jueves, julio 09, 2009

Terminar con el golpismo para asegurar la democracia

Por Guillermo Mejía

El diálogo entre el presidente electo democráticamente de Honduras, Manuel Zelaya, y el de facto, Roberto Micheletti, bajo la mediación del mandatario costarricense Oscar Arias –Premio Nóbel de la Paz- en San José tiene que asegurar la eliminación de la amenaza del golpismo en nuestra región.

Por encargo o sugerencia de Hillary Clinton, secretaria de estado estadounidense, Arias pretende que se vuelva al carril de la democracia hondureña luego de la captura y expulsión de Zelaya, el 28 de junio, cuando estaba programada en ese país centroamericano una consulta popular.

Los dimes y diretes no se han hecho esperar. Muchos consideran que volver al redil democrático no es un asunto fácil dado el empecinamiento de sectores de poder hondureños, en connivencia con los militares, que se han visto amenazados por la que estiman radicalización de las propuestas del gobierno de Zelaya.

El acercamiento del mandatario defenestrado por los golpistas con el presidente venezolano, Hugo Chávez, por consiguiente la incorporación de Honduras a la alternativa bolivariana Alba y su participación activa con los gobiernos latinoamericanos de Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Cuba, además de Venezuela, causó nervios en los susodichos sectores de poder.

La consulta popular de ese domingo del golpe, que pretendía conocer la voluntad de los hondureños sobre cuestiones de política doméstica, fue la gota de derramó el vaso. Ya desde antes la derecha política y empresarial latinoamericana ha hablado de una ofensiva de la izquierda, que consideran radical, bajo la égida de Chávez.

En recursos electrónicos y medios de comunicación tradicionales latinoamericanos ha salido, al respecto, cantidad de informaciones y comentarios. El golpismo o gorilismo ha sido acompañado directa o de forma indirecta como una manera –aunque algunos creen desde todo ángulo incorrecta- urgente para contener el avance de la “izquierda chavista”.

Irse por el supuesto de la ofensiva radical de la izquierda, por ende, resta importancia a la discusión sobre la real y necesaria democratización de nuestra región, además de la estigmatización de las consultas populares y las formas también necesarias de participación de los pueblos en la construcción de su destino.

Fácil resulta, en ese sentido, que por la supuesta amenaza las democracias emergentes claudiquen por medio de recursos antidemocráticos y del pasado como son los golpes militares tan vergonzantes en nuestra región, así como deshacer de un plumazo las conquistas políticas, sociales y económicas por la lucha de los pueblos.

Entonces, condición sine qua non sería que resulte imprescindible que el golpismo sea un recurso desterrado de la mente de los centroamericanos y latinoamericanos y, obviamente, que en el caso hondureño se encauce el proceso democrático con la reinstalación de Zelaya. Ambas partes mostrarán sus recursos en el proceso de diálogo.

Urge, sí, que avancemos en la construcción democrática de cara a los pueblos y que no volvamos a ver al pasado para copiar recursos que deben estar en el basurero de la historia. Una mirada al pasado solo vale para aprender de las lecciones históricas que se vuelven buen recaudo para nuestro presente y la construcción del futuro.

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