedades típicas, como México, la cultura de información es baja, sólo se tiene la necesaria para irla llevando, patrón de búsqueda o de exploración es casi inexistente como norma general. Hay poco manejo de información, lo que implica toma de decisiones sin información suficiente y adecuada.

“En el caso de la cultura de información el asunto es peor. Hay un dictador en potencia en cada individuo, un pequeño tirano en cada lugar de autoridad. El diálogo es una ausencia constante. Y aún así, hay un movimiento que busca redes horizontales de relación y organización: Este movimiento inicia la cultura de investigación como una actividad colectiva, reflexiva y dialógica”, advierte el autor mexicano.

lunes, noviembre 15, 2010

La comunicación en tiempos de pensamiento complejo

Por Guillermo Mejía

Con el aparecimiento del posmodernismo en el Siglo XX, con lo que se puso en entredicho los conceptos de historia como tiempo lineal y de espacio como territorio, la subjetividad del hombre se intenta recuperar a través de una razón dialógica e intercultural y las significaciones sociales se asumen como prácticas de sentido significantes.

Así resume la comunicóloga venezolana, Migdalia Pineda, de la Universidad del Zulia, los nuevos tiempos que vivimos a partir de la propuesta teórica del filósofo francés, Jean-Francois Lyotard, que junto a otros autores ha desarrollado pensamiento frente a la crisis de una racionalidad que se sustentó en la razón científica y técnica para dominar el mundo.

En consecuencia, según señala Pineda, el posmodernismo pretende recuperar, por un lado, el sentido de la palabra, del lenguaje y, por el otro, la dimensión ética y ontológica del progreso material y económico. De modo que con la deconstrucción se busca invertir el sentido, o producir un desplazamiento del conocimiento exacto, técnico y científico hacia los problemas de la intersubjetividad del sujeto (conocimiento y comunicación).

“De las significaciones sociales, partiendo de la base de que es en el lenguaje, en el referente lingüístico, donde la complejidad humana se hace presente con su desorden y su caos; y que es más enriquecedor para el hombre vivir en un contexto de las certidumbres del discurso científico con sus verdades inamovibles”, agrega.

De acuerdo con la profesora Pineda, de hecho desde la década de los 80 del siglo pasado, el posmodernismo comienza a proponer nuevas teorías en el campo de la física, la astronáutica, la historia, la pintura, la literatura y la medicina para interpretar los profundos cambios sociales, culturales, políticos, tecnológicos y científicos de la época contemporánea.

“Y para los inicios del Siglo XXI, se convierte en una revolución cultural, filosófica, de contexto y carácter histórico, en la cual la humanidad perfila otras maneras de entenderse a sí misma en medio de fuertes luchas de regiones, provincias y pueblos por la autodeterminación y la autonomía cultural y política; así como en medio de fuertes cambios científicos y tecnológicos que hacen surgir una sensibilidad social y cultural más hedonista, y un nuevo paradigma tecnológico sustentado en la imbricación de los medios de masas y las tecnologías digitales y virtuales (…)”.

La maestra venezolana dice que los enfoques posmodernos señalan la necesidad de repensar “lo técnico”, para avanzar en una deconstrucción de la tecnología, que ahora adquiere un lugar central no en las relaciones de producción sino en las de reproducción simbólica. Las tecnologías de la información y la comunicación plantean grandes interrogantes sobre la función de las “máquinas” en lo contemporáneo.

“Unas máquinas que hacen posibles intercambios simbólicos con otros en un tiempo y un espacio no lineal, no geográfico, sino virtual, reticular, global, que han revertido los lenguajes, las palabras y los roles de los sujetos dialogantes, y que han introducido elementos de mayor desorden, caos e incertidumbre que las máquinas exactas de la sociedad industrial”, añade Pineda.

En suma, de acuerdo con ella, las tecnologías digitales han supuesto cambios fundamentales en las formas de escritura lineal y analítica de la palabra impresa, con sus modalidades del hipertexto, el multimedia, la virtualidad y las redes, y con ello contribuyen a la conformación de un nuevo tipo de pensamiento, denominado como pensamiento sintético no tan racional sino intuitivo y abierto.

Algunas de las explicaciones que las nuevas tecnologías requieren “no podrán ser ofrecidas a través de los enfoques de las disciplinas científicas tradicionales, cuyos conceptos, categorías y base epistemológica no podrían dar cuenta de la complejidad del mundo posmoderno y los intercambios significativos que a través de dichas tecnologías establecen los hombres entre sí e incluso con las máquinas”.

De modo que el pensamiento complejo y la transdiciplinaridad que lo acompaña emerge, pues, como el modo de acercamiento a la realidad actual para entender los cambios, la pérdida de los centros y de los discursos institucionalizados como verdaderos y en su lugar aparece la inestabilidad de los discursos, la relatividad de las teorías, la inseguridad de los sabido, y la diversidad y la diferencia comienzan a pugnar por llegar a ser valores culturales reconocidos, de acuerdo con Pineda.

¿Qué hacer para abordar la comunicación en la contemporaneidad?, se pregunta la autora venezolana.

Luego responde: “Es evidente, que con este cambio de época, la comunicación parece ocupar un lugar transversal en todos los órdenes de la vida social y con ello los problemas del sentido, de las significaciones, del intercambio simbólico”.

“En consecuencia, el estudio de los procesos de comunicación, de sus bases teóricas, tiene que rescatarse para ayudar a conformar otras explicaciones, conceptos y categorías que den cuenta de los profundos cambios que están ocurriendo en la actualidad. Se trata de volver al pensamiento teórico, a la reflexión epistemológica que haga posible la construcción de una episteme de conocimiento de lo social y lo histórico diferente a la de la modernidad y su racionalidad instrumental”, agrega.

Pero “volver a la teoría no significa para nada retornar a un modo de conocimiento contemplativo, alejado de lo real, de lo histórico, del contexto y de lo cotidiano, sino a un modo de conocimiento que se confronte de forma permanente con los hechos, con la vida misma y que asume que el hombre con su potencialidad de pensar, conocer y dialogar es el sujeto protagónico del proceso de conocimiento por encima de los métodos y técnicas institucionalizadas”, señala Pineda.

“Un modo de conocimiento que revalorice los enfoques holísticos, integradores y cualitativos, que proponga opciones metodológicas más flexibles y adaptables a los cambios del mundo real vivido, para llegar a nuevas combinatorias y entrecruces de disciplinas que nos ayude a consolidar un pensamiento más heterodoxo que el de la modernidad”, explica la profesora venezolana.

lunes, noviembre 08, 2010

El periodismo político en tiempos posmodernos

Por Guillermo Mejía

Las instituciones más poderosas para el control de la información son la religión y el Estado, por medio de ellas se crean mitos y relatos que expresan teorías sobre asuntos fundamentales. En la era posmoderna, los actores son los políticos y los periodistas y las nuevas sedes, catedrales de estos tiempos, son los medios de comunicación, en especial la televisión.

De esa forma estima el profesor y especialista en comunicación política afincado en España, Javier del Rey Morató, que agrega: “El relato es plural, y no remite a un mundo trascendente, sino a las cosas de la política, de la que esperamos lo que antes nos daba el gran relato: seguridad, certidumbre, asuntos para nuestra efectividad, y credibilidad para apoyar a los intérpretes y confiar en su palabra”.

Su interpretación parte de dos conclusiones fundamentales.

En primer lugar, lo que se refiere –como se dice en la entrada del presente artículo- que las instituciones más poderosas para el control de la información son la religión y el Estado. “La función de las teorías es simplificar al máximo la información, y ayudar a los que creen en ellas a organizar, valorar e interpretar la información, y a excluir la información no relevante”.

En segundo lugar, el autor asegura que después de la crisis del metarrelato bíblico, y después de la crisis de su competidor, el gran relato marxiano (en 1989) sólo queda el relato de la democracia liberal: “Aunque no sabemos muy bien en qué consiste, podemos aproximarnos a él: es un relato con nuevos actores, nuevo guión y nuevos escenarios”. Ahí aparecen los políticos y los periodistas.

