jueves, agosto 29, 2019

La mala hora del periodismo

Por Guillermo Mejía

Mientras camina una versión trastocada de la democracia a nivel global –la punta de lanza sigue siendo la irrupción de Donald Trump en Estados Unidos- el periodismo serio, otrora una luz esclarecedora ante los abusos del poder, cae estrepitosamente ante las formas espurias de confeccionar la información en sociedades donde prima la falsedad.

El senador demócrata gringo Bernie Sanders reflexionó en la paradigmática Columbia Journalism Review que asistimos a la “destrucción del periodismo” por parte de gigantes empresariales y ejecutivos multimillonarios, lo cual representa una amenaza para la democracia.

Las corporaciones “controlan casi todo lo que miran, leen y descargan”, advirtió Sanders, a lo que se suma la insana presencia de Facebook y Google que ha socavado las informaciones independientes e investigaciones periodísticas con la presencia del infoentretenimiento y los publirreportajes en función del capital.

Espacios alternativos retomaron las palabras del presidenciable: "Precisamente en el momento en que necesitamos más periodistas que cubran la crisis de salud, la emergencia climática y la desigualdad económica tenemos expertos de televisión que pagaron decenas de millones de dólares para pontificar sobre chismes políticos frívolos, como noticias locales".

Según Jake Johnson, de Common Dreams, Sanders señaló que “desde 2008, hemos visto que las redacciones pierden 28,000 empleados, y solo en el último año, 3,200 personas en la industria de los medios han sido despedidas. Hoy, por cada periodista que trabaja, hay seis personas que ahora trabajan en relaciones públicas, a menudo empujando una línea corporativa”.

Y agregó: "El asalto de hoy al periodismo por parte de Wall Street, empresarios multimillonarios, Silicon Valley y Donald Trump presenta una crisis… No podemos sentarnos y permitir que las corporaciones, los multimillonarios y los demagogos destruyan el Cuarto Patrimonio, ni podemos permitir que reemplacen los informes serios con información y entretenimiento".

Sanders propuso una serie de medidas antimonopolios y antidiscriminatorias a fin de contener la rapacidad de las corporaciones y de los gigantes Facebook y Google.

En la misma dirección, la profesora argentina Adriana Amado, investigadora en medios y periodismo, escribió en el diario La Nación que ante las noticias falsas y la desinformación existe el riesgo –que corren periodistas y políticos- de caer en el escepticismo paralizador de no creer en nada.

“Se trata de una epidemia devastadora para los medios y el sistema político, principales implicados en la acusación de que todos mienten y los primeros que las sociedades escépticas ponen en cuarentena. La desinformación es un problema, pero el escepticismo es el mal de época”, afirmó Amado.

“Los medios que cuentan con controles de calidad antes de la publicación conviven con oportunistas que aprovechan el contexto digital para publicar sin garantías de verificación previa. Son los principales beneficiados con la confusión entre noticias genuinas y versiones adulteradas, entre medios serios y operadores disimulados”, advirtió la maestra.

Pero no basta la advertencia ante las fake news y la desinformación, ya que la mayoría de la gente no pasa los filtros a los productos que consumen y dan la razón a los escépticos.

“Medios y periodistas se pasan hablando de noticias falsas, de fuentes que mienten, de datos espurios, de instituciones poco confiables. Al final, terminan coincidiendo con los políticos en que es mejor no creer en nada, advertencia que algunos académicos ratifican, confundiendo irresponsablemente cinismo con pensamiento crítico. Así y todo, esperan que la ciudadanía vaya y consuma noticias, dando por sentado que va a distinguir a las puras de las espurias”, advirtió Amado.

Al final, “se cierra la espiral de desconfianza que enrosca a la sociedad, asfixia a los medios y va mellando la democracia”, dijo.

Muy al contrario, según la catedrática e investigadora, la sociedad necesita fortalecer el diálogo con los periodistas como vía para reconstruir la confianza entre la información y sus destinatarios. El valor social percibido de la información colectiva es más fuerte que la lealtad a la verdad de una parte.

