Movimientos sociales y recepción crítica
Por Guillermo Mejía
La presencia de otras opciones informativas y las nuevas tecnologías prevén, para los movimientos sociales, pautas de recepción crítica de los productos periodísticos a partir del agotamiento de la asignación mecánica de un papel pasivo al auditorio y la urgencia de su condición activa ante la vida cotidiana, la cultura y sus propias necesidades.
Es una idea que se desprende de los estudios del educador mexicano Hugo Aboites, investigador de movimientos sociales y profesor invitado en Harvard, ante las posibilidades que surgen de la relación organizaciones populares y medios de difusión. Antes, la preocupación era la recepción crítica entre el individuo, la familia o pequeños grupos y el medio.
Según el especialista, existen dos enfoques. El primero, centrado en el emisor, que estima como eje el tratamiento que dan los medios a los movimientos sociales, en especial de cara a las luchas reivindicativas. “Y es esto último lo que constituye uno de los méritos más importantes(…) el haber puesto la atención de los medios” frente a esos movimientos.
El segundo, cuyo interés reside en los procesos cognoscitivos que ocurren en el receptor a partir de su relación con los medios. Interesante enfoque en cuanto “deja atrás la noción del auditorio indiferenciado socialmente(…) para precisarlo un tanto al identificar con el término ‘popular’ el universo por explorar”.
Aboites teoriza sobre esa relación de los medios de difusión y los movimientos sociales.
Un elemento teórico, según él, es el conjunto de factores que hacen surgir un movimiento social determinado. “La unidireccionalidad y la tendencia a la concepción mecánica, sólo pueden ser evitados a partir de una sólida estructuración del protagonista más importante de la relación: las organizaciones y los conjuntos sociales en acción”.
“El sujeto, que es desaparecido por la ideología verticalista, debe ser reconstruido de la manera más precisa posible. Esta tarea, que corresponde fundamentalmente al protagonista mismo, puede ser apoyada por análisis externos que le permitan reconocerse a sí mismo con mayor profundidad”, agrega.
Otro elemento teórico es considerar que toda movilización popular encierra dentro de sí la energía necesaria para alterar real o intencionalmente el orden cotidiano, asegura el autor. “La alteración que resulta del movimiento colectivo indefectiblemente pone al descubierto y cuestiona el poder sobre el que se construye la realidad enajenada del trabajador”.
El tercer elemento teórico encierra, como consecuencia del anterior, el hecho de que el surgimiento y desarrollo de un nuevo “protagonista social sólo puede darse mediante el flujo constante de información. El sujeto se fortalece en la medida en que, por decirlo así, se conoce más a sí mismo, en la medida en que aparece como actor social ante sus propios ojos y los de los demás”, afirma Aboites.
Por último, de acuerdo a su planteamiento, entre el movimiento social y los medios de difusión que le son ajenos, se establece de inmediato la tensión de un campo electrificado. “Por una parte se despliega la insaciable necesidad de información fidedigna, útil al proceso organizativo y reivindicativo y, por otra, el fuerte tirón restrictivo de la presión gubernamental o de los sectores privados en el control de los medios”.
“Se genera así una de las contradicciones principales en el proceso movimiento-información y, por eso, una de las fuentes más importantes de profundización por parte de amplios sectores de la población acerca del papel y sentido de la información y enfoque de los medios”, precisa el educador mexicano.
El proceso cognoscitivo depende de tres factores elementales: 1. Una importante vinculación personal y colectiva con el proceso de movilización que, por razones de carácter objetivo, se convierte en una de las experiencias más vitales u significativas de este conjunto humano; 2. la confrontación que este mismo grupo tiene con el medio de comunicación que niega o distorsiona radicalmente lo que el grupo pretende, su fuerza, y el consenso mismo que está logrando entre la población; 3. la certeza de que esta manipulación no es producto casual, sino resultado de una deliberada intención de atacar al movimiento.
“A partir de estos elementos y dependiendo de su intensidad y amplitud, un numeroso conjunto humano puede recorrer el itinerario que deja atrás la percepción del medio de comunicación como espacio inocuo de información y entretenimiento, para arribar a la consolidación de una clara noción del papel del medio como instrumento político al servicio de intereses de clase y estructuras de dominación”, concluye.
Frente al papel de comunicadores y comunicólogos, Aboites asegura que es tarea invaluable fortalecer las estructuras organizativas existentes o contribuir a crearlas donde no existan. “Por tanto, en su planteamiento explícito e implícito una iniciativa en este sentido deberá considerar que, por poner un ejemplo, no es un grupo amorfo el que se sienta ante el televisor, sino un grupo de trabajadores, miembros de una clase social y de una organización concreta”.
“Aquellos comunicadores o comunicólogos que se agrupan para impulsar estas iniciativas lo hacen a partir de sus propias organizaciones gremiales, como parte de su misma calidad de trabajadores de la cultura organizados en asociaciones de periodistas o trabajadores de medios de comunicación, sindicatos universitarios, partidos políticos, etc.”, explica.
“Es decir que son capaces de suscitar el interés de sus propias organizaciones en apoyo a este proceso. Auxilio semejante y aun mayores perspectivas de acción tendrán aquellos que tienen relación más directa con la formación de los nuevos comunicadores o comunicólogos”, finaliza Aboites. El horizonte es replantear los programas de estudio, rescatar a los protagonistas de los procesos sociales y apoyar sus tareas de radical transformación.
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