jueves, septiembre 04, 2008

Rumbo a las elecciones generales de 2009

Por Guillermo Mejía

El Tribunal Supremo Electoral (TSE) dio el banderillazo de salida. Ahora esperemos a enero y marzo, para las elecciones de alcaldes y diputados, y presidente, respectivamente, que surgirán especialmente de la confrontación entre la derecha gobernante y la izquierda opositora.

Sin embargo, lo que debería de ser una fiesta cívica –como en otras naciones- en El Salvador se torna precisamente en una guerra electoral aderezada con campañas sucias, pajística, coberturas periodísticas vergonzantes, entre otros renglones torcidos de nuestra sociedad.

Para muestra algunas perlas:

*El debate político entre candidatos y la presentación de sus respectivas propuestas a la nación, básicos en todo proceso electoral democrático, acá no procede.

*Llegarle a la gente con ideas, de cara a sus necesidades y derechos conculcados, es de segundo orden, porque se prioriza en el estómago (gallinas coloradas).

*Los partidos políticos realmente carecen de mecanismos idóneos para escoger a los candidatos a cualquier cargo, sobresale el marketing y el compadrazgo.

*Unos más que otros de los políticos salvadoreños aún viven atrapados en fantasmas añejos y por tanto anacrónicos, como el del comunismo.

Bueno, la lista sigue con sus etcéteras y etcéteras. Con lo que –una vez más- se demuestra que falta años-luz para que la población salvadoreña viva realmente en democracia y sea representada por políticos que sirvan a sus intereses comunes.

Si bien es cierto se tienen las líneas generales de donde partirán si llegan a ganar las presidenciales –el Fmln incluso presentó su programa- está ausente o es muy marginal la necesaria concertación nacional a fin de conquistar un futuro acorde con la gente.

Las pláticas que el partido de gobierno y la izquierda del Frente sostienen en la actual coyuntura electoral, para dejarle colchón monetario al gobierno entrante, a partir de los préstamos internacionales, precisamente es cuestión de conveniencias.

Al fin de cuentas quien resulte electo para la silla presidencial no puede entrar en el vacío. Lo grave del asunto es que esa didáctica que debería prevalecer en todo el periodo presidencial no cuaja por los intereses políticos mezquinos bajo el encono de sus dirigentes.

Empero, lo gravísimo del caso salvadoreño y su proceso político es la ausencia sensible de la ciudadanía con sus posturas críticas y condiciones al acompañamiento de los partidos políticos que, lógicamente, la menosprecian por carecer de esas presiones.

En fin, arrancó el proceso –anticipado por una campaña electoral ilegal, acompañada por la miseria mediática- y en el futuro cercano no se vislumbra esa urgente nueva forma de acceder al poder desde sus mecanismos tradicionales. ¿Cuándo despertaremos de la pesadilla?