lunes, julio 25, 2011

Reflexiones en el Día del Periodista

Por Guillermo Mejía

El 31 de julio celebramos el Día del Periodista, ocasión que permite hacer algunas consideraciones en torno a las condiciones en que se desarrolla la comunicación social y el papel de los profesionales del periodismo nacional. Conformes nunca podremos estar, sobre todo en una labor que exige aplicación cotidiana, apertura al cambio y reflexión constante.

Creo que con el paso del tiempo, pongámosle comienzo con la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, se ha confirmado que el espejismo publicitado de que la prensa había llegado a su mayoría de edad fue tan solo eso. Muchos vicios del pasado, condicionantes que imposibilitan el trabajo periodístico y la falta de asunción de responsabilidades en los medios siguen vigentes.

La presencia de poderes fácticos, de carácter económico o ideológico, continúa mancillando el derecho a la información y a la comunicación de la ciudadanía, con el agravante que existe analfabetismo mediático y esa ciudadanía -con excepciones, por supuesto- consume muchos productos mediáticos tóxicos al igual que comida chatarra.

En pleno Siglo XXI, aún se confunden los avances tecnológicos de los medios de comunicación con la democratización de esos espacios que ética y moralmente deben estar al servicio de la sociedad en general no de esos grupos fácticos que, además del negocio, mantienen a los ciudadanos en el anonimato y sin ofrecerles formas adecuadas para comprender la realidad.

Desde las autoridades de turno, es lamentable que persista la visión de gobiernos anteriores de manejar las relaciones con los medios a partir de conveniencias mutuas, en especial con la bolsa publicitaria, de ahí que muchos espacios informativos y opinativos nunca lograron acceder a ese “privilegio”; claro, privilegio con los fondos públicos, algo inaceptable.

El otro punto preocupante, que viene a sellar con broche de oro la situación planteada, es la forma vergonzante y humillante en que muchos colegas de los medios se ven sometidos por “políticas informativas” o “políticas editoriales” que menosprecian y ensucian la profesión periodística a partir de deseos corporativos o ideológicos.

Tal es el atraso que se experimenta en ese campo que cualquier “comisario” enviado por los jefes, de cualquier signo mercantil o ideológico, lesiona la dignidad de los periodistas, trastoca la función social que desempeñan y confunde el tratamiento informativo con campañas de publicidad o propaganda. Lean diarios, vean tele, oigan radios, accedan a páginas web y se darán cuenta.

La función del periodista es sumamente delicada. No se trata de un trabajo que se venda al mejor postor en busca del negocio redondo o la ganancia política a ultranza. En ese sentido, cobra fuera la necesidad de la responsabilidad de quienes participan en el proceso informativo de cara a la ciudadanía como dueña de la información.

A la vez, cobra fuerza la necesidad que desde los periodistas se asuma esa realidad tan incómoda y se cambie de actitud frente a la urgencia de establecer acciones organizativas y gremiales donde se reflexione, aclare y se tomen las medidas pertinentes para dignificar la profesión periodística. Al final, es un asunto social.

La otra pata de la mesa, obviamente, lo representa el carácter crítico y contestatario que deben tener los ciudadanos como dueños de la información y en consonancia con su derecho a la información y a la comunicación exigir una producción periodística honesta, democrática y respetuosa de la dignidad de la persona.

La sociedad amerita que periodistas, empresarios mediáticos, políticos, gobernantes de turno, etc., le demos a la comunicación social el lugar que le corresponde. Y, en especial, a periodistas y ciudadanos en general, el compromiso con la lucha por la conquista de un periodismo que privilegie a la gente.

De mi parte, colegas, les deseo un feliz Día del Periodista. La lucha persiste.










martes, julio 19, 2011

Las trampas de la publicidad

Por Guillermo Mejía

El anuncio en televisión que nos sugiere que hay que rebuscarse para poder estar con los amigos y disfrutar de unas cervezas parece insignificante, más de alguna persona incluso encontrará gracia en el ingenio del empleado que con su café caliente dispara la alarma contra incendios a fin de liberarse de su trabajo cotidiano.

Por un par de bebidas embriagantes, pues, vale la pena hacer trampa. Al menos, esa idea puede que nos quede en la memoria al exponernos a ese spot publicitario. Desde la comunicación, empero, es buena ocasión para reflexionar sobre los posibilidades y los límites que tiene la publicidad como una forma de comunicación que moralmente debe respetar reglas.

