martes, mayo 29, 2012

La amenaza de construir un Estado gángster

Por Guillermo Mejía

La impunidad en que quedaron los crímenes del pasado reciente en El Salvador propicia que pueda instalarse en el país un Estado gángster, al igual que ha ocurrido en otras naciones del mundo, con lo que se advierte que los que antes persiguieron a la oposición política ahora participan del crimen organizado, narcotráfico y las pandillas.

Las contundentes reflexiones son del periodista y escritor estadounidense, John Lee Anderson, corresponsal itinerante en diversos países del mundo para la revista New Yorker. Ha cubierto los conflictos armados en El Salvador, Afganistán, Irak, Libia, Somalia y Liberia, entre otros, y participó en estos días en un encuentro de profesionales del periodismo en el país.

Según este periodista y autor de obras como Las memorias del Che, La caída de Bagdad y El dictador, uno de los problemas es que en El Salvador se copió el modelo español de justicia que en lugar de perseguir a los responsables de crímenes –el asesinato de Monseñor Oscar Arnulfo Romero o la masacre de El Mozote- generó esa impunidad que nos agobia.

John Lee Anderson, tras una ausencia de 22 años, conversó con los conductores del programa Temas, de Radio Nacional. A continuación presento un resumen de su exposición que cae como anillo al dedo en el marco de los tres años del que se considera el primer gobierno de izquierda en un país que afronta una crisis económica y un problema de inseguridad que no se puede esconder.

-¿Fue un mal ejemplo para América latina el modelo español?
-John Lee Anderson: Fue como acostarse con el antiguo enemigo, hubo una amnesia total tras la muerte 600 mil personas y 120 mil personas que se sabe que fueron desaparecidas, existen fosas comunes. Luego de la consecución de la democracia hubo un pacto de olvido que significó que quienes estaban fuera tuvieran una tajada del poder y compitieran con sus antiguos represores.
Por muchos años fue el modelo a seguir en el mundo occidental, como que no significara nada acostarse con el torturador. Ni el juez Baltazar Garzón que mandó arrestar al dictador chileno Augusto Pinochet y sentó un precedente mundial legal en torno a lo que se puede hacer con un ex dictador fue capaz de obligar a los juzgados españoles en mirar a su pasado, ni mucho menos tipificarlos como crímenes de guerra.
El modelo español de paz fue impuesto posteriormente en un país tras otro en América latina. Una cosa es perdonar a un viejo torturador, pero (otra) imponer este mismo modelo donde la sangre está fresca. En el caso de El Salvador un grupo muy pequeño hizo estos Acuerdos de Paz y no la vasta mayoría del electorado, no fue partícipe.
Esta es la tristeza que siento en El Salvador, aquí la impunidad fue mayor, el asesinato (de) Monseñor Romero y lo crímenes ejemplares como las masacres de El Mozote de gran trascendencia, tan horribles como en Ruanda, pero sucedió aquí en el hemisferio occidental ante los ojos de todos, los asesinos andan sueltos no se ha castigado a nadie, no es casual que El Salvador padezca de un índice de crimen organizado, pandillas, inseguridad pública y la impunidad con los índices más altos del mundo.
Sería excelente y grande que en la actualidad los políticos encuentren la forma de cómo El Salvador no siga siendo el ejemplo de todo lo malo, lo revierta y rompa su molde y establezca una nueva pauta y ponga fin a la impunidad para sanear a la sociedad y marchar hacia adelante. Jamás El Salvador va estar libre de su pasado.

-Aquí el centro de todo ha sido la impunidad y los involucrados en crímenes y los poderosos han hecho cosas cuanta vez han querido…
-Anderson: El riesgo de que los criminales queden impunes es la construcción de una sociedad sociópata, violenta, cruel e impune.

