lunes, septiembre 27, 2010

La práctica periodística más allá de temores infundados

Por Guillermo Mejía

La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia resolvió en el caso de la inconstitucionalidad o validez de las reformas al Art. 191 del Código Penal. Con el veredicto, los dueños, directores, editores o responsables de programas ya no tendrán que esconderse en el manto de la impunidad cuando se cometa algún acto que lesione la dignidad de la persona.

Claro, como se esperaba, los empresarios mediáticos y el coro de politiqueros que se han visto favorecidos cuando lanzan campañas difamatorias, insultos, calumnias e injurias en nombre del ejercicio de la libertad, han puesto el grito en el cielo con acusaciones desproporcionadas de que desde el Estado se atenta contra la libertad de expresión y el derecho a la información.

Sin embargo, ningún Estado, por supuesto ni gobierno, ni clase política, entre otros, que se diga serio puede dejar al libre albedrío el ejercicio de cualquier libertad, incluida la de expresión y el derecho a la información, por cuanto, tiene que corresponder con el respeto a los derechos de los demás, en especial, el de honor, intimidad e imagen.

Lo grave del asunto es que el origen de las reformas, que no pueden corresponder a una responsable y sana despenalización de la crítica periodística, está en el manoseo periodístico de ciertos medios (y de importancia) que ronda en la difamación, calumnia e injuria bajo el ropaje de crítica política. Además, en la negación del derecho de respuesta.

Recuerden allá por el 2004 cuando el ya desaparecido candidato de la izquierda, Schafik Hándal, fue difamado por un personaje oscuro –y de sobra conocida son los medios que prestaron sus espacios para ello. Las reformas llegaron luego de la demanda contra el susodicho personaje, con lo que quedó demostrada la estratagema tejida por sectores de la derecha en la Asamblea Legislativa.

Luego, también de todos conocido, el recurso de inconstitucionalidad presentado por el empresario de las hamburguesas bajo el argumento que El Diario de Hoy lo había dañado en su integridad moral sin que le dieran derecho de respuesta. El periódico asumió que las reformas del Art. 191 le otorgaban garantías y de ahí el proceso que culminó en días pasados.

Por lo tanto, sería bueno que nuestra gente tome conciencia de lo actuado por la Corte Suprema de Justicia en aras de que la prensa corresponda como debe ser ante la ciudadanía, desde una postura ético-moral que, además del respeto por los diversos actores del proceso, aprecie la apertura de sus espacios para la construcción de una auténtica democracia.

Seamos responsables, colegas periodistas. Seamos responsables, señores empresarios mediáticos. Seamos responsables, señores actores políticos, económicos y sociales. El periodismo salvadoreño necesita, con el concurso de la ciudadanía, una apertura mental y toma de conciencia y eso pasa por el compromiso con el respeto a la dignidad de la persona. Ni más, ni menos.

Pero, como siempre hay un pelo en la sopa, entre quienes aseguran que se ha violentado la libertad de expresión y el derecho a la información surgió también en estos días la demanda de que el presidente Mauricio Funes debe informar sobre la programación de Canal 10 de la televisión nacional, porque se han colado algunos documentales de corte izquierdista.

“El Canal 10 de televisión está presentando programas que no son educativos, ni culturizantes; porque, en la nueva realidad que vive el país presentar imágenes denigrantes de la Fuerza Armada, en los (sic) que se trata de justificar la violencia como un medio para poder lograr el poder político, demuestran caducidad ideológica y poca madurez”, reza una pieza de correspondencia fallida presentada por el partido Arena en el Legislativo.

“Estos programas abiertamente están inculcando odio e intolerancia entre los salvadoreños y en nada contribuyen a la reunificación de la sociedad. Además algunos de ellos promueven el Socialismo estatizante, atentando contra las libertades políticas y económicas”, agrega la pieza que no es otra cosa que una solicitud de censura propiciada por los autonombrados paladines de la libertad.

