martes, noviembre 30, 2010

La educación como binomio de la comunicación

Por Guillermo Mejía

Los procesos educativos reclaman de la comunicación el sentido, el significado, la entrega al encuentro entre los seres humanos. Por eso, podemos hablar de comunicación en la educación más allá del esplendor de las nuevas tecnologías que, si bien así como nos resuelven con velocidad ciertos problemas también nos pueden envolver en una carrera frenética del sinsentido.

El especialista argentino en temas de comunicación y educación, Daniel Prieto Castillo, nos orienta sobre el valor de la comunicación en la educación: “Nos hemos preguntado durante largos años por las relaciones entre la comunicación y la educación y hemos hablado en el contexto de América Latina de ‘comunicación educativa’ (…) Hablamos ahora de comunicación en la educación”.

Y continúa: “Decir ‘en la educación’ nos sitúa de lleno en el espacio de toda la educación sin pretender reducirla a lo comunicacional, que bastante complejidad tiene como para caer en la tentación de leerla desde un solo ángulo”.

Prieto Castillo desarrolla sus tesis a partir de planteamientos donde engloba lo educativo y comunicativo, de esa forma explica:

1. Seres de comunicación. Hemos afirmado lo siguiente: “Los educadores somos seres de comunicación”. Ninguna profesión tan impregnada por lo comunicacional, sin duda. Porque lo peor que le puede ocurrir a un educador es tener problemas de comunicación, no soportar la relación con el otro, considerar su tarea cotidiana como un castigo debido a esa necesidad permanente de interactuar, de exponerse a las miradas, las voces y los gestos de diez, cincuenta, cien seres que van a él para relacionarse.

Así, el autor y profesor universitario expone una nueva forma de poner en práctica una comunicación distinta, más que perderse en el intento de definirla a cada paso.

Las propuestas que tiene en sus líneas de acción son las siguientes: Comunicar es ejercer la calidad de ser humano; comunicar es expresarse; comunicar es interactuar; comunicar es relacionarse; comunicar es gozar; comunicar es proyectarse; comunicar es afirmarse en el propio ser; comunicar es sentirse y sentir a los demás; comunicar es abrirse al mundo; comunicar es apropiarse de uno mismo.

2. Comunicación como sufrimiento. No es lo mismo un “ser de comunicación” que un “ser que sufre la comunicación”; reconocemos en esto último una de las peores cruces que le puede tocar cargar a alguien. Vivir crucificado por una comunicación no querida, estar entre los demás deseando con toda el alma no estarlo. La comunicación es el cemento de toda la arquitectura del acto educativo. Si ella falta, o se llena de huecos y de nubes de violencia, el edificio cruje por todos los rincones. Y a veces cruje por décadas, medidas en relación con la edad de una institución o la de un educador.

De nuevo, el especialista razona sobre las formas en que los vicios en el proceso educativo trastornan la función del educador: Comunicación, entonces, en función de ataque y defensa; la relación definida en función de traspaso de contenidos; el populismo pedagógico; el showman, el hombre-docente espectáculo; el docente de personalidad panóptica, el que ve de todos lados; la tecnología salvadora.

“Y así se va urdiendo aquí y allá la trama de la comunicación apoyada en un empobrecimiento, cuando no en una frustración, del aprendizaje”, asegura Prieto Castillo. Y agrega: “Se aprende mejor en un ambiente rico en comunicación, en interacciones, en la relación con materiales bien mediados pedagógicamente, en la práctica de la expresión, en el encuentro cotidiano”.

3. La comunicabilidad. En la educación la comunicación nos interesa desde el punto de vista de la comunicabilidad. Podemos expresarlo así: “La comunicabilidad es el ideal (desde al perspectiva de la comunicación en la educación) de todo acto educativo, sea desde el punto de vista institucional, desde el educador, desde los medios y materiales, desde el grupo, desde la relación con el contexto y desde el trabajo con uno mismo”.

El autor argentino da cuenta del concepto: “Entiendo la comunicabilidad como la máxima intensidad de relación lograda en las instancias de aprendizaje: la institución con sus docentes, estudiantes y el contexto, los docentes entre sí y con los estudiantes, los estudiantes entre sí y con los medios, los materiales y el contexto; en fin, cada uno (docente o estudiantes, encargados de la gestión del establecimiento) consigo mismo”.

