sábado, enero 27, 2007

La prensa salvadoreña atrapada en mañas del pasado

Por Guillermo Mejía

Aún no existe claridad específica sobre hasta dónde llegamos a construir otro país tras la firma de la paz, el 16 de enero de 1992. Los gobernantes de turno dicen a los cuatro vientos que somos ejemplo para el mundo, la izquierda y otros sectores críticos aseguran que los Acuerdos de Paz fueron saboteados.

La crisis que nos agobia en todos los órdenes no se puede ocultar. Que la izquierda participe del ejercicio del poder no garantiza que las cosas mejoren, al contrario tiene una forma antidemocrática de hacer política con autoritarismo y clientelismo al igual que la derecha gobernante.

Esos son algunos razonamientos que se derivan del proceso que ha vivido la sociedad salvadoreña a lo largo de 15 años que callaron las armas, momento vivido entre diciembre de 1991 y febrero de 1992 cuando la sociedad salvadoreña se regocijó por la conquista de la paz y la esperanza de un país con futuro.

Pasado ese tiempo, los periodistas también estamos en la obligación de echar un vistazo a las condiciones en que nos encontramos al final de tres lustros. Pasamos del periodismo en la guerra al periodismo en una sociedad que de hecho subsiste en un ambiente de paz ausente.

En ese devenir, ¿qué ocurrió con la prensa?, ¿cuáles son sus puntos clave de modernización?, ¿se instituyó el refresco informativo en cuanto a temas, protagonistas, puntos de vista, enfoques?, ¿se configuró el conocimiento del mundo a partir del ejercicio periodístico?, ¿se sumó a la lucha por la democratización?

Cada una de las interrogantes encierra una variedad de elementos que nos permitiría arribar al estado actual de la prensa nacional. En el presente artículo me parece de suma importancia tocar lo referente al papel de la prensa en la lucha por la democratización de la sociedad. Creo que lo demás se entenderá por estar concatenado.

Cuando hablamos de la “prensa salvadoreña” tenemos que ubicar en su verdadera dimensión lo que significan los grandes medios de comunicación como La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy, los canales de televisión como los de Telecorporación Salvadoreña 2, 4 y 6, y el Canal 12. De las radios entra la YSKL.

Es decir, son los medios que más influyen en los procesos de opinión pública por contar con mayor presencia en la población y recursos. Después muy modestamente encontramos los demás periódicos, los otros canales y la cantidad de emisoras de radio que tienen sus espacios noticiosos o de opinión, entre ellos los que se dicen medios alternativos. Que conste que algunos de estos medios son extensiones del discurso oficial.

En general, los periodistas y figuras del entramado político muy interesados en vendernos el “nuevo país” luego de los Acuerdos de Paz confunden, algunos con muchísima malicia, la apertura mediática con la presencia esporádica de sectores críticos y de izquierda en la pauta periodística. Como si solo con entrevistas a dirigentes o funcionarios del FMLN o representantes de algunas ongés bastaría para gozar de democracia informativa.

El problema que enfrentamos con respecto a los medios de comunicación salvadoreños y la lucha por la democracia es más de fondo, puesto que persiste –como en el pasado reciente antes y durante la guerra- la presencia de ciertos discursos añejos que imposibilitan que las audiencias tengan un acercamiento adecuado a los fenómenos que ocurren a su alrededor.

Para ejemplificar lo anterior pongo algunos casos que me parecen obvios:

Uno: La prensa salvadoreña de influencia se mantiene atrincherada ideológicamente, situación que se verifica cada vez que existen eventos donde supuestamente se pone en riesgo la “vivencia democrática del sistema”, como en cada período electoral, o cuando ocurren hechos que fácilmente relacionan con “violencia política”, como los sucesos del 5 de julio de 2006 frente a la Universidad de El Salvador (UES). Sobre el último caso, es curiosa la queja del jefe de información de La Prensa Gráfica, Héctor Silva Avalos, ante la acusación que recibieron por acuñar al hecho 5-J que, obviamente escrito así, cualquiera lo relaciona con 11-S de Estados Unidos, el de los atentados contra las torres gemelas y, por ende, parte de la “confabulación terrorista internacional”. Silva Avalos niega que haya existido tal interés, pero queda la duda; por eso es bueno recordar el sentido periodístico responsable que nos sugiere el uso adecuado de los términos. En la conciencia de Silva Avalos queda si las cosas son como defiende, aunque en El Salvador el uso ideológico de las connotaciones es un recurso mediático utilizado hasta la saciedad.