Por si fuera poco, la campaña contra el Canal 10 fue secundada por la autodenominada Asociación de Veteranos Militares de El Salvador “General Manuel José Arce” (ASVEM) que en un campo pagado protesta por lo que considera “(…) constantes ataques al honor y dignidad de la Fuerza Armada, realizados en los medios de comunicación del FMLN”.

“Estos programas contra nuestra institución fueron transmitidos en el Canal 10 (Televisión Educativa). Paradójicamente en los momentos en que el Señor Presidente de la República llama reiteradamente a la unidad nacional. Con este acto se busca difamar a la Fuerza Armada y parcializar la realidad histórica del país, contraviniendo el espíritu de los Acuerdos de Paz de 1992”, aseguran los veteranos entre quienes están lo de la famosa “Tandona”.

En círculos de prensa también han calado los temores infundados; por ejemplo, el periodista Rafael Domínguez, entrevistador de Canal 8, le advirtió al director de Canal 10, Romeo Lemus, que al ver el contenido de uno de los materiales “me pareció muy fuerte, que revive heridas del pasado, y, y, y sin contextualización”. Le señaló que había recibido correos de gente preocupada por el caso.

Lemus, que era el invitado, lució dubitativo, pero al final se conformó con decirle que hay que ver el caso en su real dimensión, aunque lamentó si hubo algún malentendido. Una de las frases que dijo fue la siguiente: “Pero sí creo que Canal 10 está, como medio de comunicación del Estado, (en) hacer un trabajo serio, a propiciar realmente un clima como el que tú estás diciendo, un clima de sanidad mental”.

Como se puede apreciar, está costando a la prensa salvadoreña –y a la sociedad en general, en especial a sectores conservadores- comprender el significado de la comunicación pública de cara a la ciudadanía, de cara también a la urgente necesidad de que existan reales espacios mediáticos que coadyuven a la democratización de esta sociedad desigual y generadora de injusticia.

lunes, septiembre 20, 2010

Comunicación alternativa para el cambio social

Por Guillermo Mejía

La comunicación para el cambio social gira en torno a un ramillete de opciones que van desde posturas laxas a posturas comprometidas políticamente. En América Latina ha cobrado terreno la concepción a partir del paradigma de la participación, aunque la presencia de la corriente contestataria sigue vigente en cantidad de proyectos.

El profesor colombiano Rafael Obregón, especialista en el binomio comunicación y salud, afirma que la transición en muchos países del área y el colapso del modelo soviético “crearon nuevas condiciones geopolíticas a nivel internacional que dieron mayor cabida a procesos de movilización social y a una mayor pluralidad de voces” frente al modelo dominante.

“Se observa un desplazamiento de modelos enteramente economicistas a modelos más humanistas y se reafirman los elementos del denominado modelo alternativo (participativo) del desarrollo que enfatiza el involucramiento de los diversos actores sociales, una mayor atención a los niveles locales, y enfoque en las causas estructurales” de la pobreza y subdesarrollo.

De esa manera, el modelo alternativo asume la participación ciudadana para el cambio social con el fin de generar avances sociales y materiales (con equidad, libertad y otros valores cualitativos) para la mayoría de la gente a través de un mayor control por parte de las comunidades, según estima Obregón con citas de otros autores.

“Por ello, su énfasis, más que en lo económico, está en lo social, y considera el desarrollo en las necesidades manifiestas sin ignorar las normas, valores y cultura”, sostiene el profesor colombiano. En líneas generales, se asume que el desarrollo debe: estar basado en necesidades locales y responder a procesos endógenos. Además, promover la participación en todos los niveles, promover la autodeterminación, promover igualdad y acceso, y considerar normas, valores y cultura en forma adecuada.

El “modelo dialógico y humanizante del educador brasileño Paulo Freire, y las perspectivas culturalistas y críticas de las formas de relacionamiento de las audiencias con sus públicos tiene una gran influencia. La comunicación debe entenderse entonces como un proceso orientado hacia el empoderamiento y la movilización” para ser partícipes y decisores activos.