4. La entropía comunicacional en la educación. Colocamos de un lado el ideal de la comunicabilidad en todas las instancias y de otro, como extremo contrario, la entropía comunicacional en la educación, entendida como la pérdida de comunicaciٕn o, incluso, la muerte de ésta. De un lado la comunicabilidad, del otro la entropía comunicacional. Y entre ambos extremos todos los matices en los cuales se juega la realidad cotidiana de nuestra educación.

Luego explica: “La entropía tiene una ventaja: no exige mayor gasto de energía. Puede cundir favorecida por lo que hemos llamado ‘los muros’… el muro de la violencia, el muro del autoritarismo, el muro de la fatiga, el muro del desaliento, el muro del discurso institucional”.

5. Sentido y sinsentido. Cuando se produce la tendencia a la pérdida de comunicación, cuando baja la comunicabilidad, estamos frente a uno de los síntomas del sinsentido en la educación. Pero antes de entrar en este concepto veamos primero qué entendemos por sentido y los juegos que se producen entre uno y otro.

“En educación caracterizamos como con sentido todo lo que sostiene a un ser humano en su crecimiento y en su logro como educador, todo lo que enriquece la promoción y el acompañamiento del aprendizaje, todo lo que enriquece la gestión de la institución educativa para cumplir con sus funciones, todo lo que enriquece el uso de medios y la práctica discursiva en función del aprendizaje”, dice Prieto Castillo.

“Lo más importante es que sentido y sinsentido con comunicados siempre, por más que se los quiera disimular, que se los vista de seducción o de reglamentos, que se pretenda ocultarlos bajo algún discurso pomposo, como si con palabras pudiera llenarse un vacío en un ámbito tan delicado como el de la educación”, advierte.

6. Síntesis. Pero no podemos comprender el acto educativo sin tomar en cuenta lo comunicacional entendido como lo que significan el intercambio y la negociación de significados, de saberes y de puntos de vista, la interacción y el interaprendizaje, las tácticas de la palabra y el juego del diálogo, la interlocución y la escucha.

“Y, sobre todo, sin el análisis de la comunicabilidad. Porque nos interesa lo que sucede en las relaciones y en los materiales”, señala el autor argentino.

Finalmente, nos recuerda: “No hablo por noticias de todo esto. La preocupación por la comunicabilidad ha estado siempre presente en nuestras experiencias de educación formal, sea en el ámbito universitario o en el trabajo de educación a distancia con organizaciones de apoyo a la educación y la cultura en países de la región”.

lunes, noviembre 22, 2010

La cultura de investigación: Nuevos retos en la sociedad contemporánea

Por Guillermo Mejía

En pleno Siglo XXI, la investigación depende del tipo de sociedad donde se realiza, de la cultura y de la ecología específicas, por lo que no será lo mismo experimentar dentro de una sociedad cerrada que en una sociedad abierta, esta última donde florece el intercambio humano y la apertura mental con el enriquecimiento de la conciencia.

De esa forma lo plantea el comunicólogo mexicano, Luis Jesús Galindo Cáceres, al reflexionar sobre el papel del investigador en la sociedad contemporánea donde encontramos definidos cuatro tipos de sociedad: comunidad de información, sociedad de información, sociedad de comunicación y comunidad de comunicación. Generalmente, el tránsito actual está del segundo tipo al tercero.

“La sociedad de información es la forma cerrada de lo social. Se configura en el agrupamiento de conglomerados humanos en lugares acotados y ordenados, las ciudades, jerarquizados y controlados por lo más alto de la jerarquía. Sociedades con centro que gobierna la periferia, donde los pocos toman decisiones por los muchos”, dice al profesor universitario.

“Forma social donde las mayorías delegan autoridad en una minoría. Forma social que cruza casi la totalidad de la historia humana en teocracias, monarquías, imperios, dictaduras, y casi todas las macroformas de organización colectiva, incluyendo las democracias occidentales actuales”, agrega el autor mexicano.

La sociedad de información tiene su característica clave, según Galindo Cáceres, unos manejan la información sobre el todo, son los únicos que pueden actuar sobre el todo, y por tanto necesitan medios que les aseguren el control, el principal es la información sobre una masa previsible y manipulable. En el Siglo XX se desarrollaron las tecnologías y saberes diversos para lograr ese control.