-¿Los pensadores de este modelo no se imaginaron las consecuencia a futuro?
-Anderson: ¿Qué piensas tú cuando hablamos de Rusia? No son buenas imágenes verdad, vemos las imágenes de los países pos dictadura casi siempre terminan en sociedades gángsteriles, gobernadas por el hampa, sea donde sea, Rusia, El Salvador, tienen algo en común que es la falta de un Estado de derecho que es lo que necesitamos siempre.
Entonces si no tenemos un Estado de derecho no se puede actuar, porque quienes están en el poder son los gángster. El mundo nuevo que venía y El Salvador era uno más que en su fórmula con el Acuerdo de Paz entró de una forma accidentada al porvenir.
Los militares se fueron a regañadientes, los Estados Unidos los obligaron volver al cuartel y dejar que los civiles condujeran el poder, pero todavía con deseos de volver al poder los vimos en España, siete años después hubo una intentona de sublevación, lo vimos en Argentina y en Chile donde el dictador Pinochet se retiró pero mantuvo el control del Senado con intentos como senador vitalicio.
Entonces, el temor es proveniente de un terror pos dictaduras, que las jóvenes democracias fueron obligadas a aceptar los crímenes del pasado a cambio de una cuota en el poder, obligados por el terror, es decir por la amenaza de ataques físicos sobre ellos y sus familias. Pregunto yo puede nacer una democracia del terror, es sano eso, creo que no. Ahora con la globalización corre dinero abajo y sucio, el hampa se ha apoderado de las bases de la sociedad, algo que antes no existía.
Hasta cierto punto el pandillerismo donde antes hubo reclamo político como (que) es una especie endémica controlable por el capitalismo, y esto sin ser un experto en teoría conspirativa, pero se podría creer que es el resultado de los vencedores.

-¿Si esto no se corrige cuál es el futuro? ¿Será el camino a la construcción de un Estado salvadoreño gángster?
-Anderson: puede que sí, lamento que sí. La historia de algunas sociedades como que tiene que darse cuenta hasta dónde han llegado y a partir de allí construir algo nuevo, solo tocando fondo surgen líderes en las sociedades, pero si no podemos terminar como Rusia donde hay iluminados, poetas, músicos científicos, pero que viven en un reino del hampa donde su presidente es un asesino y ladrón, no hay otra manera de calificarlo, o terminamos como aquel modelo o como este en El Salvador que está al borde, sobre la frontera, por eso hay que actuar de manera inmediata.
Estamos en trance (…) en el mundo, pero no es tarde adoptar políticas positivas, especialmente en Estados Unidos que deberá hacer más inversión, en educación, salud, etcétera.

Como corolario, resulta preocupante que un estudio presentado por El Diario de Hoy revele que el 61 por ciento de los encuestados considere que la delincuencia es el principal problema, mientras el 64.20 por ciento cree que fue buena la decisión de militarizar la seguridad pública y que casi el 80 por ciento esté de acuerdo con que en los puestos claves estén militares.

La sociedad salvadoreña sigue víctima de la ausencia de información en torno al problema de la seguridad, donde se avala un supuesto acuerdo de tregua entre pandillas, que se vende como exitoso por haber reducido a seis las muertes cotidianas, aunque se ignore la cifra de seis desparecidos diarios. Una simple operación sugiere que las 12 víctimas diarias continúan. O, ¿no?












lunes, mayo 21, 2012

Honduras: Luto en el Día del Periodista

Solidarios en el dolor, unidos en la esperanza…

Por Guillermo Mejía

No tiene sentido una celebración a lo grande en el Día del Periodista de Honduras, el 25 de mayo, sino más bien una fecha de luto por la muerte de 24 colegas, el último de ellos Alfredo Villatoro, coordinador de noticias matutinas de la Cadena Radial HRN, de Tegucigalpa, que fue secuestrado y asesinado por desconocidos que dejaron su cadáver vestido de efectivo policial.

Desde el nefasto golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya, en junio de 2009, suman cientos las víctimas en una violencia incontenible que sigue en el gobierno de Porfirio Lobo, en el que se ha comprobado la vuelta de la represión del pasado aderezado del accionar del crimen organizado y el narcotráfico en la tierra del paladín centroamericano, Francisco Morazán.

El hecho de que a Villatoro lo hayan asesinado luego de una semana de haber sido secuestrado cuando se conducía con su esposa en la capital hondureña y su cuerpo haya aparecido vestido con uniforme de efectivos del Batallón Cobra de la policía dice mucho de la naturaleza del crimen y de sus autores que siguen en la impunidad.

Los periodistas centroamericanos debemos hacer una reflexión, además de mostrar nuestra solidaridad y demanda de justicia, porque como va la dramática situación en México y los países del Triángulo Norte de la región (El Salvador, Honduras y Guatemala) ojala no caigamos los demás en la garras de los oscurantistas que tienen infiltradas nuestras sociedades.

