lunes, febrero 27, 2012

El dolor y el sufrimiento humano como negocio mediático

Por Guillermo Mejía

El incendio que consumió parte de la granja-penal de Comayagua, Honduras, y que dejó al menos 361 reos muertos en días recientes ha sido motivo de controversia debido a que los medios de comunicación locales y extranjeros revivieron el dilema ético en torno al derecho a la información, el respeto a la dignidad de las personas y la mercantilización de las noticias.

El afán de la información como negocio hizo que la Agencia de Noticias Reuters enviara a sus clientes cinco fotografías que no correspondían al siniestro sino a otro incendio que se produjo en el año 2004, todo por la angustia de los foto-periodistas y editores de sacar la primicia a como diera lugar sin tomar en cuenta las normas éticas profesionales.

Según se conoció en círculos de prensa, un foto-periodista hondureño contratado por la agencia de noticias para retratar el incidente no estuvo en el tiempo preciso y decidió sin miramientos enviar a los editores las cinco fotografías del otro incendio con lo que abusó de la confianza de los editores a quienes también evidenció por su falta de rigor periodístico.

“Atención editores, Reuters ha tenido conocimiento de que estas fotografías no fueron tomadas en el incendio de la cárcel como así se afirmaba, ya que corresponden a un incidente anterior. Por favor, eliminen estas imágenes de sus sistemas. Lamentamos los inconvenientes”, comunicó la agencia de noticias posteriormente.

Sin embargo, el daño estaba hecho. Varios medios de comunicación publicaron en sus portadas –incluida la red de Internet- las fotografías.

Un foto-periodista salvadoreño que cubrió el incendio de la granja-penal para la prensa extranjera y que prefirió omitir su identidad, me comentó al respecto que si bien ese embuste es un caso sonado, también le causó mucha indignación y tristeza el evidente espectáculo mediático montado por la mercantilización periodística, en especial con el sufrimiento de los familiares de las víctimas.

Según el colega, los periodistas llegaron al extremo de sugerir a los familiares de las víctimas que “actuaran” a fin de lograr las mejores escenas, luego enviaron sus materiales y lograron impactar en los medios y, por supuesto, en los receptores. El denunciante dijo sentirse mal al ver cómo el interés comercial socava el deber ser del periodismo.

Todos sabemos que esa situación se repite a diario en la lógica mercantil de la información dentro de la sociedad de masas, que bajo el pretexto de informar espectaculariza los hechos cotidianos a fin de lograr mayores audiencias y ganancias. Estos casos se reproducen en especial en situaciones de dolor y sufrimiento, algo repudiable desde una perspectiva ético-moral.

En tal sentido, la profesora española María del Mar López Talavera, de la Universidad Antonio de Nebrija, Madrid, reflexiona en torno al hecho de que si bien no se puede esconder la realidad “también es cierto que existe una tendencia generalizada por parte de los editores de los medios a considerar el drama humano intenso como un importante atributo o característica de las noticias”.

“A veces, los informadores seleccionan situaciones de sufrimiento y dolor, no por el interés informativo que tales noticias tienen para el público, sino porque son imágenes que provocan un fuerte impacto emocional, además de gozar de un poder extremo para atraer la atención de los receptores. Y eso para el medio de comunicación es económicamente rentable”, advierte.

La catedrática López Talavera nos recuerda la manera de informar en esos casos:

En primer lugar, además de las exigencias que afectan a cualquier profesional, el informador –ante el dolor- debe mostrar un escrupuloso sentido de discernimiento y discreción en la selección de sus mensajes. No debe olvidar el respeto a la persona que sufre, minimizando el daño de la información que ofrezca, mostrándose claramente humano en su espíritu de servicio.

En segundo lugar, el periodista ha de ser muy severo en el proceso de selección del material informativo que se haya recogido; para eso ha de tener muy claro qué es lo que pretende con su mensaje; cuál es la finalidad de la información y cuáles las partes que se pueden ver afectadas por su difusión.

En tercer lugar, el comunicador debe anteponerse a las consecuencias previsibles que sus decisiones tendrán en los ya debilitados dolientes. Resulta, por ello, muy útil intentar predecir algunas de las posibles reacciones de las víctimas, de modo que el informador sepa en todo momento cómo actuar en caso que se produzcan.

“Será la compasión, el sentido común y el buen hacer profesional del periodista lo que decidirá la conveniencia de difundir o no esa comunicación involuntaria del dolor. La meta del comunicador debería ser minimizar siempre el daño, nunca aumentarlo con su labor informativa, al tiempo que procure hacer todo el bien que le sea posible”, asegura la profesora española.

Al final, muchos de los colegas que dieron cobertura al incendio de la granja-penal salieron con la suya, los editores dieron un respiro frente a la demanda informativa en tiempo real y los empresarios periodísticos continuaron el negocio. Como siempre, las víctimas y sus familiares volvieron a ser invisibles. Y el culpable del siniestro fue un cigarro encendido, ¿creen eso?












martes, febrero 14, 2012

La corrupción y los abusos: Riesgos de militarizar la seguridad pública

Por Guillermo Mejía

Los pasos acelerados del gobierno de Mauricio Funes en la militarización de la seguridad pública a fin de contrarrestar la escalada de violencia social derivada del accionar de las pandillas, el crimen organizado y el narcotráfico, puede desembocar en la corrupción y los abusos de poder por parte de los elementos de la Fuerza Armada.