Sin embargo, Morató prevé que la crisis del relato no empieza en estos tiempos, es adecuado “consignar que la crisis se insinúa en el dualismo de Maquiavelo. La crisis del metarrelato se manifiesta en el campo fenomenológico que él somete a análisis: la política. Y eso es tanto como decir que la posmodernidad estaba implícita en los enunciados inaugurales de la modernidad, como la madurez en el niño o la semilla en el árbol”.

Y añade el profesor de comunicación e información: “Podemos decir que la posmodernidad no es sino la modernidad más moderna, nuestro modo de estar en ella y de sentirnos habitados por ella: si empieza con la declaración de un estatuto de autonomía para la política, prosigue su marcha en la ciencia, con Galileo, toma posiciones en la cultura con Vico y con Herder, sale ruidosamente a la calle en 1789, y adquiere actualidad con las propuestas de Dewey, y, más recientemente con el llamado ‘pensamiento débil’”.

El punto es que –como explica Morató- si todo aquello era la modernidad ascendente, éste es un capítulo que no estaba en el guión: la conciencia de los límites de la modernidad; el padecimiento de sus contradicciones; la resignación ante un saber fragmentado; la aceptación de que existe una contradicción entre valores igualmente aceptables; la práctica de una política de posibilismo, basada en la gestión de los feedbacks, y la producción de una comunicación política que consigue implicar el demos en los asuntos de la polis.

El profesor y especialista en comunicación política aprovecha la ocasión para referirse al problema de los valores políticos en la posmodernidad, por cuanto la legitimidad en la búsqueda de un valor social “es en buena medida un concepto heterónomo, es decir, relativo, que no depende en exclusiva del valor estimado, sino de sus posibilidades en la constelación de valores en la que tiene que competir”.

Así, la legitimidad cambia cuando cambia la situación, y en ocasiones diferentes concepciones de la legitimidad pueden conducir a un conflicto entre grupos, o intensificar y radicalizar conflictos ya existentes.

“En esa búsqueda de valores, que se produce en un escenario conflictivo, en el que hay que decidir y decantarse por unos valores en detrimento de otros, la política adquiere una lógica propia, y unos comportamientos diferentes, que la distancian necesariamente de la cultura y de la religión”, dice el autor.

De esa manera, según Morató: “Una serie de dilemas, de asuntos no resueltos a priori, y que no admiten una solución ideal, satisfactoria para todos, no puede resolverse sobre la base de criterios técnicos exclusivos, ni tampoco en relación con un solo valor. Enfrentarse a esos dilemas implica necesariamente elegir entre distintas medidas políticas y distintos valores”.

Como no es posible encontrar “fórmulas mágicas” que sustituyan los dilemas por soluciones claras a todos y cada uno de los problemas, soluciones que den satisfacción a todas las partes implicadas “lo que queda no es la racionalidad en cuanto medición objetiva de las utilidades sociales, sino el regateo entre las personas”, asegura el pensador citando al autor estadounidense Daniel Bell.

Y concluye: “Es precisamente ese regateo entre grupos y personas en que consiste la política –su carácter pendenciero- el que convierte a la comunicación política en algo indisociable del quehacer político, y también en el repertorio de recursos para argumentar en forma interesada, que no siempre tiene en cuenta la realidad y la amarra semántica de los enunciados, bastándole con ser útil para los intereses camuflados bajo al forma de retórica reaccionaria o progresista, y bajo la forma de distintas posibilidades de simulación”.

lunes, noviembre 01, 2010

La comunicación en un mundo fluido

Por Guillermo Mejía

La comunicación, como fenómeno complejo, se vuelve necesaria abordarla desde la perspectiva de lo fluido, porque más que objeto se trata de procesos. Los nuevos paradigmas de la ciencia nos señalan que la forma tradicional del sujeto que conoce y la existencia de objetos independientes al sujeto fue superada por el entrecruce simultáneo de ambas categorías.

De esa forma lo define la maestra e investigadora en comunicación estratégica argentina, Sandra Massoni, que cita al autor Alejandro Piscitelli: “Mientras el viejo mundo cultural se organizaba alrededor de una cascada de interpretaciones, el mundo contemporáneo está apuntalado por una red de operaciones. Antes, el hilo conductor era el gesto; ahora lo es la programación”.

A partir de eso, una nueva perspectiva de investigación en comunicación permite plantear los siguientes supuestos epistemológicos:

Primero, la escala crea el fenómeno. El instrumento es teoría concretizada. No es solo más capacidad, sino habilita nuevas cosas, pero a la vez se crea para algo. Tiene una intencionalidad. Si aceptamos lo expuesto, podemos avanzar en que no sólo el punto de vista crea al objeto sino que el punto de vista no es natural con respecto al objeto.

Segundo, La distancia entre el objeto y el campo material es una distancia de interpelación y réplica que se recorre en condiciones históricas específicas.

“Cuando nos planteamos una investigación que descarta la pretensión positivista de objetividad, cuando no creemos en la posibilidad de la ciencia como ‘descubridora’ de algo que está fuera de nosotros, la preocupación se desplaza hacia la explicitación del lugar desde el que construimos el objeto. Esto es, el lugar desde el que hablamos a partir de asumir una relación sujeto-objeto”, asegura Massoni.

Entonces, la investigación en comunicación se propone como objetivo interpelar la complejidad en movimiento con lo que su pertinencia se aleja de la episteme (un saber qué) en dirección a la fronesis (un saber cómo algo funciona en diversas situaciones específicas). Se da un espacio de encuentro entre dos perspectivas tradicionalmente separadas, la filosofía y las ciencias sociales.

“La mirada comunicacional desde el paradigma de lo fluido se constituye entonces como una manera de abordar el espesor de la comunicación como fenómeno complejo y permite centrarnos en los dispositivos del cambio sociocultural como autodispositivos”, señala Massoni. Se necesita un abordaje multiparadigmátivo para comprender esa complejidad del fenómeno comunicativo.

Massoni propone a la categoría de mediación –así como la define el maestro Jesús Martín Barbero- para repensar el lugar de la comunicación en los procesos de cambio: “Consideramos que en el espacio de la comunicación no hay sólo producción de un proceso, sino también, y principalmente, producción de una trama ontológica que va generando un tipo de conocimiento”.

“Las mediaciones son espacios de articulación de la producción con el consumo, que, mediante el análisis, podemos reconocer como de más o menos relevancia en la generación del sentido acerca de un problema en una situación dada”, asegura la autora argentina.

“El énfasis está puesto en capturar la direccionalidad en este espacio privilegiado de producción de sentido ‘en acción’ que rebasa al de la interacción social, porque no interpela relaciones entre individuos o grupos, sino entre matrices socioculturales”, agrega.

El comunicador tiene que superar la condición de simple ejecutor de productos comunicacionales, ya que debe ser capaz de usar los saberes teóricos como horizontes de sentido y herramientas en su trabajo profesional. Tiene que apropiarse de las teorías de la comunicación e integrarlas valorativamente en sus planes de acción.

“La estrategia de comunicación –como proyecto de comprensión que recupere lo material, lo simbólico y lo afectivo- es un esfuerzo constante por instalar una conversación en un espacio determinado que se reconoce fluido”, dice Massoni. Y añade: “Problematizando y buscando rebasar los enfoques reduccionistas y excluyentes (comunication research, modelos interaccionales, modelos semióticos, etc.) con lo que se ha abordado la comunicación social, la mirada etnográfica ofrece una alternativa capaz de abordar la dinámica social para establecer comparativamente semejanzas y diferencias entre las matrices socioculturales(…)”.

La maestra argentina nos proporciona dos modelos de comunicación estratégica: el primero, de las miradas disciplinarias a partir de las cuales se aborda el problema de la investigación; y segundo, de los actores de la situación que se aborda.

1. La comunicación como espacio de encuentro de la ciencia. La principal tarea en este módulo es el reconocimiento de racionalidades teóricas en la problemática que se investiga. Reconocer marcas de racionalidad en la situación de comunicación es una operación que examina y capta a la vez el aporte constructivista de la teoría como reductor de la complejidad de lo real, y el de génesis de esa misma realidad en la que opera.