“El mercado es el gran nicho ecológico de este nuevo escenario. La investigación es indispensable para que unos sepan de todos, y esos todos puedan ser dirigidos en sus comportamientos por esos unos. Ese es el lugar general de la investigación en nuestro medio”, estima el comunicólogo mexicano.

“Frente a este escenario aparece el proyecto de la modernidad occidental, la sociedad de comunicación, la sociedad abierta, la compuesta por ciudadanos libres y participativos, la de individuos críticos y reflexivos. La paradoja es que entonces nace la ciencia social, pero no para promover la sociedad de comunicación solamente, sino para ser instrumentada para la sociedad de información”, advierte.

Según Galindo Cáceres, la democracia es la cualidad central de este tipo social, para su movimiento requiere del diálogo de los iguales, del acuerdo entre los distintos pero tolerantes para un gobierno más horizontal. El asunto lleva poco más de dos siglos y aún batalla por abrirse paso en la forma dominante.

“La sociedad de comunicación supone un manejo de información distinto, pone énfasis en la relación más que en el contenido. No importa tanto lo que sabemos de los otros y lo que podamos hacer sobre los demás con ese saber, lo importante es el acuerdo de diálogo y concertación con los demás sobre lo que a todos compete, poniendo en juego todo el saber posible para un mejor diálogo y una mayor decisión concertada y ejecutada”, explica.

De ahí que la investigación –en este tipo social- se separa del anterior sustantivamente, ya no es el control y la dominación lo importante, lo básico es el autocontrol y la comunicación. Una investigación social donde las formas del diálogo, del escuchar, sean el centro del trabajo reflexivo aún es escasa, casi inexistente, pero hay iniciativas al respecto.

En las sociedades, como por ejemplo el caso de su país (México), se encuentran los dos escenarios, la sociedad de información es la dominante, la de comunicación es emergente. “La investigación toma algún lugar en esa bifurcación, por una parte mantener la situación ecológica general, por otra parte promover la democracia y la reflexividad como formas elementales de convivencia”.

Luego, Galindo Cáceres, caracteriza el proceso que va de la cultura de información a la cultura de comunicación.

“La cultura de información representa las tendencias en el comportamiento a la búsqueda, manejo y distinción de la información pertinente para la acción. Todo actor social requiere de cierta cultura de información para relacionarse con los demás, para vivir en sociedad. Esta cultura será la adecuada cuando el ajuste situacional entre la acción y el objeto de la acción se verifiquen con consistencia”, dice.

Por otro lado, la cultura de información adquiere su verdadera profundidad cuando se le observa en sectores sociales distintos y en forma comparativa. “Ahí se perciben diferencias que están lejos de ser casuales o circunstanciales, más bien son consistentes con la ecología social general”, asume. De esa manera, algunos sectores sólo manejan cierto tipo de información, pero otros de manera más amplia.

La investigación social es parte de la cultura de información. El saber sobre lo social se distribuye entre la población de manera disimétrica, a algunos les llega más información que otros. La situación no es objeto de acción de la investigación tradicional, pero la investigación reflexiva de segundo orden intenta promover en los actores sociales una mayor cultura de información, de acuerdo con el autor.

“El asunto se pone más interesante con la cultura de comunicación. La sociedad de información tiene una muy baja cultura de comunicación, le interesa más el flujo de datos en ciertas direcciones, que constituir formas sociales de encuentro y diálogo. La razón es simple, una organización con trazos verticales no incluye a los horizontales más que en un orden secundario y subordinado, como en el caso de las democracias actuales”.

En la sociedad de comunicación se invierte el orden de subordinación prioritaria y primaria, la información depende de la comunicación. La información sigue teniendo una importante clave, pero es estructuralmente más relevante lo que hacen con ella en interacción dialógica los actores. O sea, según Galindo Cáceres, el flujo no se mueve en una dirección predominante, se reconstituye en cada nodo interactivo.

“Esto supone una organización más compleja, así como un gasto de energía más alto en la interacción. De la misma manera, conlleva ciertos elementos de transformación en toda la vida social, en sus valores y objetos prioritarios”, asegura.

De hecho, la investigación social se modifica sustancialmente con el aumento en la cultura de comunicación, y en tránsito a una sociedad de comunicación.

“Indagar sigue siendo un oficio relevante, pero su ubicación en la organización no está sólo cerca del centro de control, se distribuye en el todo social que ahora tiende a multiplicar los centros de autocontrol, y a necesitar los nodos interactivos para llegar a acuerdos o sólo participar colectivamente de la reflexividad de cada lugar que se auto-organiza”, explica.