El profesor español Alfonso Méndiz, de la Universidad de Málaga, nos recuerda al respecto que hablar de publicidad y valores “supone situar el fenómeno publicitario en la esfera de lo social, de la comunicación pública” y, aunque no se puede obviar la esfera del marketing, “la primera dimensión a la que afecta es necesariamente la esfera del imaginario social”.

En otras palabras, ese lugar donde se forjan los símbolos y las ideas que acabarán convirtiéndose en la cultura de un país.

Según el académico español, el problema estriba en que mucho se ha discutido y legalizado en torno a la responsabilidad de la publicidad en el ámbito de lo comercial, pero casi nada se ha procurado en cuanto a la responsabilidad de esa comunicación especializada en la configuración de valores y estilos de vida.

“Tan sólo han merecido cierta atención –y más en los códigos éticos que en los jurídicos- las cuestiones relativas a los estereotipos (principalmente, el tratamiento e imagen de la mujer) y las que se refieren a determinados públicos (infancia y juventud)”, afirma Méndiz. En la proliferación de enfermedades como la anorexia se ha tocado el punto como respuesta a la alarma social.

En el caso de la televisión, que dio pie para estas líneas, es de notar que es el medio por excelencia para la publicidad: “La televisión, merced a su enorme caudal de recursos (música, imagen, sonidos, movimiento, etc.), ha consolidado una publicidad cada vez más emotiva y espectacular en detrimento de otra más informativa y racional”, asegura el profesor español.

¿Qué valores nos “vende” la publicidad actual?, es la interrogante obligada. Méndiz nos recuerda que desde siempre son tres factores a considerar:

En primer lugar, la orientación “psicologista” de una parte de la investigación sobre el consumidor. Suponen que cada grupo social tiene unas necesidades emocionales profundamente arraigadas. El marketing busca aislar e identificar los problemas psicológicos que afectan a cada sector de la sociedad, de ahí que las propuestas se vuelven medicina para la frustración de la audiencia.

En segundo lugar, la desorientación cultural en torno a los valores y las creencias. Hoy en día, en que el mundo contemporáneo parece sumergido en una crisis de identidad que afecta el sentido ético y a las creencias, la publicidad ha asumido el papel de ofrecer valores firmes, seguros, incuestionables y pacíficamente aceptados por la mayoría.

En tercer lugar, la importancia creciente de la televisión, o sea la mediatización incontrolada de nuestra experiencia por los mass media es una de las principales causas de preocupación. Preocupa la televisión por ocupar el lugar privilegiado en la creación del universo visual que nos rodea y que nos introyecta nuestra concepción del mundo y de nosotros mismos.

Méndiz estima que “los anuncios televisivos –merced a elementos recurrentes como la música pegadiza, el eslogan o el juego de palabras- se recuerdan y se asimilan mucho más que el resto de nuestras experiencias cotidianas”. Es la fuerte carga visual y emocional de los spots lo que hace de la publicidad en televisión un vehículo eficaz para la transmisión de actitudes y estilos de vida.

Es menester que, en nuestro caso, se haga reflexión y se tome conciencia sobra la necesidad de la eticidad en la publicidad. No es cierto que los publicistas y los medios de comunicación contemplen como debería ser los cánones en la formulación y proyección de los recursos publicitarios, aunque digan lo contrario y satanicen el papel regulador que debería jugar el Estado.

Al menos, en fechas recientes la publicidad sobre la pastilla que “asegura” un comportamiento sexual de primer orden al macho salvadoreño le tuvieron que agregar la frase “consulte a su médico”, tras los señalamientos que hiciera el diputado Guillermo Mata, del partido Fmln, sobre el riesgo que a ese macho se le pare el corazón en el derroche emocional. Exijamos responsabilidad.










lunes, julio 11, 2011

La necesidad de un modelo ético en Internet

Por Guillermo Mejía

Con la llegada de las nuevas tecnologías y la revolución de Internet no pocos especialistas han insistido en la necesidad de armar un modelo ético de cara al libertinaje que representa para muchos el acceso y difusión en la red de redes. Los planteamientos éticos se enfrentan al desafío de la velocidad de los cambios que muestra la plataforma digital.

