lunes, abril 26, 2010

Honduras: Los periodistas obligados a usar chalecos antibalas

Por Guillermo Mejía

En este país centroamericano las cosas llegaron al extremo para los periodistas. El asesinato de seis colegas en los últimos tiempos obligó a que los comunicadores anden con chalecos antibalas por si a los criminales se les ocurre otro atentado, mientras las autoridades policiales hacen gala de su incapacidad por auxiliar a la justicia y, lo peor, en mucho se acusa a los gendarmes de andar en las movidas.

El gobierno de Porfirio “Pepe” Lobo, además de carecer de legitimidad por ser sucesor del golpe de Estado del 28 de junio, no haya qué decir cuando lo interpelan por la matancinga que a diario arrebata la vida de hondureños. En los periodistas, de adentro y de afuera, existe preocupación por la serie de crímenes, algunos de los cuales se les achacan al narcotráfico.

El matutino hondureño La Tribuna expuso en una nota periodística: “Ante la muerte de seis periodistas, entre ellos Jorge Orellana “Georgino”, el temor se ha apoderado de algunos reporteros sampedranos, quienes se han visto obligados a utilizar chalecos antibalas para proteger su vida. Diariamente los periodistas se exponen al peligro.”

“Pedro Rápalo, reportero gráfico de La Tribuna, considera que es necesario tomar medidas de seguridad, considerando que los fotógrafos y reporteros diariamente se miran obligados a participar en escenas peligrosas.”, continuó.

“Los atentados contra los comunicadores tienen con las barbas en remojo a los hombres y mujeres que se dedican a esa profesión, algunos de ellos hasta han anunciado que se van a retirar de este quehacer, particularmente los que participan en programas de opinión.”, añadió el rotativo.

Lamentablemente, no han existido mayores muestras de solidaridad por los asesinatos en los demás países centroamericanos. En el caso de El Salvador, por ejemplo, los periodistas y editores (dueños de los medios) se han preocupado más por acusar a una jueza de menores, ya que hizo cumplir la ley de menores al matutino La Prensa Gráfica. El periódico cometió el yerro de publicar la identidad de un menor acusado de un crimen.

De todos es conocido el asunto, pero las muertes en Honduras han pesado menos que la instrumentalización mediática que se ha hecho en torno al caso judicial. Los empresarios y políticos, junto a muchos colegas, han puesto el grito en el cielo por una situación que no cuesta entender, pero no han dicho esta boca es mía frente a los crímenes en Honduras.

Claro que el asesinato por sicarios se ha extendido desde la situación que se generó tras el golpe que expulsó a Manuel “Mel” Zelaya la mañana del 28 de junio antes de que se iniciara una consulta popular para oficializar si el pueblo catracho reconocía la posibilidad de llevar a cabo una Asamblea Constituyente a fin de afianzar una democracia participativa.

Irónicamente hasta el presidente estadounidense Barack Obama le pidió este 26 de abril a Porfirio “Pepe” Lobo que se ponga las pilas frente a los crímenes de periodistas y otras formas de violación a derechos humanos en el país, aunque de todos es conocido cómo se fraguó el golpe de Estado y que los gringos se metieron con todo.

Algo que sí hay que celebrar es el hecho que los colegas, principalmente de San Pedro Sula, están utilizando las redes sociales para compartir y denunciar los asesinatos. En Facebook existe un grupo, creado por la colega Dunia Orellana, llamado “No más asesinatos de periodistas en Honduras”. En hora buena, entonces, vaya nuestra solidaridad y participemos. Adelante colegas, no más crímenes.

lunes, abril 19, 2010

El Salvador: Atrapados en un “bache”

Por Guillermo Mejía

Por lo que vemos en el desenvolvimiento de la sociedad salvadoreña, especialmente en política, caemos en cuenta que metafóricamente nos encontramos atrapados en un inmenso “bache” o tal vez un “mega hoyo”. La coyuntura actual nos mantiene con el espíritu bajo, ya que el cambio sonado aparece desdibujado mientras la hegemonía de la derecha es manifiesta.