Pero en las sociedades típicas, como México, la cultura de información es baja, sólo se tiene la necesaria para irla llevando, patrón de búsqueda o de exploración es casi inexistente como norma general. Hay poco manejo de información, lo que implica toma de decisiones sin información suficiente y adecuada.

“En el caso de la cultura de información el asunto es peor. Hay un dictador en potencia en cada individuo, un pequeño tirano en cada lugar de autoridad. El diálogo es una ausencia constante. Y aún así, hay un movimiento que busca redes horizontales de relación y organización: Este movimiento inicia la cultura de investigación como una actividad colectiva, reflexiva y dialógica”, advierte el autor mexicano.

lunes, noviembre 15, 2010

La comunicación en tiempos de pensamiento complejo

Por Guillermo Mejía

Con el aparecimiento del posmodernismo en el Siglo XX, con lo que se puso en entredicho los conceptos de historia como tiempo lineal y de espacio como territorio, la subjetividad del hombre se intenta recuperar a través de una razón dialógica e intercultural y las significaciones sociales se asumen como prácticas de sentido significantes.

Así resume la comunicóloga venezolana, Migdalia Pineda, de la Universidad del Zulia, los nuevos tiempos que vivimos a partir de la propuesta teórica del filósofo francés, Jean-Francois Lyotard, que junto a otros autores ha desarrollado pensamiento frente a la crisis de una racionalidad que se sustentó en la razón científica y técnica para dominar el mundo.

En consecuencia, según señala Pineda, el posmodernismo pretende recuperar, por un lado, el sentido de la palabra, del lenguaje y, por el otro, la dimensión ética y ontológica del progreso material y económico. De modo que con la deconstrucción se busca invertir el sentido, o producir un desplazamiento del conocimiento exacto, técnico y científico hacia los problemas de la intersubjetividad del sujeto (conocimiento y comunicación).

“De las significaciones sociales, partiendo de la base de que es en el lenguaje, en el referente lingüístico, donde la complejidad humana se hace presente con su desorden y su caos; y que es más enriquecedor para el hombre vivir en un contexto de las certidumbres del discurso científico con sus verdades inamovibles”, agrega.

De acuerdo con la profesora Pineda, de hecho desde la década de los 80 del siglo pasado, el posmodernismo comienza a proponer nuevas teorías en el campo de la física, la astronáutica, la historia, la pintura, la literatura y la medicina para interpretar los profundos cambios sociales, culturales, políticos, tecnológicos y científicos de la época contemporánea.

“Y para los inicios del Siglo XXI, se convierte en una revolución cultural, filosófica, de contexto y carácter histórico, en la cual la humanidad perfila otras maneras de entenderse a sí misma en medio de fuertes luchas de regiones, provincias y pueblos por la autodeterminación y la autonomía cultural y política; así como en medio de fuertes cambios científicos y tecnológicos que hacen surgir una sensibilidad social y cultural más hedonista, y un nuevo paradigma tecnológico sustentado en la imbricación de los medios de masas y las tecnologías digitales y virtuales (…)”.

La maestra venezolana dice que los enfoques posmodernos señalan la necesidad de repensar “lo técnico”, para avanzar en una deconstrucción de la tecnología, que ahora adquiere un lugar central no en las relaciones de producción sino en las de reproducción simbólica. Las tecnologías de la información y la comunicación plantean grandes interrogantes sobre la función de las “máquinas” en lo contemporáneo.

“Unas máquinas que hacen posibles intercambios simbólicos con otros en un tiempo y un espacio no lineal, no geográfico, sino virtual, reticular, global, que han revertido los lenguajes, las palabras y los roles de los sujetos dialogantes, y que han introducido elementos de mayor desorden, caos e incertidumbre que las máquinas exactas de la sociedad industrial”, añade Pineda.

En suma, de acuerdo con ella, las tecnologías digitales han supuesto cambios fundamentales en las formas de escritura lineal y analítica de la palabra impresa, con sus modalidades del hipertexto, el multimedia, la virtualidad y las redes, y con ello contribuyen a la conformación de un nuevo tipo de pensamiento, denominado como pensamiento sintético no tan racional sino intuitivo y abierto.

