Por Guillermo Mejía
El ascenso del liberal Manuel Zelaya a la presidencia de la República de Honduras, la forma en que llegó, los miedos que venció y la típica respuesta del nacionalismo, dejan huellas bien marcadas que ilustran a los actores de la vida socio-económica y política salvadoreña.
Pepe Lobo, el derrotado contrincante del partido Nacional, tuvo mucho que copiar de la estrategia electoral del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), de El Salvador, con la diferencia que su discurso de terror no pegó en la mentalidad de los hondureños.
Aún nos recordamos cuando en la campaña que dio el gane al presidente Elías Antonio Saca se utilizaron como “chivos expiatorios” a los delincuentes de las “maras”, bajo el criterio represivo de la “mano dura”.
Además, siempre lo han hecho desde los años 30 del siglo pasado, también los gobernantes salvadoreños trajeron a la cola el “fantasma del comunismo”, máxime que la ex guerrilla les puso a Schafick Handal como candidato presidencial.
Pepe Lobo acusó a Manuel Zelaya de ser el representante de las “maras” y señaló que el problema de los delincuentes pasaba por aprobar la pena de muerte frente a la cadena perpetua propuesta por su adversario liberal.
También, como parte del guión, el nacionalista dijo que la promesa de “poder ciudadano” de Zelaya era una copia desgastada de los sandinistas nicaragüenses, durante su gobierno de una década en los ochenta, con lo que también apareció el “fantasma del comunismo”.
Pero Honduras no es El Salvador en el quehacer político, aunque se compartan similares problemas socio-económicos con la galopante delincuencia juvenil y el alza desmedida de los productos básicos.
Honduras todavía vive envuelta en una dictadura de dos partidos políticos de derecha, tradicionales, que llevan un siglo repartiéndose el ejercicio del poder junto a los militares: los partidos Nacional y Liberal, cachurecos y colorados, como se conocen.
En este período le toca a los liberales suceder a los nacionalistas que tienen hasta el 27 de enero al empresario Ricardo Maduro, aliado de la oligarquía salvadoreña. Pero llega Manuel Zelaya, a quien Tony Saca ya llamó su amigo personal y aliado geopolítico.
Cuando fue el huracán “Mitch”, en 1998, gobernaba el liberal Carlos Flores Facussé, quien también –como ahora le pasa a Maduro- salió parchado por actos de corrupción, profundización de la pobreza y expulsión de la gente hacia el exterior en busca de mejores condiciones de vida.
Queremos no hacerle de “agoreros” de la mala suerte, pero vamos a ver cuánto va a prosperar Honduras con la llegada de “Mel” Zelaya a la presidencia, en un país donde la izquierda prácticamente no existe y la derecha se reparte el poder a su antojo.
Eso sí, el arribo de Zelaya pasa por la bronca de sus adversarios que, como ocurre cada vez más en Centroamérica, siguen sin aceptar los dictados de las consultas públicas periódicas donde parte de la gente –porque hay mucho abstencionismo- pretende “nuevas” repuestas desde más de lo mismo.
De "Raíces".
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