lunes, diciembre 20, 2010

La tortuosa participación ciudadana en “tiempos del cambio”

Por Guillermo Mejía

De todos es conocido cómo el ascenso al poder formal por parte de la izquierda ex guerrillera, con la figura del ahora presidente Mauricio Funes, representó muchísima esperanza –y aún lo reflejan los estudios de opinión- aunque cada vez, en la práctica, desde ambos puntos (presidente y partido) tambalea aquello de que las cosas “ahora serán diferentes”.

Por un lado, el amarre de Funes con intereses corporativos, empresariales, alianzas de dudoso origen, entre otras cosas, opaca esa expectativa que renació en los salvadoreños luego de veinte años y cuatro gobiernos de Alianza Republicana Nacionalista (Arena), período nefasto donde sucumbió la oportunidad de construir una nueva sociedad luego de la guerra civil.

Por el otro, el partido Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) pasó de una propuesta sólida con referente de izquierda, con mayúscula, a un enredo conceptual donde el oportunismo camaleónico se manifiesta de acuerdo a la ocasión. De repente es rojo-rojito, bajo la consigna de la Alba, y en un abrir y cerrar de ojos se destiñe más allá de rosado.

Los ejemplos del papaloteo del presidente y del partido de gobierno son patéticos, aburriría repetir lo que muchos críticos, en especial desde la izquierda, han denunciado en los espacios de información y opinión y, claro, la cantidad de sitios creados alrededor de las nuevas tecnologías con las redes sociales, blogs y páginas web.

En esta ocasión creo importante referirme al hecho de que el partido Fmln se alió al partido de derecha Arena, para torpedear la consecución de las candidaturas independientes –en este caso de diputados- en lo que se puede calificar como una alianza perversa cuyo único fin es proteger a la caduca y parasitaria clase política nacional.

Solamente eso faltaba en el partido tradicional de izquierda, darle la espalda a una buenísima oportunidad para la construcción de ciudadanía que cada vez más se demanda desde diversas posturas políticas y sociales, en especial alrededor de la sociedad civil, para posibilitar la liberación del ejercicio del poder secuestrado por la partidocracia (el Frente entró de gala).

Con esa acción política que representa una burla para el pueblo salvadoreño, sus militantes, sus simpatizantes, sus colaboradores, sus votantes, etc., queda sepultada su carta de principios y su plan de gobierno. Le echan tierra a las cositas que han logrado hacer en su período de gobierno, porque tampoco vamos a decir que no han hecho nada.

Para tratar de aclarar un poco el concepto, Funes dijo en estos días que se siente contento porque la gente (que le reconoce con más del 70 por ciento) ha entendido que no todo se puede lograr en su período presidencial, algo lógico, aunque no asume –o se enoja si lo consultan- sobre los “buenos procederes”, en todos los aspectos de su gobierno, como servidor público. Así las cosas.

La participación ciudadana como respuesta

Como los salvadoreños se merecen una sociedad más justa y democrática, además tienen derecho a la construcción de su futuro, hoy más que nunca debería ser materia de discusión y de trabajo la organización política y social desde las bases, más allá de la clase política oportunista, para llevar a la realidad el ejercicio de ciudadanía crítica.

Desde la visión del dirigente izquierdista italiano Antonio Gramsci, sería darle vida a uno de los planos superestructurales de la sociedad, donde se encuentran los organismos privados, instituciones y medios que defienden y trasmiten valores, costumbres y modos de vida (escuelas, medios de comunicación, familia, iglesia, sindicatos, asociaciones culturales, asociaciones profesionales, etc.).

Bajo la perspectiva libertaria, de cara a los suprapoderes y el Estado, y sus empleados de turno que salen de esos partidos políticos que se alían cuando les conviene –como en esta ocasión. No se puede negar que es un trabajo de hormigas que requiere de obreros, tiempo y espacios, pero que puede significar en un futuro la construcción de esa nueva sociedad.

Tampoco podemos desperdiciar los mecanismos que ya están instalados o en proyección porque la lógica y dinámica de los tiempos lo demandan; por ejemplo, el hecho que ya dentro de poco se tendrá una ley de acceso a la información pública que, como he dicho en un artículo anterior, si bien le faltan colmillos nos abre la posibilidad de comenzar a fiscalizar el ejercicio del poder.

