lunes, diciembre 21, 2009

La reforma fiscal, un paso

Por Guillermo Mejía

La reforma fiscal aprobada en la Asamblea Legislativa da pie para muchas apreciaciones. Entre las pesimistas sobresale que aún resulta muy poco, las necesidades son apremiantes y la falta de conciencia evidente. En cuanto a las optimistas –y tal vez con un aderezo de realismo- podría decirse que se sentaron las bases de una nueva forma de asumir los compromisos nacionales.

Con lo que ha sucedido en torno al caso, al menos consideramos que de ahora en adelante deberíamos estar presentes en lo que nos atañe como ciudadanos y de cara al futuro. Si bien el acompañamiento para la reforma fue mínimo, la hubo. Recordemos que no hay peor lucha que la que no se hace.

La clase política logró rascar algo de lo que de veras deberíamos tributar como sociedad responsable (habría que ver el comportamiento de los políticos en el caso). Es obvio que resulta insuficiente si hacemos un parangón con otras sociedades más humanizadas, pero el punto está en que nunca –o casi nunca- se habían dado las condiciones para conseguir un poquito más.

En ese sentido, hay que tomar en cuenta que la posibilidad en esta ocasión se dio por el quiebre que se ha dado en el opositor Alianza Republicana Nacionalista (Arena) con la fuga de 12 de sus diputados más la anuencia de los demás partidos políticos con la propuesta del gobierno del presidente Mauricio Funes.

La crisis en los “areneros” ha llegado al grado que su anterior delfín y ex presidente Elías Antonio Saca fue expulsado por Alfredo Cristiani, el otrora símbolo derechista ahora también envuelto en la vorágine. Cualquier analista serio podrá concluir que ambos iconos derechistas son responsables del incendio en su propia casa. Y la lista continúa.

Pero el ejercicio de la política criolla así es. Nadie puede sentirse seguro de lo que tiene o avizora, por lo que también la izquierda gobernante tiene que poner las barbas en remojo y, como decimos, ponerse las pilas en el análisis e interpretación de los hechos sociales más allá de consignas o designios provenientes de iglesias ideológicas.

El proceso de democratización abierto con los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, apenas resulta una pequeña puerta hacia lo que es posible construir en una sociedad que desde siempre ha sido víctima de la represión, la injusticia, la postergación de las mayorías, entre otros males, por lo que tenemos que asumir el empuje de los cambios que nos merecemos.

Que los que tienen más tengan que poner aunque sea un poquito –de lo que les corresponde- tenemos que verlo como un comienzo de los correctivos que poco a poco tienen que ser aplicados en la sociedad. Apenas en estos cinco años del primer gobierno de la izquierda nacional los esfuerzos pueden servir para comenzar a ordenar la casa.

domingo, diciembre 13, 2009

La impostergable reforma fiscal

Por Guillermo Mejía

A empujones la reforma fiscal va. Ya se aprobaron cuatro de las disposiciones que contiene la propuesta gubernamental a fin de democratizar los costos de la reconstrucción física y moral de la sociedad salvadoreña, aunque las mentes obtusas y mercantiles dificultan el proceso que no puede postergarse.

Los últimos 20 años –de gobiernos de derecha- los fondos públicos fueron saqueados y parte de la institucionalidad fue vendida al mejor postor. Nunca se había experimentado tal nivel de ladronismo en corto tiempo y da grima que se diga que más de 200 millones de lo que le correspondía fueron utilizados tan solo por el ex presidente Elías Antonio Saca. Para algunos, la cifra es superior.

Pero no habíamos pasado la página cuando la Corte de Cuentas de la República advertía que todo lo actuado por el mandatario fue conforme a ley. Si de cambios urgentes hablamos en el país, ese ente contralor debería ser de los primeros en sanear dado el triste papel que ha jugado. Es la institución que ha tapado los hoyos del descaro.

La otra cara vergonzante en la actual coyuntura de la reforma fiscal es el lloriqueo incesante y la manipulación expresa de gremiales y empresarios porque tendrían que pagar algunos centavos más. La máxima expresión de esa manipulación es la forma en que los cerveceros dicen medias verdades sobre esa industria monopólica.

Y, como siempre, la presencia de la campaña mediática de la derecha que en coro se levanta en contra de la reforma fiscal, donde periodistas, editores y articulistas ponen el grito en el cielo. Comportamiento que fue al revés cuando los gobiernos anteriores impusieron a sangre y fuego cualquier idea que tuvieron en mente. El silencio cómplice estuvo a la orden del día.

¿Dónde estaban esos tinterillos cuando se negociaron los bancos, la telefonía, las pensiones, entre otros jugosos recaudos que la derecha empresarial se repartió? Pero dialécticamente está bien que ahora al primer gobierno de izquierda se le pidan cuentas a fin de que cualquier otro que llegue de aquí en adelante no vuelva a repetir las tropelías de la derecha.

Pero la reforma fiscal va. Ante los desafíos que tiene que afrontar el gobierno del presidente Mauricio Funes sería muy oportuno que la sociedad civil organizada y los políticos consecuentes se manifiesten en torno a la urgente necesidad de sentar las bases reales de la democratización y eso pasa por demandar el pago de impuestos. Digámosle no a los gorrones.