El presidente Mauricio Funes y el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), que lo condujo al Ejecutivo, cada vez se entienden menos frente a la alianza tácita del gobierno con expresiones conservadoras como el movimiento Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana) que se catapulta con la asistencia del ex presidente Elías Antonio Saca.

Mientras tanto, el desgastado partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena) pretende imponerse ante el gobierno de Funes con presiones varias, entre ellas la retoma de puestos claves en instancias estatales como seguridad pública y la Policía Nacional Civil (PNC) bajo el argumento que las autoridades de turno han fracasado frente a la delincuencia.

Los cantos de sirena –como el hecho de que cuentan con un plan de seguridad pública- son difundidos por el sistema mediático tradicional, a la par de al menos 12 asesinatos diarios, el problema del sicariato, las extorsiones, en fin, las plagas habidas y por haber dentro de una sociedad que capea una fuerte crisis económica. El colmo, dice la derecha, que no se ve un plan de contención.

El presidente Funes asumió su propio camino. Fuera de Estados Unidos y Brasil, como rumbos, no quiere alianzas con otras expresiones políticas, menos que tengan que ver con la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), dirigida por el gobierno venezolano, aunque el mandatario salvadoreño aún no reciba aportes significativos de quienes ha elegido como mentores.

El pragmatismo político de las autoridades asume como variable condicionante el que estén subsistiendo en Estados Unidos miles de compatriotas que necesitan un permiso especial para trabajar cada 18 meses. Desde esa perspectiva, nadie puede inquietar al gobierno estadounidense, porque se pone en riesgo a los salvadoreños, algo que parece demasiado extremo o sumamente cómodo.

La máxima expresión de ese compromiso ha sido el papel que ha jugado el gobierno en la búsqueda del reconocimiento al régimen de Porfirio Lobo de Honduras. El blanqueo de un gobierno surgido de elecciones precedidas por un golpe de Estado se torna así en un trago amargo a partir de que se asume que es una ironía que el principal soporte sea un gobierno que llegó con banderas de izquierda.

El condimento lo pone el hecho que, cada vez más, el país camina al espectro político dominado por el narcotráfico y el crimen organizado, al igual que México, Guatemala y Honduras, situación que va mucho más allá de las palabras del presidente Funes sobre que los criminales han andado explorando en el territorio cuando a todas luces se conoce que ya tienen terreno ganado desde tiempo atrás.

Pero esa lamentable situación brilla por su ausencia en la discusión pública, similar a las tropelías que se dan entre la derecha que, sin embargo, busca consolidarse en una necesaria alianza con el gobierno de cara a los “peros” que el Fmln coloca frente a propuestas oficiales como, por ejemplo, los préstamos aprobados con dispensa de trámite.

Habrá que ir sacando conclusiones pues se acerca el aniversario del primer gobierno que asumió representando a la izquierda que, a la vez, se encuentra en una posición incómoda, víctima del anquilosamiento y la falta de proyección dentro de la sociedad salvadoreña. La gente, en medio de la orfandad, amerita que le aclaren los caminos. Veamos, pues.

lunes, abril 12, 2010

La comunicación en la educación (más allá de lo formal)

Por Guillermo Mejía

Con toda la discusión reciente en torno a la relación entre jueces y periodistas, cabe hablar sobre el papel de lo mediático en ese gran esfuerzo de los procesos de educación no formal que trasciende a lo enseñado-aprendido en las aulas. Las horas que pasa el alumno –o cualquier ciudadano- en los medios de información, potenciados por Internet, son muchas.

A lo largo de la historia contemporánea, los especialistas han ubicado las varias versiones del maestro en su función pedagógica: la comunicación como control, el papel del maestro-actor, el educador como tecnólogo, la incorporación de los recursos audiovisuales y ahora las nuevas tecnologías de información y comunicación.

