lunes, noviembre 08, 2010

El periodismo político en tiempos posmodernos

Por Guillermo Mejía

Las instituciones más poderosas para el control de la información son la religión y el Estado, por medio de ellas se crean mitos y relatos que expresan teorías sobre asuntos fundamentales. En la era posmoderna, los actores son los políticos y los periodistas y las nuevas sedes, catedrales de estos tiempos, son los medios de comunicación, en especial la televisión.

De esa forma estima el profesor y especialista en comunicación política afincado en España, Javier del Rey Morató, que agrega: “El relato es plural, y no remite a un mundo trascendente, sino a las cosas de la política, de la que esperamos lo que antes nos daba el gran relato: seguridad, certidumbre, asuntos para nuestra efectividad, y credibilidad para apoyar a los intérpretes y confiar en su palabra”.

Su interpretación parte de dos conclusiones fundamentales.

En primer lugar, lo que se refiere –como se dice en la entrada del presente artículo- que las instituciones más poderosas para el control de la información son la religión y el Estado. “La función de las teorías es simplificar al máximo la información, y ayudar a los que creen en ellas a organizar, valorar e interpretar la información, y a excluir la información no relevante”.

En segundo lugar, el autor asegura que después de la crisis del metarrelato bíblico, y después de la crisis de su competidor, el gran relato marxiano (en 1989) sólo queda el relato de la democracia liberal: “Aunque no sabemos muy bien en qué consiste, podemos aproximarnos a él: es un relato con nuevos actores, nuevo guión y nuevos escenarios”. Ahí aparecen los políticos y los periodistas.

Sin embargo, Morató prevé que la crisis del relato no empieza en estos tiempos, es adecuado “consignar que la crisis se insinúa en el dualismo de Maquiavelo. La crisis del metarrelato se manifiesta en el campo fenomenológico que él somete a análisis: la política. Y eso es tanto como decir que la posmodernidad estaba implícita en los enunciados inaugurales de la modernidad, como la madurez en el niño o la semilla en el árbol”.

Y añade el profesor de comunicación e información: “Podemos decir que la posmodernidad no es sino la modernidad más moderna, nuestro modo de estar en ella y de sentirnos habitados por ella: si empieza con la declaración de un estatuto de autonomía para la política, prosigue su marcha en la ciencia, con Galileo, toma posiciones en la cultura con Vico y con Herder, sale ruidosamente a la calle en 1789, y adquiere actualidad con las propuestas de Dewey, y, más recientemente con el llamado ‘pensamiento débil’”.

El punto es que –como explica Morató- si todo aquello era la modernidad ascendente, éste es un capítulo que no estaba en el guión: la conciencia de los límites de la modernidad; el padecimiento de sus contradicciones; la resignación ante un saber fragmentado; la aceptación de que existe una contradicción entre valores igualmente aceptables; la práctica de una política de posibilismo, basada en la gestión de los feedbacks, y la producción de una comunicación política que consigue implicar el demos en los asuntos de la polis.

El profesor y especialista en comunicación política aprovecha la ocasión para referirse al problema de los valores políticos en la posmodernidad, por cuanto la legitimidad en la búsqueda de un valor social “es en buena medida un concepto heterónomo, es decir, relativo, que no depende en exclusiva del valor estimado, sino de sus posibilidades en la constelación de valores en la que tiene que competir”.

Así, la legitimidad cambia cuando cambia la situación, y en ocasiones diferentes concepciones de la legitimidad pueden conducir a un conflicto entre grupos, o intensificar y radicalizar conflictos ya existentes.

“En esa búsqueda de valores, que se produce en un escenario conflictivo, en el que hay que decidir y decantarse por unos valores en detrimento de otros, la política adquiere una lógica propia, y unos comportamientos diferentes, que la distancian necesariamente de la cultura y de la religión”, dice el autor.

De esa manera, según Morató: “Una serie de dilemas, de asuntos no resueltos a priori, y que no admiten una solución ideal, satisfactoria para todos, no puede resolverse sobre la base de criterios técnicos exclusivos, ni tampoco en relación con un solo valor. Enfrentarse a esos dilemas implica necesariamente elegir entre distintas medidas políticas y distintos valores”.

Como no es posible encontrar “fórmulas mágicas” que sustituyan los dilemas por soluciones claras a todos y cada uno de los problemas, soluciones que den satisfacción a todas las partes implicadas “lo que queda no es la racionalidad en cuanto medición objetiva de las utilidades sociales, sino el regateo entre las personas”, asegura el pensador citando al autor estadounidense Daniel Bell.

Y concluye: “Es precisamente ese regateo entre grupos y personas en que consiste la política –su carácter pendenciero- el que convierte a la comunicación política en algo indisociable del quehacer político, y también en el repertorio de recursos para argumentar en forma interesada, que no siempre tiene en cuenta la realidad y la amarra semántica de los enunciados, bastándole con ser útil para los intereses camuflados bajo al forma de retórica reaccionaria o progresista, y bajo la forma de distintas posibilidades de simulación”.

2 comentarios:

Carlos Abrego dijo...

En mi opinión, por lo que cuentas, lo que cosntruye Morato es un relato con personajes abstractos, puestos afuera de la sociedad de clases, moviéndose de manera autónoma. Son corrientes sin hombres que respondan a intereses, a intereses de dominación ideológica. La información la entregan periodistas que piensan, que tienen ideas, que sienten, pero que deben plegarse a pensamientos, a ideas y sentimientos que limiten la capacidad de pensamiento, que le entreguen ideas prehechas y sentimientos a los teleespectadores, radioyentes, lectores. Se trata siempre de saber, quién puede manipular la información. Por lo general, son grandes financieros que invierten en agencias de noticias, en grandes centros de difusión, etc.

No olvidemos tampoco que el Estado tampoco es neutro, el Estado no está afuera de la sociedad, sirve justamente de un extenso organismo de dominación en beneficio de una clase social, la burguesía. No podemos pues considerar la información, la selección de la información como neutra, como movida sola por grandes corrientes de pensamiento o de lavado cerebral.

Guillermo Mejia dijo...

Por supuesto, estimado Carlos, nadie puede estar fuera de la voragine que significa la sociedad. Saludos, hermano.