lunes, octubre 25, 2010

La esfera pública, los medios y la posmodernidad

Por Guillermo Mejía

Si en la modernidad industrial se inicia la institucionalización del sistema mediático –de ahí la importancia del giro tecnológico- es en la posmodernidad donde se consolida. La esfera pública se muestra irrelevante, desolada y estéril, el periodismo tiene una deuda onerosa con la gente y la condición de la sociedad actual se decanta en la individualidad y una visión intimista.

Es el acercamiento a lo que queda de las promesas fallidas “tecnodemocratizantes” a lo largo del siglo XX, como lo estima el académico español Carlos Alvarez Teijeiro, que con cita de Neil Postman dice: “los medios, despóticamente sometidos al imperativo supraideológico del entretenimiento, sólo sean capaces de evitar el totalitario infierno orwelliano (la prisión de la cultura y la cultura como prisión)”.

Lejos queda la comunicación colectiva como posibilidad de diálogo y encuentro social, donde los ciudadanos utilizando su raciocinio emprendieran la toma de decisiones desde lo público y conveniente para la sociedad. Y el sistema mediático asumiera los retos que señala una perspectiva ético-moral humanista que, por ende, girara alrededor del sujeto social como protagonista.

Alvarez Teijeiro recuerda a Daniel Bell, autor de la obra El advenimiento de la sociedad post-industrial (Basic Books, 1973) y define la nueva condición de la sociedad a partir de cinco características:

1. Sector económico: se produce aquí el paso de una economía básicamente productora de mercancías (sociedad industrial) a una economía productora de servicios.
2. Distribución ocupacional: para esta área se consolida la preeminencia de las clases laborales profesionales y técnicas.
3. Principio axial: centralidad del conocimiento teórico como fuente de innovación y formulación política de la sociedad. Bell dice que lo que caracteriza a la sociedad post-industrial es el carácter del conocimiento mismo.
4. Orientación futura: control de las tecnologías y de las contribuciones tecnológicas.
5. Toma de decisiones: aparición de una nueva “tecnología intelectual” caracterizada por “el esfuerzo por definir una acción racional e identificar los medios para llevarla a cabo”.

Al comparar a las sociedades pre-industriales, industriales y post-industriales, se estima que la última se basa en los servicios, donde no cuenta la fuerza bruta, o la energía, sino la información. El principio energético del funcionamiento de la sociedad es la información. Los medios de comunicación son uno de los principales agentes de creación, reproducción y distribución de información y conocimiento.

“En efecto, la revolución acontecida en el mundo de los media como consecuencia de los nuevos desarrollos tecnológicos ha contribuido a crear ‘nuevas interdependencias económicas y nuevas interacciones sociales. Se han formado nuevas redes de relaciones sociales; (y) nuevas densidades, físicas y sociales, se convierten en la matriz de la acción humana’”, señala Alvarez Teijeiro.

La “sociedad de masas” aparece con los siguientes rasgos –a decir de Bell:
“En la estructura social, el divorcio de la familia del sistema ocupacional, la progresiva especialización, la diferenciación de funciones, la multiplicación de las colectividades, las jerarquías, la formalización de las normas y la extensión del universalismo; y en el terreno cultural, la secularización de las creencias, el énfasis sobre la experiencia individual, la búsqueda de novedades y sensaciones y el sincretismo de doctrina y forma”.

Pero, según Alvarez Teijeiro, la preponderancia del papel asumido por los media puede llevar a creer de manera simple que los problemas principales con que se enfrenta la distribución de información y conocimiento en esta sociedad son tecnológicos o económico, mas Bell aclara que los problemas son de orden político.

La dimensión política de los problemas puede comprenderse a partir de la importancia de la participación como principio axial de la vida política.

“Al mismo tiempo, y dado que tal participación depende, en muy buena medida, del tipo y calidad de la información e interacción ofrecidas por los media, cabe ver en esta situación la enorme responsabilidad del sistema de medios ante la cuestión base de toda filosofía política: ¿cuál es la vida óptima que se quiere llevar?”, asegura Alvarez Teijeiro.