Algunas de las explicaciones que las nuevas tecnologías requieren “no podrán ser ofrecidas a través de los enfoques de las disciplinas científicas tradicionales, cuyos conceptos, categorías y base epistemológica no podrían dar cuenta de la complejidad del mundo posmoderno y los intercambios significativos que a través de dichas tecnologías establecen los hombres entre sí e incluso con las máquinas”.

De modo que el pensamiento complejo y la transdiciplinaridad que lo acompaña emerge, pues, como el modo de acercamiento a la realidad actual para entender los cambios, la pérdida de los centros y de los discursos institucionalizados como verdaderos y en su lugar aparece la inestabilidad de los discursos, la relatividad de las teorías, la inseguridad de los sabido, y la diversidad y la diferencia comienzan a pugnar por llegar a ser valores culturales reconocidos, de acuerdo con Pineda.

¿Qué hacer para abordar la comunicación en la contemporaneidad?, se pregunta la autora venezolana.

Luego responde: “Es evidente, que con este cambio de época, la comunicación parece ocupar un lugar transversal en todos los órdenes de la vida social y con ello los problemas del sentido, de las significaciones, del intercambio simbólico”.

“En consecuencia, el estudio de los procesos de comunicación, de sus bases teóricas, tiene que rescatarse para ayudar a conformar otras explicaciones, conceptos y categorías que den cuenta de los profundos cambios que están ocurriendo en la actualidad. Se trata de volver al pensamiento teórico, a la reflexión epistemológica que haga posible la construcción de una episteme de conocimiento de lo social y lo histórico diferente a la de la modernidad y su racionalidad instrumental”, agrega.

Pero “volver a la teoría no significa para nada retornar a un modo de conocimiento contemplativo, alejado de lo real, de lo histórico, del contexto y de lo cotidiano, sino a un modo de conocimiento que se confronte de forma permanente con los hechos, con la vida misma y que asume que el hombre con su potencialidad de pensar, conocer y dialogar es el sujeto protagónico del proceso de conocimiento por encima de los métodos y técnicas institucionalizadas”, señala Pineda.

“Un modo de conocimiento que revalorice los enfoques holísticos, integradores y cualitativos, que proponga opciones metodológicas más flexibles y adaptables a los cambios del mundo real vivido, para llegar a nuevas combinatorias y entrecruces de disciplinas que nos ayude a consolidar un pensamiento más heterodoxo que el de la modernidad”, explica la profesora venezolana.

lunes, noviembre 08, 2010

El periodismo político en tiempos posmodernos

Por Guillermo Mejía

Las instituciones más poderosas para el control de la información son la religión y el Estado, por medio de ellas se crean mitos y relatos que expresan teorías sobre asuntos fundamentales. En la era posmoderna, los actores son los políticos y los periodistas y las nuevas sedes, catedrales de estos tiempos, son los medios de comunicación, en especial la televisión.

De esa forma estima el profesor y especialista en comunicación política afincado en España, Javier del Rey Morató, que agrega: “El relato es plural, y no remite a un mundo trascendente, sino a las cosas de la política, de la que esperamos lo que antes nos daba el gran relato: seguridad, certidumbre, asuntos para nuestra efectividad, y credibilidad para apoyar a los intérpretes y confiar en su palabra”.

Su interpretación parte de dos conclusiones fundamentales.

En primer lugar, lo que se refiere –como se dice en la entrada del presente artículo- que las instituciones más poderosas para el control de la información son la religión y el Estado. “La función de las teorías es simplificar al máximo la información, y ayudar a los que creen en ellas a organizar, valorar e interpretar la información, y a excluir la información no relevante”.

En segundo lugar, el autor asegura que después de la crisis del metarrelato bíblico, y después de la crisis de su competidor, el gran relato marxiano (en 1989) sólo queda el relato de la democracia liberal: “Aunque no sabemos muy bien en qué consiste, podemos aproximarnos a él: es un relato con nuevos actores, nuevo guión y nuevos escenarios”. Ahí aparecen los políticos y los periodistas.

Sin embargo, Morató prevé que la crisis del relato no empieza en estos tiempos, es adecuado “consignar que la crisis se insinúa en el dualismo de Maquiavelo. La crisis del metarrelato se manifiesta en el campo fenomenológico que él somete a análisis: la política. Y eso es tanto como decir que la posmodernidad estaba implícita en los enunciados inaugurales de la modernidad, como la madurez en el niño o la semilla en el árbol”.

