lunes, julio 27, 2009

A un mes del golpe de Estado en Honduras

Por Guillermo Mejía

Tal como se está tratando el antidemocrático golpe de Estado en Honduras, en especial por la anuente comunidad internacional, cabe señalar el peligro de que al correr el tiempo el gobierno de facto termine consolidándose. Sería un precedente nefasto para América y el mundo dado que las asonadas creíamos que eran cosas del pasado.

El presidente constitucional Manuel Zelaya sigue aún en el paso fronterizo Las Manos, entre Honduras y Nicaragua, a fin de concluir su retorno a Tegucigalpa de donde los politicastros, los empresarios y los militares –con apoyo de la reacción internacional- lo sacaron en pijamas el pasado 28 de junio.

Una de las piezas claves del tablero, la administración estadounidense, optó al final por una postura de doble moral: por un lado, atacó a los golpistas (aunque tarde) porque evidentemente rompieron el orden institucional y, por el otro, no ha dado pasos concretos para aislar a los golpistas, más bien los oxigenó con la fórmula del costarricense Oscar Arias.

La propuesta de Hillary Clinton, secretaria de Estado, no concluyó en nada. El gobernante de facto, Roberto Micheletti, tomó fuerzas para darle largas al asunto, mientras Zelaya y su gente han puesto una alta cuota de sacrificio –hasta con sangre de hermanos. El tiempo corre y el resto de países también lucen cansados. ¿El tiempo a quién favorece?

Como bien dijo el presidente Zelaya, si Estados Unidos quiere conversar del asunto entonces que envíe a sus emisarios a la frontera centroamericana. A la par, debe dar pasos concretos para hacerle ver a los golpistas que su acción es improcedente. Los golpistas y sus asistentes no merecen ser tratados con paños tibios.

En una carta dirigida al presidente Obama, Zelaya le demanda acciones concretas, en otras palabras que se ponga claro. De hecho, la presión norteamericana sería una buena señal, dado que la continuación de los usurpadores en el control del país centroamericana significa una afrenta a la comunidad internacional.

Ojala que, aunque se aprecia lo contrario, otras administraciones alrededor del mundo demandan con firmeza la reinstalación de Zelaya. De quedar así las cosas, cualquier gobierno elegido democráticamente está a merced de ser remplazado por gorilas en pleno siglo XXI, un lujo que no nos podemos dar.

Lamentablemente, hasta sectores progresistas han caído en la trampa de ver el caso de Honduras como un simple teatro de lucha por la hegemonía política entre dos posturas antagónicas en América, en otras palabras las propuestas de emergentes gobiernos de izquierda frente a la derecha tradicional.

Si bien no se puede negar del todo ese escenario, también es importante tomar en cuenta la urgencia de propuestas gubernamentales que han venido a favorecer a las mayorías populares, como en el caso de Honduras donde el aumento al salario mínimo, el control de precios a las medicinas y la necesaria consulta ciudadana calentaron a la derecha pudiente.

Estos momentos requieren de mucha responsabilidad en el análisis y en las acciones a tomar.

Los centroamericanos tenemos que andar con sumo cuidado frente a las tentaciones antidemocráticas que amenazan la posibilidad de conquistar un mejor futuro. Si las cosas no mejoran, si el presidente Zelaya no retorna a Tegucigalpa, también es urgente que debamos ir pensando en acciones multilaterales en contra de los golpistas. Ahora o nunca.

lunes, julio 20, 2009

Algunas luces en el camino

Por Guillermo Mejía

La elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia fue un aliento en medio de los visos de inconstitucionalidad que lamentablemente se siguen experimentado en la sociedad salvadoreña. De entrada, fue un buen paso en la consecución del proceso político que recién inicia con la llegada de la izquierda al Ejecutivo.

También, resultó un éxito en la mediación del presidente Mauricio Funes en las discusiones de los políticos representados en la Asamblea Legislativa; ahora, volverán a sentarse en torno a la mesa para resolver lo del Fiscal General y el Procurador General, huesos sobre los que enfilan sus dientes los padres de la patria.

Qué bueno sería para el país que esas deudas políticas con la ciudadanía se resolvieran de inmediato y ojala que, a partir de este ejercicio de negociación, sea la última vez que los políticos –de izquierda o derecha- violentan la ley. El pueblo tiene derecho a pedir cuentas, mucha más allá de pasar la factura en tiempo de elecciones.

