jueves, octubre 24, 2013

Sindicalismo y movimiento popular:
Vida y lucha de Guillermo Rojas

Por Guillermo Mejía

Recibí de manos del estimado amigo y luchador social Guillermo Rojas, el histórico líder del Sindicato de Trabajadores del Seguro Social (STISSS), su obra autobiográfica titulada “Sindicalismo y movimiento popular: Vida y lucha de Guillermo Rojas”, un sugestivo recuento del trajinar de un salvadoreño comprometido con la lucha por la dignidad y la libertad.

“Relato mis experiencias sindicales de finales de los años 60, y, de ambas, desde finales de los años 70 y principios de los 90, cuando logro mi incorporación a una de las organizaciones populares de la época”, dice Rojas en el prólogo del libro de 146 páginas, editado por esfuerzo propio en agosto de 2013.

“En mi niñez temprana logré obtener algunas vagas ideas del sindicalismo. Ello fue posible porque en ocasiones acompañé a mi padre adoptivo a reuniones del sindicato al que él pertenecía. Era el sindicato de trabajadores de la fábrica de abonos orgánicos. Esta fábrica funcionaba en las inmediaciones de lo que hoy se conoce como comunidad ’22 de abril’ del municipio de Soyapango”.

Nos cuenta Rojas como “una de las primeras y difíciles experiencias políticas” su participación en la protesta cívica por el fraude electoral de 1977, que terminó en la masacre de la Plaza Libertad, de San Salvador, cuando la dictadura militar arrebató el gane electoral a la oposición política. Meses después se incorporó al STISSS.

“Por el mes de agosto de este mismo año, me vinculé a las filas del Partido Comunista Salvadoreño, PCS y con ello inicia mi formación política e ideológica; pero varios meses después, fui reclutado por mi hermano Oscar para el Frente de Acción Popular Unificada, FAPU”, añade el ahora docente universitario tras sus estudios en filosofía y educación.

Como dirigente sindical del Seguro Social participó en la fundación e integración de la Unidad Nacional de los Trabajadores Salvadoreños (UNTS), en 1986, además de otras organizaciones que tenían en agenda la lucha reivindicativa de obreros y campesinos, a la par de la lucha política bajo la directriz de la izquierda revolucionaria (él pertenecía a la Resistencia Nacional).

Uno de los episodios de la vida sindical y política de Rojas que aparecen en el libro se refiere a “La huelga de 30 días”, en 1985, bajo la administración del Doctor Jorge Bustamante, ginecólogo de respeto ya fallecido, que concluyó en una brutal represión policial –incluso murieron cuatro efectivos militares de civil a manos de los mismos policías que los confundieron.

Al leer esa parte del valioso documento histórico caen en mi memoria las imágenes de ese suceso que tensó a la sociedad salvadoreña inmersa en la guerra civil, incluso una de mis hermanas trabajaba en el Hospital General del ISSS, precisamente en la sala de emergencias donde ingresaron los policías a punta de bala, lanzaron al personal al suelo y lo amarraron.

“Estando boca abajo y amarrado, le decía a una de las compañeras que se encontraba muy cerca, que resistiéramos hasta que amaneciera (pensaba que en algún momento podrían desalojarnos del lugar y llevarnos para matarnos en otro); la compañera con mucha lealtad me contestó: ‘Sí, señor Rojas’”, remembra el dirigente sindical sobre ese hecho de represión.

Más adelante, nos relata que, según otros sindicalistas presentes, los policías capturaron a los cuatro efectivos militares de civil, les ordenaron colocarse boca abajo sobre el piso y procedieron a ejecutarlos con sus armas a pesar de que los asesinados les insistían que no los mataran porque eran “de los mismos”. Supuestamente creyeron que eran sindicalistas armados.

Como esa, hay otras anécdotas de Guillermo Rojas, entre ellas su participación en la multitudinaria marcha del 22 de enero de 1980, que fue reprimida con fuego de metralla a la altura del Palacio Nacional, así como su incorporación a la ofensiva guerrillera del 11 de noviembre de 1989 que incluyó la noticia de que había muerto en combate –por suerte resultó ser falsa.

Al final del prólogo del libro, Rojas nos dice: “espero y deseo que algunas de las ideas y argumentos expuestos en los siguientes relatos acerca de mi experiencia sindical y política, sean de alguna utilidad a las nuevas generaciones de sindicalistas; a esas generaciones que han optado por cierto nada fácil y sí muy intrincado de la lucha reivindicativa y política de los trabajadores…”.

Exitos, Guillermo Rojas. Te apreciamos mucho en la familia.













martes, octubre 01, 2013

Pieza de Indias: Africanos en El Salvador

Por Guillermo Mejía

El título de este artículo es tomado del documental realizado por la Secretaría de Cultura con el fin de coadyuvar al rescate histórico sobre la herencia africana en El Salvador, tema invisibilizado por la pervertida “política de blanqueamiento” impuesta desde el Estado, además de reivindicar la afrodescendencia que corre sobre las venas del salvadoreño del Siglo XXI.