Y añade el profesor de comunicación e información: “Podemos decir que la posmodernidad no es sino la modernidad más moderna, nuestro modo de estar en ella y de sentirnos habitados por ella: si empieza con la declaración de un estatuto de autonomía para la política, prosigue su marcha en la ciencia, con Galileo, toma posiciones en la cultura con Vico y con Herder, sale ruidosamente a la calle en 1789, y adquiere actualidad con las propuestas de Dewey, y, más recientemente con el llamado ‘pensamiento débil’”.

El punto es que –como explica Morató- si todo aquello era la modernidad ascendente, éste es un capítulo que no estaba en el guión: la conciencia de los límites de la modernidad; el padecimiento de sus contradicciones; la resignación ante un saber fragmentado; la aceptación de que existe una contradicción entre valores igualmente aceptables; la práctica de una política de posibilismo, basada en la gestión de los feedbacks, y la producción de una comunicación política que consigue implicar el demos en los asuntos de la polis.

El profesor y especialista en comunicación política aprovecha la ocasión para referirse al problema de los valores políticos en la posmodernidad, por cuanto la legitimidad en la búsqueda de un valor social “es en buena medida un concepto heterónomo, es decir, relativo, que no depende en exclusiva del valor estimado, sino de sus posibilidades en la constelación de valores en la que tiene que competir”.

Así, la legitimidad cambia cuando cambia la situación, y en ocasiones diferentes concepciones de la legitimidad pueden conducir a un conflicto entre grupos, o intensificar y radicalizar conflictos ya existentes.

“En esa búsqueda de valores, que se produce en un escenario conflictivo, en el que hay que decidir y decantarse por unos valores en detrimento de otros, la política adquiere una lógica propia, y unos comportamientos diferentes, que la distancian necesariamente de la cultura y de la religión”, dice el autor.

De esa manera, según Morató: “Una serie de dilemas, de asuntos no resueltos a priori, y que no admiten una solución ideal, satisfactoria para todos, no puede resolverse sobre la base de criterios técnicos exclusivos, ni tampoco en relación con un solo valor. Enfrentarse a esos dilemas implica necesariamente elegir entre distintas medidas políticas y distintos valores”.

Como no es posible encontrar “fórmulas mágicas” que sustituyan los dilemas por soluciones claras a todos y cada uno de los problemas, soluciones que den satisfacción a todas las partes implicadas “lo que queda no es la racionalidad en cuanto medición objetiva de las utilidades sociales, sino el regateo entre las personas”, asegura el pensador citando al autor estadounidense Daniel Bell.

Y concluye: “Es precisamente ese regateo entre grupos y personas en que consiste la política –su carácter pendenciero- el que convierte a la comunicación política en algo indisociable del quehacer político, y también en el repertorio de recursos para argumentar en forma interesada, que no siempre tiene en cuenta la realidad y la amarra semántica de los enunciados, bastándole con ser útil para los intereses camuflados bajo al forma de retórica reaccionaria o progresista, y bajo la forma de distintas posibilidades de simulación”.

lunes, noviembre 01, 2010

La comunicación en un mundo fluido

Por Guillermo Mejía

La comunicación, como fenómeno complejo, se vuelve necesaria abordarla desde la perspectiva de lo fluido, porque más que objeto se trata de procesos. Los nuevos paradigmas de la ciencia nos señalan que la forma tradicional del sujeto que conoce y la existencia de objetos independientes al sujeto fue superada por el entrecruce simultáneo de ambas categorías.

De esa forma lo define la maestra e investigadora en comunicación estratégica argentina, Sandra Massoni, que cita al autor Alejandro Piscitelli: “Mientras el viejo mundo cultural se organizaba alrededor de una cascada de interpretaciones, el mundo contemporáneo está apuntalado por una red de operaciones. Antes, el hilo conductor era el gesto; ahora lo es la programación”.

A partir de eso, una nueva perspectiva de investigación en comunicación permite plantear los siguientes supuestos epistemológicos:

Primero, la escala crea el fenómeno. El instrumento es teoría concretizada. No es solo más capacidad, sino habilita nuevas cosas, pero a la vez se crea para algo. Tiene una intencionalidad. Si aceptamos lo expuesto, podemos avanzar en que no sólo el punto de vista crea al objeto sino que el punto de vista no es natural con respecto al objeto.