Como sociedad hedonista, individualista e intimista, la posmoderna ha desplazado la “moralidad de la bondad” por una “moral de la diversión”. De lleno, la sociedad occidental carece al mismo tiempo de civitas, la disposición espontánea a sacrificarse por el bien público, y de una filosofía política que justifique las reglas normativas de las prioridades y asignaciones de la sociedad, de acuerdo con Bell.

En cuanto a las características mediáticas de la sociedad posmoderna, se concluye que los medios de comunicación ocupan un lugar privilegiado en la esfera pública, y es de tomar muy en cuenta los fenómenos de opinión pública derivados de la “democracia de los sondeos” con lo que “(…)la democracia no estaría sino descomponiéndose desde adentro”.

Según Alvarez Teijeiro, los medios de comunicación pasaron a convertirse en “no-lugares”, porque se convirtieron en deficientes gestores del espacio público hasta hacerse imposible el progreso del discurso público de la democracia y pueden caracterizarse de la siguiente manera:

1. La proliferación de pseudoacontecimientos o acontecimientos mediáticos.
2. La cobertura trivial de la vida política, social, cultural y económica.
3. La progresiva conversión de la información y de la educación en entretenimiento siguiendo la implacable lógica del capitalismo, que tiene en el ocio el necesario reverso de la producción, el tiempo del consumo, han convertido a los medios, su ética y su estética, en una maquinaria de gestiona y produce la desaparición de lo real, como denuncia Paul Virilio, pero como maquinaria también capaz de globalizar el desarrollo potencial totalitario del exceso de información.

Si la televisión ha defraudado por la forma de presentarnos la política, su espectacularización, solamente queda en la prensa escrita, aun viva, el medio privilegiado para ayudar a que los lectores “definan sus papeles ante sí mismos y ante los demás”, aunque no se le puede achacar un total fracaso a los audiovisuales sí es de reconocer que más y mejor información procede de los diarios (en sociedades democráticas avanzadas).

Alvarez Teijeiro establece que la calidad de la vida democrática depende, en gran parte, de la calidad del sistema de medios y tecnologías de la comunicación que la hacen posible, citando al académico español Javier del Rey Morató. Y de que tal calidad es difícilmente alcanzable si los medios “no son capaces de destinar recursos a reflexionar sobre la responsabilidad que les confiere ocupar un lugar de privilegio en la definición y gestión del espacio público”.

“(…)los poderes y las capacidades que las nuevas tecnologías ofrecen a los medios de comunicación son poderes y capacidades éticamente neutros hasta que se les otorga un sentido preciso” y agrega que si todavía se habla de “cuarto poder” habría que completar la metáfora con la clara conciencia de que el poder de los medios es también, y sobre todo, el poder de servir.

lunes, octubre 18, 2010

La era del vacío

Por Guillermo Mejía

Cada generación le gusta reconocerse y encontrar su identidad en figuras mitológicas: “Edipo como emblema universal, Prometeo, Fausto o Sísifo como espejos de la condición moderna. Hoy Narciso es, a los ojos de un importante número de investigadores, en especial americanos, el símbolo de nuestro tiempo”.

Es la conclusión del autor y académico francés Gilles Lipovetsky, para aclarar la condición posmoderna con su individualismo, el perfil del individuo en sus relaciones con él mismo y su cuerpo, con los demás, el mundo y el tiempo, en el momento en que el “capitalismo” autoritario cede el paso a un capitalismo hedonista y permisivo.

“Después de la agitación política y cultural de los años sesenta, que podría verse aún como una inversión masiva en los asuntos públicos sobreviene un abandono generalizado que de una manera ostensible se extiende por lo social, cuyo corolario es el reflujo de los intereses en preocupaciones puramente personales, independientemente de la crisis económica”, aclara el profesor.

“La despolitización y la desindicalización adquieren proporciones jamás alcanzadas, la esperanza revolucionaria y la protesta estudiantil han desaparecido, se agota la contra-cultura, raras son las causas capaces de galvanizar a largo término las energías. La res pública está desvitalizada, las grandes cuestiones ‘filosóficas’, económicas, políticas o militares despiertan poco a poco la misma curiosidad desenfadada que cualquier suceso, todas las ‘alturas’ se van hundiendo, arrastradas por la vasta operación de neutralización y banalización sociales”, agrega.