“La información es un insumo vital para el funcionamiento social. Como pasa con los recursos naturales, a la conciencia de los daños derivados de su manejo negligente hay que sumar el compromiso de todos para su recuperación. Un trabajo colaborativo entre fuentes responsables, periodistas conscientes, ciudadanos atentos y verificadores integrados a los nuevos flujos informativos puede recuperar la integridad de la información a partir de una nueva ética de la conversación responsable”, sentenció.




jueves, agosto 22, 2019

El travestismo periodístico

Por Guillermo Mejía

En tiempos posmodernos parece ser que el periodismo va decayendo al verse contaminado por prácticas emparentadas con la comunicación institucional, la publicidad o la propaganda, potenciadas por las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

A su antojo, los funcionarios públicos o privados, representantes diplomáticos o de entidades no gubernamentales, entre otros, se dan el lujo de contar con “sus” periodistas –escogidos del mismo sistema de comunicación colectiva- con tan sólo ofrecerles condiciones de bienestar y la complicidad de las empresas periodísticas.

Para el caso, un grupo de comunicadores ha potenciado la imagen del alcalde de San Salvador, Ernesto Muyshondt, en su viaje a Washington, lo mismo que a los chinos continentales a lo largo de un año de relaciones diplomáticas con El Salvador. Antes le sirvió a China-Taiwán y desde siempre a los intereses gringos.

Al contrario de esa desviación, hay colegas y autores diversos que nos recuerdan el legado del periodismo en una sociedad democrática.

“El propósito principal del periodismo es proporcionar a los ciudadanos la información que necesitan para ser libres y capaces de gobernarse a sí mismos”, nos advierten Bill Kovach y Tom Rosenstiel en su libro Los elementos del periodismo (Ediciones El País, 2004) ante los retrocesos que se han dado en la profesión periodística.

Según los autores, son varias las razones para validar la teoría y la filosofía que definen a la información que surgen de la función que desempeñan las noticias:

“Los medios informativos nos ayudan a definir la comunidad y a elaborar un lenguaje y un conocimiento compartidos basados en la realidad. El periodismo también contribuye a identificar los objetivos de una comunidad, y reconocer sus héroes y villanos”.

“Los medios de comunicación actúan como un guardián, impiden que el ciudadano caiga en la complacencia y ofrecen voz a los olvidados.”

Agregan: “Esta definición ha mantenido su solidez a lo largo de la historia y ha demostrado estar tan profundamente incardinada en el pensamiento de aquellas personas que a lo largo de cualquier época han desempeñado el papel de transmisores de información, que casi nadie lo pone en duda”.

Como se nota, posturas muy alejadas de la conversión que, en muchos casos, se da en la práctica periodística por actividades que pertenecen a áreas de la comunicación institucional, la publicidad o la propaganda. Con la llegada de las nuevas tecnologías el cambio de casaca se ha facilitado en la lucha por las audiencias.

Recientemente, el periodista español Gervasio Sánchez, que cubrió las guerras civiles en Centroamérica, le dijo al periódico El Faro: “El periodismo está atravesando un momento muy crítico. Y hablo del periodismo en general, no de medios en particular. El periodismo que se hacía hace 40 o 50 años en Europa y en Estados Unidos era muchísimo mejor que el actual”.

Dado la inmensidad de intereses, que vienen a prostituir la función del periodista, hay una crisis de credibilidad que ha dañado la actitud crítica del ciudadano promedio. Según Sánchez: “Ese ciudadano está hoy peor informado, a pesar de la aparente gran avalancha de información. Hay una tendencia a no reflexionar sobre lo que se lee, a no profundizar en las historias”.

“Hay periodistas de las nuevas generaciones tan obsesionados con la presencia en redes sociales que a veces tienen una buena idea y, en vez de guardarla para escribir un buen reportaje, la airean en Twitter y la queman”, sentenció el periodista español.

El Faro le preguntó a Gervasio Sánchez:

“El Gobierno de China o el de Taiwán organizan un viaje con gastos pagados para periodistas. ¿Un periodista debería aceptarlo?”

Sánchez respondió: “Los diarios importantes, en sus libros de estilo, tienen delimitado que no se puede aceptar una invitación pagada por ningún país ni ninguna empresa si está implícito una especie de trabajo de relaciones públicas. Eso está escrito; otra cosa es cuántas veces el medio y los periodistas violan esa regla, porque muchas de las historias que se hacen hoy en día pasan por una invitación oficial de una fuente interesada. Y pasa igual con las oenegés. Lo lógico sería que los periodistas no viajaran invitados por las oenegés.”