La colega Thelma Mejía, reconocida periodista y corresponsal hondureña, conversó con el presidente del Colegio de Periodistas de Honduras, Juan Ramón Mairena, que aseguró que “nos quieren callar. Tocaron a un periodista influyente de un gran medio de prensa, pero no nos debemos intimidar”.

“Esperemos que esta muerte no quede impune como otras”, agregó Mairena, al tiempo que exigió “al presidente Lobo que este crimen” no engrose apenas “una estadística de las muchas que adornan su gobierno”. Las estadísticas reflejan que en Honduras se comete un promedio de 18 asesinatos al día, mientras el crimen y la corrupción ha permeado al Estado.

Otro respetado periodista y corresponsal hondureño, Manuel Torres, comentó en un agudo artículo que con la espiral de violencia “esta nación centroamericana es incapaz de reinventarse democráticamente, y permanece atrapada en una maraña de corrupción, crimen organizado, falsas ideologías y una elite política desprestigiada que se encubre detrás de gestos y máscaras demagógicas, la mayoría mediáticas”.

“Ejercer la crítica periodística bajo esas circunstancias es muy difícil, pues todos los temas tras los cuales se parapeta el poder son intocables, incluyendo el de la memoria histórica. La amenaza o el atentado son inevitables para quien denuncie o investigue el abuso de poder o la manera en que crecen las grandes fortunas personales o los negocios entre empresarios privados y el Estado”, añadió.

Otra voz de la conciencia hondureña es la del médico y luchador social, Juan Almendares, que en un ensayo expresó: “El asesinato de Villatoro no podemos reducirlo a un problema de un gobierno; tenemos que enfocarlo dentro de un marco de totalidad histórica de las fuerzas que están en Juego”.

“En otras palabras no sólo existe un crimen organizado sino el otro crimen organizado que es el sistema hegemónico, económico y militar que nos está conduciendo a una violencia extrema de imprevisibles consecuencias, tal como ocurrió en México”, afirmó.

En consecuencia, según Almendares, “es el momento de unir todas las fuerzas de la nación; una unidad para encontrar ‘nuestro ser social y nuestra dignidad’. No existe unidad donde cada hondureño y hondureña sean consideradas como ‘no ser’. Es la unidad que nos transforme en el ser libres y soberanos”.

Mientras se agudiza la violencia contra los hermanos en Honduras, con la amenaza que eso significa para el resto de países, las clases políticas viven en una burbuja contaminante donde privilegian sus intereses en detrimento de la ciudadanía. No podemos estar de espectadores, luchemos por la vida, la justicia y la dignidad en cada parcela de nuestra Patria centroamericana.













martes, mayo 15, 2012

Los periodistas más allá de bocadillos y refrescos

Por Guillermo Mejía

El malestar en los comunicadores es un hecho luego que el Presidente de la Asamblea Legislativa, Sigfrido Reyes, les enrostrara “…los periodistas, algunos que critican bastante, los veo muy asiduos a degustar bocadillos y refrescos que les proporciona la Asamblea...” como respuesta a las exigencias de rendición de cuentas en el órgano de Estado.

Reyes, del partido oficial, salió a la defensiva como hacen otros de sus colegas o miembros del gobierno, ya que aún no están asumidas, como debe ser, esa rendición de cuentas, la transparencia y la obligatoriedad de informar ante la ciudadanía. Somos una nación con muchos rasgos pre-modernos que ojala vayan cediendo terreno a la construcción democrática.

Supuestamente el presidente de la Asamblea Legislativa es uno de los personajes más preparados, sensible ante el dolor y sufrimiento del pueblo salvadoreño, además de que cuando se inauguró en el cargo, en la legislatura anterior, prometió cielo y tierra frente a la forma en que la derecha ha manejado el Legislativo.

La cortesía –así se considera poner bocadillos y refrescos a los periodistas durante las plenarias- se la echó de un tajo, dado el malestar que le ocasiona que le pidan cuentas de cómo manejan la Asamblea Legislativa, además de las críticas que ha recibido por el exceso de gastos en la inauguración del presente período.

De seguro, en el partido ya le aconsejaron al diputado Reyes que agarre las cosas con calma, que mejor tome té de manzanilla a fin de controlar los nervios. El manejo de la cosa pública cada vez tiene que ser vigilado por los ciudadanos, eso está calando en la mentalidad de las sociedades. Ya no tiene que ser cosa de derechas e izquierdas. Lástima el exabrupto del diputado.

