sábado, septiembre 28, 2019

Más allá de la foto de Nayib Bukele en las Naciones Unidas

Por Guillermo Mejía

El presidente Nayib Bukele se hizo un selfie y luego reprochó lo obsoleto de las Naciones Unidas en el marco de la revolución que imprimen constantemente las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, hecho que ha dado de qué hablar -a favor o en contra- del mandatario que no se refirió a los problemas cruciales del mundo.

“El nuevo mundo ya no está en esta Asamblea General, sino en el lugar a donde irá esta foto, a la red más grande del mundo, donde miles de millones de personas están conectadas prácticamente todo el tiempo y casi en todas las facetas de la vida”, dijo Bukele frente al asombro de quién sabe cuánta gente.

Pero, para ser justos en la medida, también es pertinente decir que el presidente no solo descansó su estrategia mediática en las redes sociales, sino que cargó un grupo de periodistas de esos “medios obsoletos” que lo siguieron a cada paso, al igual que a su esposa Gabriela y su hija Layla.

Los acontecimientos que han dado mucho de qué hablar en la sociedad salvadoreña, dan pie para reflexionar acerca de los nuevos escenarios políticos que se han abierto con la presencia de las redes sociales en la vida cotidiana, desde las visiones optimistas o del encanto hasta las pesimistas o demonizadoras de las nuevas tecnologías.

El especialista argentino Luciano Galup, que ha escrito el libro “Big data & política” (Penguin Random House, 2019), considera que en sí no son las redes sociales las que han provocado el descrédito de las instituciones, al grado que han prosperado propuestas autoritarias al mejor estilo de Donald Trump en Estados Unidos o Nayib Bukele en El Salvador.

“(…) no son las redes quienes debilitaron a las instituciones tradicionales, me parece que tiene que ver con una etapa política, económica, más vinculada a la globalización y a la etapa del neoliberalismo de los últimos 30 años”, contestó Galup en una entrevista reciente con el periódico argentino elciudadanoweb.com

“Y las redes sociales se insertan en ese contexto y no son las que polarizan a las sociedades. Sí, obviamente, contribuyen a acelerar esa polarización, a darle combustible, pero lo que termina dividiendo y generando esas polarizaciones son las exclusiones, las injusticias y los grandes segmentos de la población que están excluidos de la economía y de la política”, añadió.

Sin embargo, aclaró que no es cierto que las redes sociales han generado mayor participación y democratización en la sociedad actual, ya que históricamente estuvimos polarizados, inundados de información falsa: “Las redes reproducen jerarquías, diferencias y desigualdades, no son una profundización de la experiencia democrática, ni mucho menos”.

Una mirada de lo que es vivir la política en nuestra sociedad la ha dado Alvaro Rivera Larios, intelectual salvadoreño residente en España, quien comentó precisamente en las redes sociales que se ha puesto de moda burlarse de la pobreza argumentativa de los simpatizantes del presidente Bukele sin considerar que es reflejo de “nuestra cultura política”.

“En vez de la burla fácil, habría que intentar comprender ‘las estructuras’ que llevan a los nayilibers hasta esos juicios que producen rubor. Al igual que las maras, los nayilibers son síntomas de nuestra sociedad y nuestra cultura. Sus pendejadas pertenecen a un horizonte que entre todos hemos engendrado”, afirmó.

“Hay que salvarse de ese partidismo fácil en que muchos ‘pensantes’ han caído y que los hace verse como muy inteligentes y ver a los otros como muy pendejos. Mejorarán de verdad, cuando comprendan que el suyo es también un marco interpretativo pendejo”, agregó Rivera Larios en un reflexión titulada “Semos pendejos”.

“Dichas luminarias antibukelianas están presas de un juego amigo-enemigo que es como la otra cara del juego de Bukele y sus nayilibers”, sentenció Rivera Larios.

“Hay que salirse de este juego y no perder el tiempo burlándose de lo que es fácil burlarse. Hay que dirigir nuestras energías a la construcción de nuevas formas de hacer política y a la construcción de nuevos sujetos políticos que puedan realizar esas nuevas formas de hacer política”, concluyó.

En síntesis, qué importa volverse viral en las redes sociales.

sábado, septiembre 21, 2019

Una sociedad envuelta en la desinformación y la propaganda

Por Guillermo Mejía

La sociedad salvadoreña vive presa de la desinformación o envuelta en la propaganda, especialmente la generada desde fuentes oficiales dentro de las que sobresale el presidente Nayib Bukele que ha sabido capitalizar el uso de las redes sociales y asegurar su estrategia publicitaria dentro de un sistema mediático nacional complaciente.

La reciente encuesta de la Universidad Centroamericana (UCA) reflejó que los espacios que los ciudadanos han utilizado para saber de las acciones del gobierno en los primeros 100 días de gestión han sido las redes sociales (48.6%) y la televisión (40.2%), precisamente en los que Bukele ha invertido el esfuerzo y más de la mitad del pastel publicitario (TCS).