Lamentablemente, la reflexión constante de periodistas y sociedad en general sobre una función social de primer nivel en una democracia parece ser materia olvidada por estos lares. El travestismo periodístico navega a sus anchas.










miércoles, agosto 14, 2019

La esquizofrenia informativa y sus causas

Por Guillermo Mejía

Si en tiempos pasados los seres humanos se desarrollaron en un espacio público sin estar dominados por la tiranía de los hechos, como en la sociedad contemporánea, sería muy oportuno que los hacedores de la información, especialmente los periodistas, asumieran una visión integral de los fenómenos y le apostaran a la ética informativa.

“Los hombres y las mujeres vivieron y convivieron socialmente sin los hechos, y sin la tiranía de los hechos, durante muchos más siglos de los que no pensamos. No existía ninguna palabra para significar lo que nosotros entendemos por hecho ‘mediático’ (el factum latino era otra cosa)”, afirma el profesor José Francisco Serrano Oceja.

En ese sentido, ese mundo pasado no era “un conjunto de hechos”, sino una armonía, un orden, una sintonía marcada por la batuta de la heteronomía de la realidad, según nos ilustra el catedrático español; en cambio, ahora lo que prima es la posmodernidad o la tardomodernidad, en la que los hechos resultan aburridos.

“La recuperación ética, y de la ética, en el ámbito de la información, en clave de contribución clarificadora, no camina por otros derroteros diferentes de los del encantamiento de la realidad por la realidad, los de la recuperación del saber periodístico informativo como auténtico saber social”, afirma Serrano Oceja.

“La lógica de la información se ha hecho demasiado simple respecto a la complejidad de la historia y ha abierto las espuertas a unos procesos más complejos de manipulación de la información y de la historia”, advierte, al tiempo que señala cómo en el presente lo que impera es la visión mecanicista del hecho por parte de los seres humanos.

A partir de constatar la esquizofrenia informativa en que nos vemos envueltos en la sociedad contemporánea –según Serrano Oceja-, es necesario traer sus causas:

Uno: El cambio de estatuto de la información en nuestra sociedad: la inflación de la información, dentro de un sistema de polución comunicativa en donde todo el mundo se expresa, tiene algo que decir, afirmar, aportar, produce que el público tenga dificultades a la hora de la criba, a la hora de establecer los criterios que definan la información y los efectos de la información. En ese sentido se genera un oscurecimiento de la información y el valor de la información para el receptor. Los actores, además, presentan cartas de legitimidad informativa sólo con el hecho de estar presentes, o de poseer, los medios de la difusión de esa supuesta información.

Dos: Hay un oscilamiento en el estatuto de la comunicación y de la información causado por la banalización de las nuevas lógicas de la comunicación. En las sociedades abiertas todo el mundo quiere aparecer en el espacio público, que es donde parece jugarse el desarrollo y la autodeterminación social. Los que dan el paso, seleccionan y modulan las presencias se convierten en los protagonistas por lo que asumen un papel que no siempre está legitimado por una función, sino por los intereses de quienes controlan ese espacio público. No existe, para mayor agudización del problema, una correspondencia entre los criterios de selección de las informaciones que aparecen en el espacio con los de recepción por parte de los receptores. Con lo que se otorga una excesiva legitimidad a los que forman parte de ese círculo de la actividad pública en un sistema en el que los seleccionadores y seleccionados se autoprotegen.

Tres: Hay, también, un cambio de las relaciones entre información e historia. No existe identidad sin historia, ni identidad sin información. La disolución de la información social, como saber constructivo, es y significa la disolución de la historia. Por otra parte, la violencia y sus formas siempre han estado ligadas a la ausencia de información, a la ignorancia. Una de las mayores contribuciones de la información ha sido la reducción de la ignorancia para limitar la violencia. Hoy este fenómeno se vuelve más complejo a causa de la injerencia mediática. Saber todo rápidamente es una solución demasiado simple para reducir la violencia en la historia con lo que los medios planifican situaciones más sutiles de injerencia mediática. Entre otras manifestaciones de este hecho está la práctica de los medios de señalar los lugares de acción política y militar, y crear el rol de “media-diplomacia”.