El asunto sirve para aclarar que los periodistas no deben aceptar ninguna cortesía, ni regalía o prebenda. Son las empresas periodísticas las que tienen la obligación de darles los instrumentos y las condiciones para que realicen su trabajo. De esa cortesía se agarró Reyes al no tener otra forma de defenderse frente a la obligación que tiene de rendir cuentas. El nivel mostrado fue bajero.

Los periodistas tienen que reivindicarse. Ni en la Asamblea Legislativa, ni en cualquier instancia pública o privada hay que aceptar cortesías, regalías o prebendas, mejor optar por dignificar la profesión, organizarse y luchar por el derecho a la comunicación, y por un estatuto profesional del periodista que asegure mejores condiciones para ejercer la labor informativa.

La ocasión tiene su parte positiva. Trae a colación un mal endémico del cuerpo de prensa nacional –por supuesto, en general- que se acomoda a las circunstancias cuando de recibir “atenciones” de las fuentes se trata que, como ocurrió en esta oportunidad, descubre ante la mirada colectiva la forma en que se percibe a los periodistas y las facilidades con que reciben su consideración.

A la vez, se trata de una excelente oportunidad para que los gremios de periodistas, en especial la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), montaran encuentros de reflexión en torno a la necesidad de fortalecer la robustez moral de los periodistas con la consecución de prácticas enmarcadas en principios y normas éticas.

Los periodistas, como servidores públicos y trabajadores de la información como bien social, deben asumir que su horizonte de su función es la ciudadanía, categoría tan compleja en tiempos de globalización y nuevas tecnologías, que tiene que asumir su condición propositiva y demandante frente a los que ejercen el poder.

Por eso, es importante que esa ciudadanía se empodere de cara al ejercicio del poder y perfile su soberanía ante el sistema mediático que está para asistirle en sus necesidades informativas (formativas) y de opinión a fin de reconocer sus problemas, los actores y la urgencia de enrolarse en la construcción de una nueva agenda. La ciudadanía y los periodistas tienen una ardua tarea.

Déjenle al presidente de la Asamblea Legislativa las galletitas saladas y los refrescos. No consuman chatarra. Valdría la pena que al diputado Reyes se le invitara a luchar por dignificar la política ante la demagogia reinante y, por supuesto, que también a los periodistas salvadoreños como parte importante en la lucha por la construcción democrática. No todo está perdido, la lucha persiste.












lunes, mayo 07, 2012

Tres piezas periodísticas de los años de la guerra civil

Por Guillermo Mejía

La amable sugerencia de una persona muy especial para mí, que quiero mucho, respeto y admiro, me dio energías para sacar del baúl de los recuerdos tres textos periodísticos que escribí un par de años antes de finalizada la guerra civil con la firma de los Acuerdos de Paz, en Chapultepec, México, en enero de 1992.

La idea propuesta fue que uno tiene materiales, ideas aún frescas, recuerdos, anécdotas, etc., o sea una cantidad de recursos que es menester sacar paulatinamente a luz con el fin de rescatar la memoria histórica de los cruentos años del conflicto armado que dejó unos 85 mil muertos, 8 mil desaparecidos y miles de desplazados y exiliados.

Comparto de esta manera estas tres piezas sencillas, pero llenas de simbolismo en una sociedad que aún falta por (re)construir y con ello hago énfasis en la necesidad de seguir nuestros ideales y las utopías necesarias y que nos conduzcan, con el esfuerzo de todos, al florecimiento de esa tierra común. Gracias por la idea y las muestras de cariño y acompañamiento.

A continuación los textos:

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Los sospechosos…

Por Guillermo Mejía

El oficial al mando de la tropa lanzó una seria advertencia y la gente se agrupó a 10 metros del autobús.

La llovizna que dejó el chaparrón empapaba a cualquiera, incluso a los perros que hambrientos deambulaban en busca de algún desperdicio.

“Papeles en mano, rápido”, expresó el militar. Niños, jóvenes y viejos obedecieron. Pasaron 5, 10, 15, 20, 25, 30 minutos, se escuchaba el murmullo.

Paulatinamente llegaron viajeros a pie o en vehículos, amenazaba otra tormenta y los soldados extendieron el control del retén.

