sábado, enero 27, 2007

La prensa salvadoreña atrapada en mañas del pasado

Por Guillermo Mejía

Aún no existe claridad específica sobre hasta dónde llegamos a construir otro país tras la firma de la paz, el 16 de enero de 1992. Los gobernantes de turno dicen a los cuatro vientos que somos ejemplo para el mundo, la izquierda y otros sectores críticos aseguran que los Acuerdos de Paz fueron saboteados.

La crisis que nos agobia en todos los órdenes no se puede ocultar. Que la izquierda participe del ejercicio del poder no garantiza que las cosas mejoren, al contrario tiene una forma antidemocrática de hacer política con autoritarismo y clientelismo al igual que la derecha gobernante.

Esos son algunos razonamientos que se derivan del proceso que ha vivido la sociedad salvadoreña a lo largo de 15 años que callaron las armas, momento vivido entre diciembre de 1991 y febrero de 1992 cuando la sociedad salvadoreña se regocijó por la conquista de la paz y la esperanza de un país con futuro.

Pasado ese tiempo, los periodistas también estamos en la obligación de echar un vistazo a las condiciones en que nos encontramos al final de tres lustros. Pasamos del periodismo en la guerra al periodismo en una sociedad que de hecho subsiste en un ambiente de paz ausente.

En ese devenir, ¿qué ocurrió con la prensa?, ¿cuáles son sus puntos clave de modernización?, ¿se instituyó el refresco informativo en cuanto a temas, protagonistas, puntos de vista, enfoques?, ¿se configuró el conocimiento del mundo a partir del ejercicio periodístico?, ¿se sumó a la lucha por la democratización?

Cada una de las interrogantes encierra una variedad de elementos que nos permitiría arribar al estado actual de la prensa nacional. En el presente artículo me parece de suma importancia tocar lo referente al papel de la prensa en la lucha por la democratización de la sociedad. Creo que lo demás se entenderá por estar concatenado.

Cuando hablamos de la “prensa salvadoreña” tenemos que ubicar en su verdadera dimensión lo que significan los grandes medios de comunicación como La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy, los canales de televisión como los de Telecorporación Salvadoreña 2, 4 y 6, y el Canal 12. De las radios entra la YSKL.

Es decir, son los medios que más influyen en los procesos de opinión pública por contar con mayor presencia en la población y recursos. Después muy modestamente encontramos los demás periódicos, los otros canales y la cantidad de emisoras de radio que tienen sus espacios noticiosos o de opinión, entre ellos los que se dicen medios alternativos. Que conste que algunos de estos medios son extensiones del discurso oficial.

En general, los periodistas y figuras del entramado político muy interesados en vendernos el “nuevo país” luego de los Acuerdos de Paz confunden, algunos con muchísima malicia, la apertura mediática con la presencia esporádica de sectores críticos y de izquierda en la pauta periodística. Como si solo con entrevistas a dirigentes o funcionarios del FMLN o representantes de algunas ongés bastaría para gozar de democracia informativa.

El problema que enfrentamos con respecto a los medios de comunicación salvadoreños y la lucha por la democracia es más de fondo, puesto que persiste –como en el pasado reciente antes y durante la guerra- la presencia de ciertos discursos añejos que imposibilitan que las audiencias tengan un acercamiento adecuado a los fenómenos que ocurren a su alrededor.

Para ejemplificar lo anterior pongo algunos casos que me parecen obvios:

Uno: La prensa salvadoreña de influencia se mantiene atrincherada ideológicamente, situación que se verifica cada vez que existen eventos donde supuestamente se pone en riesgo la “vivencia democrática del sistema”, como en cada período electoral, o cuando ocurren hechos que fácilmente relacionan con “violencia política”, como los sucesos del 5 de julio de 2006 frente a la Universidad de El Salvador (UES). Sobre el último caso, es curiosa la queja del jefe de información de La Prensa Gráfica, Héctor Silva Avalos, ante la acusación que recibieron por acuñar al hecho 5-J que, obviamente escrito así, cualquiera lo relaciona con 11-S de Estados Unidos, el de los atentados contra las torres gemelas y, por ende, parte de la “confabulación terrorista internacional”. Silva Avalos niega que haya existido tal interés, pero queda la duda; por eso es bueno recordar el sentido periodístico responsable que nos sugiere el uso adecuado de los términos. En la conciencia de Silva Avalos queda si las cosas son como defiende, aunque en El Salvador el uso ideológico de las connotaciones es un recurso mediático utilizado hasta la saciedad.

Dos: Bajo el supuesto de que vivimos en una democracia entendemos que en la lucha por el poder cabemos todos, sin importar nuestras creencias o puntos de vista (toda vez que no atentemos contra los derechos de los demás). Sin embargo, es una cuestión que va, como dice la sabiduría popular, del diente al labio. El discurso mediático del poder nos dice cuando cree pertinente que en la sociedad salvadoreña existen malos (izquierda) y buenos (derecha), que existen enemigos de la libertad (Cuba-Venezuela-Bolivia-FMLN) y luchadores por la libertad (Estados Unidos-Colombia-Arena, etc.) y que estamos en permanente “amenaza comunista” con el eje Castro-Chávez-Morales-Ortega al grado que en cada elección se corre el riesgo de que si ganan los “demonios” lo primero que ya no vendrá son las remesas (y esto no es invento porque los medios periodísticos lo explotan religiosamente).

Tres: Por consiguiente, en medio de la perenne amenaza a la patria como nos dicen, la sociedad salvadoreña es víctima de una cobertura periodística tendenciosa, en la que no cuenta con todos los elementos necesarios para tener claridad sobre lo que ocurre y eso se da tanto en los hechos locales como internacionales. A partir de esa mala praxis periodística el salvadoreño promedio no puede decir que se forma el sentido del palpitar cotidiano al asomarse a la ventana mediática. Los discursos rancios acaparan la atención de las personas que se exponen a los productos periodísticos de esos medios de influencia con el agravante de que aún no existen medios que sean alternativa periodística de peso. Las experiencias rescatables aún son muy modestas, a las que se suman otras que sirven a la izquierda con las mañas desinformativas de la derecha. Paradójicamente, la izquierda nunca logró tener un proyecto periodístico serio en un país donde esa opción política sí tiene gente.

A partir de lo expuesto podemos inferir que en ese período de 15 años la prensa que realmente influye en los procesos de opinión pública no le ha apostado a la profundización de la democracia, al contrario en su atrincheramiento ideológico violenta los cánones de la excelencia periodística.

A la precariedad de contenido responsable donde deberíamos palpar el reflejo del acontecer cotidiano se suman las posturas editoriales que constatamos con muchísima preocupación, porque es escasísima la presencia de columnistas que abonen al cambio. Ni qué decir de algunos editoriales donde incluso se externan mentiras, calumnias y hasta racismo.

En ese sentido, la carrera vertiginosa de algunos medios de comunicación por contar con tecnología de punta y opciones multimedia –por supuesto, nada despreciable- choca con la ausencia de compromiso con la lucha por la democracia, la justicia y la soberanía nacional.

Es decir, en 15 años hemos tenido más de lo mismo con algunos repellos (ahora no matan periodistas sino que les echan bola negra, ya no ponen bombas a los medios que no les gustan sino que los castigan con la falta de publicidad, etc.). En algunos espacios que en su momento mostraron mayor apertura informativa y opinativa, en especial con entrevistas matutinas, se aprecia ahora mayor presencia del discurso oficial, mientras las noticias se contaminan con labores de relaciones públicas (lo hicieron con Anda y el Fovial).

En conclusión, resulta imperativo que los periodistas y la sociedad salvadoreña, en general, tomemos conciencia sobre la necesidad de desmontar esos discursos añejos y esos miedos trasnochados que imposibilitan un ejercicio periodístico que coadyuve en la construcción de la democracia y el Estado de derecho.

No es posible creer que en una sociedad donde muchas cosas andan mal algunos pretendan vender la idea de que la prensa camina del todo bien. Con eso damos a entender el difícil trabajo de los periodistas salvadoreños y los retos que atañen no sólo al gremio, sino a esa sociedad que también es responsable de la construcción de su destino. Y, claro, la prensa anda en crisis no sólo en El Salvador, pero eso no debe ser consuelo de tontos.

[Artículo publicado en Revista Rumbo, edición 5, San Salvador, El Salvador, enero de 2007]

domingo, noviembre 12, 2006

Una sociedad fragmentada

Por Guillermo Mejía

Cuando se llegó a la conclusión de que una victoria militar era imposible por alguna de las partes en contienda durante 12 años, se allanó el camino a la paz que firmaron rebeldes y gobernantes con auspicio de las Naciones Unidas en Chapultepec, México, el 16 de enero de 1992.

Resultó un hecho trascendental en la historia nacional. Lo que vendría a continuación –según la teoría- era la apertura democrática, el combate a la injusticia estructural y el desmantelamiento del autoritarismo que pesaba por decenios.

Con poco los Acuerdos de Paz pasaron del ambiente eufórico, romántico, del fin de la guerra a la dura realidad cotidiana de falta de voluntad de cumplimiento, especialmente por la parte oficial, con lo que mucho de lo pactado quedó en letra muerta.

Si bien muchas cosas de ese pacto nacional existen, quizás más mal que bien por mezquindades, la cuestión de fondo que aún se percibe en los ambientes es que no se le dio oportunidad a la concertación para resolver los problemas que nos aquejan.

En ese contexto, el devenir nacional en los 14 años posteriores ha mostrado que desde cualquier ámbito, económico, social, político o cultural, las definiciones de los grupos de interés o de presión siguen cautivas por cuestiones particulares y, en muchos casos, de visiones de mundo.

La angustia y desesperanza que abate a los salvadoreños debido a la escalada delincuencial resulta un laboratorio de primer nivel que nos muestra, otra vez, que subsistimos en una sociedad fragmentada que se conduce a la deriva.