2. Interpelar la heterogeneidad sociocultural en la situación de comunicación y en torno al problema de investigación. La dimensión humana es algo de primer orden. Otro componente importante de este punto es que nos habilita a no caer en el relativismo lingüístico, sin restar importancia al lenguaje. El lenguaje no es el único marco de comprensión del mundo, si así lo fuera desaparecería el sujeto. Pero… están las emociones. El cuerpo humano también es un fenómeno relacional. La principal tarea de este módulo es reconocer mediaciones.

En síntesis, Massoni estima que la comunicación estratégica como modelo científico y académico busca aportar a un desplazamiento doble: por un lado, frente a la tradición de investigación guiada por la especulación filosófica o ideológica, y a su vez frente a la tradición profesional en comunicación guiada, por ejemplo, por prácticas comerciales.

lunes, octubre 25, 2010

La esfera pública, los medios y la posmodernidad

Por Guillermo Mejía

Si en la modernidad industrial se inicia la institucionalización del sistema mediático –de ahí la importancia del giro tecnológico- es en la posmodernidad donde se consolida. La esfera pública se muestra irrelevante, desolada y estéril, el periodismo tiene una deuda onerosa con la gente y la condición de la sociedad actual se decanta en la individualidad y una visión intimista.

Es el acercamiento a lo que queda de las promesas fallidas “tecnodemocratizantes” a lo largo del siglo XX, como lo estima el académico español Carlos Alvarez Teijeiro, que con cita de Neil Postman dice: “los medios, despóticamente sometidos al imperativo supraideológico del entretenimiento, sólo sean capaces de evitar el totalitario infierno orwelliano (la prisión de la cultura y la cultura como prisión)”.

Lejos queda la comunicación colectiva como posibilidad de diálogo y encuentro social, donde los ciudadanos utilizando su raciocinio emprendieran la toma de decisiones desde lo público y conveniente para la sociedad. Y el sistema mediático asumiera los retos que señala una perspectiva ético-moral humanista que, por ende, girara alrededor del sujeto social como protagonista.

Alvarez Teijeiro recuerda a Daniel Bell, autor de la obra El advenimiento de la sociedad post-industrial (Basic Books, 1973) y define la nueva condición de la sociedad a partir de cinco características:

1. Sector económico: se produce aquí el paso de una economía básicamente productora de mercancías (sociedad industrial) a una economía productora de servicios.
2. Distribución ocupacional: para esta área se consolida la preeminencia de las clases laborales profesionales y técnicas.
3. Principio axial: centralidad del conocimiento teórico como fuente de innovación y formulación política de la sociedad. Bell dice que lo que caracteriza a la sociedad post-industrial es el carácter del conocimiento mismo.
4. Orientación futura: control de las tecnologías y de las contribuciones tecnológicas.
5. Toma de decisiones: aparición de una nueva “tecnología intelectual” caracterizada por “el esfuerzo por definir una acción racional e identificar los medios para llevarla a cabo”.

Al comparar a las sociedades pre-industriales, industriales y post-industriales, se estima que la última se basa en los servicios, donde no cuenta la fuerza bruta, o la energía, sino la información. El principio energético del funcionamiento de la sociedad es la información. Los medios de comunicación son uno de los principales agentes de creación, reproducción y distribución de información y conocimiento.

“En efecto, la revolución acontecida en el mundo de los media como consecuencia de los nuevos desarrollos tecnológicos ha contribuido a crear ‘nuevas interdependencias económicas y nuevas interacciones sociales. Se han formado nuevas redes de relaciones sociales; (y) nuevas densidades, físicas y sociales, se convierten en la matriz de la acción humana’”, señala Alvarez Teijeiro.

La “sociedad de masas” aparece con los siguientes rasgos –a decir de Bell:
“En la estructura social, el divorcio de la familia del sistema ocupacional, la progresiva especialización, la diferenciación de funciones, la multiplicación de las colectividades, las jerarquías, la formalización de las normas y la extensión del universalismo; y en el terreno cultural, la secularización de las creencias, el énfasis sobre la experiencia individual, la búsqueda de novedades y sensaciones y el sincretismo de doctrina y forma”.

Pero, según Alvarez Teijeiro, la preponderancia del papel asumido por los media puede llevar a creer de manera simple que los problemas principales con que se enfrenta la distribución de información y conocimiento en esta sociedad son tecnológicos o económico, mas Bell aclara que los problemas son de orden político.

La dimensión política de los problemas puede comprenderse a partir de la importancia de la participación como principio axial de la vida política.

“Al mismo tiempo, y dado que tal participación depende, en muy buena medida, del tipo y calidad de la información e interacción ofrecidas por los media, cabe ver en esta situación la enorme responsabilidad del sistema de medios ante la cuestión base de toda filosofía política: ¿cuál es la vida óptima que se quiere llevar?”, asegura Alvarez Teijeiro.

Como sociedad hedonista, individualista e intimista, la posmoderna ha desplazado la “moralidad de la bondad” por una “moral de la diversión”. De lleno, la sociedad occidental carece al mismo tiempo de civitas, la disposición espontánea a sacrificarse por el bien público, y de una filosofía política que justifique las reglas normativas de las prioridades y asignaciones de la sociedad, de acuerdo con Bell.

En cuanto a las características mediáticas de la sociedad posmoderna, se concluye que los medios de comunicación ocupan un lugar privilegiado en la esfera pública, y es de tomar muy en cuenta los fenómenos de opinión pública derivados de la “democracia de los sondeos” con lo que “(…)la democracia no estaría sino descomponiéndose desde adentro”.

Según Alvarez Teijeiro, los medios de comunicación pasaron a convertirse en “no-lugares”, porque se convirtieron en deficientes gestores del espacio público hasta hacerse imposible el progreso del discurso público de la democracia y pueden caracterizarse de la siguiente manera:

1. La proliferación de pseudoacontecimientos o acontecimientos mediáticos.
2. La cobertura trivial de la vida política, social, cultural y económica.
3. La progresiva conversión de la información y de la educación en entretenimiento siguiendo la implacable lógica del capitalismo, que tiene en el ocio el necesario reverso de la producción, el tiempo del consumo, han convertido a los medios, su ética y su estética, en una maquinaria de gestiona y produce la desaparición de lo real, como denuncia Paul Virilio, pero como maquinaria también capaz de globalizar el desarrollo potencial totalitario del exceso de información.

Si la televisión ha defraudado por la forma de presentarnos la política, su espectacularización, solamente queda en la prensa escrita, aun viva, el medio privilegiado para ayudar a que los lectores “definan sus papeles ante sí mismos y ante los demás”, aunque no se le puede achacar un total fracaso a los audiovisuales sí es de reconocer que más y mejor información procede de los diarios (en sociedades democráticas avanzadas).

Alvarez Teijeiro establece que la calidad de la vida democrática depende, en gran parte, de la calidad del sistema de medios y tecnologías de la comunicación que la hacen posible, citando al académico español Javier del Rey Morató. Y de que tal calidad es difícilmente alcanzable si los medios “no son capaces de destinar recursos a reflexionar sobre la responsabilidad que les confiere ocupar un lugar de privilegio en la definición y gestión del espacio público”.

“(…)los poderes y las capacidades que las nuevas tecnologías ofrecen a los medios de comunicación son poderes y capacidades éticamente neutros hasta que se les otorga un sentido preciso” y agrega que si todavía se habla de “cuarto poder” habría que completar la metáfora con la clara conciencia de que el poder de los medios es también, y sobre todo, el poder de servir.

lunes, octubre 18, 2010

La era del vacío

Por Guillermo Mejía

Cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en figuras mitológicas: “Edipo como emblema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condición moderna. Hoy Narciso es, a los ojos de un importante número de investigadores, en especial americanos, el símbolo de nuestro tiempo”.