Sin embargo, el maestro Juan Pedro Ortuño, de la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid, advierte que “más que un ente dinámico, la ética es un modelo (o modelos) permanente de referencia. Independientemente del progreso o avances tecnológicos, la persona sigue siendo ser trascendente y sujeto de dignidad en sí mismo considerado”.

En ese sentido, el catedrático español da una serie retos éticos que plantea Internet, entre otros:

Primero, la “brecha digital” o gran desigualdad respecto a la implantación de Internet en diferentes áreas del planeta. Se entiende por brecha digital el progresivo distanciamiento entre los países ricos y los países pobres. Se deriva de la desigual distribución de la riqueza en el mundo.

Segundo, el colonialismo cultural, que es un problema que afecta fundamentalmente a los gobiernos y centros de decisión de poder. Va unido a otro problema no exclusivo de Internet, que es la cada vez mayor concentración de medios en pocas manos.

Tercero, la difusión inmediata de noticias sin estar debidamente contrastadas. Este hecho que venía dándose ya en todo el periodismo conforme mejoraban las tecnologías, ahora se ve acentuado. Internet supone un flujo constante de información, mucha de ella con errores.

Cuarto, la difusión de pornografía y la apología del racismo. El problema de controlar los contenidos. De hecho, en Internet es posible encontrar prácticamente de todo. Unido a este hecho, está que Internet se ha convertido en un mercado para adquirir cualquier cosa.

Quinto, el problema de la privacidad y el anonimato. Una parte de este problema está claro por su carácter delictivo. El tratamiento ético debería ser el mismo que el que se daría a quien interviniera un teléfono.

Sexto, la realidad virtual. Internet está siendo objeto de experimentación de simulaciones de la realidad. La realidad virtual puede sumergir a la persona en una ilusión funcional de lo real –a diferencia de las representaciones clásicas, que sólo adoptan la forma de su modelo.

“Internet es una buena herramienta. Y más que plantear nuevos retos éticos, o una ‘contemporización’ de la ética a las nuevas tecnologías, de lo que se trata es de la práctica de una mayor responsabilidad por parte del usuario. El uso de Internet está modificando a la sociedad”, señala el profesor Ortuño.

“Hay problemas que empiezan a vislumbrarse de forma dramática, como puede ser la progresiva analfabetización de la población, la denigración en el uso del lenguaje, la pérdida de contenidos culturales sólidos, y una cada vez mayor cultura del juego o ‘cultura espectáculo’ (…) Internet sirve para trabajar con mayor eficiencia, pero también para perder multitud de horas en navegaciones absurdas”, agrega el catedrático español.

Ortuño nos orienta sobre cómo podemos actuar con responsabilidad frente a la red de redes:

Así, llama a estar atentos a las verdaderas necesidades que puedan surgir en nuestro entorno vital como usuarios de Internet. A la vez, detectar y organizar contenidos, personalmente o en común con otros usuarios, con transparencia. Y analizar y discernir algunas de las realidades presentes en Internet, desde una visión constructiva de la sociedad y del bien común.

También, colaborar con la tarea educativa y formativa, existente ya desde plataformas universitarias u otro tipo de escuelas, y que garantizan el desarrollo integral de la persona. Discernir con claridad si los contenidos divulgados en Internet son acertados en conformidad al bien común social y crear grupos de noticias y foros para el conjunto de contenidos en Internet.

“Los grandes principios éticos universales pueden ser aplicados a Internet, sin necesidad de inventar una ética de carácter ‘virtual’; es decir, inexistente, o sujeta al libre capricho de los que ostentan el poder económico o político coyunturalmente”, sentencia el maestro Ortuño sobre la base del respeto a la dignidad de la persona.










lunes, julio 04, 2011

El sujeto como base del paradigma comunicativo

Por Guillermo Mejía

El sujeto ha pasado a ser el centro de atención del paradigma comunicativo en la sociedad contemporánea y junto al de la participación han abierto nuevas posibilidades, para avanzar en la democratización de las estructuras sociales, económicas, políticas y culturales. Si bien la ilustración nos heredó el paradigma del progreso, en la actualidad lo ocupa la comunicación.

El catedrático español José Francisco Serrano Oceja, de la Universidad San Pablo-CEU, de Madrid, nos dice al respecto: “Una comunicación que presupone la existencia de seres libres para los cuales la libertad de comunicación y de información supone el eje de las relaciones sociales y políticas”, pero que tome en cuenta la libertad individual además de la igualdad de todos.