No hay tales de plan de nación, no existe una madura política criminal integral que, a la vez que penalice a los malhechores, conlleve esfuerzos concretos para corregir la injusticia estructural que sirve de caldo de cultivo para la generación de violencia.

Las preocupaciones mostradas por sectores empresariales, políticos –tanto de derecha como de izquierda- y ciudadanía en general son una buena señal, para que ahora sí vayamos en serio en la búsqueda del pacto nacional que nos garantice un desenvolvimiento con justicia y seguridad.

Estamos en la prueba de fuego. La Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) llamó a la unidad nacional frente a la delincuencia, pero para que esa actitud tenga coherencia también es urgente que como empresarios pongan su cuota social para con los desamparados y marginados.

La clase política, en general, que co-gobierna las diferentes instancias del Estado, debería hacer un esfuerzo, coherente y sincero, para coordinar las acciones pertinentes que nos saquen de la vorágine que nos golpea.

Estamos frente a una nueva oportunidad para enrumbar los destinos de la nación. Sería muy lamentable que socavemos el esfuerzo de concertación o de pacto nacional que se torna una oportunidad valiosa luego de la desesperanza que vino en la posguerra. El tiempo es el enemigo. [Análisis publicado en la revista salvadoreña Rumbo, edición 3, octubre de 2006]

sábado, octubre 21, 2006

Renglones torcidos de la Independencia centroamericana

Por Guillermo Mejía

Muy al contrario de lo que aún se enseña en las aulas, se difunde por los medios de comunicación o se repite en las calles sobre la Independencia centroamericana –que cumplió 185 años el 15 de septiembre- considero oportuno puntualizar algunas situaciones.

El objetivo primordial de estos señalamientos pasa por la necesidad que tengo como centroamericano de que corrijamos los renglones torcidos de la historia de nuestra Patria bañada por dos inmensos mares y cruzada por una cadena volcánica.

I

El 15 de septiembre no conmemoramos la Independencia de El Salvador, ni de Honduras, ni de Guatemala, ni de Nicaragua, ni de Costa Rica, como repúblicas separadas, sino que de una región que estaba integrada por un territorio distribuido en lo que tiempo después fue parcelado. La historia nos cuenta que la audiencia de Guatemala, en ese entonces, se extendía desde la línea que divide los Estados mexicanos de Chiapas y Oaxaca hasta lo que ahora es una zona cercana a la frontera entre Costa Rica y Panamá. La capital de la audiencia era la ciudad de Santiago de Guatemala.

Desde 1823 se conoce la integración de un nuevo Estado nombrado Provincias Unidas de Centroamérica, aunque ya mutilado por la separación del territorio de Chiapas, por un lado, y el territorio de Belice ocupado por ingleses. Estos últimos tenían gran presencia en la despoblada región atlántica del istmo donde tenían tiempo de incursión. La República Federal de Centroamérica tuvo su capital en la ciudad de Guatemala, hasta 1834, y posteriormente fue San Salvador.

Las añejas disputas interesadas de los sectores de poder de las provincias unidas dieron al traste con la república federal. En 1838 el congreso federal emitió el decreto que permitió a los Estados integrantes organizarse como les pareciera mejor, aunque deberían mantenerse dentro de la federación. Empero, Honduras, Nicaragua y Costa Rica se convirtieron en Estados separados en 1838, y El Salvador y Guatemala en 1839. Como repúblicas aparecen Guatemala en 1847; El Salvador, 1856; Honduras, 1864; Nicaragua, 1854; y Costa Rica, 1848.

II

Resulta controvertido cómo los sistemas de los Estados Centroamericanos que una vez estuvieron integrados en la federación insistan hasta en el parcelación nacionalista de las personas que conocemos en nuestra historia como los próceres de la emancipación del yugo español y la aventura del destino común de los centroamericanos.

De esa forma, por ejemplo, nos han vendido la idea de que José Matías Delgado tenía la nacionalidad salvadoreña, al igual que Manuel José Arce, y que Francisco Morazán –el caudillo integracionista- ostentaba la nacionalidad hondureña como también el intelectual José Cecilio del Valle. A la lista agreguemos toda la pléyade que era conocida y se asumía como centroamericanos si bien habían nacido en algún territorio de la región que hoy conocemos parcelada en repúblicas. Al grado que resulta común llamar extranjeros, en cualquier país del área, al originario de otro Estado que un día fue parte de la federación y que, por ende, es centroamericano y compatriota.

Las añejas disputas de los sectores de poder aún siguen presentes, aunque en la parte formal se hable de un proceso de integración regional que ahora abarca a Belice y Panamá en busca de presentar la unidad centroamericana ante el mundo.

III

La errada concepción patriotera con que se asume la conmemoración del 15 de septiembre como Independencia en cada república. Más que desfiles y demostraciones militaristas, el pueblo centroamericano necesita mayor conocimiento e interpretación del movimiento emancipador y la aventura de república común. Del sueño truncado de los pueblos y el carácter instrumental de las clases dirigentes que, aunque digan lo contrario, siguen empecinadas en sus localismos como lo hicieron en el pasado.

Resulta inaudito que los sistemas educativos, además de los errores históricos que reproducen, obliguen a las nuevas generaciones de centroamericanos a malgastar el tiempo en esos desfiles con bandas de guerra, eufemísticamente llamadas ahora bandas de paz, que solo sirven para reproducir el militarismo, especialmente en países donde los militares tienen un oscuro pasado como es el caso de El Salvador.

La construcción del ser centroamericano pasa por el compromiso de todos los originarios de esta región del mundo en el reconocimiento de nuestro pasado y la pertinencia de un modelo más humano y justo en el presente a fin de asegurar un mañana digno, donde al fin estemos juntos sin esas fronteras que nos empequeñecen. [Publicado en Revista Rumbo, edición 2, septiembre, 2006. San Salvador, El Salvador, C.A.]

domingo, julio 02, 2006

La mediatización de la religión

Por Guillermo Mejía

Resumen:
La mediatización de la religión es un hecho. Trasciende a la pauta periodística de los medios de comunicación, ya que las iglesias han aprovechado cada vez más su presencia mediática a partir de la creación de sus propios espacios en radio, televisión e impresos, con la ventaja de que trabajan en el campo especializado de la fe.

La religión está inmersa en un proceso de mediatización, similar al de la política, donde sus actores y exposiciones se han trasladado del lugar público hacia ese espacio virtual construido en el marco de la cultura mediática.

Vale aclarar que no significa el desaparecimiento total del lugar tradicional de encuentro, al igual que le ocurre a los políticos que de vez en vez irrumpen en las calles, sino que la revolución tecnológica los insertó en el rincón más privado de la persona.

Tomando en cuenta el modelo de la argentina María Cristina Mata, de la Universidad Nacional de Córdoba, propongo que mediatización de la religión implicaría el papel preponderante de los medios de comunicación en la lógica de construcción de la fe.

De esa forma, encontramos, cada vez más, la mediación de esos comunicadores entre los encargados del culto y los creyentes. Obviamente, las posturas conservadoras –al igual que en la política- gozan de privilegios en la difusión de su discurso.

También, han asumido una postura espectacular en la búsqueda de mentes y corazones en el conglomerado, situación que les lleva a disputar espacio con los representantes del ocio tradicional (encuentros masivos, luces, música en vivo, entre otros).

Pero, van más allá. Al contrario de la ausencia de alternativas de comunicación –por desconocimiento o menosprecio- que se verifica en las fuerzas políticas que dicen estar por el cambio, los religiosos sí le han apostado a sus propios medios.

El punto acá no es tanto que dentro de su feligresía consigan los fondos necesarios para su manutención o que reciban ayuda internacional, sino la comprensión de que a estas alturas de la historia todo proyecto debe ir acompañado de la comunicación.

En El Salvador, aún muchos dirigentes y cuadros políticos de oposición se conforman con recordar –especialmente en procesos electorales- lo que significan para el aparato de difusión de la derecha, sobre todo los grandes diarios y los canales tradicionales.

Sin embargo, y luego de los años aciagos de la guerra civil que dejó no menos de 75 mil muertes, la sociedad salvadoreña no cuenta con un tan solo medio de comunicación que desate las amarras de la prensa tutelada por el poder.

De los medios de comunicación de la derecha muy poco o nada se puede esperar, en la búsqueda del cambio. De ahí la necesaria apuesta por la construcción de una estrategia comunicativa alternativa, pero es imprescindible comprender ese proceso.

El concepto de las iglesias

Las diferentes denominaciones religiosas presentes en el país sí vienen trabajando en esa dirección desde tiempo atrás. Las iglesias católica y protestante, especialmente, se han insertado en la cultura mediática con buenas ganas.

Los católicos han desarrollado proyectos educativos-comunicativos cuyas características han sido: por un lado, asistencialistas y, por otro, en función de su crecimiento como grey frente a la competencia de otras religiones.

Cabría mencionar, en medio de esos proyectos tradicionales, la presencia de otros programas educativos-comunicativos asociados con posturas críticas de cara a la realidad socio-económica y política de los salvadoreños.

Uno de los comunicadores por excelencia que ha tenido la iglesia católica es el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado en marzo de 1980, luego de su denuncia incansable por la defensa de los derechos humanos.

En ese contexto, innumerables veces fue dinamitada la emisora YSAX, donde Monseñor Romero difundía su homilía dominical y sus palabras reconfortantes a sus feligreses noche a noche. Paradójicamente, ahora hasta a la emisora le cambiaron nombre.

En esa inserción mediática también han proliferado otras emisoras católicas en frecuencias AM y FM, a la vez que cuentan con, al menos, dos señales de televisión como Canal 8 y Canal 57. Se suman algunos medios impresos.

Su contraparte, la iglesia protestante va creciendo en la preferencia de los cristianos aunque todavía es minoría -como lo admite con preocupación el Arzobispo Auxiliar de San Salvador, Monseñor Gregorio Rosa Chávez.