“Pieza de Indias: Africanos en El Salvador” fue parido por la Dirección de Cine y Audiovisuales, Dirección Nacional de Artes, de dicha secretaría, bajo la dirección del culturólogo Marvin Aguilar bajo la supervisión de Jorge Dalton junto a un equipo idóneo, con el aporte intelectual de especialistas como Pedro Escalante Arce, Carlos Leucel, Marielba Herrera, entre otros.

La herencia africana en nuestra región centroamericana pretende ser negada y sólo es asumida –en muchos casos a regañadientes- donde las características físicas son tan obvias, en otras palabras la “política de blanqueo” nunca fue superada, tal es el caso de El Salvador donde el ancestro de color se fue diluyendo en la mezcla de la población que se asume en general mestiza.

El historiador salvadoreño Pedro Escalante Arce aseguró en una ocasión que dado ese mestizaje ha perdurado un porcentaje de la población salvadoreña que lleva sangre mulata en sus venas, pero “en la casi totalidad de casos sin tener en absoluto conocimiento del ancestro, al cual comentaristas e historiadores y el sentimiento popular sumieron en el olvido y callaron el mensaje”.

Tanto así que El Salvador, sumido en ese mestizaje “y no obstante que la memoria colectiva se volvió amnésica respecto al legado negro y mulato, y lo rechazó, lo indudable es que ha dejado, de una manera u otra, su impronta en los salvadoreños”, afirma Escalante Arce. Incluso la palabra guanaco –con la que se designa al salvadoreño- tiene íntima relación con el mundo mulato.

Para el caso, la participación activa de los negros y pardos en el movimiento de independencia centroamericano de España, es un hecho incuestionable. Uno de los casos emblemáticos es el del 5 de noviembre de 1811, en San Salvador, del cual de cumplieron 200 años en el 2011, aunque en la fiesta oficial nunca se reivindicó el aporte de nuestra gente de color.

Vale recordar las palabras de Miriam Miranda, integrante de la Organización Fraterna Negra Hondureña (OFRANEH): “El silencio y el olvido al que hemos sido condenados en Centroamérica los pueblos que poseemos herencia africana, es parte del feudalismo que impera en el istmo”.

“Desde la invisibilización hasta el avasallamiento, han sido las políticas de los Estados centroamericanos que se han distinguido en la historia por la violencia y desprecio hacia los pueblos indígenas y negros”, agrega. En nuestra región hay más de tres millones de afrodescendientes.

Miranda recuerda la introducción de esclavos en Centroamérica provenientes de Africa en los siglos XVI y XVII por la explotación minera y asentamientos de africanos, por ejemplo, en ciudades como Santiago de los Caballeros y Villa de la Gomera en Guatemala; El Realejo, San Felipe de Austria, Santa María del Aro, y Abierto, en Nicaragua; San Vicente, en El Salvador; y la Puebla de los Pardos, en Costa Rica.

El lamentable grado de ignorancia de los salvadoreños sobre el legado negro lo pone en evidencia el especialista José Heriberto Erquicia, de la Universidad Tecnológica, quien recuerda el trillado discurso de que “aquí no hay negros porque Martínez los prohibió” y que cuando los hay se refieren a “personas que nos visitan del exterior” sin asumir lo propio. Nada más falso.

Nos recuerda Erquicia: “El proyecto de nación de los gobernantes salvadoreños de finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX era el de homogenizar las diversidades étnicas de todos los pobladores de la naciente Nación y volvernos ciudadanos de un Estado-nacional. Mediante la idea de “dejar de ser indígena, negro o mulato”, por ser ‘moderno’, ‘educado’, ‘escolarizado’, ‘civilizado’. La visión fundamental era que para modernizarse y ‘avanzar’ hay que dejar de ser indio, negro y mulato, y pasar a ser mestizo”.

Como he escrito en otras ocasiones, hay una cuenta histórica con nuestros antepasados de origen africano que en condiciones infrahumanas, injustas y denigrantes fueron arrancados de sus lugares en Africa y traídos como esclavos a tierras americanas. Sería bueno para la salud de la sociedad salvadoreña entrarle en serio a este asunto histórico.

Susceptible a mejoras, porque siempre quedan deudas al respecto, hay que celebrar el aporte hecho con el documental “Pieza de Indias: Africanos en El Salvador” como un primer abordaje audiovisual a tan rica y negada historia nacional. Es importante que existan profesionales comprometidos con tan loable labor.

Para que aprecien el documental, pueden acceder a las siguientes direcciones gracias a la producción y distribución de la entidad afrohondureña Organización de Desarrollo Etnico Comunitario (ODECO), fincada en puerto-ciudad de la Ceiba, departamento de Atlántida, caribe de Honduras:

1. http://plataformacumbremundialafro.blogspot.com/2013/09/documental-pieza-de-indias-africanos-en.html

2. http://www.youtube.com/watch?v=yviEMgxjYqI