Las pringas comenzaron a desesperar a las personas y alguien preguntó: “¿Cuándo vamos a pasar?” y un soldado respondió: “Tranquilos, ya, ya será…”.

El recluta lucía cansado, tal vez aburrido de la cotidianidad del patrullaje sobre la carretera que conduce de San Martín a Suchitoto. Se paseaba.

El famoso Puente Las Guaras agrupaba más gente esa tarde de domingo. Vino otra interrogante: “¿Y por qué se tardan tanto, pues?”.

El mismo recluta contestó “es que en ese bus van los sospechosos y debemos asegurarnos… alguien nos dijo y tenemos que averiguar”.

La categoría abarcaba a todos los civiles que obligadamente debían transitar por el lugar considerado conflictivo.

Sospechoso cualquiera, sospechoso por una mirada, sospechoso por su estilo de caminar, sospechoso por su forma de hablar o vestir.

La revista pasa otro contingente de civiles que viaja en pick-up. El oficial inicia de nuevo su interrogatorio, intempestivo, sin derecho de respuesta.

“Papeles en mano, rápido”, otra vez. El recluta vuelve a su recorrido en medio de las personas, pero su mirada escrutadora se torna vaga.

“¿Y cómo están las cosas por aquí?”, le interrogan. “Tiene días de que no hay nada, por mí todos pasarían rápido”, sonríe.

“¿Cree que va terminar la locura de la guerra?”, otra pregunta. “Yo no sé qué va a pasar… mire, ya no aguanto andar en esto…”, advierte.

Simpático el personaje, tranquilo, contrasta con la voz de mando que está en busca de guerrilleros o colaboradores de éstos en la reconocida frontera entre dos bandos en pugna.

Aquí el problema es viajar de Suchitoto a San Martín, porque al contrario esta vez hay libre paso.

“Papeles en mano, rápido”, le toca a un vehículo donde se conducen periodistas.

“Cuando pasaron (a Suchitoto), no iba este señor (periodista), te acordás haberlo visto vos”, grita el oficial a un soldado.

“No estoy seguro… no sé”, responde. “Lo que pasa es que usted no me vio”, asegura el reportero, “aquí están mis documentos”. Bueno.

Pasa el vehículo. Otros civiles se exponen a los militares para poder llegar a su destino, los soldados continúan la tarea y el oficial sus gritos.

Las escenas recuerdan que la sociedad salvadoreña afronta un estado de guerra interna y que la dinámica amigo-enemigo está enraizada.

Igual sucede en todo el territorio nacional, donde la persona común, desarmada, resulta ser sospechoso.

Sí. Sospechoso hasta el informante que dijo a los soldados a qué horas los rebeldes volaron otro poste en la Zona Poniente de San Salvador.

“Ya vez –le dijo un vecino-, para qué andar de metido. Hoy la onda es darse cuenta, porque al final a uno lo acusan y quién sabe…”.

El testimonio está en la calle, en las colonias, en las carreteras, es decir, a lo largo y ancho del país.

Y, precisamente, se da en momentos en que se busca un acuerdo político al conflicto armado y cuando está en debate si existe o no la militarización de la sociedad salvadoreña.

Como respiro de alivio las partes en contienda firmaron un pacto para el respeto de los derechos humanos de la población, eso quiere decir, en parte, consideraciones a los sospechosos. (FIN)

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La internacionalización del “yoyo”

Por Guillermo Mejía

(San José, Costa Rica)

Víctor h. terminó con el último pedazo de filete de pescado que le quedaba en el plato.

Trajo el vaso a su boca y bebió un trago de ron caribeño que era apetecido en aquel restaurante josefino.

“Sabía mejor el ‘yoyo’ que me sirvieron en El Salvador”, advirtió mientras sonreía. Sus acompañantes, la mayoría, desconocía el significado de la palabra.

“No estoy mintiendo, me lo tuve que comer en las bartolinas de la Policía Nacional hace nueve años”, recalcó ante las interrogantes.

Víctor h., periodista costarricense graduado en Estados Unidos, vivió en nuestro país entre 1979 y 1981 y conoció de cerca el estallido de la violencia.

Su morada estaba cerca del Parque Zoológico Nacional, en la Colonia Costa Rica, desde donde partía cada tarde a deleitarse con pupusas o panes con pavo.