Este prelado, otro de los comunicadores católicos, sí entiende esa necesaria participación del pueblo salvadoreño en la comunicación, pero de todos es conocida su condición muy marginal frente a las autoridades eclesiásticas.

Los evangélicos, como se les conoce a los protestantes, tienen emisoras en frecuencias AM y FM, y señales de televisión como los canales 17, 25, 65, entre otros. También cuentan con medios impresos.

Uno de los reverendos que ha aprovechado el proceso de mediatización es el pastor Edgar López Beltrán, del Tabernáculo Bíblico Bautista “Amigos de Israel”, quien incluso supo sacar ventaja de una falta judicial en Estados Unidos.

El “hermano Toby”, como es conocido, presentó documentación falsa para tratar de ingresar a una pequeña hija a la nación del Norte, en mayo de 2005, estuvo un tiempo en la cárcel y luego liberado por orden de un juez.

Su hijo, Toby Jr., también pastor en la Bautista, mostró sus descontento con los periodistas, en medio del proceso, y con sus fieles lanzó una campaña de regalar un huevo a quienes preguntaran sobre el caso para que entendieran lo que significa “meterse” con ellos.

Al final, en la sociedad salvadoreña ese punto es muy folklórico, aunque lleno de símbolos. Pero fue mucho más impactante, en el marco de la cultura mediática, el retorno del “hermano Toby” en un jet privado.

Sus fieles fueron a su encuentro, en el grupo sobresalieron algunos cuadros dirigentes de la Policía Nacional Civil (PNC), quienes lo recibieron con júbilo. Más allá, en la iglesia, lo esperaban cientos de hermanos que, en medio de vítores y llantos, escucharon por tiempo indefinido al pastor.

Una y otra vez, López Beltrán, aceptó que sí mintió, pero que le había servido incluso para evangelizar en la cárcel. El mensaje quedó: su salida triunfal era prueba firme de que gozaba de la gloria y era digno ejemplo para su grey.

El “hermano Toby” fue dueño de portadas de periódicos, señales en vivo de radio y televisión, al grado que se dio el lujo de regañar con nombre y apellido a algunos de ellos, por ejemplo a La Prensa Gráfica, por lo que consideró cobertura amañada de su caso.

Al contrario, felicitó a El Diario de Hoy, por haber sido consecuente y muy profesional en su tratamiento periodístico, y agradeció públicamente a diputados del Partido de Conciliación Nacional (PCN) por haber sido los únicos políticos que le acompañaron en su juicio.

Mas nadie de los medios de comunicación levantó la voz frente a la regañada pública del pastor. El “hermano Toby” ganó la competencia, fortaleció su proyecto y robó los espacios mediáticos una vez más.

Por lo que aquí nos ocupa vale la interrogante: ¿Era totalmente necesario estar en los lugares precisos? Para nada. La mediatización se encargó de llevar los discursos al rincón más privado del hogar, el dormitorio, como lo hace día con día con la figura que desea mostrar.

Una cuestión que debo reiterar en este artículo es esa comprensión de la importancia de la comunicación en todo proceso de la vida. Más allá de los medios tradicionales, es mucho más fuerte el impacto si se cuenta con los propios instrumentos. El caso de López Beltrán es elocuente.

La comunicóloga María Cristina Mata sugiere que en la realidad existe un espacio palpable –por ejemplo, la iglesia- y también existen los medios –los comunicadores- y entre ellos ese espacio virtual que se va construyendo en el imaginario social como lugar público y referente de la acción pública.

En ese sentido, religiosos o políticos, como figuras públicas, se ven urgidos en “saber actuar”, para acarrear más fieles o más adeptos. A la vez, volcados “a pelear” sus espacios frente a las otras figuras públicas que disputan la espectacularidad cotidiana.

Y entre esa actuación y disputa de las figuras públicas también encontramos cantidad de incongruencias, inmoralidades y golpes de mano.

Religión y medios

El profesor de periodismo Stewart M. Hoover, de la Universidad de Colorado, asegura que existe una antigua convergencia entre religión y medios de comunicación.

“En épocas anteriores a la modernidad, la religión orgánica o auténtica se expresó, se representó y se entendió a través de los ‘medios’ de la época –la palabra hablada, el drama, la música y las artes creativas- pero lo que llamamos ‘los medios’ vino después”, dice el académico estadounidense.

Según Hoover, con la imprenta se dio un cambio revolucionario puesto que tipógrafos y editores participaron en la reorganización del poder social, cultural y estatal en la modernidad, al grado que se acepta que las “industrias de la conciencia” –como se les llama a los medios- ocuparon un lugar casi muy prominente como el de la iglesia antes de la reforma.

“De este modo dichas industrias han venido a desafiar el poder y la autoridad legitimante de la iglesia y el Estado, y esas tres instancias (religión, medios y Estado) existen, ahora, en una especie de alianza negociadora inquietante en Occidente y en el ámbito global”, refiere Hoover.

Para él, aunque no sustancialmente, los medios de comunicación han cambiado a partir de que incluyen nuevas voces, dado las exigencias de las audiencias, mientras, la religión ha cambiado porque ha tomado más en cuanta la individualidad de las personas y su búsqueda incesante de significado.

En la actualidad, tomando en cuenta la vertiginosidad de las nuevas tecnologías y la presencia de internet, la relación religión-medios es mucho más inquietante, por cuanto a la velocidad de transmisión de la información, con imágenes, sonidos, etc., se une la presencia de los usuarios en tiempo real.

El comunicólogo español Jesús Martín Barbero advierte sobre el caso que los medios en América Latina están contribuyendo a reencantar el mundo y dar sentido a la vida de la gente: “Proponen nuevos modos mediáticos para que las personas se congreguen”.

“Iglesia electrónica, fenómenos de sectas, fundamentalismos e integrismos de diversa índole, se extienden principalmente en iglesias protestantes, donde los medios –la radio más que la televisión- aparecen como mediaciones modernas, fundamentales y masificadoras de la experiencia religiosa”, agrega.

Según un estudio de Zenit, grupo editorial vinculado con la Iglesia Católica, está comprobado que cada vez hay más gente que consulta cuestiones religiosas en internet que la que busca sitios pornográficos o de otra índole.

“No menos del 21% de quienes navegan en la red, en números redondos unos 20 millones de personas, ha buscado información espiritual o religiosa. En cambio, solamente el 18% ha realizado operaciones bancarias en la red y el 15% ha participado en subastas vía Internet”, afirma Zenit.

El estudio, llamado “Wired Church, Wired Temples: Taking Congragations and Missions Into Cyberspace”, ha realizado un seguimiento en la red de más de 1.300 congregaciones y revela que, cada día, más de dos millones de estadounidenses buscan información religiosa o espiritual en la red.

En consecuencia, las instituciones religiosas están integrando internet de manera creciente en el uso cotidiano. El 91 por ciento señaló que el e-mail permitía mayor comunicación con sus iglesias, mientras que el 63 por ciento afirmó que les ayuda a conectarse con sus comunidades.

Aparte de que las religiones se han trasladado a buscar clientes para sus productos especializados, otra de las tareas en que trabajan arduamente es en la conquista de las vocaciones dentro de los jóvenes. Al menos 25 diócesis de Estados Unidos han creado sitios en busca de jóvenes que deseen ser sacerdotes.

El padre John Acrea, coordinador de la pastoral vocacional en Des Moines, Iowa, afirmó a la prensa que “internet es donde la gente joven busca información, de manera que tenemos que estar allí”.

El sacerdote aseguró a los periodistas que los modos tradicionales de búsqueda de vocaciones, tales como la conocida presencia en escuelas católicas e iglesias locales, ha disminuido con los años, una tendencia que atribuyó a la creciente movilidad social.

En ese marco, hay que subrayar a la vez que las iglesias protestantes son las que más han desarrollado la capacidad de utilizar los medios, para afianzar mentes y corazones dentro del conglomerado.

La televangelización, por ejemplo, cuenta con mucha experiencia desde su aparición en Estados Unidos. Es conocida la presencia mediática del reverendo Pat Robertson, del Club 700, quien incluso pidió recientemente la eliminación física del presidente venezolano, Hugo Chávez Frías, por considerarlo parte del eje del mal.

Aunque se disculpó luego por su postura, después acusó al mandatario de haberle dado fondos al musulmán Osama Bin Laden, enemigo número uno de los estadounidenses.

En síntesis, en tiempos posmodernos las iglesias también se han adaptado a los nuevos retos de las comunicaciones. Con la ventaja de que trabajan en el espacio de la fe, que es milenario, y que, pase lo que pase, subsiste en cualquier parte de la humanidad.

Noam Chomsky advirtió en un artículo de opinión sobre el papel de los medios de comunicación de la necesaria presencia de la iglesia en la vida de las personas, con lo que se demuestra que nunca dejará de existir.

Según él, la crisis política en Centroamérica fue conocida por los norteamericanos a partir de que la iglesia sirvió de enlace, para que, por ejemplo, activistas salvadoreños denunciaran las atrocidades que sucedían en la década de los 80.

En ese sentido, iglesia más medios es un binomio impactante frente a las audiencias. La mediatización tiene mucho terreno ganado en la religión, a la par de la política.

Fuentes consultadas: Chomsky, Noam (1993) El control de los medios de comunicación. Editorial Open Magazine Pamphlets, Estados Unidos.

Mata, María Cristina (1991) Política y comunicación. Ponencia presentada en el seminario “Política y comunicación: ¿Hay un lugar para la política en la cultura mediática?”, realizado en Buenos Aires, Argentina.

Diversos números de la Revista Signo y Pensamiento, editada en la Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia.

Diversos ejemplares de los diarios salvadoreños El Diario de Hoy y La Prensa Gráfica.

