La educación como binomio de la comunicación
Por Guillermo Mejía
Los procesos educativos reclaman de la comunicación el sentido, el significado, la entrega al encuentro entre los seres humanos. Por eso, podemos hablar de comunicación en la educación más allá del esplendor de las nuevas tecnologías que, si bien así como nos resuelven con velocidad ciertos problemas también nos pueden envolver en una carrera frenética del sinsentido.
El especialista argentino en temas de comunicación y educación, Daniel Prieto Castillo, nos orienta sobre el valor de la comunicación en la educación: “Nos hemos preguntado durante largos años por las relaciones entre la comunicación y la educación y hemos hablado en el contexto de América Latina de ‘comunicación educativa’ (…) Hablamos ahora de comunicación en la educación”.
Y continúa: “Decir ‘en la educación’ nos sitúa de lleno en el espacio de toda la educación sin pretender reducirla a lo comunicacional, que bastante complejidad tiene como para caer en la tentación de leerla desde un solo ángulo”.
Prieto Castillo desarrolla sus tesis a partir de planteamientos donde engloba lo educativo y comunicativo, de esa forma explica:
1. Seres de comunicación. Hemos afirmado lo siguiente: “Los educadores somos seres de comunicación”. Ninguna profesión tan impregnada por lo comunicacional, sin duda. Porque lo peor que le puede ocurrir a un educador es tener problemas de comunicación, no soportar la relación con el otro, considerar su tarea cotidiana como un castigo debido a esa necesidad permanente de interactuar, de exponerse a las miradas, las voces y los gestos de diez, cincuenta, cien seres que van a él para relacionarse.
Así, el autor y profesor universitario expone una nueva forma de poner en práctica una comunicación distinta, más que perderse en el intento de definirla a cada paso.
Las propuestas que tiene en sus líneas de acción son las siguientes: Comunicar es ejercer la calidad de ser humano; comunicar es expresarse; comunicar es interactuar; comunicar es relacionarse; comunicar es gozar; comunicar es proyectarse; comunicar es afirmarse en el propio ser; comunicar es sentirse y sentir a los demás; comunicar es abrirse al mundo; comunicar es apropiarse de uno mismo.
2. Comunicación como sufrimiento. No es lo mismo un “ser de comunicación” que un “ser que sufre la comunicación”; reconocemos en esto último una de las peores cruces que le puede tocar cargar a alguien. Vivir crucificado por una comunicación no querida, estar entre los demás deseando con toda el alma no estarlo. La comunicación es el cemento de toda la arquitectura del acto educativo. Si ella falta, o se llena de huecos y de nubes de violencia, el edificio cruje por todos los rincones. Y a veces cruje por décadas, medidas en relación con la edad de una institución o la de un educador.
De nuevo, el especialista razona sobre las formas en que los vicios en el proceso educativo trastornan la función del educador: Comunicación, entonces, en función de ataque y defensa; la relación definida en función de traspaso de contenidos; el populismo pedagógico; el showman, el hombre-docente espectáculo; el docente de personalidad panóptica, el que ve de todos lados; la tecnología salvadora.
“Y así se va urdiendo aquí y allá la trama de la comunicación apoyada en un empobrecimiento, cuando no en una frustración, del aprendizaje”, asegura Prieto Castillo. Y agrega: “Se aprende mejor en un ambiente rico en comunicación, en interacciones, en la relación con materiales bien mediados pedagógicamente, en la práctica de la expresión, en el encuentro cotidiano”.
3. La comunicabilidad. En la educación la comunicación nos interesa desde el punto de vista de la comunicabilidad. Podemos expresarlo así: “La comunicabilidad es el ideal (desde al perspectiva de la comunicación en la educación) de todo acto educativo, sea desde el punto de vista institucional, desde el educador, desde los medios y materiales, desde el grupo, desde la relación con el contexto y desde el trabajo con uno mismo”.
El autor argentino da cuenta del concepto: “Entiendo la comunicabilidad como la máxima intensidad de relación lograda en las instancias de aprendizaje: la institución con sus docentes, estudiantes y el contexto, los docentes entre sí y con los estudiantes, los estudiantes entre sí y con los medios, los materiales y el contexto; en fin, cada uno (docente o estudiantes, encargados de la gestión del establecimiento) consigo mismo”.
4. La entropía comunicacional en la educación. Colocamos de un lado el ideal de la comunicabilidad en todas las instancias y de otro, como extremo contrario, la entropía comunicacional en la educación, entendida como la pérdida de comunicaciٕn o, incluso, la muerte de ésta. De un lado la comunicabilidad, del otro la entropía comunicacional. Y entre ambos extremos todos los matices en los cuales se juega la realidad cotidiana de nuestra educación.
Luego explica: “La entropía tiene una ventaja: no exige mayor gasto de energía. Puede cundir favorecida por lo que hemos llamado ‘los muros’… el muro de la violencia, el muro del autoritarismo, el muro de la fatiga, el muro del desaliento, el muro del discurso institucional”.
5. Sentido y sinsentido. Cuando se produce la tendencia a la pérdida de comunicación, cuando baja la comunicabilidad, estamos frente a uno de los síntomas del sinsentido en la educación. Pero antes de entrar en este concepto veamos primero qué entendemos por sentido y los juegos que se producen entre uno y otro.
“En educación caracterizamos como con sentido todo lo que sostiene a un ser humano en su crecimiento y en su logro como educador, todo lo que enriquece la promoción y el acompañamiento del aprendizaje, todo lo que enriquece la gestión de la institución educativa para cumplir con sus funciones, todo lo que enriquece el uso de medios y la práctica discursiva en función del aprendizaje”, dice Prieto Castillo.
“Lo más importante es que sentido y sinsentido con comunicados siempre, por más que se los quiera disimular, que se los vista de seducción o de reglamentos, que se pretenda ocultarlos bajo algún discurso pomposo, como si con palabras pudiera llenarse un vacío en un ámbito tan delicado como el de la educación”, advierte.
6. Síntesis. Pero no podemos comprender el acto educativo sin tomar en cuenta lo comunicacional entendido como lo que significan el intercambio y la negociación de significados, de saberes y de puntos de vista, la interacción y el interaprendizaje, las tácticas de la palabra y el juego del diálogo, la interlocución y la escucha.
“Y, sobre todo, sin el análisis de la comunicabilidad. Porque nos interesa lo que sucede en las relaciones y en los materiales”, señala el autor argentino.
Finalmente, nos recuerda: “No hablo por noticias de todo esto. La preocupación por la comunicabilidad ha estado siempre presente en nuestras experiencias de educación formal, sea en el ámbito universitario o en el trabajo de educación a distancia con organizaciones de apoyo a la educación y la cultura en países de la región”.
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