“De vez en cuando viajaba hasta la Puerta del Diablo, arriba de los Planes de Renderos, o si al caso al Lago de Coatepeque”, recuerda.

La experiencia adquirida por el ahora editor de uno de los principales periódicos costarricenses sirvió para que tomara conciencia del drama centroamericano.

Se las daba de intelectual y pasaba gran parte de su tiempo buscando libros en la Universidad de El Salvador (UES). Tenía imagen de ser otro rebelde.

Aquellos tiempos eran más difíciles, el descontento popular y la represión sistemática abrieron camino al conflicto armado que aún persiste en el país.

En ese marco, Víctor h., caminaba por la capital salvadoreña, escenario de disturbios, donde las fuerzas de seguridad descargaban en contra de las marchas.

Al igual que muchos “carrereaba” por calles y avenidas para salvaguardarse de los “frijoles de acero” que indiscriminadamente disparaban los efectivos.

Cientos de víctimas, muertos y desaparecidos. Cientos de capturados por leves sospechas, muchos de los cuales quedaron en la incógnita.

“Los ratos más hermosos –relata- fueron consumidos con mi novia con quien disfrutaba mi afición por las pupusas de chicharrón…”.

Pero una tarde cambió el panorama. Era 1981 y Víctor h. prefirió salir sin su media naranja para pensar sobre su “cuasi sistemático” desarrollo humanístico.

Todo estaba en regla, no había ningún problema”, señala, “sólo llevaba en la bolsa de mi camisa una calcomanía de Jesús de Nazareth…”.

Pero los policías acordaron lo contrario. La imagen del redentor se convirtió en la del legendario Comandante Ernesto “Che” Guevara.

“La calcomanía tenía fondo rojo y la silueta de Jesús era de color negro. El cabello largo y la barba abundante, como lo pintan, fue mi desgracia”.

Terminó capturado, encerrado una semana en las bartolinas de la Policía Nacional, aunque con la suerte que esta vez lo enviaron junto a los ladrones y borrachos. “En otra sala quizás habría desaparecido”, considera.

En ese ambiente conoció el “yoyo”, ración típica -que consiste en frijoles requeteduros y tortillas fermentadas- destinada a la “alimentación” de los reos.

“Más de alguno de mis compañeros de celda pensaron que hasta le echaron crema –dice carcajeándose-, pero era que los frijoles estaban mezclados con hongos que les daban el colorante blanco…”.

Guarda la impresión de la cárcel. “Un zapato tirado por una pita nos servía de vehículo de intercambio comercial, por él entregábamos cigarros por fósforos, diarios por mensajes para que afuera conocieran de nuestro destino”.

“Ahí va decían mis compañeros de infortunio, ladrones y borrachos, y todos estaban atentos al trueque. El tiempo, durante esa semana, se detuvo. En mi casa desconocían lo que pasaba”.

Pero el zapato era milagroso. Uno de los vecinos de la celda de Víctor h. sacó el papelito y fue con el escándalo a la calle. La familia se movilizó y tuvo que intervenir el Consulado tico para lograr su libertad.

“Me acusaban de atentar contra la seguridad del Estado salvadoreño, eso me lo repitieron durante los interrogatorios, que no eran amables, pero considerados frente a los que les tocó soportar a otras personas”, recuerda.

Directo al avión. Víctor h. no ha tenido otra oportunidad de visitar El Salvador, añora eso sí, según dijo, pasar otra experiencia en nuestro país y ojear por dónde anda Vilma, su novia.

El silencio reina en la mesa. Terminó la cena en aquel restaurante josefino, donde el “yoyo” salvadoreño fue sustituido por el filete de pescado.

“Por eso yo me siento, además de tico, un salvadoreño cien por ciento”, afirmó Víctor H. (FIN)

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Condiciones de subsistencia de “los más pobres de los pobres”

Por Guillermo Mejía

“¿Asco?, ja, ja, ja… a uno con hambre le vale riata, come cualquier cosa… yo ya almorcé con pollito campero, juguito de naranja y quesito duro, bien tranquilo, y de una vez le llevo la hartazón a los bichos”.

Es Julio César, de 47 años, jornalero oriundo de San Vicente, desplazado por la guerra, quien al igual que muchos engrosa las filas de los que el Presidente Alfredo Cristiani define como “los más pobres de los pobres”.