Así, encontramos otros espacios que por esa misma lógica y dinámica de los tiempos se han ido conquistando a lo largo de estos años, luego de la guerra civil, como los derechos de la niñez, de la mujer, de los adultos mayores, la verificación del cumplimiento de los derechos humanos, la transparencia en el ejercicio del poder, etc.

Desde el trabajo de la comunicación social hay muchas tareas que cumplir. La construcción de ciudadanía y la participación ciudadana se han tornado un paradigma que está muy en boga, independientemente del tipo de sociedad y sistema de gobierno, a fin de conquistar esa participación de la gente en la toma de decisiones.

En la coyuntura actual, sería pedir mucho al sistema de comunicación colectiva, en especial a los medios tradicionales que representan la mayor parte del pastel, pero como se trata de un trabajo cívico enquistado en las comunidades y organizaciones de base, se puede posibilitar esa participación desde la comunicación alternativa que tiene espacios nada despreciables en este país.

La comunicación social es algo que no se puede dejar en manos caprichosas, la ciudadanía tiene que, por un lado, demandar un mejor ejercicio del periodismo y, por otro lado, lanzarse –junto a profesionales comprometidos- a su participación en esa comunicación social desde su realidad y sus anhelos. La clase política caduca, parasitaria y oportunista merece una respuesta.

miércoles, diciembre 15, 2010

Del periodismo Light al compromiso social

Por Guillermo Mejía

Oportuna, dada la coyuntura actual, fue la visita que realizó hace unos días el periodista y maestro colombiano Javier Darío Restrepo a San Salvador, para compartir con colegas sobre tantos asuntos de clara importancia como, por ejemplo, la ley de acceso a la información pública, la ética en el periodismo, el fenómeno WikiLeaks y la formación académica.

Restrepo, con amplia experiencia reporteril y empapado de la moral social, cayó otra vez a cuenta de la imperiosa urgencia de trascender del periodismo Light al compromiso social por parte de editores y periodistas, a la vez de la también imperiosa y necesaria condición de sujeto pensante del ciudadano común como titular de la información.

De hecho, invitado a un programa de discusión entre periodistas en la televisión, el visitante suramericano les dijo sin tapujos que la realidad es tan compleja que no se puede ver en blanco y negro, sino reconocer los diferentes tonos. La gente tiene derecho a conocer lo que acontece, tomando en cuenta el interés público, pero no se vale que el periodismo caiga en los chambres.

De esa forma, Restrepo señaló a los colegas que el fenómeno WikiLeaks tiene que servir para meditar acerca de la función de informar al conglomerado, ya que una cosa es ver lo que dicen los cables, comprender sobre si es de interés público, y otra prestarse al filtro de medios de comunicación parcializados que ordenan los hechos a su medida.

Trajo a memoria el caso de las computadoras del comandante de las FARC, Raúl Reyes, abatido el uno de marzo de 2008, que la prensa colombiana e internacional tomó como propio el guión del gobierno y el ejército colombiano, apoyados por Estados Unidos, sobre la supuesta veracidad de la información cuando los principios del periodismo dictan que debe existir comprobación por parte del periodista.

Asimismo, aclaró sobre la importancia de contar con una ley de acceso a la información pública, porque la gente tiene derecho a conocer la verdad, aunque hay que determinar los alcances que tiene la información de interés público frente a información clasificada como reservada o confidencial. Tampoco es lícito que los funcionarios clasifiquen todo para esconder los datos.

Al comparecer en una entrevista de radio, el periodista y maestro colombiano contó de nuevo la anécdota de la información como un producto especial, basado en un derecho humano, frente a cualquier otro producto que se vende como mercancía. Si uno va a un restaurante, según dijo, pide la carta y luego tiene derecho a reclamar por si la comida no está a la altura.

Todavía no es el momento, reseñó el profesor, que en El Salvador, por ejemplo en esa radio que lo invitó, la gente llegue a reclamar por la manera en que se ejerce el periodismo, pero el día vendrá. Los ciudadanos tienen que reconocer su derecho a tener acceso a información procesada bajo estándares de calidad, que tome en cuenta a los involucrados en los procesos y bajo criterios de comprobación.

