martes, abril 07, 2009

Tiempos de cambio… no de demagogia

Por Guillermo Mejía

Nos acercamos al gobierno que presidirá el periodista Mauricio Funes a partir de junio. Hasta ahora el encanto perdura en la mayoría de sectores. Es menester que la pajística, muy encarnada en nuestra realidad, no se robe el renacer de una esperanza tantas veces frustrada en la historia nacional.

Si bien Funes precisó que nadie tiene que faltar al rencuentro de la salvadoreñidad y que de una vez por todas aprovechemos la rendija para colocar los cimientos de una Patria más justa, democrática y tolerante, es hora de ponernos serios y sin ambages irnos desprendiendo de los viejos ropajes.

Son más que obvios los problemas que ameritan atención que enumerarlos carecería de sentido. Tal vez, para encontrarle una mejor comprensión, diríamos que resulta imperativo comenzar por responder a la desgracia en que se encuentran cantidad de compatriotas, sobre todo en momentos de crisis económica global.

Otra cuestión de suma importancia es que nos pongamos de acuerdo y rescatemos el principio de institucionalidad que nunca acabamos de conquistar a pesar del esfuerzo patriótico que culminó con la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, y que sentó las bases de la construcción democrática (aún a medias).

Tanto el presidente electo como otros sectores aseguraron ya que se toman la palabra. Pues que vengan los hechos; eso implica, por ejemplo, que el actual gobierno tiene que actuar con madurez y seriedad de aquí a la entrega de la silla presidencial. Los políticos de derecha tienen que ser consecuentes con sus discursos.

La izquierda, en especial el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), tiene que pensar en los intereses nacionales y acompañar al nuevo gobierno y su presidente en las nada fáciles tareas ejecutivas que demanda enrumbar a la sociedad salvadoreña por nuevos derroteros que fructifiquen la esperanza postergada.

El espejo lo tenemos a la mano. Los últimos 20 años de gobiernos del derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) son prueba fehaciente de que bregamos por mal camino. Ninguna sociedad puede construir su destino si quienes la conducen privilegian –como es el caso de Arena- la exclusión y el miedo, la ausencia de democracia participativa.

La bola está en la cancha del Fmln. El partido, al igual que los otros partidos del sistema, nunca se ha caracterizado por ser amante de la democracia interna y, al igual que la derecha, también sigue marcado por la pasada guerra civil. Ahora tiene la ventaja que cuenta con su oportunidad para demostrar que aprendió las lecciones de la historia.

¿Y los demás? El presidente electo demandó ya que nadie se quede fuera del proceso. La participación de la sociedad civil, organizada en innumerables expresiones, se torna una necesidad imprescindible en las nuevas circunstancias, por cuanto coadyuvará en la consecución de un mejor gobierno.

La sociedad salvadoreña, entre esas urgentes necesidades, debería propiciar un golpe de timón en el periodismo nacional, para que ese instrumento tan importante para la transparencia y la participación democrática ejerza sus funciones pensando en los intereses nacionales –no partidarios o sectoriales como es en la mayoría de casos.

El nuevo gobierno puede dar el ejemplo. Los medios estatales tienen que estar al servicio de la ciudadanía y no como sucedió en los gobiernos pasados donde el Canal 10, la Radio El Salvador y la Cadena Cuscatlán han servido para hacer propaganda de esos regímenes de turno con lo que no le han apostado a la construcción democrática.

Como en todos los órdenes de la vida, en este caso -sentar las bases de la nueva Patria- se toma o se deja. Mal haríamos para el futuro de la sociedad salvadoreña si optáramos por dejar ir la oportunidad de esta nueva esperanza, esa rendija que debemos aprovechar para cristalizar lo que tanto ha costado al pueblo salvadoreño.