El maestro y pedagogo argentino, Daniel Prieto Castillo, nos señala que, sin embargo, no debemos soslayar en esa relación comunicación-educación lo que significa la educación no formal: “Me refiero al intento de horizontalizar las interacciones, de romper el esquema del emisor privilegiado para dar lugar a la palabra y la relación de todos con todos”.

“El recurso más difundido en este sentido es el taller. Usamos el término ya con mucha soltura y nos preguntamos, frente a cualquier curso, si se lo organizará a la manera de un espacio en que todos trabajen y aporten lo suyo. El taller ha sido definido como un camino a la democratización, a la ruptura del poder, a la cooperación y a la construcción grupal de conocimientos y de sentido”, explica.

Se trata de un trabajo dinámico, dialógico, cooperativo, donde la posibilidad del aprendizaje está en el grupo no en los sujetos individuales. Todos podemos aportar, todos podemos aprender. “Se requiere el trabajo con los textos, con el contexto, con los aportes científicos para enriquecer lo que cada uno ha vivido y expresa en determinado momento”, nos dice el autor.

Con respecto a la función política de lo mediático, en su papel de actor privilegiado, qué bueno sería dentro de la educación no formal que los sujetos receptores tuvieran acceso a clarificar el sentido a partir de procesos comunicativos participativos, a fin de ser educados en la lectura de lo mediático y la urgente necesidad y derecho que tenemos como seres humanos a la comunicación.

De ahí que Prieto Castillo haga énfasis en la transformación: “No se construyen conocimientos como quien está haciendo un edificio o algo fuera de sí mismo. Uno construye precisamente en sí mismo. Por lo tanto, en el terreno de la educación, construir es construirse. Y uno se construye no sólo a través de conocimientos. Lo hace por el arte, por el juego con el propio cuerpo, por las interacciones (…)”.

En ese sentido, la transformación adquiere sentido en cuanto se sostiene en la apropiación de la propia historia personal y en una autovaloración, en la riqueza de las interacciones, en el aprendizaje con los demás, en la proyección hacia el futuro. La comunicación es la parte fundamental, lo demás son los recursos o medios tecnológicos para su acceso (recursos audiovisuales, nuevas tecnologías, etc.)

Prieto Castillo nos recuerda que el hecho educativo es profundo, esencialmente comunicacional, pues la relación pedagógica es en su fundamento una relación entre seres que se comunican, que interactúan, que se construyen en la interlocución. El eje de la educación es la comunicación humana, una relación con el otro. La educación está en relación con la comunicación.

“Cuando hago esta propuesta en torno a una comunicación que nos permita el autorreconocimiento, la interacción y la proyección, me sitúo en las críticas que se vienen haciendo en nuestro tiempo al intento de centrar transformaciones en el juego de las innovaciones tecnológicas o en la creencia, tan corriente, de que estar más informado es estar transformado”, nos advierte el especialista.

Aunque reconoce que es necesario actualizar conocimientos, sí hay que tomar en cuenta que “si a ellos no sumamos un trabajo directo con nuestra condición humana, difícilmente podamos llenar los vacíos de autovaloración, de interacción y de proyección con los mejores aportes de la ciencia”. La apropiación de los conocimientos debe ir a la par de un proceso de enriquecimiento de las relaciones sociales.

En fin, nos hace falta trecho para llegar al estadio en que los medios de comunicación superen la condición de emisores privilegiados y que, al contrario, coadyuven en los procesos de educación no formal fomentado la participación, la pluralidad, la construcción de ciudadanía y la opinión pública crítica. Y que también eso se refleje en las aulas.

lunes, abril 05, 2010

La soberanía del receptor en la construcción de la democracia

Por Guillermo Mejía

El derecho a la comunicación nos recuerda que la soberanía reside en el individuo como sujeto primordial de ese derecho. Desde ahí se incluye al periodista como ser humano, en primer lugar, y como designado por la sociedad para informar desde ésta, sobre ésta y para ésta, en segundo lugar, sin menoscabo de garantizar la construcción de la democracia.