Sin embargo, el modelo no está exento de críticas. “La mayor crítica formulada (…) es quizá lo que se considera una mirada utópica, o romántica como la denominan algunos autores, a los procesos de desarrollo. Por ejemplo, las referencias al concepto comunidad tienen a desconocer los conflictos y tensiones naturales de los procesos comunitarios”, dice Obregón.

“Otra de las críticas al paradigma alternativo se desprende de la diversidad de acepciones que se manejan sobre el término participación y las dificultades para poder desarrollar procesos participativos consecuentes con los postulados del modelo. El concepto participación incluye diversos tipos y niveles, cuya aplicación a menudo conduce a una falsa o limitada participación, y, por el contrario, reduce la posibilidad de toma de decisiones”, agrega el catedrático.

El otro modelo vigente desde la comunicación para el cambio social se refiere al paradigma de la dependencia, originado en la Teoría de la Dependencia muy en boga en la historia reciente de América Latina, con base en postulados neo-marxistas, estructuralistas y críticos a fin de encontrar una salida frente a la desigualdad de los países periféricos frente a las metrópolis.

“Como crítica de la modernización, no del desarrollo, según la cual el subdesarrollo está causado precisamente por las relaciones de vinculación de los países del Tercer Mundo con la economía mundial, y lo que hay que cambiar son esas relaciones internas de explotación. La teoría de la dependencia cuestionó el desarrollo capitalista, pero no el desarrollo, y postuló un desarrollo socialista, o desarrollo con equidad”, sostiene Obregón.

En la década de los años 70 se suscitaron discusiones sobre la necesidad que, desde la comunicación, debería haber equidad en el flujo informativo. De ahí la famosa Comisión McBride –en la UNESCO- que sacó a luz su Informe McBride donde se demandó un nuevo orden internacional para la información y la comunicación.

A la par de relaciones justas en la economía, con un nuevo orden económico internacional, se hizo hincapié en la necesidad de democratizar la comunicación.

“Pero, lamentablemente, el impulso transformador de los países no alineados no lograría pasar de la enunciación a la acción. La resistencia de los países desarrollados al cambio se aprobó abrumadora y paralizante. Y así vino a quedar guardado en la nevera del tiempo el sueño del cambio justiciero (…)”, afirma el profesor colombiano.

Claro que se abrió paso a la Teoría de los Estudios Culturales, herederos de Europa, y eso trajo a colación nuevas formas de relacionamiento comunicativo con su oposición al determinismo economicista de corte marxista clásico con lo que se le otorgó mayor libertad del sujeto y la cierta autonomía del mundo espiritual.

Como críticas al paradigma de la dependencia, Obregón reseña que se centra mucho en señalar como causal de subdesarrollo a los factores externos, pero omite factores internos que, en igual o en mayor medida, limitan la implementación de acciones que permitan el surgimiento de las comunidades.

“En el plano comunicativo las iniciativas planteadas tampoco generan transformaciones, especialmente aquellas asociadas con el posible equilibrio de los flujos informativos a nivel Internacional”, agrega. Si bien el esfuerzo quedó a medias en los años 80, las discusiones que se abrieron dieron paso a la propuesta del paradigma alternativo (participativo).

Concluye el profesor colombiano que el “recorrido por la historia de la comunicación y desarrollo, y su eventual redefinición como comunicación para el cambio social, debe asumirse como parte de un proceso dinámico”. Desde mediados del siglo XX hasta la fecha los modelos dominantes han estado cuestionados y toma fuerza una alternativa para el cambio social.

lunes, septiembre 13, 2010

Propuestas de recepción crítica desde el aparato educativo

Por Guillermo Mejía

Un ciudadano consciente, crítico y propositivo es el deber ser de la sociedad. La educación formal queda trunca si el sistema no valora la adecuada lectura de la realidad de segunda mano que transmiten los medios de comunicación social, de ahí la importancia que desde la escuela básica haya interés por una cultura de recepción crítica.

En ese marco, la catedrática mexicana María del Carmen Cortés, especialista en el binomio educación y comunicación, ha desarrollado una serie de propuestas de “Educación en los medios” a partir de su experiencia investigativa en la Universidad Pedagógica Nacional, donde publicó su libro “La escuela y los medios de comunicación masiva”.