Es la conclusión del autor y académico francés Gilles Lipovetsky, para aclarar la condición posmoderna con su individualismo, el perfil del individuo en sus relaciones con él mismo y su cuerpo, con los demás, el mundo y el tiempo, en el momento en que el “capitalismo” autoritario cede el paso a un capitalismo hedonista y permisivo.

“Después de la agitación política y cultural de los años sesenta, que podría verse aún como una inversión masiva en los asuntos públicos sobreviene un abandono generalizado que de una manera ostensible se extiende por lo social, cuyo corolario es el reflujo de los intereses en preocupaciones puramente personales, independientemente de la crisis económica”, aclara el profesor.

“La despolitización y la desindicalización adquieren proporciones jamás alcanzadas, la esperanza revolucionaria y la protesta estudiantil han desaparecido, se agota la contra-cultura, raras son las causas capaces de galvanizar a largo término las energías. La res pública está desvitalizada, las grandes cuestiones ‘filosóficas’, económicas, políticas o militares despiertan poco a poco la misma curiosidad desenfadada que cualquier suceso, todas las ‘alturas’ se van hundiendo, arrastradas por la vasta operación de neutralización y banalización sociales”, agrega.

Así, según su punto de vista, solo la esfera privada parece salir victoriosa de ese maremoto apático. Cuidar la salud, preservar la situación material, desprenderse de los “complejos”, esperar las vacaciones, vivir sin ideal, sin objetivo trascendente resulta posible. Las películas de Woody Allen y su éxito son el propio símbolo de esa hiperinversión en el espacio privado.

Es un neonarcisismo que se origina en la deserción de lo político. Es el fin del homo politicus y nacimiento del homo psicologicus al acecho de su ser y de su bienestar.

“Hoy vivimos para nosotros mismos, sin preocuparnos por nuestras tradiciones y nuestra posteridad: el sentido histórico ha sido olvidado de la misma manera que los valores y las instituciones sociales. La derrota del Vietnam, el asunto Watergate, el terrorismo internacional, pero también la crisis económica, la escasez de las materias primas, la angustia nuclear, los desastres ecológicos han provocado una crisis de confianza hacia los líderes políticos, un clima de pesimismo y de catástrofe inminente (…)”

Frente a las amenazas e incertidumbre –aclara Lipovetsky- queda la retirada sobre el presente al que no cesamos de proteger, arreglar y reciclar en una juventud infinita. A la vez que pone el futuro entre paréntesis, el sistema procede a la “devaluación del pasado”, por su avidez de abandonar las tradiciones y territorialidades arcaicas e instituir una sociedad sin anclajes ni opacidades.

“So pretexto de modernidad, lo esencial se nos escapa entre los dedos. Al interpretar el narcisismo según una sacrosanta tradición marxista como un síntoma de la ‘bancarrota’ del sistema y el signo de la ‘desmoralización’, ¿no se enfatiza demasiado por un lado la ‘toma de conciencia’ y por otro la situación coyuntural?”, se interroga el profesor de filosofía de la Universidad de Grenoble.

“De hecho, el narcisismo contemporáneo se extiende en una sorprendente ausencia de nihilismo trágico; aparece masivamente en una apatía frívola, a pesar de las realidades catastróficas ampliamente exhibidas y comentadas por los mass media. ¿Quién, a excepción de los ecologistas, tiene conciencia de vivir una época apocalíptica?”, sigue.

En ese marco, nos acostumbramos sin desgarramiento a lo “peor” que consumimos en los mass media; nos instalamos en la crisis que, por lo que parece, no modifica los deseos de bienestar y de distracción, de acuerdo al académico. La amenaza económica y ecológica no han conseguido penetrar en profundidad la conciencia indiferente de la actualidad.

“(…) debemos admitirlo, el narcisismo no es en absoluto el último repliegue de un Yo desencantado por la ‘decadencia’ occidental y que se abandona al placer egoísta. Ni versión nueva del ‘divertirse’ ni alienación –la información jamás estuvo tan desarrollada-, el narcisismo ha abolido lo trágico y aparece como una forma inédita de apatía hecha de sensibilización epidérmica al mundo a la vez que de profunda indiferencia hacia él”.

Y añade: “Paradoja que se explica parcialmente por la plétora de informaciones que nos abruman y la rapidez con que los acontecimientos mass-mediatizados se suceden, impidiendo cualquier emoción duradera”.

En fin, el narcisismo, en la condición posmoderna, es la revolución de las necesidades y su ética hedonista lo que, al atomizar suavemente a los individuos, al vaciar poco a poco las finalidades sociales de su significado profundo, ha permitido que el discurso psi se injerte en lo social, convirtiéndose en un nuevo ethos de masa, nos asegura Lipovetsky.

“Lejos de derivarse de una ‘concienciación’ desencantada, el narcisismo resulta del cruce de una lógica social individualista hedonista impulsada por el universo de los objetos y los signos, y de una lógica terapéutica y psicológica elaborada desde el siglo XIX a partir del enfoque psicopatológico”, sostiene el académico francés.

lunes, octubre 11, 2010

Los elementos del periodismo

Por Guillermo Mejía

Título del original en inglés The Elements of Journalism (traducción al español de Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A., 2004), escrito por Bill Kovach y Tom Rosenstiel. Un manual para periodistas que rescata, como dicen los autores, principios que “habían quedado algo solapados con el paso del tiempo”, pero que siempre han sido evidentes.

Desde el comienzo, los autores estiman como elementos del periodismo los siguientes:
1. La primera obligación del periodismo es la verdad.
2. Debe lealtad ante todo a los ciudadanos.
3. Su esencia es la disciplina de la verificación.
4. Debe mantener su independencia con respecto a aquellos de quienes informa.
5. Debe ejercer un control independiente del poder.
6. Debe ofrecer un foro público para la crítica y el comentario.
7. Debe esforzarse porque el significante sea sugerente y relevante.
8. Las noticias deben ser exhaustivas y proporcionadas.
9. Debe respetar la conciencia individual de sus profesionales.

Evidente que en los nueve elementos citados no cabe la complejidad de la profesión periodística; sin embargo, hay otros puntos –según Kovach y Rosenstiel- como por ejemplo, la imparcialidad y la equidad que son “demasiado vagos para elevarse al nivel de elementos esenciales del periodismo”. Otros son mitos e ideas falsas, de ahí el concepto de objetividad.

Como vivimos un período de transición con el cable e Internet, los autores aseguran que puede darse un choque dramático, ahora hay una suplantación del ser periodista con lo que se cae en el grave error de que “la información independiente se vea sustituida por un comercialismo interesado que se haga pasar por noticia”. La prensa pierde su función social de cara a los ciudadanos.

“En el nuevo siglo, uno de los interrogantes más serios que puede plantearse la sociedad democrática es si la prensa independiente podrá sobrevivir. La respuesta dependerá de que los periodistas tengan la lucidez y convicción suficientes para determinar qué significa ser una prensa independiente, y de que el resto de ciudadanos les importe tener una prensa independiente debido precisamente a su condición de ciudadanos”, afirman.

Al hacer un parangón entre la conceptualización del periodismo de sociedades complejas con el periodismo local, pues cabe concluir que tenemos un déficit en cuanto a la asunción de deberes y derechos como profesionales de la comunicación, por un lado, y la persistencia de desfiguración de lo que sería una ciudadanía crítica que también asume lo que le corresponde.

De esa manera, hemos visto con preocupación cómo la prensa tradicional ha instrumentalizado el juicio contra La Prensa Gráfica por la publicación de la identidad de un menor infractor que asesinó a otro estudiante a plena luz del día. La alharaca fue demasiada si tomamos en cuenta que el respeto a la ley implica reconocer el Estado de derecho.

Por otro lado, los fantasmas y, como siempre, también la instrumentalización que se ha dado por parte de la prensa tradicional a la inconstitucionalidad del inciso tres del Art. 191 del Código Penal bajo el criterio de que no puede haber impunidad periodística frente a lesiones al derecho al honor y la imagen del ciudadano. Tiene que haber responsabilidad si se comete difamación, injuria o calumnia.