Artículo publicado en la Revista Humanidades, de la Facultad de Ciencias y Humanidades, Universidad de El Salvador (UES) donde el autor es docente.

sábado, junio 03, 2006

Tony Saca cumple segundo año

Por Guillermo Mejía

Como era de esperar, el presidente Elías Antonio Saca puso como desafíos para lo que falta de su gestión la precaria situación socioeconómica de los más humildes y la vorágine en que se debate la nación en medio de la delincuencia.

La parte novedosa de su informe de segundo aniversario resultó ser que pidió “disculpas” al pueblo salvadoreño por las promesas que no ha cumplido, que obviamente se refieren a lo mismo pues la gente está cansada de soportar la crisis y contar los muertos cotidianos.

Los estudios de opinión pública que antecedieron al aniversario, realizados por diversas entidades privadas, demostraron lo advertido antes y supusieron que la gente en general le otorga una nota de aprobación de entre 6.2 y 6.4, baja tomando en cuenta sondeos de otros períodos de la gestión.

Sería hablar de más traer a colación lo referido por el presidente Saca en torno a avances en atención en salud, interconectividad carretera y cibernética, atención en educación, etcétera, cosas que a diario es publicitado en los medios de comunicación.

Mejor es detenerse en la forma en que se vislumbra el panorama para lo que resta del mandato del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), donde el Ejecutivo tiene que rebuscarse para lograr gobernabilidad con un Legislativo con posibilidad real de entramparle las cosas.

En una democracia madura, donde los intereses del pueblo están realmente representados en el quehacer de la clase política –algo muy lejano en El Salvador-, pues no causaría ningún problema una composición tal, porque el balance de poder ayuda a la profundización de la democracia.

En El Salvador una composición como esa sirve para congelar al país, ya que cada fuerza mayoritaria representada jala para su lado, inclusive en asuntos que son de interés del pueblo. Al revés también se cae en algo mucho peor porque se vuelve a la dictadura del partido en el poder.

De esa forma, el pueblo salvadoreño está en la encrucijada entre formas de gobernar que en nada le producen bienestar, ni seguridad, ni esperanza (aunque digan lo contrario) y lo orillan hacia alternativas cada vez más difíciles como buscar camino hacia Estados Unidos.

Así las cosas, como decimos. Vamos hacia otro período sin mayores perspectivas de cambio sino más bien a la profundización de las crisis socioeconómica y los niveles de delincuencia frente a fuerzas políticas preocupadas sobre todo en resolver sus problemas de grupo o de estómago.

La gente aparece como pretexto, pero en el fondo no existe en las agendas de la derecha y la izquierda tradicionales que co gobiernan El Salvador y que, por ejemplo, no niegan sus votos para auto recetarse “aumentos” o “plazas” como sucedió en la Asamblea Legislativa.

Al contrario, arman alharacas ante problemas de interés como la crisis de la basura en que sucumbió la Alcaldía de San Salvador, gobernada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), cuya alcaldesa Violeta Menjívar se molestó porque los otros le tocaron “su basura” ante un caso patético de inoperancia.

Lo más triste de actos bochornosos como los citados anteriormente es que tanto Arena como FMLN se llenan la boca de estribillos desgastados como voluntad de diálogo, capacidad de negociación, interés en la concertación, etcétera, pero nada más como estratagema.

Como bien dice el chiste añejo, durante la creación a El Salvador lo dotaron de volcanes, playas bonitas, lagos, montañas, gente buena onda, pero algo tenía que fallar, algo tenía que ser inservible: para ser justos frente a las demás naciones nos enviaron a una clase política de tal calaña.

lunes, febrero 27, 2006

Deudas del periodismo salvadoreño

Por Guillermo Mejía

El ensayo titulado: Deudas del periodismo salvadoreño frente al proceso democrático, escrito por mi persona y el colega salvadoreño Raúl Gutiérrez, constituye una incursión en el papel que desarrollan los medios de comunicación nacionales y los posibles efectos en el llamado proceso democrático.

Los autores, que hacen una combinación de teoría con práctica profesional, examinan desde distintos ángulos la forma en que trabajan esos medios de comunicación en el país centroamericano en cuanto a su papel de mediadores entre el poder y la ciudadanía.

Este esfuerzo intelectual es la culminación de una preocupación que existe en algunos sectores de la sociedad salvadoreña que tienen una visión crítica sobre el desarrollo de un periodismo que aún no muestra mayores compromisos en su responsabilidad social.

De esa forma, se presente una visión crítica de los investigadores sobre los medios, basada en un escrutinio sobre su trayectoria y funcionamiento, en información y valoraciones de distintas publicaciones nacionales sobre éstos, y en la propia experiencia periodística de los autores.

El ensayo comienza con un acercamiento al papel del periodista en la sociedad contemporánea, los retos que afronta, y la difícil conciliación entre el deber de informar y los intereses particulares de propietarios y editores de medios de comunicación.

¿Será que en El Salvador los propietarios de los medios de comunicación están dispuestos a reconocer los nuevos desafíos del periodismo y permitir que sus periodistas actúen con ética y responsabilidad?

Y, además, ¿será que los periodistas salvadoreños están preparados para enfrentar estos retos con gallardía y desarrollar un periodismo con responsabilidad? Son dos interrogantes que ameritan respuestas.

Luego, el ensayo se enriquece con la relación que se hace entre la prensa salvadoreña y la democracia. Los autores reseñan los puntos críticos en que el papel del periodista frente a la ciudadanía se ve opacado por intereses de grupos de poder.

Para ilustrar los problemas detectados entregan una caracterización de los medios de comunicación salvadoreños y cómo éstos se han comportado con relación al proceso democrático y al de construcción de ciudadanía en el país.

A continuación, como prueba de la validez de los planteamientos, analizan de forma cualitativa dos casos paradigmáticos sobre cómo los dos periódicos de mayor circulación e influencia en el país: La Prensa Gráfica y El Diario de Hoy, trataron dos temas de gran trascendencia nacional: las elecciones presidenciales de marzo del 2004 y la Ley Antimaras. Debe advertirse que el análisis de estos casos no es la base del presente ensayo sino apenas una muestra de lo argumentado a lo largo del documento.

El análisis de estos dos casos permite adentrarse en las circunstancias en que los periodistas salvadoreños ejercen su labor de comunicadores y las deudas manifiestas para mediar entre el poder y la ciudadanía

El ensayo, además, propone una serie de retos que los medios de comunicación y los periodistas salvadoreños deberán enfrentar si se aspira a construir una sociedad democrática, pluralista y participativa.

Y tal como se insiste a lo largo de este documento, semejantes retos difícilmente se lograrán sin una ciudadanía crítica, interesada en participar y que demande un periodismo independiente, responsable y ético.

Dentro de las reflexiones finales, los autores estiman que con un periodismo como el salvadoreño es difícil la construcción de ciudadanía, porque se coarta la participación activa de la población en el afianzamiento de la democracia. En otras palabras, a los salvadoreños les falta más energía para enfrentar el reto de hacer de la comunicación una práctica ciudadana.

jueves, febrero 02, 2006

La fiscalización ciudadana

Por Guillermo Mejía

Desde tiempo atrás –no mucho por cierto en nuestros países- se ha llegado a la conclusión de que en la democracia liberal en que subsistimos es sumamente importante la fiscalización ciudadana de cara al ejercicio de los políticos.

Si viviéramos, por ejemplo en un régimen que se definiera por ser fiel representante del centralismo democrático, pues de poco valdría tal aseveración, por cuanto se entiende que el régimen coopta a la sociedad civil.

Pero, entrando en materia, en el esquema en que nos desenvolvemos –muy débil por cierto- esa sociedad civil es categorizada como la representación de la actividad social voluntaria (que se realiza bajo ninguna obligación impuesta por el Estado).

Tal como lo asevera Michael Walzer, en su “The idea of Civil Society”, se define como “el espacio de asociación humana sin coerción política y también como el conjunto de cadenas o redes de relación –formadas para el bien de la familia, la creencia, el interés y la ideología- que llena este espacio”.

Por eso es importante que entendamos, una vez por todas, la importancia de los movimientos que se agrupan en torno a esa sociedad civil. Allí encontramos a ecologistas, periodistas, estudiosos de las diversas materias, empresarios, en fin una constelación de intereses que deben ubicarse, necesariamente y pese a sus propuestas propias, afuera de las representaciones partidarias.

En ese marco, resulta pobre, bochornoso, vergonzoso, que personas particulares con intereses políticos predeterminados, por ejemplo de los partidos tradicionales, vengan a cuestionar el esfuerzo de los entes de esa sociedad civil que se pretenden fortalecer.

Ahí encontramos, por definición, a quienes defienden los derechos de la niñez, de la tercera edad, de las prostitutas, de los estudiantes, de los maestros, etcétera, que no están pensando en que llegue a la presidencia de la República un representante partidario. En ese esfuerzo ciudadano, al fin y cuentas, sale sobrando quién llegue a ocupar la silla presidencial, lo importante es que esos movimientos civiles, y que pretenden ser democráticos, lo que buscan es que los políticos correspondan a los derechos ciudadanos.

Pensar diferente, bajo consignas políticas partidarias, significa ser reacios al cambio. Es decir, comprobado una vez más, reaccionarios frente a las necesidades urgentes de la ciudadanía que amerita una responsabilidad social de los administradores de turno que, lamentablemente, lo que han demostrado en tanto tiempo es lo contrario. Si no veamos el uso y abuso que han hecho en nombre del ejercicio del poder.

Históricamente, la sociedad civil la heredamos de los romanos que hablaban de societas civilis. Pero lo más importante, en este marco, se da cuando se concibe a la sociedad civil en separación del Estado. Como señalan diversos autores, significó ver a esa sociedad como un espacio social y sicológico en el que el individuo, por sí mismo o asociado con otros, podría ver los actos de los políticos en ejercicio desde una perspectiva fiscalizadora.

