viernes, abril 25, 2008

Que otros paguen los costos de la crisis económica

Por Guillermo Mejía

La crisis económica globalizada resulta tan irónica en este país centroamericano que –como siempre- los costos tampoco pueden ser compartidos por quienes hacen su riqueza a la par de la paga de salarios miserables.

La gran empresa privada, con la anuencia del gobierno de turno y la incapacidad de respuesta de la oposición de izquierda, demarcó su postura: los salvadoreños tienen que asumir la carestía, sacrificarse a lo máximo, porque las ganancias no están en juego.

La Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) que dirigió una vez el presidente Elías Antonio Saca asumió demencia cuando a sus directivos les preguntaron sobre si estarían dispuestos a hacer un sacrificio a la par de los trabajadores salvadoreños.

Ese sacrificio equivaldría, por ejemplo, otorgar un ajuste salarial inmediato y acorde a las necesidades elementales de los salvadoreños que tan solo han experimentado un 20 por ciento de aumento en su salario básico en casi 10 años. El salario es menos de $200 mensuales.

Son muchos los ejemplos a escala internacional, Estados Unidos no es la excepción, donde las autoridades respectivas han tomado medidas de emergencia para responder a la crisis económica, tanto con ajustes como con subsidios.

Es en ese sentido que en la actualidad desde diversos sectores nacionales, incluidos los transportistas, los panaderos, los expendedores de gasolina, entre otros, se mantiene una discordia abierta con las autoridades frente a los altos costos.

En nombre de la libertad de empresa, el gobierno de turno ha resultado incapaz de controlar la subida de los precios de los productos básicos, las tarifas de servicios públicos, sumada la inoportuna dolarización que en casi nueve años sepultó la economía nacional.

En El Salvador se gana en dólares equivalentes a los mismos colones (moneda anterior), pero se gasta en dólares de verdad. La paradoja resultante no es broma.

Ahora que estamos en tiempos preelectorales sería oportuno que los candidatos presidenciales Rodrigo Avila, del derechista gobernante Alianza Republicana Nacionalista (Arena), y Mauricio Funes, del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), dieran la cara en un debate público que tome en cuenta este tema.

Hasta ahora ninguno de los candidatos ha expuesto lo que pretende a ciencia cierta, sino más bien cada uno se ha enredado en un mismo y hueco discurso donde hasta el cansancio están hablando de combatir la pobreza, levantar la economía, etc., del diente al labio.

Claro que todavía hay tiempo para que hablen más en serio. Ojalá no pase mucho tiempo.

Los graves problemas que venimos afrontando –desde decenios antes de la última crisis del petróleo, por cierto, no podemos irnos por la tangente-, requieren de un esfuerzo patriótico titánico más allá de la retórica.

Hasta dónde los partidos políticos mayoritarios están dispuestos a concertar por el bien del pueblo y de la nación sería una respuesta necesaria, aunque tal vez incómoda, para medir si será más de los mismo por parte de Arena o la llegada de una izquierda sin ton ni son.

En casi veinte años de Arena hemos constatado cómo la izquierda ha servido, en muchas ocasiones, de contrapeso ante la maquinaria empresarial empecinada en sus ganancias y privilegios. Algunas veces también hay que aceptar que a la izquierda se le ha pasado la mano. Ahora cómo le iría a esa izquierda en el Ejecutivo si tendrá como contrapeso a una derecha que obviamente, ideologizada como es, le hará la guerra total desde cualquier instancia del Estado o de la empresa privada.

Y, en ese estira y encoge, qué gana el pueblo salvadoreño, cansado de esperar y víctima de un sistema deshumanizado. Que los contendientes vengan a cantar el mismo pregón de la esperanza y que vamos a estar mejor no calma las angustias cotidianas.

En ese marco, la ciudadanía salvadoreña debe estar alerta frente a las candidaturas presidenciales, en especial, y las de alcaldes y diputados, en general, para ver si el sistema partidario da un golpe de timón y vira hacia la concertación nacional.

No hay otro camino. O armamos el plan de nación o nos despeñamos con Arena y el Fmln, incluidos.