martes, enero 29, 2019

Elecciones presidenciales: La hora decisiva

Por Guillermo Mejía

El ambiente que rodea a las elecciones presidenciales de febrero no es para nada optimista, pues sin mayor esfuerzo se constata en la gente el desencanto, la desesperanza y el temor por vivir inmersa en una crisis de inseguridad y en su economía familiar. Además, lo que proponen los políticos no está a la altura de los desafíos.

Quedará en deuda la presidencia de Salvador Sánchez Cerén ante el fracaso de su gestión frente a los mismos problemas de inseguridad y economía que, cuando llegó, mantenían los ánimos del pueblo caídos, más allá del acostumbrado ilusionismo de las encuestas de opinión, los seudo debates mediáticos y las promesas recicladas.

Esa desesperanza y enojo se le debe primordialmente al otro fiasco que se llevaron los salvadoreños con la presidencia de Mauricio Funes, prófugo de la justicia bajo cargos de corrupción, que en 2009 logró, como nunca antes, inyectar un espíritu de cambio a la sociedad que venía de soportar veinte años de administración de la derecha con sus tropelías.

Precisamente es en ese contexto que agarró fuerza la candidatura del ex alcalde Nayib Bukele bajo la bandera del partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana) que, no obstante que es una agrupación creada por el ex presidente Elías Antonio Saca, ladrón confeso que cumple una condena de 10 años por corrupción, no le significó mayor costo al aspirante de la golondrina.

Y, al revés, es lo que le han facturado tanto a Carlos Calleja, de Alianza Republicana Nacionalista (Arena), como a Hugo Martínez, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), dado que llevan el lastre de representar a partidos que han estado o están en el Ejecutivo y acusados de haberse corrompido.

Al final, frente al ardor, desesperanza y hastío con los partidos que han gobernado desde la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, no importó que Nayib Bukele haya rehuido el debate, presentara un plan con plagios, mantuviera poco contacto físico con sus seguidores y fuera acusado de cometer algunas fechorías.

Sin duda, tanto Calleja como Martínez, fueron al reencuentro de su gente a lo largo y ancho del país a fin de enamorar a sus bases contaminadas con la atmósfera de frustración y pesimismo que se ha visto reflejada en los estudios de opinión pública que se dieron a conocer en su oportunidad.

Inmenso reto enfrentaron los especialistas en el marketing político para tratar de levantar partos helados, gran esfuerzo de seducción tuvieron que hacer a fin de resucitar a estos candidatos de partidos políticos que ya estuvieron o están el poder, sin que dieran resultados; sin embargo, la hora decisiva es el tres de febrero.

“Durante la presente campaña hemos visto y escuchado de todo. Destapes, acusaciones, golpes, insultos, amenazas, agresividad, populismo, ‘trolles’, arrogancia, evasivas, ridiculeces, todo ello mientras el panorama nacional sigue desangrándose con la violencia y con la salida del país de cientos de compatriotas que no ven otra escapatoria a la situación que vivimos”, afirmó la escritora Jacinta Escudos.

Y agregó: “Quizás lo más indignante es que los diseñadores de las campañas políticas insultan la inteligencia de la ciudadanía pensando que basta enfocarse en el descontento generalizado para vendernos a su correspondiente candidato. Los partidos políticos no asumen como obligación hablar con claridad, pero sobre todo con objetividad sobre sus propuestas”.

Como sabemos, pues, elecciones van y elecciones vienen.

Al fondo, hay que lamentar la ausencia de una ciudadanía crítica que haga valer sus derechos y asuma sus deberes políticos.

martes, enero 22, 2019

A propósito de la recta final del proceso electoral

Por Guillermo Mejía

El asesinato de miembros de la Policía Nacional Civil (PNC), de la Fuerza Armada y la incontenible hemorragia que desangra a los salvadoreños componen el escenario del proceso que arribó a su etapa final, y el próximo 3 de febrero se elijará al presidente de la República entre cuatro figuras políticas cuyos perfiles distan del estadista que necesitamos.

De lo que Carlos Calleja, de Alianza Republicana Nacionalista (Arena); Hugo Martínez, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln); Nayib Bukele, de la Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana); y Josué Alvarado, de Vamos; han expuesto ante los problemas nacionales, pues, a leguas se nota que nos quedaron en deuda.

Sobre violencia y seguridad, así como situación económica y crisis fiscal, que son cuestiones que vienen socavando los programas de gobierno de la posguerra, los candidatos presidenciales poco o nada han propuesto con mayúscula, más bien –como les han señalado voces críticas- quizás respondieron para salir del compromiso más que tener alternativas viables y justificadas, especialmente en lo financiero.

