La cultura de investigación: Nuevos retos en la sociedad contemporánea
Por Guillermo Mejía
En pleno Siglo XXI, la investigación depende del tipo de sociedad donde se realiza, de la cultura y de la ecología específicas, por lo que no será lo mismo experimentar dentro de una sociedad cerrada que en una sociedad abierta, esta última donde florece el intercambio humano y la apertura mental con el enriquecimiento de la conciencia.
De esa forma lo plantea el comunicólogo mexicano, Luis Jesús Galindo Cáceres, al reflexionar sobre el papel del investigador en la sociedad contemporánea donde encontramos definidos cuatro tipos de sociedad: comunidad de información, sociedad de información, sociedad de comunicación y comunidad de comunicación. Generalmente, el tránsito actual está del segundo tipo al tercero.
“La sociedad de información es la forma cerrada de lo social. Se configura en el agrupamiento de conglomerados humanos en lugares acotados y ordenados, las ciudades, jerarquizados y controlados por lo más alto de la jerarquía. Sociedades con centro que gobierna la periferia, donde los pocos toman decisiones por los muchos”, dice al profesor universitario.
“Forma social donde las mayorías delegan autoridad en una minoría. Forma social que cruza casi la totalidad de la historia humana en teocracias, monarquías, imperios, dictaduras, y casi todas las macroformas de organización colectiva, incluyendo las democracias occidentales actuales”, agrega el autor mexicano.
La sociedad de información tiene su característica clave, según Galindo Cáceres, unos manejan la información sobre el todo, son los únicos que pueden actuar sobre el todo, y por tanto necesitan medios que les aseguren el control, el principal es la información sobre una masa previsible y manipulable. En el Siglo XX se desarrollaron las tecnologías y saberes diversos para lograr ese control.
“El mercado es el gran nicho ecológico de este nuevo escenario. La investigación es indispensable para que unos sepan de todos, y esos todos puedan ser dirigidos en sus comportamientos por esos unos. Ese es el lugar general de la investigación en nuestro medio”, estima el comunicólogo mexicano.
“Frente a este escenario aparece el proyecto de la modernidad occidental, la sociedad de comunicación, la sociedad abierta, la compuesta por ciudadanos libres y participativos, la de individuos críticos y reflexivos. La paradoja es que entonces nace la ciencia social, pero no para promover la sociedad de comunicación solamente, sino para ser instrumentada para la sociedad de información”, advierte.
Según Galindo Cáceres, la democracia es la cualidad central de este tipo social, para su movimiento requiere del diálogo de los iguales, del acuerdo entre los distintos pero tolerantes para un gobierno más horizontal. El asunto lleva poco más de dos siglos y aún batalla por abrirse paso en la forma dominante.
“La sociedad de comunicación supone un manejo de información distinto, pone énfasis en la relación más que en el contenido. No importa tanto lo que sabemos de los otros y lo que podamos hacer sobre los demás con ese saber, lo importante es el acuerdo de diálogo y concertación con los demás sobre lo que a todos compete, poniendo en juego todo el saber posible para un mejor diálogo y una mayor decisión concertada y ejecutada”, explica.
De ahí que la investigación –en este tipo social- se separa del anterior sustantivamente, ya no es el control y la dominación lo importante, lo básico es el autocontrol y la comunicación. Una investigación social donde las formas del diálogo, del escuchar, sean el centro del trabajo reflexivo aún es escasa, casi inexistente, pero hay iniciativas al respecto.
En las sociedades, como por ejemplo el caso de su país (México), se encuentran los dos escenarios, la sociedad de información es la dominante, la de comunicación es emergente. “La investigación toma algún lugar en esa bifurcación, por una parte mantener la situación ecológica general, por otra parte promover la democracia y la reflexividad como formas elementales de convivencia”.
Luego, Galindo Cáceres, caracteriza el proceso que va de la cultura de información a la cultura de comunicación.
“La cultura de información representa las tendencias en el comportamiento a la búsqueda, manejo y distinción de la información pertinente para la acción. Todo actor social requiere de cierta cultura de información para relacionarse con los demás, para vivir en sociedad. Esta cultura será la adecuada cuando el ajuste situacional entre la acción y el objeto de la acción se verifiquen con consistencia”, dice.
Por otro lado, la cultura de información adquiere su verdadera profundidad cuando se le observa en sectores sociales distintos y en forma comparativa. “Ahí se perciben diferencias que están lejos de ser casuales o circunstanciales, más bien son consistentes con la ecología social general”, asume. De esa manera, algunos sectores sólo manejan cierto tipo de información, pero otros de manera más amplia.
La investigación social es parte de la cultura de información. El saber sobre lo social se distribuye entre la población de manera disimétrica, a algunos les llega más información que otros. La situación no es objeto de acción de la investigación tradicional, pero la investigación reflexiva de segundo orden intenta promover en los actores sociales una mayor cultura de información, de acuerdo con el autor.
“El asunto se pone más interesante con la cultura de comunicación. La sociedad de información tiene una muy baja cultura de comunicación, le interesa más el flujo de datos en ciertas direcciones, que constituir formas sociales de encuentro y diálogo. La razón es simple, una organización con trazos verticales no incluye a los horizontales más que en un orden secundario y subordinado, como en el caso de las democracias actuales”.
En la sociedad de comunicación se invierte el orden de subordinación prioritaria y primaria, la información depende de la comunicación. La información sigue teniendo una importante clave, pero es estructuralmente más relevante lo que hacen con ella en interacción dialógica los actores. O sea, según Galindo Cáceres, el flujo no se mueve en una dirección predominante, se reconstituye en cada nodo interactivo.
“Esto supone una organización más compleja, así como un gasto de energía más alto en la interacción. De la misma manera, conlleva ciertos elementos de transformación en toda la vida social, en sus valores y objetos prioritarios”, asegura.
De hecho, la investigación social se modifica sustancialmente con el aumento en la cultura de comunicación, y en tránsito a una sociedad de comunicación.
“Indagar sigue siendo un oficio relevante, pero su ubicación en la organización no está sólo cerca del centro de control, se distribuye en el todo social que ahora tiende a multiplicar los centros de autocontrol, y a necesitar los nodos interactivos para llegar a acuerdos o sólo participar colectivamente de la reflexividad de cada lugar que se auto-organiza”, explica.
Pero en las sociedades típicas, como México, la cultura de información es baja, sólo se tiene la necesaria para irla llevando, patrón de búsqueda o de exploración es casi inexistente como norma general. Hay poco manejo de información, lo que implica toma de decisiones sin información suficiente y adecuada.
“En el caso de la cultura de información el asunto es peor. Hay un dictador en potencia en cada individuo, un pequeño tirano en cada lugar de autoridad. El diálogo es una ausencia constante. Y aún así, hay un movimiento que busca redes horizontales de relación y organización: Este movimiento inicia la cultura de investigación como una actividad colectiva, reflexiva y dialógica”, advierte el autor mexicano.
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