Dos: Bajo el supuesto de que vivimos en una democracia entendemos que en la lucha por el poder cabemos todos, sin importar nuestras creencias o puntos de vista (toda vez que no atentemos contra los derechos de los demás). Sin embargo, es una cuestión que va, como dice la sabiduría popular, del diente al labio. El discurso mediático del poder nos dice cuando cree pertinente que en la sociedad salvadoreña existen malos (izquierda) y buenos (derecha), que existen enemigos de la libertad (Cuba-Venezuela-Bolivia-FMLN) y luchadores por la libertad (Estados Unidos-Colombia-Arena, etc.) y que estamos en permanente “amenaza comunista” con el eje Castro-Chávez-Morales-Ortega al grado que en cada elección se corre el riesgo de que si ganan los “demonios” lo primero que ya no vendrá son las remesas (y esto no es invento porque los medios periodísticos lo explotan religiosamente).

Tres: Por consiguiente, en medio de la perenne amenaza a la patria como nos dicen, la sociedad salvadoreña es víctima de una cobertura periodística tendenciosa, en la que no cuenta con todos los elementos necesarios para tener claridad sobre lo que ocurre y eso se da tanto en los hechos locales como internacionales. A partir de esa mala praxis periodística el salvadoreño promedio no puede decir que se forma el sentido del palpitar cotidiano al asomarse a la ventana mediática. Los discursos rancios acaparan la atención de las personas que se exponen a los productos periodísticos de esos medios de influencia con el agravante de que aún no existen medios que sean alternativa periodística de peso. Las experiencias rescatables aún son muy modestas, a las que se suman otras que sirven a la izquierda con las mañas desinformativas de la derecha. Paradójicamente, la izquierda nunca logró tener un proyecto periodístico serio en un país donde esa opción política sí tiene gente.

A partir de lo expuesto podemos inferir que en ese período de 15 años la prensa que realmente influye en los procesos de opinión pública no le ha apostado a la profundización de la democracia, al contrario en su atrincheramiento ideológico violenta los cánones de la excelencia periodística.

A la precariedad de contenido responsable donde deberíamos palpar el reflejo del acontecer cotidiano se suman las posturas editoriales que constatamos con muchísima preocupación, porque es escasísima la presencia de columnistas que abonen al cambio. Ni qué decir de algunos editoriales donde incluso se externan mentiras, calumnias y hasta racismo.

En ese sentido, la carrera vertiginosa de algunos medios de comunicación por contar con tecnología de punta y opciones multimedia –por supuesto, nada despreciable- choca con la ausencia de compromiso con la lucha por la democracia, la justicia y la soberanía nacional.

Es decir, en 15 años hemos tenido más de lo mismo con algunos repellos (ahora no matan periodistas sino que les echan bola negra, ya no ponen bombas a los medios que no les gustan sino que los castigan con la falta de publicidad, etc.). En algunos espacios que en su momento mostraron mayor apertura informativa y opinativa, en especial con entrevistas matutinas, se aprecia ahora mayor presencia del discurso oficial, mientras las noticias se contaminan con labores de relaciones públicas (lo hicieron con Anda y el Fovial).

En conclusión, resulta imperativo que los periodistas y la sociedad salvadoreña, en general, tomemos conciencia sobre la necesidad de desmontar esos discursos añejos y esos miedos trasnochados que imposibilitan un ejercicio periodístico que coadyuve en la construcción de la democracia y el Estado de derecho.

No es posible creer que en una sociedad donde muchas cosas andan mal algunos pretendan vender la idea de que la prensa camina del todo bien. Con eso damos a entender el difícil trabajo de los periodistas salvadoreños y los retos que atañen no sólo al gremio, sino a esa sociedad que también es responsable de la construcción de su destino. Y, claro, la prensa anda en crisis no sólo en El Salvador, pero eso no debe ser consuelo de tontos.

[Artículo publicado en Revista Rumbo, edición 5, San Salvador, El Salvador, enero de 2007]