Explicaciones posteriores de los magistrados que firmaron la resolución de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia establecen que queda en la Asamblea Legislativa el asegurar la ley que proteja el derecho a la información y la libertad de expresión. El entrar en consonancia con la actual concepción moderna de que se debe despenalizar la crítica periodística como lo pide la CIDH.

Pero nos toca a los periodistas –y ojala a la ciudadanía en general- revisar con detenimiento la forma en que se desenvuelve la prensa, dado que existe muchísima mala praxis con la consiguiente impunidad mediática y sin que la gente pueda demandar justicia. El derecho de uno llega hasta donde está el derecho de los demás, algo que en nuestro periodismo sale sobrando con frecuencia.

Como corolario, se vuelve imprescindible, como establecen Kovach y Rosenstiel, que los periodistas actuemos conforme a nuestra conciencia personal: “Todo periodista, desde el que se sienta en la redacción al que lo hace en la sala de juntas, debe tener un sentido personal de la ética y la responsabilidad, una brújula moral”.

“Es más, debe tener la responsabilidad de expresar en voz alta lo que le dicte su conciencia y permitir a los demás que lo hagan”, agregan.

Las redacciones periodísticas deben ser lugares abiertos, libres. Un periodismo con robustez moral –y los periodistas- tienen la obligación de disentir o enfrentarse a directores, propietarios, anunciantes e incluso a los ciudadanos y al poder establecido si la verdad y la equidad lo exigen. Nos falta mucho para llegar, pero no perdamos la esperanza haciendo.

lunes, octubre 04, 2010

La urgencia del estatuto profesional del periodista salvadoreño

Por Guillermo Mejía

A partir de que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional el 3er. inciso del Art. 191 del Código Penal, la discusión en torno a la existencia o no de amenazas a la libertad de expresión y el derecho a la información abre las puertas, para que de una vez por todas se consagre el estatuto profesional del periodista salvadoreño.

Como sabemos, lo estima la resolución, los dueños, directores, editores o responsables de programas ya no tendrán cheque en blanco cuando asuman una condición no profesional que implique tener los “dados cargados” contra un ciudadano o una entidad en particular, porque la ley faculta pedir cuentas ante actos que dañen la dignidad de la persona.

Hasta ahora, diputados de las diversas fracciones políticas representadas en la Asamblea Legislativa, así como el gremio de periodistas han asumido que en busca de evitar cualquier mal entendido con respecto a los comunicadores se vuelve necesario crear una legislación que proteja a los periodistas, aunque vale aclarar que esa condición debe pasar por un filtro profesional.

Así se ha hecho en casos de sociedades complejas, por ejemplo en Europa, donde tienen que cumplirse ciertos requisitos de calidad, para asegurar que alguien es periodista; es decir, la profesionalidad se estima a partir del conocimiento técnico-humanístico del ejercicio, la clara disposición a respetar las reglas del juego limpio, que implica derechos y deberes, y la correspondencia con el interés ciudadano.

En los círculos periodísticos se concluye que, así como están las cosas, en general no es cierto que existan amenazas directas desde el Estado, porque la censura y autocensura en los medios de comunicación siempre han procedido de los mismos propietarios, directores y editores de esos medios, así como de los poderes fácticos, por ejemplo políticos o empresariales.

En ese sentido, y es obvio que de ahí se percibe la ausencia de la gente de a pie en la discusión pública, en El Salvador el ciudadano ni está educado, ni se siente representado cuando se habla del derecho a la información, el derecho de información y el derecho a la comunicación. La gente prioriza la búsqueda de la satisfacción de necesidades básicas. La información, como derecho, aun está ausente.

Desde otro escalón, tampoco podemos obviar del panorama la desprotección del periodista salvadoreño de cara a los intereses que se manifiestan en el ejercicio del poder y la presencia de esos poderes fácticos no democratizados y que, en pleno Siglo XXI, siguen considerando a la profesión periodística como de segundo nivel y al periodista (que puede ser cualquier necesitado) como peón.

En las sociedades complejas, a decir de los especialistas de la comunicación política y la opinión pública, ese periodista debe tener su condición de profesional, con sus estudios universitarios, sus créditos de formación en las áreas respectivas, y, algo impensable todavía en El Salvador, su derecho a la cláusula de conciencia a fin de evitar arbitrariedades de los supra poderes.

El académico español Niceto Blázquez asegura que: “Desde el punto de vista ético, lo que interesa de la cláusula de conciencia son la propia conciencia del periodista, sus ideas, sentimientos, creencias, opiniones y legítimas libertades personales. El derecho a la información se ocupa de la materialización de esos derechos naturales de la persona del informador mediante leyes positivas”.

Entonces, si de veras nos sentimos comprometidos con la ciudadanía y con el desarrollo adecuado del periodismo, no queda otra que hacer hincapié en la consecución del estatuto profesional del periodista salvadoreño. Más que amenazas y, como señalé la vez anterior, de temores infundados, ahora es el tiempo de procurar la erradicación de la mala praxis en nuestra profesión.

Seguro que el periodismo es una profesión de suma importancia para el avance de la democracia, la presencia del debate y el pluralismo, así como el desarrollo del pensamiento y el conocimiento en la sociedad. Por lo tanto, el problema no se reduce solo a los periodistas, los empresarios mediáticos y los editores, porque su condición es socio-política. Todos debemos estar representados en la discusión.

Ojala que no sea llamarada de tuza de los políticos, periodistas, sociedad civil, entre otros, y saquemos ventaja de una nueva posibilidad que se abre en el marco de la discusión montada, en especial desde lo mediático, y tengamos el estatuto profesional del periodista salvadoreño. De hecho, con ello nadie pierde, al contrario todos ganamos. Ojo colegas.

lunes, septiembre 27, 2010

La práctica periodística más allá de temores infundados

Por Guillermo Mejía

La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia resolvió en el caso de la inconstitucionalidad o validez de las reformas al Art. 191 del Código Penal. Con el veredicto, los dueños, directores, editores o responsables de programas ya no tendrán que esconderse en el manto de la impunidad cuando se cometa algún acto que lesione la dignidad de la persona.

Claro, como se esperaba, los empresarios mediáticos y el coro de politiqueros que se han visto favorecidos cuando lanzan campañas difamatorias, insultos, calumnias e injurias en nombre del ejercicio de la libertad, han puesto el grito en el cielo con acusaciones desproporcionadas de que desde el Estado se atenta contra la libertad de expresión y el derecho a la información.

Sin embargo, ningún Estado, por supuesto ni gobierno, ni clase política, entre otros, que se diga serio puede dejar al libre albedrío el ejercicio de cualquier libertad, incluida la de expresión y el derecho a la información, por cuanto, tiene que corresponder con el respeto a los derechos de los demás, en especial, el de honor, intimidad e imagen.

Lo grave del asunto es que el origen de las reformas, que no pueden corresponder a una responsable y sana despenalización de la crítica periodística, está en el manoseo periodístico de ciertos medios (y de importancia) que ronda en la difamación, calumnia e injuria bajo el ropaje de crítica política. Además, en la negación del derecho de respuesta.

Recuerden allá por el 2004 cuando el ya desaparecido candidato de la izquierda, Schafik Hándal, fue difamado por un personaje oscuro –y de sobra conocida son los medios que prestaron sus espacios para ello. Las reformas llegaron luego de la demanda contra el susodicho personaje, con lo que quedó demostrada la estratagema tejida por sectores de la derecha en la Asamblea Legislativa.

Luego, también de todos conocido, el recurso de inconstitucionalidad presentado por el empresario de las hamburguesas bajo el argumento que El Diario de Hoy lo había dañado en su integridad moral sin que le dieran derecho de respuesta. El periódico asumió que las reformas del Art. 191 le otorgaban garantías y de ahí el proceso que culminó en días pasados.

Por lo tanto, sería bueno que nuestra gente tome conciencia de lo actuado por la Corte Suprema de Justicia en aras de que la prensa corresponda como debe ser ante la ciudadanía, desde una postura ético-moral que, además del respeto por los diversos actores del proceso, aprecie la apertura de sus espacios para la construcción de una auténtica democracia.