Como nunca antes, ahora es más que necesaria la presencia de la ética en el trabajo periodístico. Solo la robustez moral en el periodista puede asegurar un periodismo responsable y de calidad. También, como nunca antes, es más que necesaria la formación académica de los periodistas, pero no solo para adorar la técnica sino su integridad humana, su compromiso social.

Muchas cosas se pueden decir o escribir sobre el periodismo. Ojala que las reflexiones de Javier Darío Restrepo hayan calado en la conciencia de quienes lo escucharon en las entrevistas y en sus presentaciones con la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES). Que sus reflexiones no caigan en saco roto, nuestro periodismo urge de cambios, la gente tiene derecho a conocer la verdad.

lunes, diciembre 06, 2010

A propósito de la Ley de Acceso a la Información Pública

Por Guillermo Mejía

Como derecho humano consagrado en la Declaración Universal, la información es un bien social que nos pertenece a todos los ciudadanos. Ningún Estado, gobierno, empresario mediático o periodista, entre tantos, se puede abrogar el derecho de manejar a su antojo ese bien que –en buena lid- nos permite educarnos, conocer del ambiente y exponer nuestros puntos de vista.

Por eso, debemos celebrar que los diputados salvadoreños hayan aprobado la Ley de Acceso a la Información Pública, aunque hay que aclarar bien los términos: la información que interesa –o debe interesar a la ciudadanía- no sólo se encuentra en los archivos estatales, sino que en cualquier banco de datos, inclusive de propiedad privada.

El requisito elemental es que esa información corresponda al interés público, situación que dista mucho de consagrarse en el país dado que somos una sociedad políticamente atrasada que aún no percibe en el ambiente la urgencia de que sea de acceso de la gente y transparentada a fin de que los ciudadanos se nutran de su entorno.

Pero algo es algo, dice el pueblo. Habría que afinar más el esfuerzo, para que en los próximos años se amplíen los criterios. Obviamente, por mucho que nos pongan ejemplos, el acceso a la información es un lujo hasta en las sociedades complejas como las norteamericanas y europeas, aunque hay que admitir que nos llevan ventaja.

El caso sonado de Wikileaks –donde hubo filtración de al menos 250.000 archivos confidenciales del gobierno estadounidense a medios de comunicación y de ahí algunos a la gente- ilustra cómo (y ya lo sabíamos, tampoco es sorpresa) se esconde esa información a los ciudadanos con lo que el gobierno y el sistema de medios quedan en una situación bochornosa.

Los periodistas, académicos, asociaciones profesionales y ciudadanía en general debemos estar ojo al Cristo para demandar la transparencia informativa en la sociedad salvadoreña. Que la información y la comunicación se vuelvan en la realidad concreta bien social que nos pertenece a todos y que no debe ser tratado al antojo por gobiernos y mercanchifles.

El primer gobierno de izquierda en El Salvador tiene tremendo reto ante la ciudadanía en cuanto a transparentar la información de interés público, vamos a constatar si así como el partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) demandaba a los anteriores gobiernos apertura y transparencia tienen la honradez de dar el ejemplo.

Hacerlo sería una manera muy concreta de mostrar a la gente, y al mundo, que las cosas desde otra óptica política de veras es diferente. Dar el paso adecuado posibilitaría que, sin importar quien ocupe la silla presidencial en el nuevo período, ya no podría dar marcha atrás con la actitud de corresponder al derecho ciudadano a conocer lo público.

El presidente Mauricio Funes, que como periodista en ejercicio demandó la apertura de las fuentes oficiales, ahora tiene la oportunidad de abrir los espacios a los ciudadanos y a los periodistas en cumplimiento a la normativa. Ojala que no ponga obstáculos frente a la promulgación de la ley ni a su cumplimiento una vez publicada en el Diario Oficial.

Este esfuerzo sería mejor aprovechado por los ciudadanos con la concreción del recurso habeas data –por medio del cual cualquier persona puede demandar del Estado la entrega de información de interés público- así como el estatuto profesional del periodista a fin de que contemos con una figura jurídica que garantice nuestro trabajo profesional frente a la tentación de las represalias políticas o empresariales.

Pruebas no demagogia. Todos debemos estar vigilantes y no desperdiciar la oportunidad que la Ley de Acceso a la Información Pública nos otorga, pero metámosle más colmillos al recurso jurídico.