La tesis se hizo pública en el reciente foro-debate “Dos décadas después de la firma de los Acuerdos de Paz en El Salvador”, auspiciado por el Woodrow Wilson International Center for Scholars, en Washington, en el que participaron el experto estadounidense en el tema crimen organizado transnacional, Douglas Farah, y el analista salvadoreño Salvador Samayoa.

“Una de las razones por la que los militares fueron vistos con respeto después de los Acuerdos de Paz es porque simplemente no hacían nada”, dijo de forma contundente Farah, quien fuera corresponsal en tiempos de la guerra civil en el país. “Estaban acuartelados, se comportaban sin abusos y a todo el mundo le gustaba eso”, agregó.

“Pero el camino más rápido de destruir todo eso es ponerlos ahora en las calles a combatir a las pandillas y a los traficantes de droga. Eso es lo que estamos viendo en México… sin duda cuando se expone a este tipo de operaciones que, aunque sean unos pocos, se corrompen y cometen abusos, y la imagen de la institución comienza a deteriorarse”, advirtió Farah.

El primer gobierno de izquierda sigue los pasos de México y, junto a Honduras y Guatemala, le apuesta al accionar de los efectivos militares en contradicción con los Acuerdos de Paz y la Constitución, por cuanto la seguridad pública debe estar en manos de civiles. El ministro de Justicia y Seguridad, y el director de la Policía Nacional Civil (PNC) son militares de baja.

A la vez, los mandos de la PNC han sufrido cambios drásticos y, muy al contrario de lo esperado, han sido ocupados por antiguos jefes que tuvieron su participación en anteriores gobiernos que no dejaron ningún éxito en las estrategias antidelincuenciales, al contrario profundizaron aún más la espiral de violencia que deja, al menos, 13 muertes diarias.

Otro de los indicios del cambio de perspectiva fue la separación del anterior jefe del Organismo de Inteligencia del Estado (OIE), el ex comandante rebelde Douglas Santamaría, a lo que se unió el desmantelamiento de la inteligencia policial donde fueron reubicados unos 18 agentes especiales a fin de dejar el terreno limpio.

Por su parte, el analista Salvador Samayoa, que integró las filas del entonces guerrillero Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), afirmó que si bien pueden haber áreas donde coordinen la policía y la Fuerza Armada en el combate antidelincuencial “yo no creo que es sano, creo que no es eficiente tampoco, utilizar a los militares en la seguridad pública”.

Samayoa aclaró que si bien no compartió las denuncias del Fmln sobre la militarización de la seguridad, el caso es que desde un tiempo atrás “se han producido otros movimientos” que indican “que se piensa en el gobierno que se necesita imprimir al menos un estilo de trabajo, una disciplina y una mentalidad más parecida a lo militar para manejar la policía y la seguridad pública”.

En ese sentido, “con el paso del tiempo, si se les deja demasiado tiempo… los van a corromper de nuevo, van a tener que… van a matar gente. El primero que maten, aunque sea un delincuente odioso, pero va a haber una reacción muy grande política y creo que no es buena idea realmente”, advirtió el analista salvadoreño.

Desde su perspectiva como experto en el tema crimen organizado transnacional, Farah explicó que tras 20 años de la firma de la paz el crimen y los homicidios cotidianos deben comprenderse a partir de que tanto en algunos sectores de derecha como de izquierda quedaron algunas estructuras militares intactas que no olvidaron la violencia.

Si bien –teóricamente- la estructura de la PNC quedó bien instalada para asegurar su papel constitucional, en la realidad “las fuerzas de seguridad inmediatamente abrieron canales de comunicación e inteligencia con sus antiguos operativos de las fuerzas de seguridad de ultraderecha y algunos del Fmln hicieron lo mismo”, dijo Farah.

“Entonces, inmediatamente, habían estructuras paralelas de los dos grupos dentro de la policía y, ustedes lo ven ahora, estas estructuras privadas paralelas tenían más capacidad de inteligencia en las puntas de sus dedos que el mismo gobierno y entonces básicamente ese fue el primer set para el comienzo de la escalada de violencia”, agregó.

Con la violencia en los países del Triángulo Norte “tenemos así a los zetas metidos en Guatemala, tenemos al cartel de Sinaloa bien profundamente enraizado en Honduras, mientras que en El Salvador con su economía dolarizada le sirve a estos grupos para sus actividades de los carteles”, señaló el experto estadounidense, por lo que urgió de una estrategia de combate común.