Así, según su punto de vista, solo la esfera privada parece salir victoriosa de ese maremoto apático. Cuidar la salud, preservar la situación material, desprenderse de los “complejos”, esperar las vacaciones, vivir sin ideal, sin objetivo trascendente resulta posible. Las películas de Woody Allen y su éxito son el propio símbolo de esa hiperinversión en el espacio privado.

Es un neonarcisismo que se origina en la deserción de lo político. Es el fin del homo politicus y nacimiento del homo psicologicus al acecho de su ser y de su bienestar.

“Hoy vivimos para nosotros mismos, sin preocuparnos por nuestras tradiciones y nuestra posteridad: el sentido histórico ha sido olvidado de la misma manera que los valores y las instituciones sociales. La derrota del Vietnam, el asunto Watergate, el terrorismo internacional, pero también la crisis económica, la escasez de las materias primas, la angustia nuclear, los desastres ecológicos han provocado una crisis de confianza hacia los líderes políticos, un clima de pesimismo y de catástrofe inminente (…)”

Frente a las amenazas e incertidumbre –aclara Lipovetsky- queda la retirada sobre el presente al que no cesamos de proteger, arreglar y reciclar en una juventud infinita. A la vez que pone el futuro entre paréntesis, el sistema procede a la “devaluación del pasado”, por su avidez de abandonar las tradiciones y territorialidades arcaicas e instituir una sociedad sin anclajes ni opacidades.

“So pretexto de modernidad, lo esencial se nos escapa entre los dedos. Al interpretar el narcisismo según una sacrosanta tradición marxista como un síntoma de la ‘bancarrota’ del sistema y el signo de la ‘desmoralización’, ¿no se enfatiza demasiado por un lado la ‘toma de conciencia’ y por otro la situación coyuntural?”, se interroga el profesor de filosofía de la Universidad de Grenoble.

“De hecho, el narcisismo contemporáneo se extiende en una sorprendente ausencia de nihilismo trágico; aparece masivamente en una apatía frívola, a pesar de las realidades catastróficas ampliamente exhibidas y comentadas por los mass media. ¿Quién, a excepción de los ecologistas, tiene conciencia de vivir una época apocalíptica?”, sigue.

En ese marco, nos acostumbramos sin desgarramiento a lo “peor” que consumimos en los mass media; nos instalamos en la crisis que, por lo que parece, no modifica los deseos de bienestar y de distracción, de acuerdo al académico. La amenaza económica y ecológica no han conseguido penetrar en profundidad la conciencia indiferente de la actualidad.

“(…) debemos admitirlo, el narcisismo no es en absoluto el último repliegue de un Yo desencantado por la ‘decadencia’ occidental y que se abandona al placer egoísta. Ni versión nueva del ‘divertirse’ ni alienación –la información jamás estuvo tan desarrollada-, el narcisismo ha abolido lo trágico y aparece como una forma inédita de apatía hecha de sensibilización epidérmica al mundo a la vez que de profunda indiferencia hacia él”.

Y añade: “Paradoja que se explica parcialmente por la plétora de informaciones que nos abruman y la rapidez con que los acontecimientos mass-mediatizados se suceden, impidiendo cualquier emoción duradera”.

En fin, el narcisismo, en la condición posmoderna, es la revolución de las necesidades y su ética hedonista lo que, al atomizar suavemente a los individuos, al vaciar poco a poco las finalidades sociales de su significado profundo, ha permitido que el discurso psi se injerte en lo social, convirtiéndose en un nuevo ethos de masa, nos asegura Lipovetsky.

“Lejos de derivarse de una ‘concienciación’ desencantada, el narcisismo resulta del cruce de una lógica social individualista hedonista impulsada por el universo de los objetos y los signos, y de una lógica terapéutica y psicológica elaborada desde el siglo XIX a partir del enfoque psicopatológico”, sostiene el académico francés.

lunes, octubre 11, 2010

Los elementos del periodismo

Por Guillermo Mejía

Título del original en inglés The Elements of Journalism (traducción al español de Editora Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, S.A., 2004), escrito por Bill Kovach y Tom Rosenstiel. Un manual para periodistas que rescata, como dicen los autores, principios que “habían quedado algo solapados con el paso del tiempo”, pero que siempre han sido evidentes.