Como primer elemento de una educación en los medios de comunicación, según la autora, se requiere de una formación que permita a los futuros docentes cuestionarse primero a sí mismos como espectadores, procurar la reflexión sobre los productos de los medios en relación con la cultura formal y con la educación de la nación.

Cortes propone los siguientes campos sobre la comunicación masiva que deben estar en el plan de formación del maestro:

Primero, el estudio de la relación entre alta cultura o cultura cultivada y la cultura de masas. Esclarecer qué relación guardan estos dos procesos sociales, que en algunos aspectos se complementan y en otros se contraponen. Ver que los orígenes de la cultura de masas no deben buscarse en la “intelligenzia” productora de la cultura cultivada, sino en los hombres de feria, en los cómicos de barraca, en los divulgadores de novelas de folletín. Abordar el estudio de la comunicación masiva considerada como totalidad que abarca emisor, lenguajes, contenidos y receptores y tomando en cuenta el proceso en sus relaciones con la sociedad global. Ya que se trata de una sociedad capitalista de Tercer Mundo habrá que estar más atentos a una comunicación social entendida como industria dependiente de monopolios internacionales. Dentro de este campo temático sería necesario analizar las posibilidades educativas de los medios en cuanto a participación social y formación del gusto y ubicar el fenómeno dentro del proceso histórico social.

Un segundo campo de estudio en la formación del maestro se referiría a los textos que abordan la problemática de los procesos de comunicación masiva en las sociedades latinoamericanas y en particular en México, a los autores que tratan en su obra el proceso de dominación cultural y la introyección de ideologías en sociedades desiguales, a los que reflexionan sobre los fundamentos de una verdadera comunicación social o buscan alternativas para mejorar la comunicación dentro de las sociedades antidemocráticas. También sería necesario integrar el currículo de la Normal el estudio de aquellos textos que consideran la metodología de análisis o de resultados de investigación en que se hayan realizado análisis de mensajes, para mostrar a los futuros educadores cómo los medios contribuyen a formar en los espectadores ciertas imágenes del mundo, cómo proponen conjuntos de actitudes y creencias respecto del destino humano, cómo promueven ciertos hábitos de consumo negativos, a través de ciertas series, y cómo presentan contenidos que, en muchos casos, validan estructuras de poder (entre sexos, clases sociales); de qué manera cumplen (en el caso de los mensajes informativos por televisión) con su función de formar la opinión pública, a través de cierta selección, jerquización y contextualización de la información.

Otro ámbito de la comunicación masiva, en que conviene adentrar al maestro de educación básica, es el que se refiere a los efectos y a los límites de la influencia de los medios, partiendo de la consideración que la recepción no es un proceso que pueda traducirse en un esquema simplista, de relación estímulo-respuesta, sino un proceso en el que es necesario ver al espectador como ser activo y complejo en el que confluyen factores de diversa índole. Este tercer campo teórico-práctico debe concebirse como un taller en el que los maestros en formación empiecen por conocer ellos mismos como lectores o espectadores y plantearse cómo podrían facilitar y encauzar a sus alumnos en el análisis y la crítica de los mensajes a que éstos dedican una buena parte de su tiempo libre.

El cuarto campo del plan de estudios podría abocarse a proporcional al maestro conocimientos introductorios sobre los nuevos lenguajes y técnicas de la imagen, así como de las formas dramáticas presentes en las obras televisivas y cinematográficas de ficción. El maestro como animador de cine-debate o video-debate requeriría de elementos de historia y estética del cine (que relacionará con la formación artística que se proporciona tradicionalmente en las normales); sobre los géneros cinematográficos y televisivos y las distintas técnicas narrativas o retóricas utilizadas tanto por los realizadores artistas como por publicistas o productores de la televisión comercial.

Cortés asume que la garantía del éxito de una pedagogía de los medios requiere de esfuerzos integrales como los desarrollados en países como Francia, Italia, Dinamarca, Estados Unidos o Alemania donde sistemáticamente se analiza los productos mediáticos. Los educadores tienen que dar el salto cualitativo para integrar al currículo el estudio de medios de comunicación.