Como etapa previa, el derecho a la información también reside en ese ser según el Art. 19 de la Declaración Universal, remozado en 1963 como “el derecho humano a la información”, que incluye “el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Pero el ejercicio del derecho a la información, etapa anterior del derecho a la comunicación, no está exento de responsabilidades, como el respeto al derecho a la vida, a la dignidad de la persona, a la privacidad. A eso se suma que los Estados también contemplaron sujetarlo a la protección de la “seguridad nacional, el orden público o a la salud o la moral públicas” (además de los citados).

Puestas así las cosas, sería más que beneficioso para la sociedad salvadoreña que los medios de comunicación dejaran de hacer trampas con respecto a la controversia suscitada entre los editores de La Prensa Gráfica y la jueza Segunda de Menores luego de la publicación de la identidad del menor infractor señalado como autor de la muerte de un alumno de bachillerato.

Uno de los editores escribe en La Prensa Gráfica que sus productos están sujetos a la elaboración cuidadosa y responsable, qué bueno que así sea además es su deber, pero –y cita el caso: “Ya encontrar la información y corroborarla da suficiente trabajo como para que aparezcan nuevas trabas, como la multa con que la jueza Segunda de Menores analiza para castigar a este periódico (…)”

Victimizarse de esa manera, máxime frente al público, además de inadecuado es un atentado contra la educación cívica de la gente, porque se le pretende tomar el pelo. La falta en que incurrió el periódico está estipulada en la Ley del Menor Infractor, no es problema individual de la jueza. Claro que había formas para publicar el suceso guardando la identidad del sujeto implicado, el diario no las usó.

Tal como fue hecha la publicación, da pie para preguntarse si –además de la carga publicitaria del periódico con su pavoneo- estuvo la decisión de los editores por demostrar con su falta que esa ley no es adecuada en las circunstancias especiales por la que atraviesa el país y, por ende, el sistema judicial no da una. Sí, pero se violó la ley. Sería mejor asumir, no disfrazar.

Lo cívico es sumamente importante para la sociedad, como el papel que tienen los medios de comunicación en la educación de las personas mucho más allá de los procesos de enseñanza aprendizaje en las aulas. La gente consume lo mediático, ahora apuntalado con el uso de las nuevas tecnologías e Internet. Los periodistas tenemos que asumir los retos.

Las quejas y lamentos de periodistas y editores contrasta con la resignada postura que adoptan cuando en la sociedad salvadoreña nos cae el veinte sobre la violenta, pésima y vulgar programación de algunos medios audiovisuales y el descaro de disfrazar eso con hacer “comunicación”. El experto colombiano Javier Darío Restrepo llama a esa condición “cretinización” de las audiencias.

La ausencia de lo cívico incluye la otra forma de vendernos el miedo en cápsulas gel. La sonada campaña de la llegada del Socialismo del Siglo XXI para coartar las libertades, de expresión, opinión e información, como que en El Salvador somos la panacea en cuanto al derecho a la comunicación, sin asumir que aún vivimos en un Estado en el que demandar ese derecho humano es subversión.

Una sociedad víctima de la manipulación ideológica, la mercantilización del derecho a la comunicación y que, el colmo de los colmos, aún los medios de difusión y sus editores consideran ser los titulares de ese derecho. Todavía en El Salvador somos víctimas del pensamiento mercantilista de los que usurparon el derecho a la expresión y opinión conquistados por la Revolución Francesa, en 1789.

La sociedad civil y sus diversas expresiones, incluidos nosotros como periodistas, debemos tomar conciencia sobre la gravedad del problema del derecho a la comunicación en el país. Es tiempo que también el Estado asuma el papel que le corresponde. Es tiempo de hacer valer la soberanía del receptor para la construcción democrática.