lunes, agosto 30, 2010

En memoria de los hermanos migrantes masacrados

Por Guillermo Mejía

No podemos mostrarnos indiferentes, nos sentimos afectados por el asesinato de los 72 hermanos migrantes en Tamaulipas, México, en días recientes. Ciudadanos de El Salvador, Honduras, Guatemala, Ecuador y Brasil fueron ejecutados por bandas armadas de los narcos en una simbiosis, en la que el Estado mexicano mismo tiene manchadas las manos de sangre.

Como manchadas las manos también las tienen los responsables de que nuestros conciudadanos se vean en la triste y lamentable condición del destierro, porque no hay manera –dentro del drama en que sobrevivimos- de que se realicen como seres humanos. De ahí que la migración de nuestra gente ha sido una salida obligada desde tiempo atrás.

El gobierno actual debería asumir lo que le corresponde en este problema nacional. Hoy más que nunca tiene la obligación de crear las condiciones para la reivindicación de la gente. Los políticos encantados de la cosa pública también deben asumir lo que les concierne, al igual que los grandes empresarios que se niegan a pagar lo que les toca en impuestos. Y la gente tiene que demandar sus derechos.

Retomar el camino del cambio es una necesidad impostergable. Si no estimaríamos que fue un fraude la apuesta por una nueva posibilidad de gobernar. Lástima que la izquierda, en especial la aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), aparece sin dientes y sumida en una lucha intestina en busca de mantener su condición de dirigentes o de empleados públicos. Qué desgracia.

Así que no podemos asumir demencia en esta hora en que el crimen nos golpea donde más duele, en nuestra gente que se expone en su integridad física y moral, para poder subsistir y lejos de sus núcleos familiares. Por eso tampoco es válido dejar fuera del análisis los otros costos de la emigración para estas sociedades, los renglones torcidos que nos recuerdan a nuestra floreciente delincuencia organizada.

Pese a las amenazas en esa ruta de la muerte, los centroamericanos y sudamericanos seguirán intentando llegar a la “pesadilla americana”, donde no les espera una tierra de paz y solidaridad, sino las muestras del racismo primitivo, la persecución policial y el crimen en las calles vueltas en escenarios de la frustración de otros desheredados que se muestran hostiles a los de otro color.

En memoria de nuestros hermanos centroamericanos y sudamericanos, vale traer las palabras del poeta salvadoreño Roque Dalton en su Poema de amor:

Poema de amor

Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como "silver roll" y no como "gold roll"),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
("me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño"),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
("La gruta azul", "El Calzoncito", "Happyland"),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.

lunes, agosto 16, 2010

Blues for Leticia

A las comunidades negras de Honduras

Por Guillermo Mejía

Una leve brisa marina movía cada mañana las aguas azules de este lado de la costa. Con ella aparecía Leticia, delgada, alta, de hermoso cabello y ojos negros.

En el horizonte, un grupo de jóvenes realizaba sus ejercicios físicos, mientras el desayuno –huevos, tajadas de plátano verde, frijoles negros y café- llegaba con prontitud.

La presencia de Leticia, trigueña de pelo ondulado, era sin duda los buenos días más dulces en medio de la atmósfera de sal. Su figura irrumpía de las palmas africanas que chocan al sol.

Desde temprano, el paseo peatonal del puerto lucía esplendoroso, la gente se volcaba a sus labores a medida que corrían las horas. A lo largo, iban y venían las barcas de comerciantes desde los puntos más recónditos de la zona en busca del abastecimiento.

Gracias a Leticia, las mañanas comenzaban tan lindas que, pese al invierno, no cabía la posibilidad que en el transcurso del día se nublara el cielo. El vuelo de las gaviotas y pelícanos que anidan en los contornos de este paraíso sumaba otro toque de elegancia.

La quietud del mar permitía que los paseantes se internaran en el disfrute de las olas, muy lejos quedaban los tumbos que mueven a montones el salitre y ciegan a los veraneantes. El único testigo era el antiguo muelle de las históricas jornadas bananeras, con sus picadas de jejenes y víboras al menor descuido, donde cientos de centroamericanos han dejado su huella y que sólo han servido para enriquecer a las transnacionales.

El pregón de los vendedores anunciaba la receta costeña. Querías machuca, malanga, caracol al ajillo, tabletas, tapado, cazabe. Sabor garinagu. Si no preferías quedarte a disfrutarla en el puerto, también las opciones variadas en el litoral y sin mayor pérdida de tiempo. Cómo no comer el pescado dorado de los morenales. Con coco y cebolla morada, rico.

Qué ambiente más propicio para encontrar la razón de ser a esta parte del globo. Leticia hablaba sobre la magia de la costa con inimaginable creatividad, quizás agradecida de ser su retoño. Los bellos paisajes y la alegría desbordante de los lugareños daban esa razón buscada.

-¿Mejor la música suavecita?
-Depende-. Pero mejor suavecita, como es ella, un murmullo en el caracol adormecido.