Seamos responsables, colegas periodistas. Seamos responsables, señores empresarios mediáticos. Seamos responsables, señores actores políticos, económicos y sociales. El periodismo salvadoreño necesita, con el concurso de la ciudadanía, una apertura mental y toma de conciencia y eso pasa por el compromiso con el respeto a la dignidad de la persona. Ni más, ni menos.

Pero, como siempre hay un pelo en la sopa, entre quienes aseguran que se ha violentado la libertad de expresión y el derecho a la información surgió también en estos días la demanda de que el presidente Mauricio Funes debe informar sobre la programación de Canal 10 de la televisión nacional, porque se han colado algunos documentales de corte izquierdista.

“El Canal 10 de televisión está presentando programas que no son educativos, ni culturizantes; porque, en la nueva realidad que vive el país presentar imágenes denigrantes de la Fuerza Armada, en los (sic) que se trata de justificar la violencia como un medio para poder lograr el poder político, demuestran caducidad ideológica y poca madurez”, reza una pieza de correspondencia fallida presentada por el partido Arena en el Legislativo.

“Estos programas abiertamente están inculcando odio e intolerancia entre los salvadoreños y en nada contribuyen a la reunificación de la sociedad. Además algunos de ellos promueven el Socialismo estatizante, atentando contra las libertades políticas y económicas”, agrega la pieza que no es otra cosa que una solicitud de censura propiciada por los autonombrados paladines de la libertad.

Por si fuera poco, la campaña contra el Canal 10 fue secundada por la autodenominada Asociación de Veteranos Militares de El Salvador “General Manuel José Arce” (ASVEM) que en un campo pagado protesta por lo que considera “(…) constantes ataques al honor y dignidad de la Fuerza Armada, realizados en los medios de comunicación del FMLN”.

“Estos programas contra nuestra institución fueron transmitidos en el Canal 10 (Televisión Educativa). Paradójicamente en los momentos en que el Señor Presidente de la República llama reiteradamente a la unidad nacional. Con este acto se busca difamar a la Fuerza Armada y parcializar la realidad histórica del país, contraviniendo el espíritu de los Acuerdos de Paz de 1992”, aseguran los veteranos entre quienes están lo de la famosa “Tandona”.

En círculos de prensa también han calado los temores infundados; por ejemplo, el periodista Rafael Domínguez, entrevistador de Canal 8, le advirtió al director de Canal 10, Romeo Lemus, que al ver el contenido de uno de los materiales “me pareció muy fuerte, que revive heridas del pasado, y, y, y sin contextualización”. Le señaló que había recibido correos de gente preocupada por el caso.

Lemus, que era el invitado, lució dubitativo, pero al final se conformó con decirle que hay que ver el caso en su real dimensión, aunque lamentó si hubo algún malentendido. Una de las frases que dijo fue la siguiente: “Pero sí creo que Canal 10 está, como medio de comunicación del Estado, (en) hacer un trabajo serio, a propiciar realmente un clima como el que tú estás diciendo, un clima de sanidad mental”.

Como se puede apreciar, está costando a la prensa salvadoreña –y a la sociedad en general, en especial a sectores conservadores- comprender el significado de la comunicación pública de cara a la ciudadanía, de cara también a la urgente necesidad de que existan reales espacios mediáticos que coadyuven a la democratización de esta sociedad desigual y generadora de injusticia.

lunes, septiembre 20, 2010

Comunicación alternativa para el cambio social

Por Guillermo Mejía

La comunicación para el cambio social gira en torno a un ramillete de opciones que van desde posturas laxas a posturas comprometidas políticamente. En América Latina ha cobrado terreno la concepción a partir del paradigma de la participación, aunque la presencia de la corriente contestataria sigue vigente en cantidad de proyectos.

El profesor colombiano Rafael Obregón, especialista en el binomio comunicación y salud, afirma que la transición en muchos países del área y el colapso del modelo soviético “crearon nuevas condiciones geopolíticas a nivel internacional que dieron mayor cabida a procesos de movilización social y a una mayor pluralidad de voces” frente al modelo dominante.

“Se observa un desplazamiento de modelos enteramente economicistas a modelos más humanistas y se reafirman los elementos del denominado modelo alternativo (participativo) del desarrollo que enfatiza el involucramiento de los diversos actores sociales, una mayor atención a los niveles locales, y enfoque en las causas estructurales” de la pobreza y subdesarrollo.

De esa manera, el modelo alternativo asume la participación ciudadana para el cambio social con el fin de generar avances sociales y materiales (con equidad, libertad y otros valores cualitativos) para la mayoría de la gente a través de un mayor control por parte de las comunidades, según estima Obregón con citas de otros autores.

“Por ello, su énfasis, más que en lo económico, está en lo social, y considera el desarrollo en las necesidades manifiestas sin ignorar las normas, valores y cultura”, sostiene el profesor colombiano. En líneas generales, se asume que el desarrollo debe: estar basado en necesidades locales y responder a procesos endógenos. Además, promover la participación en todos los niveles, promover la autodeterminación, promover igualdad y acceso, y considerar normas, valores y cultura en forma adecuada.

El “modelo dialógico y humanizante del educador brasileño Paulo Freire, y las perspectivas culturalistas y críticas de las formas de relacionamiento de las audiencias con sus públicos tiene una gran influencia. La comunicación debe entenderse entonces como un proceso orientado hacia el empoderamiento y la movilización” para ser partícipes y decisores activos.

Sin embargo, el modelo no está exento de críticas. “La mayor crítica formulada (…) es quizá lo que se considera una mirada utópica, o romántica como la denominan algunos autores, a los procesos de desarrollo. Por ejemplo, las referencias al concepto comunidad tienen a desconocer los conflictos y tensiones naturales de los procesos comunitarios”, dice Obregón.

“Otra de las críticas al paradigma alternativo se desprende de la diversidad de acepciones que se manejan sobre el término participación y las dificultades para poder desarrollar procesos participativos consecuentes con los postulados del modelo. El concepto participación incluye diversos tipos y niveles, cuya aplicación a menudo conduce a una falsa o limitada participación, y, por el contrario, reduce la posibilidad de toma de decisiones”, agrega el catedrático.

El otro modelo vigente desde la comunicación para el cambio social se refiere al paradigma de la dependencia, originado en la Teoría de la Dependencia muy en boga en la historia reciente de América Latina, con base en postulados neo-marxistas, estructuralistas y críticos a fin de encontrar una salida frente a la desigualdad de los países periféricos frente a las metrópolis.

“Como crítica de la modernización, no del desarrollo, según la cual el subdesarrollo está causado precisamente por las relaciones de vinculación de los países del Tercer Mundo con la economía mundial, y lo que hay que cambiar son esas relaciones internas de explotación. La teoría de la dependencia cuestionó el desarrollo capitalista, pero no el desarrollo, y postuló un desarrollo socialista, o desarrollo con equidad”, sostiene Obregón.

En la década de los años 70 se suscitaron discusiones sobre la necesidad que, desde la comunicación, debería haber equidad en el flujo informativo. De ahí la famosa Comisión McBride –en la UNESCO- que sacó a luz su Informe McBride donde se demandó un nuevo orden internacional para la información y la comunicación.

A la par de relaciones justas en la economía, con un nuevo orden económico internacional, se hizo hincapié en la necesidad de democratizar la comunicación.

“Pero, lamentablemente, el impulso transformador de los países no alineados no lograría pasar de la enunciación a la acción. La resistencia de los países desarrollados al cambio se aprobó abrumadora y paralizante. Y así vino a quedar guardado en la nevera del tiempo el sueño del cambio justiciero (…)”, afirma el profesor colombiano.

Claro que se abrió paso a la Teoría de los Estudios Culturales, herederos de Europa, y eso trajo a colación nuevas formas de relacionamiento comunicativo con su oposición al determinismo economicista de corte marxista clásico con lo que se le otorgó mayor libertad del sujeto y la cierta autonomía del mundo espiritual.