“No es paja, aquí les llevo alitas y piernitas de pollo a los cipotes –señala, levantando la bolsa de desperdicios-, el asco es cosa sólo de los que tienen, pero a nosotros ya se nos olvidó”.

El subsistir le obliga a disputar los desechos alimenticios con sus semejantes, perros callejeros y los inmundos zopilotes en el “Crematorio de Soyapango”, uno de los colectores de basura de la metropolitana.

Las escenas cotidianas son repugnantes, el mal olor es insoportable y la pelea entre seres humanos y animales dramática, pero es la realidad que afrontan quienes carecen de los indispensable.

“Y no solamente desayunamos, almorzamos o cenamos en el basurero”, resalta otro de los indigentes, “también nos rebuscamos con botellas, ropa, zapatos, cobre, hierro, pues con eso sacamos hasta 10 pesos al día”.

En las fábricas les pagan 85 centavos por botella grande, 20 por un zapato de hule, 50 por libra de hierro, 75 por la de aluminio y un colón por la de cobre, entre otros materiales de la podredumbre.

Bajo el sol o la lluvia, los niños, jóvenes y viejos, realizan su jornada de hasta 10 horas de trabajo indeseable al día, en la que el único temor real lo representa el poder ser triturados por el tractor de remoción de basura.

“Si ese condenado sólo lo tiran a jalar la basura – advierte uno de los menores, mientras da mordiscos un pan francés-, y si uno no se fija se lo lleva. Viera los zopes, son bravos, se le avientan a uno por un pedazo de carne”.

Ellos son el clásico ejemplo de sobrevivencia de la población que vive en condiciones de extrema pobreza, que, según la CEPAL, representa cuando menos el 50 por ciento de salvadoreños, aunque para el gobierno son 330 mil familias.

Cristiani los definió como “los más pobres de los pobres” del país que “no pueden satisfacer, por sí solos, sus necesidades más elementales de subsistencia” cuando anunció el programa “Rescate Social” en agosto de 1989.

“De plano verdá vos”, expresa una señora mugrosa, “si no fuera por las barbas de los que tienen nos morimos de hambre. Mire, la ventaja que tenemos es que ya ni nos hace daño, nunca nos enfermamos”.

En aquella oportunidad, el mandatario se comprometió a luchar por “subir al carro del progreso”, según el discurso, a los que “han sido ignorados por no tener vos ni presencia”, aunque esta semana anunció nuevas prioridades.

Ahora su preocupación primordial, según dijo, es solventar la crisis económica agravada por la profundización del conflicto armado y la baja de las exportaciones por la caída de los precios del café en el mercado externo.

El “ajuste estructural” impuesto para paliar el problema, que vino a devaluar la moneda, incrementar los intereses de los créditos, las tarifas de los servicios públicos y los precios, lo agudizó.

Es decir, no marcha bien. Cristiani señaló que el problema económico, aunque no cambie en su filosofía, será reajustado.

Esa parece ser una respuesta a las recomendaciones que le hicieron en privado los empresarios e industriales, el mes pasado, porque, según ellos, la implementación completa del “ajuste” generaría más descontento social.

A raíz de los efectos de la ofensiva rebelde, iniciada el 11 de noviembre, la empresa privada se declaró al “borde del agotamiento” e hizo saber al Comité Económico oficial que podría ejecutar despidos masivos.

“Estos, obviamente, puede ocasionar un problema social de incalculable dimensiones y desencadenar un respaldo popular a favor de la guerrilla”, advirtieron.

“El sector empresarial está convencido de los efectos nefastos que tiene el incremento persistente de los precios, principalmente en los segmentos de los bajos ingresos”, precisaron.

Para ellos significaría el “colapso económico” el que el “ajuste estructural” camine tal como fue programado y le recomendaron al gobierno la adopción de medidas de emergencia, para favorecer a los productores.

Una familia promedio necesita por arriba de los 2 mil colones mensuales, para solventar los gastos, situación que cada vez se va agravando al dispararse paulatinamente el dólar, y definitivamente, los costos.

Mientras, el “Crematorio de Soyapango” luce cada día aglomerado. La situación es tan difícil que muchos jornaleros, como Julio César, el desplazado de la guerra, se abocan a los basureros para sobrevivir.

“Aquí cada vez es más grande la competencia, muchas personas llegar para lograr pasarla. Yo regularmente trabajo como peón en la construcción, pero como no hay tengo que basurear”, admite. (FIN)