Cuatro: Hay una mutación en la relación entre información y confianza del público. Esta confianza es clave para la legitimación periodística. Si se tiene la confianza del público los periodistas pueden ejercer el contra-poder. No se pierde la relación en la medida en que los periodistas contribuyen de forma decisiva a la estructuración del tiempo de hoy de los ciudadanos, pero sí en cuanto al contenido de esa estructuración que se deriva, inexorablemente, hacia el entretenimiento y sus formas híbridas, como el denominado info-entretenimiento.

Concluye Serrano Oceja: “Vivimos en el frágil triunfo de la información que nos lleva, como se ha afirmado últimamente, a la crisis del periodismo. A partir de la presión demasiado fuerte de los hechos debido al presencialismo de la información, de la tentación del conformismo y de la reducción de la producción de la información a una gigantesca pirámide invertida, nos encontramos con que los acontecimientos siempre le ganan la partida al análisis”.

Se necesita una preparación integral de los periodistas bajo la perspectiva de la ética, más allá de las destrezas y rutinas técnicas, para una comprensión del significado de la realidad informativa.

miércoles, agosto 07, 2019

La necesidad de recuperar el valor de la información

Por Guillermo Mejía

La ciudadanía permanece alienada con respecto al valor de la información en la sociedad contemporánea, ya que ese producto –que corresponde a un derecho humano- sigue atrapado dentro de la lógica capitalista que lo subordina a los intereses de la publicidad, según el antropólogo Mauro Cerbino.

Según el investigador de Flacso-Ecuador, se trata de un “uso por atracción”, en el cual opera principalmente la función fáctica, la de forzar la atención permanente y no –o no tanto- las funciones referencial y metalingüística. Prevalece el valor de cambio como el valor que se extrae del tránsito de la información a la publicidad.

“La información queda en posición de subordinación, al ser un medio cuyo fin es acaparar y acumular un agregado numérico de meras individualidades como consumidores de publicidad”, afirma el experto, que advierte la pérdida de saberes y conocimiento de los ciudadanos.

En ese contexto, encontramos el papel enajenado de los trabajadores de los medios de comunicación social que reproducen rutinariamente de manera irreflexiva la lógica mediática capitalista de producción de bienes de consumo masivo más allá de que tengan posiciones axiológicas e ideológicas.

“El inmediatismo en el pasaje de la información al consumo de la publicidad está garantizado por una oferta cada vez renovada y de cortísima duración de los acontecimientos informativos, para lo cual no hace falta un trabajo diligente, pausado y reflexivo de parte de los trabajadores”, afirma Cerbino.

“Esos contenidos no son elaborados para traducirse en un conocimiento efectivo de una porción de la realidad o de un acontecimiento –del cual se extrae un valor de uso-; su propósito no es trazar o establecer una historia, sino ofrecer ‘pastillas’ de rápida asunción, aunque no necesariamente de efectiva absorción”, agrega.

De esa forma, los medios de comunicación social administran la ignorancia y el olvido de la realidad y de los acontecimientos, según el autor. “El olvido, porque con este tipo de información se borra cualquier profundidad o perspectiva histórica: la información es lo opuesto de un saber historizado”, advierte.

“De ahí que el contenido informativo elaborado según los criterios de los valores-noticia termina por ser un contenido sin relevancia, porque es el reemplazo sin pausa de uno anterior y el antecesor de uno venidero, todos con las mismas características: afirmar algo y hacerlo sin profundidad argumentativa para volverlo inmediatamente efímero y caduco”, añade.

Los productos periodísticos tienen tan corta duración que después dejan de existir, según señala Cerbino, para quien una de las consecuencias de la desaparición de la historia es que permite a los medios presentarse como si estuvieran “ahí” desde siempre, como una presencia sin historia.

“El presentismo es entonces el modo de construcción de una realidad que no puede o no debe tener relación alguna con la explicación, la contextualización y la mirada retrospectiva. La información se da a conocer sin conocimiento de lo que dice representar”, afirma el investigador de Flacso-Ecuador.

Se cumple el círculo de la producción informativa de tipo comercial que extrae su valor económico desde el negocio de lo abstracto, del cual participan los consumidores distribuidos por todos los rincones del mundo. “La supremacía del tiempo sobre el espacio convertida en rapidez es la gestiona mediáticamente la ignorancia, no el saber”, remata.

El antropólogo Mauro Cerbino aclara los puntos en su libro Por una comunicación del común: Medios comunitarios, proximidad y acción (Ediciones Ciespal, 2018).