“La separación del Estado y la sociedad en el pensamiento político liberal confeccionó una justificación teórica poderosa para limitar los poderes del Estado frente a sus ciudadanos. En el pensamiento liberal la sociedad ocupa una posición de superioridad moral en sus relaciones con el Estado. El Estado es meramente la extensión y el sirviente de la sociedad”, afirma Charles F. Bahmueller, del Center for Civic Education, en Calabazas, California.

Ante eso, y frente a la ignorancia reinante, cómo me puedo explicar que cualquier hijo de vecino, que ostente un mínimo o máximo de poder en la esfera estatal, se de el lujo de menospreciarme pese a que como ciudadano tengo mis derechos y, lo que no sucede en nuestra realidad, también tengo que pelearlos a capa y espada porque como ciudadano me corresponden.

Por eso insisto en que es importante en que desarrollemos nuestro proyecto como sociedad civil. Si alguien está encantado con el actual ejercicio de los políticos también es su derecho inalienable. Nosotros no nos podemos conformar con tan poco, es necesario que levantemos nuestra bandera ciudadana y reclamemos nuestros derechos. Nuestros deberes, obviamente, tenemos que cumplirlos.

Una sociedad civil organizada –no cooptada por algún partido político- es un arma especial que no podemos desaprovechar. El cambio tiene que ser generado desde esa instancia civil, la política tiene que respetarnos y no existe mejor forma de hacerlo si en cada decisión que piense tomar o tome, en primer lugar tiene que corresponder con los derechos inalienables que nos corresponden como ciudadanos.

Saltar hacia otra estadio correspondería cristializar lo que el dirigente izquierdista italiano Antonio Gramsci consideró como transitar de una sociedad política con sociedad civil hacia una sociedad civil sin sociedad política, o sea la autodirección de los ciudadanos.

Esa concepción gramsciana fue más allá tanto del liberalismo como de la izquierda estatalista, dado que hizo visible los nexos estatales en la sociedad civil; es decir, que en ésta se genera y se prolonga el poder del Estado.

"La seperación tajante es rechazada por esta visión gramsciana que coloca la imbricación entre ambas esferas, que sólo se rompe transitoriamente en momentos de crisis orgánicas, para restablecerse posteriormente, a no ser cuando se pueda lograr revolucionariamente una plena emancipación de lo estrictamente estatal", afirma el antropólogo mexicano Jorge Alonso.

Demos vida, ejerzamos nuestros derechos ciudadanos.

miércoles, enero 04, 2006

El derecho a la información

Por Guillermo Mejía

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, establece en su Art. 19: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Muchos de los que participamos del fenómeno comunicativo, ya sea como periodistas, relacionistas, propagandistas, publicistas, académicos, entre otros, estamos familiarizados con ese concepto jurídico que otorga a cualquier ciudadano la titularidad del derecho a la información, sin importar edad, raza, bienes, condición, nacionalidad o profesión.

Ahora bien, y al revisar el caso centroamericano, aún ese derecho se ve limitado por una conjugación de variables -autoritarismo, ignorancia, desprecio, etc.- por lo que resulta incómodo a la mayoría de medios de comunicación, así como a sectores que ostentan poder económico y político, tener que dar cuentas a la ciudadanía.

¿Cómo podrán asumir de la noche a la mañana, las empresas periodísticas, que todas las personas tienen la facultad de investigar, la facultad de difundir y la facultad de recibir información?, ¿cómo podrán asumir los que ostentan poder y que se sirven de la cosa pública que están obligados a responder por sus actuaciones?

Piensen un momento sobre la obligación que tienen esos medios de respetar a sus audiencias y dejar una vez por todas de manosear la información, incluso respetarlas en su editorial y, a cambio de las frecuentes invenciones y calumnias, consignar datos, ideas, argumentos. Es más, que hicieran posible la pluralidad.

De ahí la pregunta, ¿por qué en estos países no se ha avanzado después de más de medio siglo de firmada esa Declaración Universal? El problema radica en que los empresarios de la prensa, en particular, y muchos periodistas, en general, aún persisten en la libertad de expresión y la libertad de información, esencialmente, para sí.

Y esa concepción instrumental es la que caducó a partir de la etapa universalista de la información, la etapa de los derechos humanos. En la pobre defensa que hacen los medios de difusión se escucha hablar de una libertad básicamente de empresa, de la prensa como entidad privada, sin que aparezca el verdadero titular.

Se llega al grado de afirmar, como defendiera en su oportunidad Eduardo Ulibarri, director del diario La Nación, de Costa Rica, que la libertad del ciudadano frente a los medios de difusión estriba en “la libertad de decidir” qué radio, televisión, diario o revista desea consumir en el mercado, si no le parece ninguno pues que no se haga bolas. Lógico, a lo que apela Ulibarri es a la “democracia del zaping”: podemos cambiar, porque con seguridad todos repiten el mismo discurso.

Contraria a esa postura mercantilista, el periodista y académico español Tito Drago demanda de la ciudadanía y los periodistas luchar porque “exista la pluralidad -que haya muchas voces, que los medios no estén controlados ni por el sector público ni por el privado, que defendamos cualquier política antimonopolio- y que nos opongamos a la manipulación, que podamos dar y recibir información”.

La información pertenece a los ciudadanos, no es patrimonio de empresarios o periodistas. El cumplimiento del derecho a la información implica hacer justicia en el acto de informar, aplicarse en el hecho que, más que un poder de los empresarios o periodistas, la información es un derecho y un deber. Un profesional de las comunicaciones actúa en virtud de un mandato general, social y tácito de la ciudadanía y no de alguna consigna.

Pero, ¿cómo lograr el cumplimiento del derecho a la información? En cuanto a los medios de difusión hay dos posturas encontradas: por un lado, como se da en la actualidad en estos países, dejar hacer según sus propios criterios profesionales, es decir mediante la autorregulación; por el otro lado, poner a disposición de la sociedad la regulación jurídica para que esos medios de difusión sean responsables de cara a la ley.

Tal como se practica el periodismo en estas sociedades, amerita hacer una revisión adecuada y regular aquellas partes del derecho a la información que simplemente no se pueden cumplir sin contar con un instrumento jurídico, especialmente en cuanto a la impunidad periodística, el tráfico de influencias y, obviamente, asegurar para los mismos periodistas -como a la ciudadanía- el combate certero de la corrupción.

Está comprobado el papel vital que cumple el procurador de los derechos de los consumidores de los medios, en algunos casos conocido como del lector, en la sociedad. Los centroamericanos necesitamos con urgencia que se legisle en función de contar con este personaje. Los medios también deberían apostarle y crear su propio ombudsman.

El editor y académico mexicano Raúl Trejo Delarbre afirma que “los medios, en fin, son demasiado importantes para dejarlos sin reglamentaciones modernas y completas. No se trata con ello de restringir libertad alguna, sino de garantizar la libertad de la sociedad para ser algo más que receptora de los medios más influyentes”.

“La mejor defensa de la libertad de expresión”, agrega, “la hacen los periodistas que mantienen un desempeño profesional, que ofrecen y comentan hechos y no rumores, que no confunden los acontecimientos públicos con los privados, que no requieren del escándalo para ganar lectores o televidentes”.

En ese sentido, asegurar el ejercicio del derecho a la información pasa por despolitizar la agenda de los medios de difusión. Los periodistas debemos lograr que la carga, especialmente política y económica, sea regulada de cara a que no solamente existen los sectores de poder como parte central de la información, sino que se escuchen otras voces.

Frente a la toma del espacio por los políticos tradicionales y sus protegidos hay que poner en escena temas de importancia ciudadana como: el combate a la pobreza, educación, defensa de los derechos humanos, cultura, fortalecimiento de la sociedad civil, asistencia a discapacitados, tercera edad, niños, mujeres, etc., y especiales como ecología, laborales, academia.

Por eso, en el libro “Ética para periodistas” (TM editores, 1998), María Teresa Herrán y Javier Darío Restrepo afirman que el derecho a la información “(...) no es un producto de la democracia sino una condición indispensable para que haya democracia; es el punto de partida para que haya civilización”.

Eso da pie para pensar que en la región hay que hacer bastante, para que se cumpla el derecho a la información. En las actuales circunstancias, la concentración del poder económico, en abierta componenda con el poder político, hacen imposible tener acceso a medios de difusión que se comprometan con los ciudadanos.

Tampoco podemos entender como cumplimiento de ese derecho el que se someta a la población a una especie de “rueda de caballitos” de los políticos, algunos sinvergüenzas reconocidos, a través de la mayoría de canales de televisión y radios noticiosas del área. La verdad es que no hay mayor aporte, aunque sí espectáculo dador de prestigio y dinero a los empresarios.

En la era de las comunicaciones, cuando es indispensable el papel del periodista como mediador, todavía estamos en deuda. Pero los centroamericanos, en general y por diversos motivos, también todavía creen en el periodista. Entonces, ¿para quién trabaja ese periodista?, es la interrogante a partir del derecho a la información.

martes, diciembre 27, 2005

Periodistas y políticos

Por Guillermo Mejía

Los periodistas y los políticos experimentan, por tradición, una de las peores relaciones que se dan dentro de la sociedad, independientemente que sea de países metrópolis –como Estados Unidos- o periféricos –como Centroamérica. Los políticos condenan, atacan, fustigan o, al revés, lisonjean, condecoran, premian.

Que en nuestro caso sea más salvaje es cierto, porque la prensa, en general, es una extensión de grupos de poder, especialmente los que se acomodan alrededor de gobiernos, y elites que utilizan al periodismo como una forma de presión o ideologización en detrimento de un servicio a la colectividad y el bien común.

Sin embargo, un vistazo a la que se considera la prensa seria de Estados Unidos, por ejemplo, también deja un sinsabor en cuanto a que responde a sectores dominantes, monopolios de la industria cultural y son la viva voz de un imperio que, aunque sofisticado, tampoco es la panacea. Si no veamos los reality shows tan en boga, donde la cursilería y la intrascendencia se vuelcan hacia la conquista de la masas en una relación mercantilista que obviamente deja millonarias ganancias, mientras aleja a la gente de su toma de conciencia ante los problemas que la abaten.