Como críticas al paradigma de la dependencia, Obregón reseña que se centra mucho en señalar como causal de subdesarrollo a los factores externos, pero omite factores internos que, en igual o en mayor medida, limitan la implementación de acciones que permitan el surgimiento de las comunidades.

“En el plano comunicativo las iniciativas planteadas tampoco generan transformaciones, especialmente aquellas asociadas con el posible equilibrio de los flujos informativos a nivel Internacional”, agrega. Si bien el esfuerzo quedó a medias en los años 80, las discusiones que se abrieron dieron paso a la propuesta del paradigma alternativo (participativo).

Concluye el profesor colombiano que el “recorrido por la historia de la comunicación y desarrollo, y su eventual redefinición como comunicación para el cambio social, debe asumirse como parte de un proceso dinámico”. Desde mediados del siglo XX hasta la fecha los modelos dominantes han estado cuestionados y toma fuerza una alternativa para el cambio social.

lunes, septiembre 13, 2010

Propuestas de recepción crítica desde el aparato educativo

Por Guillermo Mejía

Un ciudadano consciente, crítico y propositivo es el deber ser de la sociedad. La educación formal queda trunca si el sistema no valora la adecuada lectura de la realidad de segunda mano que transmiten los medios de comunicación social, de ahí la importancia que desde la escuela básica haya interés por una cultura de recepción crítica.

En ese marco, la catedrática mexicana María del Carmen Cortés, especialista en el binomio educación y comunicación, ha desarrollado una serie de propuestas de “Educación en los medios” a partir de su experiencia investigativa en la Universidad Pedagógica Nacional, donde publicó su libro “La escuela y los medios de comunicación masiva”.

Como primer elemento de una educación en los medios de comunicación, según la autora, se requiere de una formación que permita a los futuros docentes cuestionarse primero a sí mismos como espectadores, procurar la reflexión sobre los productos de los medios en relación con la cultura formal y con la educación de la nación.

Cortes propone los siguientes campos sobre la comunicación masiva que deben estar en el plan de formación del maestro:

Primero, el estudio de la relación entre alta cultura o cultura cultivada y la cultura de masas. Esclarecer qué relación guardan estos dos procesos sociales, que en algunos aspectos se complementan y en otros se contraponen. Ver que los orígenes de la cultura de masas no deben buscarse en la “intelligenzia” productora de la cultura cultivada, sino en los hombres de feria, en los cómicos de barraca, en los divulgadores de novelas de folletín. Abordar el estudio de la comunicación masiva considerada como totalidad que abarca emisor, lenguajes, contenidos y receptores y tomando en cuenta el proceso en sus relaciones con la sociedad global. Ya que se trata de una sociedad capitalista de Tercer Mundo habrá que estar más atentos a una comunicación social entendida como industria dependiente de monopolios internacionales. Dentro de este campo temático sería necesario analizar las posibilidades educativas de los medios en cuanto a participación social y formación del gusto y ubicar el fenómeno dentro del proceso histórico social.

Un segundo campo de estudio en la formación del maestro se referiría a los textos que abordan la problemática de los procesos de comunicación masiva en las sociedades latinoamericanas y en particular en México, a los autores que tratan en su obra el proceso de dominación cultural y la introyección de ideologías en sociedades desiguales, a los que reflexionan sobre los fundamentos de una verdadera comunicación social o buscan alternativas para mejorar la comunicación dentro de las sociedades antidemocráticas. También sería necesario integrar el currículo de la Normal el estudio de aquellos textos que consideran la metodología de análisis o de resultados de investigación en que se hayan realizado análisis de mensajes, para mostrar a los futuros educadores cómo los medios contribuyen a formar en los espectadores ciertas imágenes del mundo, cómo proponen conjuntos de actitudes y creencias respecto del destino humano, cómo promueven ciertos hábitos de consumo negativos, a través de ciertas series, y cómo presentan contenidos que, en muchos casos, validan estructuras de poder (entre sexos, clases sociales); de qué manera cumplen (en el caso de los mensajes informativos por televisión) con su función de formar la opinión pública, a través de cierta selección, jerquización y contextualización de la información.

Otro ámbito de la comunicación masiva, en que conviene adentrar al maestro de educación básica, es el que se refiere a los efectos y a los límites de la influencia de los medios, partiendo de la consideración que la recepción no es un proceso que pueda traducirse en un esquema simplista, de relación estímulo-respuesta, sino un proceso en el que es necesario ver al espectador como ser activo y complejo en el que confluyen factores de diversa índole. Este tercer campo teórico-práctico debe concebirse como un taller en el que los maestros en formación empiecen por conocer ellos mismos como lectores o espectadores y plantearse cómo podrían facilitar y encauzar a sus alumnos en el análisis y la crítica de los mensajes a que éstos dedican una buena parte de su tiempo libre.

El cuarto campo del plan de estudios podría abocarse a proporcional al maestro conocimientos introductorios sobre los nuevos lenguajes y técnicas de la imagen, así como de las formas dramáticas presentes en las obras televisivas y cinematográficas de ficción. El maestro como animador de cine-debate o video-debate requeriría de elementos de historia y estética del cine (que relacionará con la formación artística que se proporciona tradicionalmente en las normales); sobre los géneros cinematográficos y televisivos y las distintas técnicas narrativas o retóricas utilizadas tanto por los realizadores artistas como por publicistas o productores de la televisión comercial.

Cortés asume que la garantía del éxito de una pedagogía de los medios requiere de esfuerzos integrales como los desarrollados en países como Francia, Italia, Dinamarca, Estados Unidos o Alemania donde sistemáticamente se analiza los productos mediáticos. Los educadores tienen que dar el salto cualitativo para integrar al currículo el estudio de medios de comunicación.

En cuanto a la formación de los alumnos, la especialista cree necesario “que se incluyan dentro del plan oficial campos de estudio sobre educación en los medios, equivalentes a los que se propusieron para la formación de maestros pues, de otra manera, el profesor siente que tiene que salir adelante con una carga extra de responsabilidades que lo sobrecargan”.

Sintetiza de la siguiente manera los esfuerzos con los alumnos:

“En los primeros grados las actividades que tratan directa o indirectamente sobre comunicación masiva están encaminadas a desarrollar el espíritu de observación o la capacidad de expresión del niño. En tercero y cuarto grados se trata de que el niño se ejercite en la fundamentación de opiniones; se le pide proponer alternativas para la participación de los medios en beneficio de la Salud (alimentación e higiene) y alternativas para sugerir temas de investigación”.

“En el programa de quinto grado sólo se incluye un objetivo: modificar la distorsión que los medios hacen de la figura masculina o femenina. Por último, en el sexto grado, que incluye más unidades referidas a la comunicación masiva (cuatro), menciona objetivos de recepción crítica pero sin proporcionar bases para la crítica”, contempla la autora.

Además, existen actividades complementarias que incluyen, entre otras, la identificación de los medios en su comunidad y en su entidad para luego reflexionar sobre su importancia y sus beneficios. Asimismo, actividades relacionadas con los medios para cubrir objetivos e educación para la salud, como proponer mensajes contra los anuncios que fomentan el consumo de tabaco y alcohol.

“Dentro de la concepción de educación en los medios, además de un conjunto de actividades con le periódico o revistas para desarrollar habilidades cognoscitivas (que puede iniciarse con ejercicios sencillos de comprensión de lectura y culminar con análisis lógico y retórico) si se requiere dar impulso a la educación artística es necesario dar a conocer las obras abiertas, ricas en significados que provienen de los medios –sobre todo el cine- y sensibilizar a los niños para que aprecien obras de calidad (…)”, propone Cortés.

Finalmente, la catedrática mexicana dice: “Es preciso que la escuela no dé la espalda a los medios: que no los satanice ni los ignore. En su espacio puede tener lugar una serie de prácticas, como algunas de las que se han anunciado que, por una parte, despierten la conciencia crítica de los alumnos ante los mensajes cerrados, autoritarios y anodinos y, por otra, promuevan en ellos el desarrollo del gusto estético”.