Desde el comienzo, los autores estiman como elementos del periodismo los siguientes:
1. La primera obligación del periodismo es la verdad.
2. Debe lealtad ante todo a los ciudadanos.
3. Su esencia es la disciplina de la verificación.
4. Debe mantener su independencia con respecto a aquellos de quienes informa.
5. Debe ejercer un control independiente del poder.
6. Debe ofrecer un foro público para la crítica y el comentario.
7. Debe esforzarse porque el significante sea sugerente y relevante.
8. Las noticias deben ser exhaustivas y proporcionadas.
9. Debe respetar la conciencia individual de sus profesionales.

Evidente que en los nueve elementos citados no cabe la complejidad de la profesión periodística; sin embargo, hay otros puntos –según Kovach y Rosenstiel- como por ejemplo, la imparcialidad y la equidad que son “demasiado vagos para elevarse al nivel de elementos esenciales del periodismo”. Otros son mitos e ideas falsas, de ahí el concepto de objetividad.

Como vivimos un período de transición con el cable e Internet, los autores aseguran que puede darse un choque dramático, ahora hay una suplantación del ser periodista con lo que se cae en el grave error de que “la información independiente se vea sustituida por un comercialismo interesado que se haga pasar por noticia”. La prensa pierde su función social de cara a los ciudadanos.

“En el nuevo siglo, uno de los interrogantes más serios que puede plantearse la sociedad democrática es si la prensa independiente podrá sobrevivir. La respuesta dependerá de que los periodistas tengan la lucidez y convicción suficientes para determinar qué significa ser una prensa independiente, y de que el resto de ciudadanos les importe tener una prensa independiente debido precisamente a su condición de ciudadanos”, afirman.

Al hacer un parangón entre la conceptualización del periodismo de sociedades complejas con el periodismo local, pues cabe concluir que tenemos un déficit en cuanto a la asunción de deberes y derechos como profesionales de la comunicación, por un lado, y la persistencia de desfiguración de lo que sería una ciudadanía crítica que también asume lo que le corresponde.

De esa manera, hemos visto con preocupación cómo la prensa tradicional ha instrumentalizado el juicio contra La Prensa Gráfica por la publicación de la identidad de un menor infractor que asesinó a otro estudiante a plena luz del día. La alharaca fue demasiada si tomamos en cuenta que el respeto a la ley implica reconocer el Estado de derecho.

Por otro lado, los fantasmas y, como siempre, también la instrumentalización que se ha dado por parte de la prensa tradicional a la inconstitucionalidad del inciso tres del Art. 191 del Código Penal bajo el criterio de que no puede haber impunidad periodística frente a lesiones al derecho al honor y la imagen del ciudadano. Tiene que haber responsabilidad si se comete difamación, injuria o calumnia.

Explicaciones posteriores de los magistrados que firmaron la resolución de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia establecen que queda en la Asamblea Legislativa el asegurar la ley que proteja el derecho a la información y la libertad de expresión. El entrar en consonancia con la actual concepción moderna de que se debe despenalizar la crítica periodística como lo pide la CIDH.

Pero nos toca a los periodistas –y ojala a la ciudadanía en general- revisar con detenimiento la forma en que se desenvuelve la prensa, dado que existe muchísima mala praxis con la consiguiente impunidad mediática y sin que la gente pueda demandar justicia. El derecho de uno llega hasta donde está el derecho de los demás, algo que en nuestro periodismo sale sobrando con frecuencia.

Como corolario, se vuelve imprescindible, como establecen Kovach y Rosenstiel, que los periodistas actuemos conforme a nuestra conciencia personal: “Todo periodista, desde el que se sienta en la redacción al que lo hace en la sala de juntas, debe tener un sentido personal de la ética y la responsabilidad, una brújula moral”.

“Es más, debe tener la responsabilidad de expresar en voz alta lo que le dicte su conciencia y permitir a los demás que lo hagan”, agregan.