Llama la atención que de las redes sociales ha sido Facebook (73%) y Twitter (19.2%) las que los salvadoreños buscan para conocer sobre la gestión gubernamental. A lo que se suma que consideran muy adecuado (43.9%) o algo adecuado (23.2%) que el presidente haga uso de Twitter para informar de sus acciones y de las de su gobierno.

Hay que decir que dentro de las otras opciones utilizadas para informarse en los primeros 100 días están los periódicos impresos (4.6%), los periódicos digitales (3.7%) y la radio (2.9%). Y de estos puntean El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica, en los primeros; La Página y La Prensa Gráfica, en los segundos; y la YSKL y la Nacional, en los terceros.

En general, es preocupante confirmar “por enenésima vez” que la gente respira artificialmente dentro de una supuesta atmósfera de libertad, donde están protegidos sus derechos a la información y a la opinión, mientras es conocido cómo el gobierno se mueve a su antojo en las redes sociales y dentro de un sistema mediático complaciente por diversas razones.

El comunicólogo boliviano Raúl Rivadeneira Prada nos recuerda que “dentro del contexto comunicacional, América Latina es un campo de experiencias donde una pequeña parte de su población actúa protagónicamente en la toma de decisiones y una gran mayoría hace de espectadora, respecto de dichas decisiones”.

“No puede haber acción participativa sin pleno acceso a la información. Sin embargo, en la medida en que la información clave sea monopolizada, encerrada en sistemas de dominio sectario, la participación será anulada y ésa es, entre otras cosas, una de las causas del adormecimiento general y de la disociación que cumplen los grandes medios masivos”, añade.

Según Rivadeneira Prada, es necesario arribar a la condición de autonomía del ser a fin de superar ese estado de cosas. De ahí que nos propone una serie de respuestas:

En primer lugar, reconocer que el problema de la comunicación es esencialmente educativo y que la educación es sobre todo un problema comunicacional. Dentro de este criterio, el analfabetismo es el primer gran escollo de la democratización informativa; pero, un plan de alfabetización integral y de contenido liberador puede ser el comienzo para articular y sentar las bases de una democratización real.

En segundo lugar, el problema educativo y el comunicacional tienen sus raíces estructurales en el campo de la economía y en la correlación de fuerzas productivas. La dependencia económica de América Latina determina el tiempo de dependencia cultural y viceversa.

En tercer lugar, la participación, con vistas a la democracia, tendrá que ser integral y de ningún modo sectaria. Esto representa acceso pleno de todos los sectores políticos, sociales, religiosos, deportivos, de grupos formales, informales, cuasigrupos, grupos reales e imaginarios, etc., en la información disponible.

Es un “huevo de cuatro yemas” en el que está metida la sociedad salvadoreña, víctima de la desinformación y la propaganda.

jueves, septiembre 12, 2019

Los renglones torcidos de Nayib Bukele

Por Guillermo Mejía

La arremetida del presidente Nayib Bukele contra los periodistas, que incluye despidos en medios de comunicación estatales, así como la exclusión de medios de prensa digitales de conferencias, representa uno de tantos errores estratégicos del nuevo gobierno a cien días de arribar al poder.

Desde diversas instancias, tanto nacionales como internacionales, se han escuchado voces contrarias a las prácticas autoritarias de un mandatario cuya imagen se instaló en el imaginario como la solución que esperaban los salvadoreños tras seis mandatos de los partidos herederos de la guerra civil.

La Mesa de Protección a Periodistas, que reúne a colectivos de prensa, organismos no gubernamentales y entidades oficiales, demandó corregir las tropelías del gobernante contra los colegas de El Faro y Factum, además de otras violaciones al derecho a la información y el despido de más de treinta trabajadores de Canal Diez y Radio Nacional.

Los de El Faro, agraviados por la exclusión, escribieron: “A partir de ahora, el Gobierno de Nayib Bukele tendrá que mostrar su verdadera naturaleza, y si de verdad quiere abrir una nueva etapa para El Salvador haría bien en escuchar más allá del coro de aduladores, hacer lectura autocrítica de sus primeros cien días, aceptar que en democracia se convive con cuestionamientos, voces discordantes y otras visiones políticas del Estado”.

“Y trabajar en función de su propia visión de Estado, confiando en que la tiene, sin esconderla -menos aún subordinarla- en una estrategia de marketing”, agregaron.

Ante los atropellos sistemáticos de parte de Nayib Bukele y compañía, la mayoría de medios de comunicación social, radio, prensa, televisión y digitales, guardan un silencio cómplice o mezclado con el otorgamiento de la pauta publicitaria estatal, a lo que se suma la marginación de los medios estatales como señal piloto frente a medios privados.

Ante la gravedad de los acontecimientos, la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) consideró en su postura editorial que: “Para distanciarse de sus predecesores, el presidente debería aprender de estos 100 primeros días de gobierno y escuchar lo que dicen sus críticos, no solo los aplausos de sus seguidores y aduladores”.