Cada vez más, y eso está muy documentado por intelectuales como Noam Chomsky, la prensa estadounidense va cediendo terreno al área de la publicidad y algo que a uno lo deja estupefacto es que ya nos podemos encontrar con reportajes donde los periodistas se desviven en alabanzas a empresas o productos (conocidos como publirreportajes).

De eso estamos cansados en Centroamérica. En Estados Unidos parecía que ya no existía tal práctica, pero la realidad indica lo contrario. Y en esas decisiones editoriales y empresariales encontramos la mano de los políticos, con nombre y apellido, sobre todo en lugares del planeta donde ostentar esa figura requiere tener dinero.

Y quienes gobiernan los medios de comunicación, en ese contexto, fácilmente sucumben ante los encantos del poder político que entre sus maravillas está el desborde de centavos en la compra de espacios en diarios, revistas, radios, televisoras, etc. a cambio de cobertura, adecuada a sus intereses, o al menos un trato equitativo.

Por eso encontramos en las salas de los medios, incluso en Estados Unidos, a periodistas que pretenden hacer su trabajo desde una trinchera profesional y en concordancia con la ética, así como a tantos (quizás la mayoría) que, a pesar de tener en su último sueño un desencanto, pasaron de periodistas a voceros de los políticos.

Dependiendo del grado de intromisión, al político le puede bastar una simple llamada telefónica, para quitarse del camino a un periodista molesto. O, al contrario, simples tres pesos para congraciarse con el periodista que le sirve en su función, en especial en tiempos de campaña o, para silenciarlo, en momentos de tensión por cualquier hecho que le afecte.

Pero independiente de que el periodista y el político lleguen a un acuerdo infame, asqueroso y denigrante, siempre existirá ese desprecio mutuo que se sienten por cuanto, en primer lugar, el periodista se vende al mejor postor –por infinidad de razones- y, en segundo lugar, al político le desencanta llenarle el buche para tenerlo tranquilo.

De ahí que luego de una cena de transacciones el político llegue al extremo de contar la cantidad de comida y guaro que se atraganta el periodista. Y, el periodista, también llegue al extremo de contar que el político es tan agarrado que quizás no valga la pena seguirle ayudando.

¿Y en Estados Unidos? Es la misma historia, pero con matices. Para el caso, un periodista estadounidense no podría caer en la desgracia de darse a conocer tan vilmente frente a sus compañeros, en la búsqueda de una transa con el político. Es decir, el mecanismo es más sofisticado, aunque al final la razón siempre sea la del que tiene el poder.

jueves, diciembre 01, 2005

(E)lecciones de Honduras

Por Guillermo Mejía

El ascenso del liberal Manuel Zelaya a la presidencia de la República de Honduras, la forma en que llegó, los miedos que venció y la típica respuesta del nacionalismo, dejan huellas bien marcadas que ilustran a los actores de la vida socio-económica y política salvadoreña.

Pepe Lobo, el derrotado contrincante del partido Nacional, tuvo mucho que copiar de la estrategia electoral del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), de El Salvador, con la diferencia que su discurso de terror no pegó en la mentalidad de los hondureños.

Aún nos recordamos cuando en la campaña que dio el gane al presidente Elías Antonio Saca se utilizaron como “chivos expiatorios” a los delincuentes de las “maras”, bajo el criterio represivo de la “mano dura”.

Además, siempre lo han hecho desde los años 30 del siglo pasado, también los gobernantes salvadoreños trajeron a la cola el “fantasma del comunismo”, máxime que la ex guerrilla les puso a Schafick Handal como candidato presidencial.

Pepe Lobo acusó a Manuel Zelaya de ser el representante de las “maras” y señaló que el problema de los delincuentes pasaba por aprobar la pena de muerte frente a la cadena perpetua propuesta por su adversario liberal.

También, como parte del guión, el nacionalista dijo que la promesa de “poder ciudadano” de Zelaya era una copia desgastada de los sandinistas nicaragüenses, durante su gobierno de una década en los ochenta, con lo que también apareció el “fantasma del comunismo”.

Pero Honduras no es El Salvador en el quehacer político, aunque se compartan similares problemas socio-económicos con la galopante delincuencia juvenil y el alza desmedida de los productos básicos.

Honduras todavía vive envuelta en una dictadura de dos partidos políticos de derecha, tradicionales, que llevan un siglo repartiéndose el ejercicio del poder junto a los militares: los partidos Nacional y Liberal, cachurecos y colorados, como se conocen.

En este período le toca a los liberales suceder a los nacionalistas que tienen hasta el 27 de enero al empresario Ricardo Maduro, aliado de la oligarquía salvadoreña. Pero llega Manuel Zelaya, a quien Tony Saca ya llamó su amigo personal y aliado geopolítico.

Cuando fue el huracán “Mitch”, en 1998, gobernaba el liberal Carlos Flores Facussé, quien también –como ahora le pasa a Maduro- salió parchado por actos de corrupción, profundización de la pobreza y expulsión de la gente hacia el exterior en busca de mejores condiciones de vida.

Queremos no hacerle de “agoreros” de la mala suerte, pero vamos a ver cuánto va a prosperar Honduras con la llegada de “Mel” Zelaya a la presidencia, en un país donde la izquierda prácticamente no existe y la derecha se reparte el poder a su antojo.

Eso sí, el arribo de Zelaya pasa por la bronca de sus adversarios que, como ocurre cada vez más en Centroamérica, siguen sin aceptar los dictados de las consultas públicas periódicas donde parte de la gente –porque hay mucho abstencionismo- pretende “nuevas” repuestas desde más de lo mismo.

De "Raíces".

miércoles, noviembre 16, 2005

El Salvador:
La ciudadanía como referencia hacia un cambio en el periodismo

Por Guillermo Mejía

Resumen:
La sociedad salvadoreña necesita un viraje en su práctica periodística que tome como punto central a la ciudadanía. La forma adecuada de lograr el objetivo está en el cambio de mentalidad de los profesionales del periodismo; es decir, la toma de conciencia frente a su papel responsable con esa ciudadanía que aún les da el beneficio de la duda, pero que en algún momento también pedirá cuentas frente a un mandato tácito incumplido.

Una revisión a la pauta periodística o a la forma de estructurar la información en El Salvador, ya sea en medios de comunicación impresos o audiovisuales, basta para concluir que aún se perciben ciertas precariedades.
Generalmente, asistimos a una entrega informativa/opinativa que muestra como actores a prominentes integrantes de las entidades de gobierno, organismos políticos y económicos tradicionales, aderezados con descarga publicitaria.
El discurso periodístico, enfoques, fuentes, relaciones, casi siempre va contaminado por intereses particulares de jerarquías que ordenan a direcciones, jefaturas y editores a disponer de periodistas para su elaboración.
Por mucho que se ha hablado sobre los supuestos avances en el ejercicio periodístico, en medio de la guerra interna (1980-1992) o la etapa posterior a la firma de la paz, no se logra trascender a formas que privilegien a la ciudadanía.
En esa dirección, expuse en años recientes esas precariedades en el ensayo “La prensa engañosa”, publicado en la edición 18 de la web http://www.probidad.org/, que traigo a cuenta para insistir en que no existen variantes.
En aquella oportunidad dije que no me parecía acertado que El Salvador fuera “baluarte de la libertad de expresión y difusión del pensamiento”, mucho menos “pretender mostrar a los medios de difusión como garantes del derecho a la información”. (Mejía: 2002)
Señalé que estamos sometidos a una descarga de información, en cuantía des informadora y dependiente del poder económico y político –de ahí la limitante que parte de quiénes son los dueños-, que muestra la naturaleza de los medios de difusión dentro de una sociedad sometida a la intolerancia, atraso y menosprecio por la verdad y el conocimiento.
“A lo que se puede llegar en una sociedad, como la salvadoreña, en la actualidad es a rescatar niveles de tolerancia y debate, que sí los hay, como es el trabajo honesto que cumplen, por ejemplo, Canal 12 en sus espacios informativos y de opinión, el diario Co Latino, en medio de las adversidades, y algunas radios de naturaleza comunitaria”. (Mejía: 2002)
Ironías de la vida, casi tres años después de haber expuesto esas ideas resulta que el periodista Mauricio Funes, conductor de la entrevista y responsable de los espacios informativos de Canal 12, fue despedido junto a otros siete periodistas sin que les dieran explicación.
Es decir, una aproximación al fenómeno en el 2005 nos indica que la situación se muestra peor tomando en cuenta que, por ejemplo, Canal 12 había asegurado un espacio que, poco a poco, se fue perdiendo mientras llegaba más publicidad.
Los otros medios de difusión tradicionales (El Diario de Hoy, La Prensa Gráfica, El Mundo, TCS-Noticias, etc.) siempre han estado encantados con los regímenes de turno, sobre todo con el presidente Elías Antonio Saca, reconocido locutor deportivo de la farándula conservadora.
De ahí que se imponga en el país la urgente necesidad de que los profesionales del periodismo reflexionen a fondo sobre el papel que les corresponde. Además de estar organizados ante las adversidades, los periodistas deben apostarle a un cambio de mentalidad para acercarse a la ciudadanía con otras propuestas.
A la vez, esa ciudadanía también debe corresponder al periodista para asistirle en su compromiso constante para asegurar el cumplimiento del derecho a la información. Por eso, fue de mucho provecho para el país que diversos sectores se pronunciaran por el despido de los periodistas de Canal 12.