Las redacciones periodísticas deben ser lugares abiertos, libres. Un periodismo con robustez moral –y los periodistas- tienen la obligación de disentir o enfrentarse a directores, propietarios, anunciantes e incluso a los ciudadanos y al poder establecido si la verdad y la equidad lo exigen. Nos falta mucho para llegar, pero no perdamos la esperanza haciendo.

lunes, octubre 04, 2010

La urgencia del estatuto profesional del periodista salvadoreño

Por Guillermo Mejía

A partir de que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional el 3er. inciso del Art. 191 del Código Penal, la discusión en torno a la existencia o no de amenazas a la libertad de expresión y el derecho a la información abre las puertas, para que de una vez por todas se consagre el estatuto profesional del periodista salvadoreño.

Como sabemos, lo estima la resolución, los dueños, directores, editores o responsables de programas ya no tendrán cheque en blanco cuando asuman una condición no profesional que implique tener los “dados cargados” contra un ciudadano o una entidad en particular, porque la ley faculta pedir cuentas ante actos que dañen la dignidad de la persona.

Hasta ahora, diputados de las diversas fracciones políticas representadas en la Asamblea Legislativa, así como el gremio de periodistas han asumido que en busca de evitar cualquier mal entendido con respecto a los comunicadores se vuelve necesario crear una legislación que proteja a los periodistas, aunque vale aclarar que esa condición debe pasar por un filtro profesional.

Así se ha hecho en casos de sociedades complejas, por ejemplo en Europa, donde tienen que cumplirse ciertos requisitos de calidad, para asegurar que alguien es periodista; es decir, la profesionalidad se estima a partir del conocimiento técnico-humanístico del ejercicio, la clara disposición a respetar las reglas del juego limpio, que implica derechos y deberes, y la correspondencia con el interés ciudadano.

En los círculos periodísticos se concluye que, así como están las cosas, en general no es cierto que existan amenazas directas desde el Estado, porque la censura y autocensura en los medios de comunicación siempre han procedido de los mismos propietarios, directores y editores de esos medios, así como de los poderes fácticos, por ejemplo políticos o empresariales.

En ese sentido, y es obvio que de ahí se percibe la ausencia de la gente de a pie en la discusión pública, en El Salvador el ciudadano ni está educado, ni se siente representado cuando se habla del derecho a la información, el derecho de información y el derecho a la comunicación. La gente prioriza la búsqueda de la satisfacción de necesidades básicas. La información, como derecho, aun está ausente.

Desde otro escalón, tampoco podemos obviar del panorama la desprotección del periodista salvadoreño de cara a los intereses que se manifiestan en el ejercicio del poder y la presencia de esos poderes fácticos no democratizados y que, en pleno Siglo XXI, siguen considerando a la profesión periodística como de segundo nivel y al periodista (que puede ser cualquier necesitado) como peón.

En las sociedades complejas, a decir de los especialistas de la comunicación política y la opinión pública, ese periodista debe tener su condición de profesional, con sus estudios universitarios, sus créditos de formación en las áreas respectivas, y, algo impensable todavía en El Salvador, su derecho a la cláusula de conciencia a fin de evitar arbitrariedades de los supra poderes.

El académico español Niceto Blázquez asegura que: “Desde el punto de vista ético, lo que interesa de la cláusula de conciencia son la propia conciencia del periodista, sus ideas, sentimientos, creencias, opiniones y legítimas libertades personales. El derecho a la información se ocupa de la materialización de esos derechos naturales de la persona del informador mediante leyes positivas”.

Entonces, si de veras nos sentimos comprometidos con la ciudadanía y con el desarrollo adecuado del periodismo, no queda otra que hacer hincapié en la consecución del estatuto profesional del periodista salvadoreño. Más que amenazas y, como señalé la vez anterior, de temores infundados, ahora es el tiempo de procurar la erradicación de la mala praxis en nuestra profesión.

Seguro que el periodismo es una profesión de suma importancia para el avance de la democracia, la presencia del debate y el pluralismo, así como el desarrollo del pensamiento y el conocimiento en la sociedad. Por lo tanto, el problema no se reduce solo a los periodistas, los empresarios mediáticos y los editores, porque su condición es socio-política. Todos debemos estar representados en la discusión.

Ojala que no sea llamarada de tuza de los políticos, periodistas, sociedad civil, entre otros, y saquemos ventaja de una nueva posibilidad que se abre en el marco de la discusión montada, en especial desde lo mediático, y tengamos el estatuto profesional del periodista salvadoreño. De hecho, con ello nadie pierde, al contrario todos ganamos. Ojo colegas.