En cuanto a la formación de los alumnos, la especialista cree necesario “que se incluyan dentro del plan oficial campos de estudio sobre educación en los medios, equivalentes a los que se propusieron para la formación de maestros pues, de otra manera, el profesor siente que tiene que salir adelante con una carga extra de responsabilidades que lo sobrecargan”.

Sintetiza de la siguiente manera los esfuerzos con los alumnos:

“En los primeros grados las actividades que tratan directa o indirectamente sobre comunicación masiva están encaminadas a desarrollar el espíritu de observación o la capacidad de expresión del niño. En tercero y cuarto grados se trata de que el niño se ejercite en la fundamentación de opiniones; se le pide proponer alternativas para la participación de los medios en beneficio de la Salud (alimentación e higiene) y alternativas para sugerir temas de investigación”.

“En el programa de quinto grado sólo se incluye un objetivo: modificar la distorsión que los medios hacen de la figura masculina o femenina. Por último, en el sexto grado, que incluye más unidades referidas a la comunicación masiva (cuatro), menciona objetivos de recepción crítica pero sin proporcionar bases para la crítica”, contempla la autora.

Además, existen actividades complementarias que incluyen, entre otras, la identificación de los medios en su comunidad y en su entidad para luego reflexionar sobre su importancia y sus beneficios. Asimismo, actividades relacionadas con los medios para cubrir objetivos e educación para la salud, como proponer mensajes contra los anuncios que fomentan el consumo de tabaco y alcohol.

“Dentro de la concepción de educación en los medios, además de un conjunto de actividades con le periódico o revistas para desarrollar habilidades cognoscitivas (que puede iniciarse con ejercicios sencillos de comprensión de lectura y culminar con análisis lógico y retórico) si se requiere dar impulso a la educación artística es necesario dar a conocer las obras abiertas, ricas en significados que provienen de los medios –sobre todo el cine- y sensibilizar a los niños para que aprecien obras de calidad (…)”, propone Cortés.

Finalmente, la catedrática mexicana dice: “Es preciso que la escuela no dé la espalda a los medios: que no los satanice ni los ignore. En su espacio puede tener lugar una serie de prácticas, como algunas de las que se han anunciado que, por una parte, despierten la conciencia crítica de los alumnos ante los mensajes cerrados, autoritarios y anodinos y, por otra, promuevan en ellos el desarrollo del gusto estético”.

Con ello se aseguraría ese gusto estético que “los haga capaces de apreciar y disfrutar programas y películas cuyo encuentro constituya una verdadera experiencia cultural”.

lunes, septiembre 06, 2010

Movimientos sociales y recepción crítica

Por Guillermo Mejía

La presencia de otras opciones informativas y las nuevas tecnologías prevén, para los movimientos sociales, pautas de recepción crítica de los productos periodísticos a partir del agotamiento de la asignación mecánica de un papel pasivo al auditorio y la urgencia de su condición activa ante la vida cotidiana, la cultura y sus propias necesidades.

Es una idea que se desprende de los estudios del educador mexicano Hugo Aboites, investigador de movimientos sociales y profesor invitado en Harvard, ante las posibilidades que surgen de la relación organizaciones populares y medios de difusión. Antes, la preocupación era la recepción crítica entre el individuo, la familia o pequeños grupos y el medio.

Según el especialista, existen dos enfoques. El primero, centrado en el emisor, que estima como eje el tratamiento que dan los medios a los movimientos sociales, en especial de cara a las luchas reivindicativas. “Y es esto último lo que constituye uno de los méritos más importantes(…) el haber puesto la atención de los medios” frente a esos movimientos.

El segundo, cuyo interés reside en los procesos cognoscitivos que ocurren en el receptor a partir de su relación con los medios. Interesante enfoque en cuanto “deja atrás la noción del auditorio indiferenciado socialmente(…) para precisarlo un tanto al identificar con el término ‘popular’ el universo por explorar”.

Aboites teoriza sobre esa relación de los medios de difusión y los movimientos sociales.