Por lo tanto, se tiene un cóctel de criminales que se entienden más allá de diferencias ideológicas junto al crecimiento de las pandillas, que les sirven a los carteles, y “ahora traer a los militares a hacer un trabajo de seguridad para el que no están preparados como la policía creo que, hasta un punto particular, no le va a ser de gran beneficio al país”, enfatizó Farah.












lunes, febrero 06, 2012

La participación ciudadana como eje del proceso electoral

Por Guillermo Mejía

La participación ciudadana en el proceso electoral que vivimos de cara a los comicios de alcaldes y diputados del 11 de marzo próximo no se puede conformar con tan sólo ser objeto de encuestas de opinión, información genérica sobre candidatos y partidos políticos, promesas de campaña y las condiciones de infraestructura básica para asistir al evento.

Quedarse ahí forma parte de la concepción tradicional sobre la participación de los ciudadanos en la elección de sus autoridades; sin embargo, solamente asegura que esos electores ejerzan su soberanía con tan sólo emitir su voto no así que se vean involucrados en el proceso desde su génesis, o sea en escoger candidatos y definir los temas de debate desde las bases.

Si bien no se pueden negar cambios en los procesos electorales desde el fin de la guerra civil –acordémonos de la cultura del fraude- aún falta una perspectiva cívica con esa participación que vaya más allá de los sondeos de opinión, de las decisiones verticales de las cúpulas partidarias y de la concentración del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en manos de los mismos políticos.

Son tan precarias las condiciones para arribar a la democratización de las elecciones que hasta ahora se ensayará el voto residencial en una parte del territorio nacional, se contará con un insignificante número de candidatos independientes de los partidos políticos y aparecerá la fotografía de los candidatos, aunque también la bandera del partido -algo contradictorio.

Considerando que la política se observa y reconoce a través del sistema mediático, por eso es tan importante asumir los retos de la comunicación política, una forma conciente desde la comunicación colectiva conlleva una perspectiva ciudadana que privilegie la participación del conglomerado mediante prácticas deliberativas que impacten en la escena pública.

La autora y catedrática colombiana, Ana María Miralles, afirma que dar voz a la gente pasa “por procesos deliberativos de formación de opinión pública, que se constituyen en toda una práctica pedagógica, con un sentido renovado de la política que ya no estará exclusivamente en manos de los ‘políticos profesionales’ y que no necesariamente tiene que pasar por las instituciones”.

Al contrario, esa experiencia democrática “se mueve en espacios más abiertos y definidos desde un punto de vista predominantemente cultural, más cerca de los sistemas simbólicos de la gente”, agrega Miralles, “es un reto político y educativo frente al predominio del sistema de la representatividad que ha hecho del ciudadano un sujeto que delega en otros la iniciativa”.

En ese sentido, el periodismo ciudadano o cívico puede convertirse en una buena herramienta, para que ese ciudadano sea interpelado y de esa forma recupere el control de la agenda temática superando la idea tradicional de que lo público es sinónimo del Estado como si no fuese la persona el eje de la acción política.

“Construir o reconstruir un sentido de lo público como un sistema de comunicación democrática, con la presencia de diversos actores, discursos, opiniones y acciones para la vida colectiva, supone re-educar al ciudadano; es decir, adelantar estrategias de pedagogía política que si bien no pasan solamente por lo medios de comunicación, encuentran en ellos uno de sus principales escenarios”, explica la profesora colombiana.

Como práctica comprometida, los periodistas deben involucrar al ciudadano en el proceso y no solamente –como es la tradición- encantarlo para que emita el voto. Es preciso que el ciudadano se encuentre con los candidatos sobre temas de gobierno más allá de los temas de campaña, en otras palabras realmente significa sentar las bases de un foro mediático.

“Es más que una técnica: encierra toda una filosofía que pretende recobrar el sentido del proceso electoral y de paso recordar que más que electores se debe hablar de ciudadanos que pueden construir una agenda temática alrededor de la cual los candidatos se pronuncien para conectarse con los intereses y necesidades” del pueblo y hacer sus propuestas, señala Miralles.

La acción política de los periodistas no significa que se está desplazando a los políticos de por sí, sino que se trata de hacer más viable la democracia en las actuales sociedades de masas, ya que se ponen a los medios de comunicación a disposición del diálogo social con la puesta en escena de tres agendas: la de los políticos, la de los medios y la de la ciudadanía.

Para aclarar el punto, la profesora colombiana explica que los sondeos de opinión –tan comunes en los procesos electorales- deben realmente servir, para la construcción de la agenda ciudadana, o sea ir más allá del enfoque tradicional que los utiliza sólo para medir los índices de popularidad de los candidatos. La agenda ciudadana debe servir para escoger a los candidatos.

“La campaña ocuparía solamente un espacio del espectro y probablemente podría ser entendido como mecanismo de difusión y no de construcción de ideas. Lo problemático de poner como centro del cubrimiento electoral los temas de campaña, es que la opinión pública está cediendo la iniciativa a quienes compiten por un puesto y con ello se les da el control del proceso”, advierte.

En resumen, el proceso electoral debe “ciudadanizarse”, sacarlo del control de los partidos políticos, en un juego donde la agenda ciudadana necesariamente va a competir con la de los políticos y también la de los medios de comunicación que no son simples testigos de dicho proceso electoral. Una comunicación comprometida con la ciudadanía puede ser la diferencia.