“Si en verdad le interesa informar a la población sobre su gestión, no puede seguir limitando la participación de los medios de comunicación en las ruedas de prensa, no puede abstraerse a las preguntas incómodas o los señalamientos, no puede pretender que solamente se le escuche a él”, añadió.

El catedrático Javier del Rey Morató ha advertido el riesgo para la democracia que representaría ya sea la desaparición del papel mediador de los periodistas entre los gobernantes y el pueblo o, como parece ser la estrategia oficial, la cooptación de la prensa por parte del gobierno.

“Si la sociedad se queda sin intermediarios, sin aquellas instituciones y grupos que median entre el poder y el pueblo, con tecnologías que permiten alocuciones no mediadas, como las del General De Gaulle –constructor de la representación social, constructor de la realidad-, sólo nos queda ese rol mediador de los periodistas, sin los cuales quedaríamos indemnes, indefensos, a merced de los poderosos”, afirma el maestro español.

Frente a los reclamos, Bukele rectificó la decisión de excluir a los periodistas de El Faro y Factum y permitió su ingreso a su última conferencia: “Yo dije: bueno, dejémoslos que entren y veamos si se pueden comportar; y, pues, hoy entraron y se comportaron y los felicito”, expresó.

Ojala, Bukele, corrija los renglones torcidos a cien días del inicio de su gestión presidencial.

jueves, septiembre 05, 2019

El populismo y los cien días del gobierno de Nayib Bukele

Por Guillermo Mejía

Cuando se cumplen los primeros cien días del gobierno de Nayib Bukele, parece oportuno hacer una puntualización del fenómeno del populismo dentro del quehacer político en medio del fracaso contundente de los políticos tradicionales y alternativos en la sociedad contemporánea.

Para eso es necesario acercar a los lectores las reflexiones de la politóloga María Esperanza Casullo, catedrática de la Universidad Nacional de Río Negro, Argentina, registradas en el ensayo “Líder, héroe y villano: los protagonistas del mito populista”, publicado en la Revista Nueva Sociedad, edición número 282, correspondiente a julio-agosto de 2019.

“El líder populista se autopercibe como un redentor del pueblo, que con coraje y abandono de sí acude a su rescate. El uso de la palabra ‘redentor’ no es casual, porque el liderazgo populista se plantea como algo más que la representación transaccional de intereses comunes”, afirma Casullo.

“El tipo de vínculo que propone el líder populista se basa en hacer presentes a los seguidores dentro del espacio político que les estaba vedado. El líder no pide el voto como contraprestación de una promesa de campaña; promete encarnar en sí mismo la lucha del pueblo contra el opresor”, agrega.

Según la autora, uno de los rasgos centrales de la movilización populista es la presencia de un líder personalista y carismático, además la autoridad de éste frente a sus seguidores no proviene de una fuente externa, sino de un lazo directo establecido entre ambos sin mediaciones. Al líder se le reconoce como una persona excepcional, y de allí deriva su poder.

“En sus discursos, los líderes populistas siempre se presentan como outsiders, es decir, como alguien que viene ‘de afuera’, incontaminado por los vicios de la ‘partidocracia’ o el establishment, y que se ha visto casi forzado a entrar en la política debido a la indignación moral que el sufrimiento del pueblo y la traición de la elite generan”, señala Casullo.

Y añade: “Un líder populista está forzado a elaborar una narración que lo presente como alguien que se volcó a la política acicateado por un deseo de servir al pueblo, no por simple cálculo de conveniencia. La verdad factual que subyace a la autopresentación del líder es secundaria a la potencia que adquiera la narración del viaje personal desde la pasividad apolítica hasta el compromiso total redentor con el pueblo”.

En ese sentido, un líder populista se diferencia de uno no populista por la continua referencia a su historia personal y privada, según la catedrática argentina, los líderes populistas hablan de sí mismos: de sus infancias, de sus valores, de sus familias; entretejen lo público, lo privado y lo biográfico de una y mil maneras.

“El lazo representacional entre seguidores y líder está fundamentado en esa dación de lealtad que, por su propia fuerza, transforma al líder persona en un símbolo, un significante y un programa. Y esta entrega genera la necesaria autoridad performativa en función de la cual el líder pasa a ser el único hablante con poder para narrar o alterar ese mismo mito originario, lo cual, a su vez, posibilita transformar el discurso en un repertorio de prácticas políticas concretas al dicotomizar el espacio político entre un ‘nosotros’ y un ‘ellos’”, dice Casullo.

La finalidad de un mito populista es movilizar, identificad un adversario, esbozar y legitimar posibles cursos de acción; su objetivo no es ficcional, sino político.

“Esta narración pretende llevar a un colectivo hacia una acción política práctica. La principal motivación para la acción es entonces el enojo (incluso el resentimiento) suscitado en el pueblo contra aquellos que lo han traicionado. Y las políticas públicas que se adoptan estarán directamente relacionadas con la cuestión de a quién se designe como elite y a quién como traidor”, sentencia la politóloga argentina.