Un elemento teórico, según él, es el conjunto de factores que hacen surgir un movimiento social determinado. “La unidireccionalidad y la tendencia a la concepción mecánica, sólo pueden ser evitados a partir de una sólida estructuración del protagonista más importante de la relación: las organizaciones y los conjuntos sociales en acción”.

“El sujeto, que es desaparecido por la ideología verticalista, debe ser reconstruido de la manera más precisa posible. Esta tarea, que corresponde fundamentalmente al protagonista mismo, puede ser apoyada por análisis externos que le permitan reconocerse a sí mismo con mayor profundidad”, agrega.

Otro elemento teórico es considerar que toda movilización popular encierra dentro de sí la energía necesaria para alterar real o intencionalmente el orden cotidiano, asegura el autor. “La alteración que resulta del movimiento colectivo indefectiblemente pone al descubierto y cuestiona el poder sobre el que se construye la realidad enajenada del trabajador”.

El tercer elemento teórico encierra, como consecuencia del anterior, el hecho de que el surgimiento y desarrollo de un nuevo “protagonista social sólo puede darse mediante el flujo constante de información. El sujeto se fortalece en la medida en que, por decirlo así, se conoce más a sí mismo, en la medida en que aparece como actor social ante sus propios ojos y los de los demás”, afirma Aboites.

Por último, de acuerdo a su planteamiento, entre el movimiento social y los medios de difusión que le son ajenos, se establece de inmediato la tensión de un campo electrificado. “Por una parte se despliega la insaciable necesidad de información fidedigna, útil al proceso organizativo y reivindicativo y, por otra, el fuerte tirón restrictivo de la presión gubernamental o de los sectores privados en el control de los medios”.

“Se genera así una de las contradicciones principales en el proceso movimiento-información y, por eso, una de las fuentes más importantes de profundización por parte de amplios sectores de la población acerca del papel y sentido de la información y enfoque de los medios”, precisa el educador mexicano.

El proceso cognoscitivo depende de tres factores elementales: 1. Una importante vinculación personal y colectiva con el proceso de movilización que, por razones de carácter objetivo, se convierte en una de las experiencias más vitales u significativas de este conjunto humano; 2. la confrontación que este mismo grupo tiene con el medio de comunicación que niega o distorsiona radicalmente lo que el grupo pretende, su fuerza, y el consenso mismo que está logrando entre la población; 3. la certeza de que esta manipulación no es producto casual, sino resultado de una deliberada intención de atacar al movimiento.

“A partir de estos elementos y dependiendo de su intensidad y amplitud, un numeroso conjunto humano puede recorrer el itinerario que deja atrás la percepción del medio de comunicación como espacio inocuo de información y entretenimiento, para arribar a la consolidación de una clara noción del papel del medio como instrumento político al servicio de intereses de clase y estructuras de dominación”, concluye.

Frente al papel de comunicadores y comunicólogos, Aboites asegura que es tarea invaluable fortalecer las estructuras organizativas existentes o contribuir a crearlas donde no existan. “Por tanto, en su planteamiento explícito e implícito una iniciativa en este sentido deberá considerar que, por poner un ejemplo, no es un grupo amorfo el que se sienta ante el televisor, sino un grupo de trabajadores, miembros de una clase social y de una organización concreta”.

“Aquellos comunicadores o comunicólogos que se agrupan para impulsar estas iniciativas lo hacen a partir de sus propias organizaciones gremiales, como parte de su misma calidad de trabajadores de la cultura organizados en asociaciones de periodistas o trabajadores de medios de comunicación, sindicatos universitarios, partidos políticos, etc.”, explica.

“Es decir que son capaces de suscitar el interés de sus propias organizaciones en apoyo a este proceso. Auxilio semejante y aun mayores perspectivas de acción tendrán aquellos que tienen relación más directa con la formación de los nuevos comunicadores o comunicólogos”, finaliza Aboites. El horizonte es replantear los programas de estudio, rescatar a los protagonistas de los procesos sociales y apoyar sus tareas de radical transformación.