Sin embargo, esa libertad tiene que ser resguardada de las tentaciones del poder político, que en general son vistas desde las esferas del Estado, así como del peligro de la “economización de la información pública” por parte de entidades privadas que hacen usufructo del derecho a la comunicación y la información.

Serrano Oceja hace un acercamiento al fenómeno de la comunicación y sus medios a partir de tres elementos: en primer lugar, la comunicación es una experiencia antropológica básica, porque comunicar consiste en realizar un intercambio entre un sujeto y otro. Lo característico de toda experiencia personal es definir las reglas de la comunicación.

En segundo lugar, la comunicación es, también, un conjunto de técnicas que nacieron de una respuesta a la necesidad de transmisión y transposición directa, y hoy se desarrollan en la comunicación a distancia. Los progresos han sido tan inmensos y los resultados tan evidentes que nos encontramos en la denominada “aldea global”.

En tercer lugar, la comunicación se ha convertido en una necesidad funcional de las economías interdependientes. El modelo es el de la apertura, que se traduce en permanente interacción, tanto para el comercio como para las relaciones internacionales. De esa forma los sistemas técnicos son una necesidad funcional sin relación a un modelo de comunicación normativo.

El catedrático español hace una clasificación de la comunicación, tanto personal como de masas, para arribar a la conclusión de que: “En la actualidad vivimos más que en un mundo de comunicaciones globalizadas, de borrachera de comunicación, en una atmósfera de comunicación borrosa” como consecuencia de la “objetivitis” periodística y la mercantilización de la información.

“Nuestro tiempo es el del triunfo de la comunicación, pero fundamentalmente del concepto instrumentalista, que no humanista, de la comunicación. La ideología utilitaria ha permeabilizado la razón tecnológica, que es aquí razón instrumental, como plataforma de esa generalizada identificación entre conocimiento y poder, saber-información y poder”, afirma Serrano Oceja.

Por eso, urge tomar en cuenta ciertos puntos críticos para no confundir el rol de la comunicación:

-El objetivo de la comunicación no es tecnológico, sino que concierne a la comprensión de las relaciones entre los individuos (modelo cultural) y entre éstos y la sociedad (proyección social). Es la elección entre socializar y humanizar la tecnología o tecnificar la comunicación. La productividad de las tecnologías no puede sustituir a la lentitud y las imperfecciones humanas.

-Hay que apartarse de la ideología tecnológica que reduce la comunicación a la tecnología. La comunicación tiene pretensiones de ocupación de los lugares de los sistemas que han pugnado por ser generadores de valores de la sociedad: suplantada la religión, la ciencia y la política.

-Debemos desarrollar los conocimientos para relativizar la ideología tecnológica. El progreso no se sitúa al lado de la lógica de la demanda que se realiza en las nuevas tecnologías. Acabar con la fascinación por las posibilidades exponenciales de una aplicación omnipresente a base de pensamiento, de humanismo. Y si no que se lo digan a los programadores de televisión.

-No hay racionalidad común a las tres lógicas del emisor, del mensaje y del receptor.

Serrano Oceja pone de ejemplo al fenómeno de Internet. La red de redes es parte de una revolución tecnológica, en la que coinciden dos elementos: las aspiraciones del momento y una ruptura. La aspiración fundamental es la libertad, y la ruptura es con la generación de nuestros padres, del televisor.

“En Internet cristalizan tres ideologías: la del mercado como una finalidad en sí misma; la de la tecnología como superrendimiento y a de la modernidad-post, nacida de la crisis de las grandes utopías. Es la crisis de las referencias externas, solo cuentan las referencias internas, asumidas y vehiculadas por la propia red. Es la crisis del tiempo, absolutizando el tiempo presente…”, explica.

El catedrático español culmina su exposición con lo que denomina “nuestra oferta” de cara a esa comunicación borrosa y crisis del periodismo, y que debe estar centrada en el sujeto y la sociedad. Los medios de comunicación deben estar al servicio de las personas y de las culturas; del diálogo con el mundo actual; de la comunidad humana y del progreso social, entre otros.

“La necesidad de una evaluación crítica; la solidaridad y el desarrollo integral; transformación de las políticas y de las estructuras; y la defensa del derecho a la información y a las comunicaciones”, son algunos de los retos que se presentan en la sociedad contemporánea, concluye el catedrático Serrano Oceja.