Los políticos y sus fantasmas
Por Guillermo Mejía
Aunque falta darle cuerpo y afinar su cometido, el hecho de que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia haya avalado las candidaturas independientes y la incorporación de la fotografía de los candidatos en las papeletas de votación ha provocado un revolú en la anquilosada clase política salvadoreña que se muestra agobiada. Vaya clase política.
La derecha y la izquierda parlamentaria se mosquearon de entrada. Incluso se dieron el lujo de advertirle al pueblo salvadoreño que los candidatos independientes son una amenaza porque pueden ser presas fáciles del narcotráfico y el crimen organizado, qué descubrimiento. Como que la gente no sabe que ambos flagelos tienen permeada a las diversas instancias de la sociedad. Los ejemplos sobran.
Buenísimo para el país que haya salido tal resolución. Ahora los politiqueros se rasgan las vestiduras frente a la televisión. La derecha es patética, mas la izquierda, aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), da clases de doble moral. Aseguran ser el partido más democrático del país, pero se hacen del ojo pacho frente a la manipulación de su propio padrón.
Al menos se abrió una rendija para que entre luz al panorama político nacional. Ahí es donde se necesita el protagonismo de la sociedad civil, para que desde sus entrañas resurjan líderes natos identificados con la construcción de ciudadanía a fin de terminar con el secuestro de una clase politiquera que se abroga una representación ficticia porque las reglas del juego están hechas a su medida.
Qué bueno sería para el país que tomáramos ejemplo de la lucha libertaria que se da en otras naciones hermanas, como en el caso argentino, donde la sociedad civil se hace sentir con fuerza y patriotismo al grado que más de algún gobernante ha tenido que salir en estampida. Aquí nomás, en Honduras, qué interesante resultó la lucha cívica contra el golpe de Estado que derrocó a Manuel Zelaya Rosales.
Si tomamos los aportes del marxista italiano Antonio Gramsci, es la sociedad civil “donde se enfrentan los intereses económicos privados, ciertamente influye en su configuración. Pero se podría decir que la sociedad civil, donde pululan diferentes fuerzas, realiza una mediación entre la infraestructura y la superestructura”, de acuerdo con el especialista mexicano Jorge Alonso.
“Gramsci ve dos planos superestructurales: la sociedad civil compuesta por organismos privados, por instituciones y medios que defienden y transmiten valores, costumbres y modos de vida (escuelas, medios de comunicación social, familia, iglesia, partidos, sindicatos, asociaciones culturales y profesionales, etc.) y la sociedad propiamente política en donde ubica los órganos de dominio y la coerción”, explica Alonso.
En ese sentido, hay sociedades civiles débiles, primitivas, fluidas, gelatinosas, en donde la sociedad política es preponderante; pero hay otras desarrolladas, robustas y complejas que imponen equilibrios entre ellas y las sociedades políticas. “La distinción gramsciana entre sociedad civil y Estado ubica en la primera las funciones de consenso, de la persuasión, de la dirección de la hegemonía, y en el segundo las de fuerza, coerción, dominación y dictadura”.
Aprovechemos los espacios, salvadoreños y salvadoreñas, el verdadero poder debe ser regido por el pueblo. La clase política debe ser su servidora, no la usurpadora del ejercicio que le corresponde a la ciudadanía. Y claro falta mucho camino por recorrer, ahí está también la deuda del voto residencial y del voto en el exterior, porque todos tenemos derecho a participar en la construcción de nuestro futuro.
Hay que remarcar la necesidad de potenciar una comunicación social centrada en esa construcción ciudadana, crítica, independiente, reveladora de la compleja realidad. Como bien dijo en su oportunidad el asesinado jesuita Ignacio Ellacuría, frente a un auditorio de periodistas salvadoreños, una comunicación parcializada con la verdad. La verdad no puede ser negociable.
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