sábado, mayo 02, 2009

Malas señales en tiempos de cambio

Por Guillermo Mejía

Existía el temor, a la vez que duda. Sin embargo, el envalentonamiento se impuso al iniciarse el uno de mayo un nuevo período legislativo donde la derecha política se burló del sentimiento de cambio que impera en los salvadoreños y colocó en la presidencia de ese órgano de Estado al pecenista Ciro Cruz Zepeda.

Los números le dieron 47 votos de los 84 diputados al desgastado político derechista gracias al combo que integran Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y los partidos de Conciliación Nacional (PCN) y Demócrata Cristiano (PDC). Al resto de congresistas, del Fmln y los llaneros solitarios Héctor Dada Hirezi y Orlando Arévalo (expulsado del PCN), les doblaron el brazo.

De todos es sabido que al Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional le correspondía la presidencia del legislativo y también que el Fmln había ofrecido a Arena –como muestra de voluntad- que se repartieran la conducción de la Asamblea en dos partes. Pero la derecha ya había negociado en combo con anterioridad.

No bastó que militantes de la izquierda llegaran al pleno a demandar un diputado decente para la presidencia de la Asamblea Legislativa. Los denunciantes se tomaron en lugar, en medio de la sorpresa de los presentes, y colocaron una pancarta que decía “Fuera Ciro Cruz Zepeda”. ¿Por qué? Por sinvergüenza y corrupto, entre otras razones.

La prensa de la derecha, en especial los matutinos La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy, así como los espacios noticiosos de la Telecorporación Salvadoreña, Canales 2, 4 y 6, pusieron el grito en el cielo ante la intempestiva presencia militante en el pleno legislativo, aunque sin contextualizar el fondo del asunto. El envalentonamiento derechista es obvio.

Se trata de un mensaje –muy malo por cierto- que desde el poder aún no se asumen los resultados electorales de enero y marzo pasados, en especial el histórico triunfo de la izquierda bajo la figura del periodista televisivo Mauricio Funes, mucho menos la importancia de que esa izquierda se catapultó como la primera fuerza política del país con mayor número de diputados.

En ese sentido, queda en tela de juicio la supuesta voluntad política de la derecha, tanto política como económica, para coadyuvar en la búsqueda de un mejor futuro para el país de cara al inicio de la administración de la izquierda el próximo uno de junio, además de insertarse en medio de una crisis económica global.

De repente, la fiera saca las uñas. No en balde, los empresarios organizados en la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) levantan el tono frente al presidente electo, Mauricio Funes, y lo “salvequean” de distintas formas. Ni los salvadoreños que votaron por Funes han aparecido de esa manera arrogante exigiendo cumplimiento a sus demandas.

Aunque faltan más elementos de análisis, también resulta sumamente importante reflexionar en torno a la llegada (nuevamente) del ex presidente Alfredo Cristiani al Consejo Ejecutivo de Arena (Coena), luego de la derrota electoral del 15 de marzo que significó nada menos que el basta ya a 20 años consecutivos de gobiernos derechistas.

En ese marco, Funes ya precisó su camino. Cuando se dirigió a los trabajadores el uno de mayo les recordó que estará con los pobres y que su acercamiento al actual gobierno y a los empresarios conlleva la búsqueda de una transición exitosa y la colocación de las bases de una nueva forma de ejercer el poder. Queremos ver frutos.

Vale estar atentos sobre el desenvolvimiento de los acontecimientos. Lo peor que puede pasar en este país centroamericano es que el cambio –por el que votó la mayoría- se ahogue en el intento. El “ahora va a ser diferente” tiene que concretarse para bien de los menos favorecidos. Que la derecha entienda ese sentimiento y no juegue con fuego.