miércoles, agosto 14, 2019

La esquizofrenia informativa y sus causas

Por Guillermo Mejía

Si en tiempos pasados los seres humanos se desarrollaron en un espacio público sin estar dominados por la tiranía de los hechos, como en la sociedad contemporánea, sería muy oportuno que los hacedores de la información, especialmente los periodistas, asumieran una visión integral de los fenómenos y le apostaran a la ética informativa.

“Los hombres y las mujeres vivieron y convivieron socialmente sin los hechos, y sin la tiranía de los hechos, durante muchos más siglos de los que no pensamos. No existía ninguna palabra para significar lo que nosotros entendemos por hecho ‘mediático’ (el factum latino era otra cosa)”, afirma el profesor José Francisco Serrano Oceja.

En ese sentido, ese mundo pasado no era “un conjunto de hechos”, sino una armonía, un orden, una sintonía marcada por la batuta de la heteronomía de la realidad, según nos ilustra el catedrático español; en cambio, ahora lo que prima es la posmodernidad o la tardomodernidad, en la que los hechos resultan aburridos.

“La recuperación ética, y de la ética, en el ámbito de la información, en clave de contribución clarificadora, no camina por otros derroteros diferentes de los del encantamiento de la realidad por la realidad, los de la recuperación del saber periodístico informativo como auténtico saber social”, afirma Serrano Oceja.

“La lógica de la información se ha hecho demasiado simple respecto a la complejidad de la historia y ha abierto las espuertas a unos procesos más complejos de manipulación de la información y de la historia”, advierte, al tiempo que señala cómo en el presente lo que impera es la visión mecanicista del hecho por parte de los seres humanos.

A partir de constatar la esquizofrenia informativa en que nos vemos envueltos en la sociedad contemporánea –según Serrano Oceja-, es necesario traer sus causas:

Uno: El cambio de estatuto de la información en nuestra sociedad: la inflación de la información, dentro de un sistema de polución comunicativa en donde todo el mundo se expresa, tiene algo que decir, afirmar, aportar, produce que el público tenga dificultades a la hora de la criba, a la hora de establecer los criterios que definan la información y los efectos de la información. En ese sentido se genera un oscurecimiento de la información y el valor de la información para el receptor. Los actores, además, presentan cartas de legitimidad informativa sólo con el hecho de estar presentes, o de poseer, los medios de la difusión de esa supuesta información.

Dos: Hay un oscilamiento en el estatuto de la comunicación y de la información causado por la banalización de las nuevas lógicas de la comunicación. En las sociedades abiertas todo el mundo quiere aparecer en el espacio público, que es donde parece jugarse el desarrollo y la autodeterminación social. Los que dan el paso, seleccionan y modulan las presencias se convierten en los protagonistas por lo que asumen un papel que no siempre está legitimado por una función, sino por los intereses de quienes controlan ese espacio público. No existe, para mayor agudización del problema, una correspondencia entre los criterios de selección de las informaciones que aparecen en el espacio con los de recepción por parte de los receptores. Con lo que se otorga una excesiva legitimidad a los que forman parte de ese círculo de la actividad pública en un sistema en el que los seleccionadores y seleccionados se autoprotegen.

Tres: Hay, también, un cambio de las relaciones entre información e historia. No existe identidad sin historia, ni identidad sin información. La disolución de la información social, como saber constructivo, es y significa la disolución de la historia. Por otra parte, la violencia y sus formas siempre han estado ligadas a la ausencia de información, a la ignorancia. Una de las mayores contribuciones de la información ha sido la reducción de la ignorancia para limitar la violencia. Hoy este fenómeno se vuelve más complejo a causa de la injerencia mediática. Saber todo rápidamente es una solución demasiado simple para reducir la violencia en la historia con lo que los medios planifican situaciones más sutiles de injerencia mediática. Entre otras manifestaciones de este hecho está la práctica de los medios de señalar los lugares de acción política y militar, y crear el rol de “media-diplomacia”.

Cuatro: Hay una mutación en la relación entre información y confianza del público. Esta confianza es clave para la legitimación periodística. Si se tiene la confianza del público los periodistas pueden ejercer el contra-poder. No se pierde la relación en la medida en que los periodistas contribuyen de forma decisiva a la estructuración del tiempo de hoy de los ciudadanos, pero sí en cuanto al contenido de esa estructuración que se deriva, inexorablemente, hacia el entretenimiento y sus formas híbridas, como el denominado info-entretenimiento.

Concluye Serrano Oceja: “Vivimos en el frágil triunfo de la información que nos lleva, como se ha afirmado últimamente, a la crisis del periodismo. A partir de la presión demasiado fuerte de los hechos debido al presencialismo de la información, de la tentación del conformismo y de la reducción de la producción de la información a una gigantesca pirámide invertida, nos encontramos con que los acontecimientos siempre le ganan la partida al análisis”.

Se necesita una preparación integral de los periodistas bajo la perspectiva de la ética, más allá de las destrezas y rutinas técnicas, para una comprensión del significado de la realidad informativa.

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