La campaña electoral, pobre y deslucida, nos deja tantas deudas. Para el caso:

En primer lugar, y como siempre, la incidencia de las pandillas o maras en los procesos electorales se volvió a sentir en la sociedad salvadoreña. A la vez, tras bambalinas, la anuencia de los partidos políticos hacia esos grupos para no verse limitados en su proyección pública. Son cuestiones que no podemos obviar y que van para largo.

El asesinato de nueve miembros de la PNC, integrantes de la Fuerza Armada y la imparable muerte de pobladores a lo largo y ancho del país, han demostrado que el crimen organizado sigue teniendo la iniciativa frente al caduco discurso oficial que anuncia que existen mejoras sustanciales en seguridad pública.

En ese sentido, me solidarizo con la familia de Bryan Alexander Castro, estudiante de Periodismo de la Universidad de El Salvador (UES), asesinado en medio de la vorágine que nos agobia en este país.

En segundo lugar, fuimos testigos de una pobre campaña proselitista y el alineamiento mediático que dista de corresponder a las necesidades informativas de la población para que asuma el compromiso ciudadano con el ejercicio del poder, a lo que se agregó la presencia tóxica de trolles -de todos los colores- que inundaron las redes sociales con su pestilencia.

Por ejemplo, el personaje que concentró la atención y animó el imparable ataque con motivaciones electoreras en las redes sociales fue el ex presidente Tony Saca, condenado por corrupción y que purga una pena de 10 años en el penal de Mariona: Desde el olvido Carlos Calleja, cuando Saca fue presidente bajo la bandera de Arena, pasando por la negación de Nayib Bukele, candidato de Gana -precisamente el partido político creado por Saca- hasta el ataque de Hugo Martínez siendo Saca y Gana la tabla de salvación de los últimos dos gobiernos presididos por el partido Fmln. ¿Pueden Arena, el Fmln o Nayib Bukele (con Gana) asumir demencia en el caso de Tony Saca?

En tercer lugar, todavía estamos lejos de optar por el debate consciente y enriquecedor de los ciudadanos como herramienta de discusión, menos si hablamos de transparencia en el ejercicio del poder. Aunque, en esta ocasión hubo conversatorios con los candidatos en la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) e intentos de debate en la Universidad de El Salvador (UES) y la Asociación de Radiodifusores (Asder), estos dos últimos a los que no asistieron los candidatos por el partido Gana que pregonan no ser más de lo mismo.

Ojala que más temprano que tarde los que participan en procesos electorales para arribar al poder asuman el compromiso de poner en discusión sus planteamientos, justificarlos y demostrar su viabilidad financiera, como amerita toda democracia. Y que, por cierto, no caigan en el error de poner cualquier cosa en busca de votos -dado que el papel aguanta con todo- mucho menos cometer plagio bajo la mala costumbre del “copy-paste”.

miércoles, enero 16, 2019

Los desaparecidos: Olvidados por los candidatos presidenciales

Por Guillermo Mejía

A pesar que los desaparecidos de la violencia social son miles cada año, los candidatos de los partidos políticos que buscan la presidencia no los han tomado en cuenta dentro de sus promesas de campaña. Si al caso, se han referido marginalmente a la situación de inseguridad reinante donde básicamente prometen más de lo mismo.

Cifras ofrecidas por la Fiscalía General registran cuando menos 3 mil 514 denuncias de personas desaparecidas durante 2018, cifra superior a los crímenes que sumaron 3 mil 340 durante el mismo periodo, de acuerdo con la Policía Nacional Civil (PNC). Al sumar las estadísticas resulta dantesco.

Las desapariciones de personas se dispararon durante el periodo de tregua del gobierno del presidente Mauricio Funes con las pandillas cuando se solaparon los crímenes para que artificialmente se mostrara una baja sensible de un promedio de unos 20 asesinatos a seis o cinco por día, situación que mientras no se conoció a fondo dio para proclamar un rotundo éxito en los planes de seguridad.

Desde esa fecha y, en coyunturas especiales como las electorales, las pandillas han tenido a bien utilizar sus estrategias a fin de sacar ventajas con funcionarios en ejercicio o políticos que buscan arribar a puestos de poder al grado que, por ejemplo, miembros de los principales partidos contendientes en los comicios de 2019, Arena, Fmln y Gana, han participado de negociaciones turbias.

De cara a las elecciones presidenciales de febrero próximo, los candidatos han coincidido en buscar alternativas que no sean “manoduristas”, utilizadas tanto por gobiernos de Arena como del Fmln, calificadas como fracasadas porque en lugar de resolver el grave problema de violencia social solo significaron echarle más leña al fuego.

El ministro de Justicia y Seguridad, Mauricio Ramírez Landaverde, recientemente señaló que no ve cambios sustanciales en las propuestas de los candidatos frente a los desafíos que representa la violencia social, más que todo buscan humanizar el tratamiento del caso y que en el actual gobierno ya han dado pasos concretos. El programa “Yo cambio”, según él, es prueba de ello.