Exclusión mediática

Como bien coinciden teóricos latinoamericanos, a la marginación de los ciudadanos en términos sociales, económicos y políticos, se une también la exclusión mediática dado que se les ve sobre todo como consumidores.
En ese marco, los medios “no son sino la expresión más visible o un elemento más de una estructura de desigualdad que tiene que ver no solo con indicadores económicos, sino fundamentalmente con las maneras en que los seres humanos se construyen a sí mismos en su relación con los otros, en condiciones de respeto mutuo y de equidad”. (Reguillo: 1998)
Según la especialista, poco se ganará con la apertura de los medios de comunicación o con la creación y fortalecimiento de redes comunicativas al proyecto dominante, sin un trabajo previo para el desmontaje crítico de los dispositivos, discursos y mecanismos que naturalizan la exclusión y expropian la posibilidad de la palabra, a los seres comunes, que dé sentido a un presente siempre pospuesto por las glorias de un futuro que siempre está en fuga.
Desde ese perspectiva, se pueden reconocer tres formas específicas de tratamiento inadecuado dentro de la sociedad.
En primer lugar, al fortalecimiento del discurso triunfalista del mercado y el neoliberalismo se une la desaparición paulatina del papel benefactor del Estado, a la vez que los pueblos cada vez son sumidos en la pobreza.
En segundo lugar, los pobres son presentados como “directamente productores de la violencia, de la inseguridad y el deterioro de las sociedades” (Reguillo: 1998). Los medios “establecen para cada acontecimiento una sola verdad, un solo ángulo de interpretación, deshistorizando los procesos que propician el inmediatismo y la lectura simplista de acontecimientos que requerirían marcos de intelección profundos y reflexivos”.
En tercer lugar, las mujeres, los indígenas y los jóvenes pobres se convierten en las tres figuras sobre las que se descarga toda forma de discriminación bajo prejuicios o estereotipos.
Un caso patético en El Salvador es que en medio del proceso electoral de 2004, los jóvenes integrantes de las “maras” fueron presentados como “demonios” por el gobierno a fin de conquistar mentes y corazones.
Los respectivos planes “mano dura” y “súper mano dura” se lograron vender, ante muchos ciudadanos, definitivamente en los medios de difusión. Tomando en cuenta que nos dirigimos hacia otro proceso electoral, vemos que la campaña continúa.
De esa forma, no se garantiza el sentido de responsabilidad en el ejercicio periodístico, condición que va más allá de la simple retórica mediática que habla de “objetividad” y “equilibrio”, pero que en el fondo es una estratagema de quienes anteponen intereses particulares a una función social.
El intelectual José Joaquín Brunner asegura que en Latinoamérica se confirma que “en efecto, la esfera pública, en vez de ser un espacio neutral al cual todos acceden libremente y en iguales condiciones, se ha transformado en un mercado de las comunicaciones y la información”.
Un mercado “estructurado desde el lado de la oferta como un sistema industrial y, desde el lado de la demanda, como un agregado de públicos que consumen noticias, interpretaciones y entretención”. (Brunner: 1999)
Según el académico, la discusión sobre el bien público es asimétrica pues se halla determinada por la oferta. Y la distribución de oportunidades para acceder al debate es desigual, porque el poder del público se limita a expresar su lealtad a un medio o a ejercer su opción de elegir entre medios competidores.
Más allá del simple moralismo, es una realidad lo que Ramón Reig (1995) llama “efecto de hibernación” sobre los ciudadanos que se ven sometidos al “oleaje” informativo continuo, que en el fondo los confunde y adormece.

La perspectiva ciudadana

Trabajar con la gente en la práctica periodística, desde una forma de inclusión, significa un compromiso en la construcción de ciudadanía; es decir, el medio de difusión como garante de la expresión popular bajo criterios de responsabilidad frente a derechos y deberes.
La comunicóloga Ana María Miralles (1999), de la Universidad Pontificia Bolivariana, de Colombia, sostiene que sería “fortalecer el papel de la sociedad civil y revitalizar el sentido de lo público”.
Hasta ahora, la relación medios-ciudadanos es al revés: la presencia muy pasiva de la gente a expensas de una oferta mediática adormecedora (con raras excepciones) propuesta por unos profesionales que trabajan en una dirección o vía.
Difícilmente, se puede hablar de intercambio o comunicación por la sencilla razón de que los medios descargan un torrente informativo/opinativo desde el poder, bajo los criterios y intereses de éste.
Al contrario, el trabajar desde la gente, sería “tener más en cuenta el punto de vista de los ciudadanos para hacer la agenda informativa y ofrecer elementos para que esos temas de iniciativa ciudadana encuentren canales hacia la acción, a partir de la información y la convocatoria de los medios a la deliberación pública”. (Miralles: 1999)
A partir de la categorización teórica, estamos hablando de un periodismo que se ubica en lo ciudadano, en lo público, en lo cívico. Uno de los presupuestos es que al que se le delega poder tiene que ejercerlo, pero en función de la gente.
La profundización de la democracia necesita urgentemente de información que otorgue vida no que cause frustración, apatía, indiferencia, fatalismo o conformismo.
Los medios al no responder al interés ciudadano, sino a los intereses del poder, donde se conjugan funcionarios y expertos, han producido indiferencia, alejamiento y cinismo en la ciudadanía.
En ese sentido, ejercer desde la ciudadanía equivaldría a sacarla de su condición de espectadora y pasarla a la condición de actora de su destino, mediante la participación activa en la búsqueda de un mejor porvenir.
“La idea de bien común se construye por medio de la deliberación. Es decir, no se parte del supuesto de un bien común pre-establecido y por eso de cierto modo se trata de una búsqueda abierta de los consensos básicos, la misma en que está empeñada el periodismo cívico, que no busca imponer los contenidos de la agenda ciudadana sino facilitar su configuración, cualquiera sea la orientación que tenga”. (Miralles: 1999)
¿Cuáles son los contenidos? La información obviamente es la materia prima del periodismo, lo que cambia es la perspectiva. El compromiso ciudadano implica hablar desde la gente, conocer su ambiente e integrarla en la construcción de la agenda periodística.
Claro que, como buen periodismo, necesita investigación, claridad en la exposición, argumentación, a la vez que formas creativas para dar a conocer con detalles esa riqueza informativa que está ausente en el periodismo tradicional.
Es más que contrastar promesas políticas con obras cumplidas como algunos medios de difusión conciben su papel frente a la ciudadanía. Es darle voz en todo momento a la gente, que tiene el derecho de participar en la comunicación.
Es un modelo que tiene que irse construyendo paulatinamente con la presencia de la ciudadanía. El avance que en algunos medios presenciamos aún no ha pasado de abrir cierto debate con la participación de diversas corrientes políticas o de expertos consagrados por esos mismos medios.
De ahí que hemos visto, leído o escuchado opiniones diversas pero, sobre todo, de quienes ejercen poder a partir de una entidad que ha sido legitimada por los periodistas. La gran ausente es la ciudadanía de a pie.
“Dar voz pública a la ciudadanía, pasa necesariamente por procesos deliberativos de formación de opinión pública, que se constituyen en toda una práctica pedagógica, con un sentido renovado de la política que ya no estará exclusivamente en manos de los ‘políticos profesionales’ y que no necesariamente tiene que pasar por las instrucciones creadas en el sistema representativo (tales como el parlamento, las asambleas o los concejos), sino que se mueve en espacios más abiertos y definidos desde un punto de vista predominantemente cultural, más cerca de los sistemas simbólicos de la gente”. (Miralles: 1998)
Pero la tarea es ardua y llena de retos. Teóricamente, se han definido de la siguiente manera:
-Necesidad de un compromiso mayor con lo público desde el periodismo. La existencia de una vida pública fuerte tiene una relación directa con las propias condiciones de existencia de los medios.
-Es imperativa la sintonía con la participación ciudadana debido a los cambios que se han dado en la propia esfera política. Esta participación deberá hacerse extensiva a la elaboración de la agenda de los medios que, así sean algunos de ellos empresas privadas, están cumpliendo un servicio de responsabilidad que se enmarca en el terreno de lo público. La polifonía de voces solo será posible si hay apertura en la configuración de la agenda.
-Cada vez se hace más evidente la necesidad de hacer más transparente lo público. La lucha contra la corrupción requiere no solamente de la clásica prensa fiscalizadora, sino de ciudadanos participantes que no solo denuncien sino que impidan el fraude público. Ese ciudadano participante tendrá que contar con el respaldo del periodismo, sin que ciudadanos y medios acaben usurpando las funciones propias de la justicia.
-La comunicación entre los políticos y la gente, la formación consensuada de las decisiones deben ocupar hoy un lugar destacado. Hay abundancia de información, pero es preciso reforzar las formas comunicativas: es cuestión de gobernabilidad democrática. (Miralles: 1998)
Qué bueno sería para la profundización de la democracia que contáramos con periodistas comprometidos con lo que el filósofo alemán Jürgen Habermas (1986) llama formación de una opinión pública crítica (o real) frente a una opinión pública manipulada.
La primera definida como la que permite hablar de un auténtico Estado de derecho democrático, la segunda es la realidad de la ciudadanía atrapada por el incansable bombardeo informativo-publicitario-propagandístico que la aleja de su verdadera realidad.
Ignacio Ramonet (2004) piensa que “estamos en un sistema que poco a poco considera que hay valores importantes (instantaneidad, masificación) y valores menos importantes, es decir menos rentables (los criterios de la verdad). La información se ha convertido ante todo en una mercancía. Ya no tiene una función cívica”.
Y también está conciente de que la ciudadanía tiene la responsabilidad de prepararse para dilucidar la oferta mediática con sentido crítico.
En el caso de esta reflexión el énfasis es que los periodistas caminen hacia el cambio haciendo el trabajo que les corresponde desde la ciudadanía. El periodismo es un vehículo idóneo para reivindicar a la gente.

Fuentes consultadas:

-Brunner, José Joaquín. “Medios, Poder y Globalización en América Latina”. En: Seminario Internacional “Periodismo, Etica y Poder, [En línea]. 6 de mayo de 1999. Disponible en: <http://www.geocities.com/brunner_cl/prensa.html>

-Habermas, Jürgen (1986) Historia y Crítica de la Opinión Pública, México, Ediciones Gustavo Gili.