Con ello se aseguraría ese gusto estético que “los haga capaces de apreciar y disfrutar programas y películas cuyo encuentro constituya una verdadera experiencia cultural”.

lunes, septiembre 06, 2010

Movimientos sociales y recepción crítica

Por Guillermo Mejía

La presencia de otras opciones informativas y las nuevas tecnologías prevén, para los movimientos sociales, pautas de recepción crítica de los productos periodísticos a partir del agotamiento de la asignación mecánica de un papel pasivo al auditorio y la urgencia de su condición activa ante la vida cotidiana, la cultura y sus propias necesidades.

Es una idea que se desprende de los estudios del educador mexicano Hugo Aboites, investigador de movimientos sociales y profesor invitado en Harvard, ante las posibilidades que surgen de la relación organizaciones populares y medios de difusión. Antes, la preocupación era la recepción crítica entre el individuo, la familia o pequeños grupos y el medio.

Según el especialista, existen dos enfoques. El primero, centrado en el emisor, que estima como eje el tratamiento que dan los medios a los movimientos sociales, en especial de cara a las luchas reivindicativas. “Y es esto último lo que constituye uno de los méritos más importantes(…) el haber puesto la atención de los medios” frente a esos movimientos.

El segundo, cuyo interés reside en los procesos cognoscitivos que ocurren en el receptor a partir de su relación con los medios. Interesante enfoque en cuanto “deja atrás la noción del auditorio indiferenciado socialmente(…) para precisarlo un tanto al identificar con el término ‘popular’ el universo por explorar”.

Aboites teoriza sobre esa relación de los medios de difusión y los movimientos sociales.

Un elemento teórico, según él, es el conjunto de factores que hacen surgir un movimiento social determinado. “La unidireccionalidad y la tendencia a la concepción mecánica, sólo pueden ser evitados a partir de una sólida estructuración del protagonista más importante de la relación: las organizaciones y los conjuntos sociales en acción”.

“El sujeto, que es desaparecido por la ideología verticalista, debe ser reconstruido de la manera más precisa posible. Esta tarea, que corresponde fundamentalmente al protagonista mismo, puede ser apoyada por análisis externos que le permitan reconocerse a sí mismo con mayor profundidad”, agrega.

Otro elemento teórico es considerar que toda movilización popular encierra dentro de sí la energía necesaria para alterar real o intencionalmente el orden cotidiano, asegura el autor. “La alteración que resulta del movimiento colectivo indefectiblemente pone al descubierto y cuestiona el poder sobre el que se construye la realidad enajenada del trabajador”.

El tercer elemento teórico encierra, como consecuencia del anterior, el hecho de que el surgimiento y desarrollo de un nuevo “protagonista social sólo puede darse mediante el flujo constante de información. El sujeto se fortalece en la medida en que, por decirlo así, se conoce más a sí mismo, en la medida en que aparece como actor social ante sus propios ojos y los de los demás”, afirma Aboites.

Por último, de acuerdo a su planteamiento, entre el movimiento social y los medios de difusión que le son ajenos, se establece de inmediato la tensión de un campo electrificado. “Por una parte se despliega la insaciable necesidad de información fidedigna, útil al proceso organizativo y reivindicativo y, por otra, el fuerte tirón restrictivo de la presión gubernamental o de los sectores privados en el control de los medios”.

“Se genera así una de las contradicciones principales en el proceso movimiento-información y, por eso, una de las fuentes más importantes de profundización por parte de amplios sectores de la población acerca del papel y sentido de la información y enfoque de los medios”, precisa el educador mexicano.

El proceso cognoscitivo depende de tres factores elementales: 1. Una importante vinculación personal y colectiva con el proceso de movilización que, por razones de carácter objetivo, se convierte en una de las experiencias más vitales u significativas de este conjunto humano; 2. la confrontación que este mismo grupo tiene con el medio de comunicación que niega o distorsiona radicalmente lo que el grupo pretende, su fuerza, y el consenso mismo que está logrando entre la población; 3. la certeza de que esta manipulación no es producto casual, sino resultado de una deliberada intención de atacar al movimiento.

“A partir de estos elementos y dependiendo de su intensidad y amplitud, un numeroso conjunto humano puede recorrer el itinerario que deja atrás la percepción del medio de comunicación como espacio inocuo de información y entretenimiento, para arribar a la consolidación de una clara noción del papel del medio como instrumento político al servicio de intereses de clase y estructuras de dominación”, concluye.

Frente al papel de comunicadores y comunicólogos, Aboites asegura que es tarea invaluable fortalecer las estructuras organizativas existentes o contribuir a crearlas donde no existan. “Por tanto, en su planteamiento explícito e implícito una iniciativa en este sentido deberá considerar que, por poner un ejemplo, no es un grupo amorfo el que se sienta ante el televisor, sino un grupo de trabajadores, miembros de una clase social y de una organización concreta”.

“Aquellos comunicadores o comunicólogos que se agrupan para impulsar estas iniciativas lo hacen a partir de sus propias organizaciones gremiales, como parte de su misma calidad de trabajadores de la cultura organizados en asociaciones de periodistas o trabajadores de medios de comunicación, sindicatos universitarios, partidos políticos, etc.”, explica.

“Es decir que son capaces de suscitar el interés de sus propias organizaciones en apoyo a este proceso. Auxilio semejante y aun mayores perspectivas de acción tendrán aquellos que tienen relación más directa con la formación de los nuevos comunicadores o comunicólogos”, finaliza Aboites. El horizonte es replantear los programas de estudio, rescatar a los protagonistas de los procesos sociales y apoyar sus tareas de radical transformación.

lunes, agosto 30, 2010

En memoria de los hermanos migrantes masacrados

Por Guillermo Mejía

No podemos mostrarnos indiferentes, nos sentimos afectados por el asesinato de los 72 hermanos migrantes en Tamaulipas, México, en días recientes. Ciudadanos de El Salvador, Honduras, Guatemala, Ecuador y Brasil fueron ejecutados por bandas armadas de los narcos en una simbiosis, en la que el Estado mexicano mismo tiene manchadas las manos de sangre.

Como manchadas las manos también las tienen los responsables de que nuestros conciudadanos se vean en la triste y lamentable condición del destierro, porque no hay manera –dentro del drama en que sobrevivimos- de que se realicen como seres humanos. De ahí que la migración de nuestra gente ha sido una salida obligada desde tiempo atrás.

El gobierno actual debería asumir lo que le corresponde en este problema nacional. Hoy más que nunca tiene la obligación de crear las condiciones para la reivindicación de la gente. Los políticos encantados de la cosa pública también deben asumir lo que les concierne, al igual que los grandes empresarios que se niegan a pagar lo que les toca en impuestos. Y la gente tiene que demandar sus derechos.

Retomar el camino del cambio es una necesidad impostergable. Si no estimaríamos que fue un fraude la apuesta por una nueva posibilidad de gobernar. Lástima que la izquierda, en especial la aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), aparece sin dientes y sumida en una lucha intestina en busca de mantener su condición de dirigentes o de empleados públicos. Qué desgracia.

Así que no podemos asumir demencia en esta hora en que el crimen nos golpea donde más duele, en nuestra gente que se expone en su integridad física y moral, para poder subsistir y lejos de sus núcleos familiares. Por eso tampoco es válido dejar fuera del análisis los otros costos de la emigración para estas sociedades, los renglones torcidos que nos recuerdan a nuestra floreciente delincuencia organizada.

Pese a las amenazas en esa ruta de la muerte, los centroamericanos y sudamericanos seguirán intentando llegar a la “pesadilla americana”, donde no les espera una tierra de paz y solidaridad, sino las muestras del racismo primitivo, la persecución policial y el crimen en las calles vueltas en escenarios de la frustración de otros desheredados que se muestran hostiles a los de otro color.

En memoria de nuestros hermanos centroamericanos y sudamericanos, vale traer las palabras del poeta salvadoreño Roque Dalton en su Poema de amor:

Poema de amor

Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como "silver roll" y no como "gold roll"),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
("me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño"),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
("La gruta azul", "El Calzoncito", "Happyland"),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.