Con las pláticas a la orilla de la playa, bajo la frescura de las palmas africanas, pasaba el tiempo. Cuando aún faltaba para que el sol se escondiera al revés era propicio un paseo por el centro del puerto y disfrutar de tu café negro.

Desde un cómodo asiento apreciabas que ni las repentinas lloviznas detenían al pueblo al final de la jornada. Las aceras de las calles y avenidas eran adornadas con sillas, sillones y columpios, para la cita diaria antes de la cena. Trasladarse de un punto a otro por esos lugares, especialmente en bicicleta, fascinante.

Pero la adorable mujer de hermoso cabello y ojos negros prefería deambular. Por cualquier lugar se encontraba amigos y amigas, de todos los colores, quienes también apreciaban sus encantos. Y cómo que no, si vieras esa cadera al repique del tambor. Ponele a Los gatos bravos o a la Banda blanca.

La noche no era pretexto. Al son de la leve brisa y la luz de la luna danzaban las figuras fantasmales de las palmas africanas. Ritmo, Leticia, comida criolla y bebida predilecta. Con Leticia te envolvías en la música de color. Blues Leticia’s Blues…

lunes, agosto 09, 2010

Los políticos y sus fantasmas

Por Guillermo Mejía

Aunque falta darle cuerpo y afinar su cometido, el hecho de que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia haya avalado las candidaturas independientes y la incorporación de la fotografía de los candidatos en las papeletas de votación ha provocado un revolú en la anquilosada clase política salvadoreña que se muestra agobiada. Vaya clase política.

La derecha y la izquierda parlamentaria se mosquearon de entrada. Incluso se dieron el lujo de advertirle al pueblo salvadoreño que los candidatos independientes son una amenaza porque pueden ser presas fáciles del narcotráfico y el crimen organizado, qué descubrimiento. Como que la gente no sabe que ambos flagelos tienen permeada a las diversas instancias de la sociedad. Los ejemplos sobran.

Buenísimo para el país que haya salido tal resolución. Ahora los politiqueros se rasgan las vestiduras frente a la televisión. La derecha es patética, mas la izquierda, aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), da clases de doble moral. Aseguran ser el partido más democrático del país, pero se hacen del ojo pacho frente a la manipulación de su propio padrón.

Al menos se abrió una rendija para que entre luz al panorama político nacional. Ahí es donde se necesita el protagonismo de la sociedad civil, para que desde sus entrañas resurjan líderes natos identificados con la construcción de ciudadanía a fin de terminar con el secuestro de una clase politiquera que se abroga una representación ficticia porque las reglas del juego están hechas a su medida.

Qué bueno sería para el país que tomáramos ejemplo de la lucha libertaria que se da en otras naciones hermanas, como en el caso argentino, donde la sociedad civil se hace sentir con fuerza y patriotismo al grado que más de algún gobernante ha tenido que salir en estampida. Aquí nomás, en Honduras, qué interesante resultó la lucha cívica contra el golpe de Estado que derrocó a Manuel Zelaya Rosales.

Si tomamos los aportes del marxista italiano Antonio Gramsci, es la sociedad civil “donde se enfrentan los intereses económicos privados, ciertamente influye en su configuración. Pero se podría decir que la sociedad civil, donde pululan diferentes fuerzas, realiza una mediación entre la infraestructura y la superestructura”, de acuerdo con el especialista mexicano Jorge Alonso.

“Gramsci ve dos planos superestructurales: la sociedad civil compuesta por organismos privados, por instituciones y medios que defienden y transmiten valores, costumbres y modos de vida (escuelas, medios de comunicación social, familia, iglesia, partidos, sindicatos, asociaciones culturales y profesionales, etc.) y la sociedad propiamente política en donde ubica los órganos de dominio y la coerción”, explica Alonso.

En ese sentido, hay sociedades civiles débiles, primitivas, fluidas, gelatinosas, en donde la sociedad política es preponderante; pero hay otras desarrolladas, robustas y complejas que imponen equilibrios entre ellas y las sociedades políticas. “La distinción gramsciana entre sociedad civil y Estado ubica en la primera las funciones de consenso, de la persuasión, de la dirección de la hegemonía, y en el segundo las de fuerza, coerción, dominación y dictadura”.

Aprovechemos los espacios, salvadoreños y salvadoreñas, el verdadero poder debe ser regido por el pueblo. La clase política debe ser su servidora, no la usurpadora del ejercicio que le corresponde a la ciudadanía. Y claro falta mucho camino por recorrer, ahí está también la deuda del voto residencial y del voto en el exterior, porque todos tenemos derecho a participar en la construcción de nuestro futuro.

Hay que remarcar la necesidad de potenciar una comunicación social centrada en esa construcción ciudadana, crítica, independiente, reveladora de la compleja realidad. Como bien dijo en su oportunidad el asesinado jesuita Ignacio Ellacuría, frente a un auditorio de periodistas salvadoreños, una comunicación parcializada con la verdad. La verdad no puede ser negociable.