-Mejía, Guillermo. “La Prensa Engañosa”. En: Revista Probidad, [En línea]. Marzo de 2002. Disponible en: <http://www.revistaprobidad.info/018/003.html>

-Miralles, Ana María. “El Periodismo Cívico como Comunicación Política”. En: Revista Nómadas, edición 9. Septiembre de 1998. Bogotá, Colombia.

---“Qué es el Periodismo Cívico”. En: Revista Foro, Sociedad y Comunicación. 1999. Bogotá, Colombia.

-Ramonet, Ignacio. “El Periodismo del Nuevo Siglo”. En: Revista Etcétera, [En línea]. Julio de 2004. Disponible en: <http://www.etcetera.com.mx/pag52ne37.asp>

-Reig, Ramón (1995) “El Control de la Comunicación de Masas: Bases Estructurales y Psicosociales”. Madrid, Ediciones Libertarias/Prodhufi.

-Reguillo, Rossana. “Un Malestar Invisible: Derechos Humanos y Comunicación”. En: Revista Chasqui, [En línea]. Diciembre de 1998. Disponible en: http://www.comunica.org


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Guillermo Mejía es docente del Departamento de Periodismo, Facultad de Ciencias y Humanidades, Universidad de El Salvador, y editor del periódico virtual “Raíces” [www.raices.com.sv].

miércoles, octubre 05, 2005

Las víctimas de la tempestad y nuestra prensa

Por Guillermo Mejía

Con más de medio centenar de muertes, miles de damnificados, destrucción y dolor a flor de piel en El Salvador, las voces consagradas de esta pequeña nación ocupan la espectacularidad mediática para insistir en que volvimos a salir adelante.

Las lluvias por varios días, con esa estela de muerte, y la incertidumbre de muchos pobladores de las falda del volcán Ilamatepec, de Santa Ana, muestran –como siempre- que la condena cae en los pobres pero que su condición, inhumana y vergonzosa, no está en el discurso dominante.

Los medios de difusión –comunicación es una cosa aún inexistente en el país- mucho menos están interesados en discutir y prestar la guitarra para que la gente despierte. Las dos formas insultantes que dominan su labor volvieron a mostrarse a los salvadoreños.

Primero, lo que bien se ilustra en las críticas que solemos hacer en esta página, asistimos minuto a minuto al show mediático por ver quién es el que lleva la ofensiva o desgarrada imagen, irrespetuosa con las víctimas, para ganar raiting.

Segundo, la indulgencia y entrega de estos medios de difusión con el aparato oficial agrupado en el ministerio de Gobernación con su Comité de Emergencia Nacional (COEN) y su figura, el ministro René Figueroa. Con el presidente Elías Antonio Saca obvio que es desde antes de iniciar su mandato.

Bien adelantados, como todo gobierno, escondieron la figura de Mauricio Ferrer, director del COEN, por algunas metiditas de pata, pero salieron adelante con Figueroa y Saca, este último con su peculiar manejo del micrófono frente a la orquesta mediática.

Para colmo de males, el presidente Saca nombró a las figuras prominentes de la gran empresa privada, entre ellos ANEP, ASI, Cámara de Comercio, entre otros, porque son transparentes y responsables para manejar la asistencia a las víctimas de la tempestad.

Saca insistió una y otra vez que nadie se puede comparar a la gran empresa privada en el país en cuanto a esa transparencia, responsabilidad y honorabilidad.

Ni el presidente salvadoreño, ni los medios de difusión, ni los gobernantes en general (en especial los encargados de velar por el medio ambiente), tienen la fineza de recordar, además de la pobreza responsable de las víctimas, el problema de las construcciones en El Salvador.

Vamos muy bien y, aunque venga otro huracán, saldremos adelante (según el gobierno). Para mientras, volverán nuestros hermanos desposeídos a las quebradas a esperar otra tragedia y la clase media a sus casas sin garantía de vida por la acción de honorables que hacen negocio a ultranza.

Así, El Salvador ¡vale la pena! (reza el eslogan vacío).

lunes, octubre 03, 2005

Emergencia nacional: Muerte y destrucción en El Salvador

Por Guillermo Mejía

Una treintena de muertes y daños considerables han dejado los torrenciales aguaceros que se suscitan en el territorio salvadoreño desde el fin de semana, por lo que el gobierno mantiene una alerta roja.

Las autoridades coordinadas en el Comité de Emergencia Nacional (COEN) informaron que al menos 31 personas perecieron en medio de derrumbes e inundaciones en diferentes puntos del país centroamericano.

A la par, existe la emergencia por los movimientos que se generan en el volcán Ilamatepec, ubicado en Santa Ana, donde han sido evacuadas miles de personas ante el peligro de erupción, según el COEN.

El informe oficial estima que los evacuados por ambas emergencias rondan las 15 mil personas, mientras que los derrumbes y deslizamientos de tierra en unos 300. Los ríos importantes, como Lempa y Grande, han inundado propiedades.

Algunas carreteras principales tienen tramos cerrados por efectos de las lluvias y también se han suscitado accidentes de tránsito. Las clases han sido suspendidas en todos los niveles y se llama a los salvadoreños a refugiarse en sus casas.

El presidente Elías Antonio Saca advirtió a residentes de sectores de San Ramón y Santa Tecla que deben evacuar sus casas ante la amenaza de deslizamientos de tierra en lugares como El Picacho y Las Colinas, respectivamente, por la constante lluvia.

El COEN advirtió a la ciudadanía que el temporal que azota El Salvador continuará por más tiempo y existe el peligro de nuevos derrumbes e inundaciones porque el suelo está saturado de agua.

Como nunca antes, El Salvador es azotado por las lluvias que se generan por la tormenta tropical Stan, ubicada en el caribe mexicano, y la posibilidad de que el volcán Ilamatepec haga erupción.

Desde diversos puntos del territorio salvadoreño habitantes han mostrado su malestar frente a lo que llaman abandono de las autoridades en la emergencia nacional, aunque el gobierno señaló que hace lo que puede para prestar auxilio.

El ministro de Gobernación, René Figueroa, afirmó que en dos días ha caído la lluvia correspondiente a un mes de invierno y se esperan más aguaceros por un tiempo de 48 horas. El funcionario estimó que en la historia salvadoreña no cuentan con una situación similar.

Las lluvias y la crecida de ríos también mantienen en alerta máxima a Honduras y Guatemala, afectadas también por el fenómeno atmosférico. Ambas naciones hermanas también han informado de muertes y destrucción en sus respectivos territorios.

De "Raíces".

domingo, octubre 02, 2005

La manía de “agradar”

Msc. Guillermo Mejía

Pretender ejercer la libertad de pensamiento –y tratar de publicar las ideas- es un ejercicio que comienza con la osadía, transita por el camino de la intolerancia y termina en la indiferencia (o muchas veces en el reproche).

Al menos eso encontramos en la realidad, víctimas de la ignorancia, la arrogancia y la inescrupulosa e imperiosa “necesidad” de querer quedar bien. Son muchos los casos en que prevalecen las ideas, desgraciadamente, de quienes pretenden “agradar”.

Y tal parece que el problema estriba en que enfrentamos un monopolio de los canales de pensamiento –en especial si se pretende llegar a los ciudadanos-, con el agravante que los que manipulan los mismos buscan negarlo. Asistimos de esa forma a un escenario donde muchos supuestos libres pensadores caen hechizados por el poder.

Intelectuales americanos y europeos ya han abundado en señalar esa forma depravada de censura (o autocensura). Como bien estipulan, máxime si alguien es (o ha sido) de oposición, cuando por “necesidad” de mostrar “democracia” les otorgan espacio en esos canales son los número uno en silenciarse o tener el máximo cuidado para no caer mal.

Son las clásicas mentalidades vergonzantes. En su mísera condición de velones del poder de inmediato se encuentran con el espanto de que ya no podrán ser “consentidos” por quienes los utilizan, los leen, los escuchan, los ven, etc., porque no hay nada más temible para un “intelectual” de esa talla que perder su condición de privilegiado por un espacio.

“No deseas aparecer excesivamente politizado; te preocupa parecer liante; necesitas la aprobación de un jefe o de una figura con autoridad; quieres conservar la reputación de ser una persona equilibrada, objetiva, moderada; esperas que se te llame para una consulta, para formar parte de un consejo o comisión prestigiosa y, de esa manera, seguir dentro del grupo que representa la corriente principal; esperas que algún día te harás acreedor a una distinción honorífica, un premio importante, tal vez incluso una embajada”.

Con esas palabras explica el problema Edward W. Said, catedrático de Literatura Inglesa y Comparada recién fallecido, quien agrega: “Para un intelectual estos hábitos mentales son corruptores par excellence. Si algo puede desnaturalizar, neutralizar y, finalmente, matar una vida intelectual apasionada es la interiorización de tales hábitos”.

Considero que vale citar otra de sus ideas: “El intelectual no escala una montaña o se sube a un púlpito y proclama desde las alturas. Como es obvio, deseas pronunciar tu discurso donde mejor pueda ser oído; y también deseas que la presentación de dicho discurso se produzca de tal manera que influya con un proceso continuo y actual, por ejemplo, a favor de la paz y la justicia”.

Por las situaciones en que vivimos es imperiosa la necesidad de que elaboremos un discurso que no tenga como principal objetivo esa manía de “agradar”. Y si las voces que propugnamos por nuevas situaciones, donde prevalezca el apego a la verdad y a la justicia, la fraternidad y la decencia, no encontramos eco en los canales de pensamiento oficiales, pues es urgente seguir creando nuestros propios espacios.

Una forma válida, la mejor forma hasta la actualidad, es la utilización de los canales de pensamiento en la red de internet. Hay claros ejemplos de esa experiencia revolucionaria, es la vía alterna de comunicación en la que podemos apreciar la realidad desde otras perspectivas.

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*Msc. Guillermo Mejía, periodista y docente del Departamento de Periodismo de la Universidad de El Salvador.