Sin embargo, de los candidatos presidenciales no se ha escuchado nada sobre el desaparecimiento y menos del desplazamiento interno forzado por la violencia.

Una encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) dada a conocer con Cristosal reveló que 8 de cada 10 salvadoreños considera que el Estado debe reconocer el desplazamiento interno forzado por la violencia.

Son al menos 235 mil compatriotas que se vieron obligados a dejar su lugar de residencia, por la violencia imperante, durante el año pasado.

Asimismo, el estudio concluyó que el 75.7 por ciento de los encuestados indicó que las medidas extraordinarias de seguridad había permitido al gobierno recuperar en poco o nada los territorios controlados por las pandillas, mientras que el 75.1 por ciento de los encuestados consideró que las restricciones habían reducido la delincuencia en poco o nada.

Los participantes también mostraron en un 65.5 por ciento su apoyo en mucho o algo la promulgación de una ley de rehabilitación de pandilleros como respuesta integral al problema.

El abogado de Cristosal, David Morales, dijo que “esta es la voz de la opinión pública que deben escuchar las candidaturas y los equipos que están trabajando por obtener la presidencia de la república y el futuro gobierno”. Como dicen, el vivo a señas y el tonto a palos.

miércoles, enero 09, 2019

Las elecciones presidenciales: Una cita a ciegas

Por Guillermo Mejía

Más que adentrar de forma crítica al ciudadano al proceso electoral y sus protagonistas, como reza el deber ser de los periodistas, el sistema de comunicación colectiva salvadoreño se decantó otra vez por la acostumbrada espectacularización informativa con lo que queda en evidencia su falta de compromiso con la profundización de la democracia.

De esa manera, carentes de información valiosa, escogeremos al futuro presidente entre Carlos Calleja, del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena); Hugo Martínez, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln); Nayib Bukele, de Gran Alianza por la Unidad Nacional (Gana); y Josué Alvarado, del partido Vamos.

Como he expresado en otras oportunidades, en el periodismo nacional no se trasciende de prestar micrófono y, algo lamentable, de convertirse en cajas de resonancia de la propaganda política de los candidatos presidenciales y sus partidos, sin que se asuma una postura consecuente con los intereses de la sociedad.

Nos hace falta información trabajada con responsabilidad, el abordaje a profundidad de temas que aclaren el panorama para los ciudadanos y las respuestas oportunas a situaciones comprometedoras por parte de los que buscan la silla presidencial; es decir, cumplir con una misión trascendental que han depositado los ciudadanos en los periodistas.

En realidad, ¿quiénes están detrás de las candidaturas presidenciales?, ¿a qué intereses responden los que manejan los hilos del poder en los partidos contendientes?, ¿de dónde provienen las millonarias inversiones de los políticos en la campaña electoral?, son preguntas que merecen ser respondidas para transparentar el proceso.

Y, claro, por respeto a la ciudadanía, los candidatos presidenciales tienen que presentar planes concretos de la forma en que tratarán los problemas nacionales, por ejemplo crisis económica y deuda externa, las pandillas y la violencia social, la precaria educación y el decadente sistema de salud, entre otros, más que dejar todo al marketing y las encuestas electorales.

En ese sentido, es necesario también que en la sociedad salvadoreña se instaure de una vez por todas el debate de los postulantes sobre temas de interés colectivo y ante tal mecanismo no es posible que los candidatos rehúyan participar, porque demuestran el irrespeto a los electores. El ejercicio del poder amerita la discusión libre y oportuna.

En consecuencia, la ciudadanía salvadoreña debe ser respetada en su derecho a la información por parte de dueños, editores y periodistas de cara a las elecciones presidenciales de 2019; mientras, los candidatos y sus partidos tienen que respetar la autonomía del trabajo periodístico a fin de estar en sintonía con la profundización de la democracia.

“El paso de la microdemocracia a la macrodemocracia, o democracia de las sociedades industriales, supone la invención de algunos instrumentos para salvar la brecha abierta entre los pocos que hacen la política y aquellos sobre los que esa política se ejecuta”, señala el maestro español Javier del Rey Morató.

“Y esos instrumentos no son otros que los medios de comunicación, que hacen posible la comunicación política, ese fenómeno cultural que se produce desde el subsistema de la comunicación social, y cuya autonomía relativa hace posible una realidad bien distinta de la que genera en una dictadura, en la que está atrapado en la redes del subsistema político, que lo acapara todo”, afirma el especialista.

Tanto en el proceso electoral, que culmina el próximo 3 de febrero, como en otros órdenes de la vida nacional, es urgente que los medios de comunicación den un salto de calidad, para corresponder a los derechos ciudadanos. Si bien es válido que los medios perfilen sus críticas al ya caduco sistema político nacional, también es necesario que hagan lo propio en el sistema de comunicación colectiva.