Ahí es donde radica la nueva forma de concebir la política en este tiempo. La ciudadanía, ese poder manipulado por los politicastros, tiene que ejercerse a partir de que la titularidad del poder le corresponde, no así a sus representantes –elegidos en las urnas- que simple y llanamente tienen que obedecer el mandato soberano.

Ante eso urge en el país que el sistema mediático retome su papel ciudadano, para asegurarle a la población informaciones y opiniones de alto valor a fin de que la gente conozca al pie de la letra lo que sucede y sus consecuencias. Aun experimentamos un déficit inmenso en esa invaluable tarea periodística que todavía responde a intereses espurios.

Máxime en momentos cruciales para nuestra historia latinoamericana con el oprobioso golpe de Estado que fue víctima el presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, por parte de la oligarquía y los militares que a toda costa pretenden impedir algunas reformas que ayuden al pueblo.

Por eso no era de extrañar la postura adoptada por los sectores tradicionales que en El Salvador han avalado el asalto militar hondureño. Políticos y empresarios, en general, han suspirado con la asonada impopular y pretenden que el gobierno recién instalado en nuestro país se “vea en el espejo” por si pretende profundizar los cambios.

Los salvadoreños, así como los latinoamericanos, debemos estar atentos ante ese tipo de chantajes y mantenernos solidarios con la crisis de nuestro hermano país centroamericano. No podemos permitir una rendija para que la antidemocracia vuelva a consolidarse en la región. En el siglo XXI vayamos pero a profundizar la democracia. El gorilismo es del pasado.

jueves, julio 09, 2009

Terminar con el golpismo para asegurar la democracia

Por Guillermo Mejía

El diálogo entre el presidente electo democráticamente de Honduras, Manuel Zelaya, y el de facto, Roberto Micheletti, bajo la mediación del mandatario costarricense Oscar Arias –Premio Nóbel de la Paz- en San José tiene que asegurar la eliminación de la amenaza del golpismo en nuestra región.

Por encargo o sugerencia de Hillary Clinton, secretaria de estado estadounidense, Arias pretende que se vuelva al carril de la democracia hondureña luego de la captura y expulsión de Zelaya, el 28 de junio, cuando estaba programada en ese país centroamericano una consulta popular.

Los dimes y diretes no se han hecho esperar. Muchos consideran que volver al redil democrático no es un asunto fácil dado el empecinamiento de sectores de poder hondureños, en connivencia con los militares, que se han visto amenazados por la que estiman radicalización de las propuestas del gobierno de Zelaya.

El acercamiento del mandatario defenestrado por los golpistas con el presidente venezolano, Hugo Chávez, por consiguiente la incorporación de Honduras a la alternativa bolivariana Alba y su participación activa con los gobiernos latinoamericanos de Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Cuba, además de Venezuela, causó nervios en los susodichos sectores de poder.

La consulta popular de ese domingo del golpe, que pretendía conocer la voluntad de los hondureños sobre cuestiones de política doméstica, fue la gota de derramó el vaso. Ya desde antes la derecha política y empresarial latinoamericana ha hablado de una ofensiva de la izquierda, que consideran radical, bajo la égida de Chávez.

En recursos electrónicos y medios de comunicación tradicionales latinoamericanos ha salido, al respecto, cantidad de informaciones y comentarios. El golpismo o gorilismo ha sido acompañado directa o de forma indirecta como una manera –aunque algunos creen desde todo ángulo incorrecta- urgente para contener el avance de la “izquierda chavista”.

Irse por el supuesto de la ofensiva radical de la izquierda, por ende, resta importancia a la discusión sobre la real y necesaria democratización de nuestra región, además de la estigmatización de las consultas populares y las formas también necesarias de participación de los pueblos en la construcción de su destino.

Fácil resulta, en ese sentido, que por la supuesta amenaza las democracias emergentes claudiquen por medio de recursos antidemocráticos y del pasado como son los golpes militares tan vergonzantes en nuestra región, así como deshacer de un plumazo las conquistas políticas, sociales y económicas por la lucha de los pueblos.

Entonces, condición sine qua non sería que resulte imprescindible que el golpismo sea un recurso desterrado de la mente de los centroamericanos y latinoamericanos y, obviamente, que en el caso hondureño se encauce el proceso democrático con la reinstalación de Zelaya. Ambas partes mostrarán sus recursos en el proceso de diálogo.

Urge, sí, que avancemos en la construcción democrática de cara a los pueblos y que no volvamos a ver al pasado para copiar recursos que deben estar en el basurero de la historia. Una mirada al pasado solo vale para aprender de las lecciones históricas que se vuelven buen recaudo para nuestro presente y la construcción del futuro.