Tony Saca cumple segundo año
Por Guillermo Mejía
Como era de esperar, el presidente Elías Antonio Saca puso como desafíos para lo que falta de su gestión la precaria situación socioeconómica de los más humildes y la vorágine en que se debate la nación en medio de la delincuencia.
La parte novedosa de su informe de segundo aniversario resultó ser que pidió “disculpas” al pueblo salvadoreño por las promesas que no ha cumplido, que obviamente se refieren a lo mismo pues la gente está cansada de soportar la crisis y contar los muertos cotidianos.
Los estudios de opinión pública que antecedieron al aniversario, realizados por diversas entidades privadas, demostraron lo advertido antes y supusieron que la gente en general le otorga una nota de aprobación de entre 6.2 y 6.4, baja tomando en cuenta sondeos de otros períodos de la gestión.
Sería hablar de más traer a colación lo referido por el presidente Saca en torno a avances en atención en salud, interconectividad carretera y cibernética, atención en educación, etcétera, cosas que a diario es publicitado en los medios de comunicación.
Mejor es detenerse en la forma en que se vislumbra el panorama para lo que resta del mandato del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), donde el Ejecutivo tiene que rebuscarse para lograr gobernabilidad con un Legislativo con posibilidad real de entramparle las cosas.
En una democracia madura, donde los intereses del pueblo están realmente representados en el quehacer de la clase política –algo muy lejano en El Salvador-, pues no causaría ningún problema una composición tal, porque el balance de poder ayuda a la profundización de la democracia.
En El Salvador una composición como esa sirve para congelar al país, ya que cada fuerza mayoritaria representada jala para su lado, inclusive en asuntos que son de interés del pueblo. Al revés también se cae en algo mucho peor porque se vuelve a la dictadura del partido en el poder.
De esa forma, el pueblo salvadoreño está en la encrucijada entre formas de gobernar que en nada le producen bienestar, ni seguridad, ni esperanza (aunque digan lo contrario) y lo orillan hacia alternativas cada vez más difíciles como buscar camino hacia Estados Unidos.
Así las cosas, como decimos. Vamos hacia otro período sin mayores perspectivas de cambio sino más bien a la profundización de las crisis socioeconómica y los niveles de delincuencia frente a fuerzas políticas preocupadas sobre todo en resolver sus problemas de grupo o de estómago.
La gente aparece como pretexto, pero en el fondo no existe en las agendas de la derecha y la izquierda tradicionales que co gobiernan El Salvador y que, por ejemplo, no niegan sus votos para auto recetarse “aumentos” o “plazas” como sucedió en la Asamblea Legislativa.
Al contrario, arman alharacas ante problemas de interés como la crisis de la basura en que sucumbió la Alcaldía de San Salvador, gobernada por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), cuya alcaldesa Violeta Menjívar se molestó porque los otros le tocaron “su basura” ante un caso patético de inoperancia.
Lo más triste de actos bochornosos como los citados anteriormente es que tanto Arena como FMLN se llenan la boca de estribillos desgastados como voluntad de diálogo, capacidad de negociación, interés en la concertación, etcétera, pero nada más como estratagema.
Como bien dice el chiste añejo, durante la creación a El Salvador lo dotaron de volcanes, playas bonitas, lagos, montañas, gente buena onda, pero algo tenía que fallar, algo tenía que ser inservible: para ser justos frente a las demás naciones nos enviaron a una clase política de tal calaña.
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