Segundo, La distancia entre el objeto y el campo material es una distancia de interpelación y réplica que se recorre en condiciones históricas específicas.

“Cuando nos planteamos una investigación que descarta la pretensión positivista de objetividad, cuando no creemos en la posibilidad de la ciencia como ‘descubridora’ de algo que está fuera de nosotros, la preocupación se desplaza hacia la explicitación del lugar desde el que construimos el objeto. Esto es, el lugar desde el que hablamos a partir de asumir una relación sujeto-objeto”, asegura Massoni.

Entonces, la investigación en comunicación se propone como objetivo interpelar la complejidad en movimiento con lo que su pertinencia se aleja de la episteme (un saber qué) en dirección a la fronesis (un saber cómo algo funciona en diversas situaciones específicas). Se da un espacio de encuentro entre dos perspectivas tradicionalmente separadas, la filosofía y las ciencias sociales.

“La mirada comunicacional desde el paradigma de lo fluido se constituye entonces como una manera de abordar el espesor de la comunicación como fenómeno complejo y permite centrarnos en los dispositivos del cambio sociocultural como autodispositivos”, señala Massoni. Se necesita un abordaje multiparadigmátivo para comprender esa complejidad del fenómeno comunicativo.

Massoni propone a la categoría de mediación –así como la define el maestro Jesús Martín Barbero- para repensar el lugar de la comunicación en los procesos de cambio: “Consideramos que en el espacio de la comunicación no hay sólo producción de un proceso, sino también, y principalmente, producción de una trama ontológica que va generando un tipo de conocimiento”.

“Las mediaciones son espacios de articulación de la producción con el consumo, que, mediante el análisis, podemos reconocer como de más o menos relevancia en la generación del sentido acerca de un problema en una situación dada”, asegura la autora argentina.

“El énfasis está puesto en capturar la direccionalidad en este espacio privilegiado de producción de sentido ‘en acción’ que rebasa al de la interacción social, porque no interpela relaciones entre individuos o grupos, sino entre matrices socioculturales”, agrega.

El comunicador tiene que superar la condición de simple ejecutor de productos comunicacionales, ya que debe ser capaz de usar los saberes teóricos como horizontes de sentido y herramientas en su trabajo profesional. Tiene que apropiarse de las teorías de la comunicación e integrarlas valorativamente en sus planes de acción.

“La estrategia de comunicación –como proyecto de comprensión que recupere lo material, lo simbólico y lo afectivo- es un esfuerzo constante por instalar una conversación en un espacio determinado que se reconoce fluido”, dice Massoni. Y añade: “Problematizando y buscando rebasar los enfoques reduccionistas y excluyentes (comunication research, modelos interaccionales, modelos semióticos, etc.) con lo que se ha abordado la comunicación social, la mirada etnográfica ofrece una alternativa capaz de abordar la dinámica social para establecer comparativamente semejanzas y diferencias entre las matrices socioculturales(…)”.

La maestra argentina nos proporciona dos modelos de comunicación estratégica: el primero, de las miradas disciplinarias a partir de las cuales se aborda el problema de la investigación; y segundo, de los actores de la situación que se aborda.

1. La comunicación como espacio de encuentro de la ciencia. La principal tarea en este módulo es el reconocimiento de racionalidades teóricas en la problemática que se investiga. Reconocer marcas de racionalidad en la situación de comunicación es una operación que examina y capta a la vez el aporte constructivista de la teoría como reductor de la complejidad de lo real, y el de génesis de esa misma realidad en la que opera.

2. Interpelar la heterogeneidad sociocultural en la situación de comunicación y en torno al problema de investigación. La dimensión humana es algo de primer orden. Otro componente importante de este punto es que nos habilita a no caer en el relativismo lingüístico, sin restar importancia al lenguaje. El lenguaje no es el único marco de comprensión del mundo, si así lo fuera desaparecería el sujeto. Pero… están las emociones. El cuerpo humano también es un fenómeno relacional. La principal tarea de este módulo es reconocer mediaciones.

En síntesis, Massoni estima que la comunicación estratégica como modelo científico y académico busca aportar a un desplazamiento doble: por un lado, frente a la tradición de investigación guiada por la especulación filosófica o ideológica, y a su vez frente a la tradición profesional en comunicación guiada, por ejemplo, por prácticas comerciales.