La esfera pública, los medios y la posmodernidad
Por Guillermo Mejía
Si en la modernidad industrial se inicia la institucionalización del sistema mediático –de ahí la importancia del giro tecnológico- es en la posmodernidad donde se consolida. La esfera pública se muestra irrelevante, desolada y estéril, el periodismo tiene una deuda onerosa con la gente y la condición de la sociedad actual se decanta en la individualidad y una visión intimista.
Es el acercamiento a lo que queda de las promesas fallidas “tecnodemocratizantes” a lo largo del siglo XX, como lo estima el académico español Carlos Alvarez Teijeiro, que con cita de Neil Postman dice: “los medios, despóticamente sometidos al imperativo supraideológico del entretenimiento, sólo sean capaces de evitar el totalitario infierno orwelliano (la prisión de la cultura y la cultura como prisión)”.
Lejos queda la comunicación colectiva como posibilidad de diálogo y encuentro social, donde los ciudadanos utilizando su raciocinio emprendieran la toma de decisiones desde lo público y conveniente para la sociedad. Y el sistema mediático asumiera los retos que señala una perspectiva ético-moral humanista que, por ende, girara alrededor del sujeto social como protagonista.
Alvarez Teijeiro recuerda a Daniel Bell, autor de la obra El advenimiento de la sociedad post-industrial (Basic Books, 1973) y define la nueva condición de la sociedad a partir de cinco características:
1. Sector económico: se produce aquí el paso de una economía básicamente productora de mercancías (sociedad industrial) a una economía productora de servicios.
2. Distribución ocupacional: para esta área se consolida la preeminencia de las clases laborales profesionales y técnicas.
3. Principio axial: centralidad del conocimiento teórico como fuente de innovación y formulación política de la sociedad. Bell dice que lo que caracteriza a la sociedad post-industrial es el carácter del conocimiento mismo.
4. Orientación futura: control de las tecnologías y de las contribuciones tecnológicas.
5. Toma de decisiones: aparición de una nueva “tecnología intelectual” caracterizada por “el esfuerzo por definir una acción racional e identificar los medios para llevarla a cabo”.
Al comparar a las sociedades pre-industriales, industriales y post-industriales, se estima que la última se basa en los servicios, donde no cuenta la fuerza bruta, o la energía, sino la información. El principio energético del funcionamiento de la sociedad es la información. Los medios de comunicación son uno de los principales agentes de creación, reproducción y distribución de información y conocimiento.
“En efecto, la revolución acontecida en el mundo de los media como consecuencia de los nuevos desarrollos tecnológicos ha contribuido a crear ‘nuevas interdependencias económicas y nuevas interacciones sociales. Se han formado nuevas redes de relaciones sociales; (y) nuevas densidades, físicas y sociales, se convierten en la matriz de la acción humana’”, señala Alvarez Teijeiro.
La “sociedad de masas” aparece con los siguientes rasgos –a decir de Bell:
“En la estructura social, el divorcio de la familia del sistema ocupacional, la progresiva especialización, la diferenciación de funciones, la multiplicación de las colectividades, las jerarquías, la formalización de las normas y la extensión del universalismo; y en el terreno cultural, la secularización de las creencias, el énfasis sobre la experiencia individual, la búsqueda de novedades y sensaciones y el sincretismo de doctrina y forma”.
Pero, según Alvarez Teijeiro, la preponderancia del papel asumido por los media puede llevar a creer de manera simple que los problemas principales con que se enfrenta la distribución de información y conocimiento en esta sociedad son tecnológicos o económico, mas Bell aclara que los problemas son de orden político.
La dimensión política de los problemas puede comprenderse a partir de la importancia de la participación como principio axial de la vida política.
“Al mismo tiempo, y dado que tal participación depende, en muy buena medida, del tipo y calidad de la información e interacción ofrecidas por los media, cabe ver en esta situación la enorme responsabilidad del sistema de medios ante la cuestión base de toda filosofía política: ¿cuál es la vida óptima que se quiere llevar?”, asegura Alvarez Teijeiro.
Como sociedad hedonista, individualista e intimista, la posmoderna ha desplazado la “moralidad de la bondad” por una “moral de la diversión”. De lleno, la sociedad occidental carece al mismo tiempo de civitas, la disposición espontánea a sacrificarse por el bien público, y de una filosofía política que justifique las reglas normativas de las prioridades y asignaciones de la sociedad, de acuerdo con Bell.
En cuanto a las características mediáticas de la sociedad posmoderna, se concluye que los medios de comunicación ocupan un lugar privilegiado en la esfera pública, y es de tomar muy en cuenta los fenómenos de opinión pública derivados de la “democracia de los sondeos” con lo que “(…)la democracia no estaría sino descomponiéndose desde adentro”.
Según Alvarez Teijeiro, los medios de comunicación pasaron a convertirse en “no-lugares”, porque se convirtieron en deficientes gestores del espacio público hasta hacerse imposible el progreso del discurso público de la democracia y pueden caracterizarse de la siguiente manera:
1. La proliferación de pseudoacontecimientos o acontecimientos mediáticos.
2. La cobertura trivial de la vida política, social, cultural y económica.
3. La progresiva conversión de la información y de la educación en entretenimiento siguiendo la implacable lógica del capitalismo, que tiene en el ocio el necesario reverso de la producción, el tiempo del consumo, han convertido a los medios, su ética y su estética, en una maquinaria de gestiona y produce la desaparición de lo real, como denuncia Paul Virilio, pero como maquinaria también capaz de globalizar el desarrollo potencial totalitario del exceso de información.
Si la televisión ha defraudado por la forma de presentarnos la política, su espectacularización, solamente queda en la prensa escrita, aun viva, el medio privilegiado para ayudar a que los lectores “definan sus papeles ante sí mismos y ante los demás”, aunque no se le puede achacar un total fracaso a los audiovisuales sí es de reconocer que más y mejor información procede de los diarios (en sociedades democráticas avanzadas).
Alvarez Teijeiro establece que la calidad de la vida democrática depende, en gran parte, de la calidad del sistema de medios y tecnologías de la comunicación que la hacen posible, citando al académico español Javier del Rey Morató. Y de que tal calidad es difícilmente alcanzable si los medios “no son capaces de destinar recursos a reflexionar sobre la responsabilidad que les confiere ocupar un lugar de privilegio en la definición y gestión del espacio público”.
“(…)los poderes y las capacidades que las nuevas tecnologías ofrecen a los medios de comunicación son poderes y capacidades éticamente neutros hasta que se les otorga un sentido preciso” y agrega que si todavía se habla de “cuarto poder” habría que completar la metáfora con la clara conciencia de que el poder de los medios es también, y sobre todo, el poder de servir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario