viernes, octubre 07, 2016

La sociedad insatisfecha

Por Guillermo Mejía

La expresión sociedad insatisfecha es un rasgo de la modernidad occidental que aspira a la comprensión de la época contemporánea desde la perspectiva de las necesidades o, a decir de la filósofa húngara Agnes Heller, de “la creación de necesidades, de la percepción de necesidades, de la distribución de necesidades y la satisfacción de necesidades”.

“Sugiere que la forma moderna de creación de necesidad, percepción de necesidad, distribución de necesidad, aumenta la insatisfacción independientemente de que cualquier necesidad concreta se vea realmente satisfecha. Además, sugiere que una insatisfacción general opera como potente fuerza motivadora en la reproducción de la sociedad moderna”, afirma.

De ahí deriva: (…) que si las personas dejan de sentirse insatisfechas con su lote, con su riqueza material, su posición social, sus relaciones personales o con sus obras, por una parte; y con sus instituciones, sus acuerdos políticos y sociales y con el estado general de cosas en el mundo, por otra, la sociedad moderna ya no podría reproducirse a sí misma.

Cómo mínimo, entraría en una era de decadencia o descomposición, y sin duda alguna acabaría por desmoronarse.

Heller agrega que incluso si la insatisfacción no es la “única esencia” de la sociedad moderna, es verdaderamente esencial a ella. Y que contemplar la modernidad desde el punto de vista de las necesidades tiene dos grandes ventajas:

Primera: Nos permite ver la modernidad de una manera holística sin que ello se convierta en una perspectiva totalizadora. Es holística en tanto que se puede afirmar que la insatisfacción mantiene en funcionamiento todas las instituciones y que es inherente en cada una de ellas. Pero no totalizadora porque también se puede afirmar que ni una sola institución moderna o acuerdo social y político está, necesariamente, entrelazado con todos los demás. Se puede incluso afirmar, como yo hago, que hay tres lógicas de desarrollo distintas en la modernidad occidental: industrialización, capitalismo y democracia. Además, se puede afirmar que las tres lógicas pueden, y de hecho lo hacen, contradecirse entre sí, y que cualquiera de las tres puede subordinarse a las otras dos en mayor o menor grado. Entendida de este modo, la modernidad occidental no aparece como una única “totalidad”. Sin embargo, el avance de las tres lógicas requiere la fuerza motivadora de la insatisfacción. Los que están comprometidos con la lógica de la democracia estarán insatisfechos con el presente estado de cosas, en el que la lógica democrática está aún limitada en un grado muy importante, y subordinada a la lógica de la industrialización y a la del capitalismo. Impulsados por esa insatisfacción, unos se volverán contra otros, igualmente insatisfechos, con una democracia inmovilizada, para instarles a una radicalización de la democracia. Sin embargo, dado que el punto de vista holístico no es totalizador, se puede optar por uno u otro campo de interacción humana, pero no por todos ellos. Para decirlo de otro modo, se puede movilizar un tipo de insatisfacción sin movilizar los otros.

Segunda: (Esta) ventaja de contemplar la modernidad desde la perspectiva de las necesidades presenta en sí misma la posibilidad de combinar dos discursos distintos: el discurso de la filosofía social y el discurso de la filosofía existencial. Se puede tematizar la creación social, la distribución, percepción y satisfacción de necesidades, y se puede igualmente tematizar la relación subjetiva del individuo con el sistema de necesidades, esto es, aspiraciones, gozos, sufrimientos y expectativas de personas como personas, sus vínculos entre sí, sus vulnerabilidades, sus deseos, su felicidad e infelicidad.

En la realidad salvadoreña hay una riqueza de casos para ilustrar la perspectiva, máxime dentro de un estado de cosas en que se ve casi imposible la alternativa dialógica para resolver los problemas cruciales sociales, económicos, políticos y culturales, y que, aunque no existen mayores diferencias en sus planteamientos, las fuerzas principales se muestran polarizadas.

Para aquellos que siguen los medios sobre aspectos de la realidad local y global no son extrañas las palabras contundentes de un dirigente de los miembros del Fmln-Histórico en declaraciones sobre su lucha por las reivindicaciones de ex combatientes guerrilleros y efectivos de la Fuerza Armada: “Funes asesinó la esperanza y Sánchez Cerén la enterró”.

Para nadie es secreto el robo de millones de dólares enviados por la cooperación internacional, para programas de atención a ex combatientes y sus familiares conforme a lo establecido en los Acuerdos de Paz, firmados por el gobierno de entonces y dirigentes rebeldes en Chapultepec, México, en enero de 1992.

Tanto los gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena) como del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) abandonaron a su suerte a los ex combatientes, pues son unos pocos los que se han visto beneficiados con programas, por ejemplo una raquítica pensión, situación que causa indignación.

Las frustraciones de diversos sectores es un hecho. Las deudas de los señores de la guerra son inmensas desde que paró el conflicto armado que dejó unos 75 mil muertos, miles de desaparecidos y desplazados, a los que se suman millones de connacionales que tuvieron que huir –y lo siguen haciendo- como indocumentados frente a la precariedad reinante.

Si volvemos a la sentencia del ex combatiente del Fmln-Histórico, pues cabe recordar el ambiente de esperanza en que triunfó el ex presidente Mauricio Funes. Como nunca antes, la izquierda lograba derrotar a la derecha reaccionaria bajo la promesa del “gobierno del cambio”, condición que poco a poco se fue perdiendo frente al despilfarro y acusaciones de corrupción.

El crimen organizado y el narcotráfico, que encontraron camino fértil en medio de la proliferación de las maras que se fortalecieron con la tregua pandilleril negociada por el gobierno de Funes, se hicieron sentir con su presencia en todos los niveles de la sociedad, mientras se incrementaron los crímenes por el control del tráfico de drogas hacia el Norte y el consumo interno.

Como bien señalaba un apreciado colega periodista salvadoreño el gobierno de Sánchez Cerén, que vino de relevo, resultó ser más inepto que el de Funes. Además de mantener personajes nefastos como herencia del gobierno anterior que por lo se aprecia siguen con las mismas prácticas del pasado.

El desconsuelo en mucha gente que le ha apostado a la izquierda desde siempre es abrumador. Dentro de las filas del mismo partido de izquierda se escucha el sentir y pensar de muchos militantes al ver el secuestro de una marca que, al final, ha servido para escalar posiciones dentro la institucionalidad mediante alianzas oscuras, tanto políticas como económicas.