Hugo Chávez y el morbo mediático
Por Guillermo Mejía
El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, fue puesto al borde de la muerte por la seria enfermedad que padece, esta vez por un periódico estadounidense que no tentó tablitas al informar sobre este caso que desde la responsabilidad periodística tiene que ser abordado con el cuidado de no dañar la dignidad de la persona.
El Nuevo Herald, de Miami, se defendió considerando que tiene fuentes fidedignas, aunque anónimas, para haber lanzado su primicia, aunque Chávez desmintió la versión que consideró “mensajes de laboratorios de guerra sicológica dada la posición política que tenemos en Venezuela”. Dijo que sería el primero en informar si su estado de salud empeora.
El problema del asunto con Chávez, dado lo que representa él y su gobierno, se ha dado en infinidad de ocasiones en la historia contemporánea, si no hay que recordar la cantidad de veces, por ejemplo, que ha muerto –incluso por asesinato- el Comandante Fidel Castro de Cuba. Hay una alerta para no dejar escapar la “primicia” de la muerte de Chávez y Castro. ¡Vaya tarea!
Es ahí donde cabe la reflexión sobre este tipo de conductas periodísticas. Desde la profesión se asume que el dolor y el sufrimiento se tornan de interés informativo, máxime si la persona es de interés público, como en el caso de Chávez como presidente de Venezuela, aunque una cosa es informar con honestidad y otra actuar de forma irresponsable.
“El sufrimiento puede pasar a formar parte de la intimidad del sujeto, en mayor medida cuanto más considere que afecta a su identidad, a su yo”, dice la profesora española María del Mar López Talavera, de la Universidad Antonio de Nebrija, Madrid. Sobre Chávez el abuso ha sido tal que se ha llegado a informar que ya casi, casi se muere. O sea pasó a ser una obsesión.
La catedrática López Talavera nos da una guía de lo que sería una forma responsable de informar sobre el dolor y el sufrimiento:
En primer lugar, además de las exigencias que afectan a cualquier profesional, el informador –ante el dolor- debe mostrar un escrupuloso sentido de discernimiento y discreción en la selección de sus mensajes. No debe olvidar el respeto a la persona que sufre, minimizando el daño de la información que ofrezca, mostrándose claramente humano en su espíritu de servicio.
En segundo lugar, el periodista ha de ser muy severo en el proceso de selección del material informativo que se haya recogido; para eso ha de tener muy claro qué es lo que pretende con su mensaje; cuál es la finalidad de la información y cuáles les partes que se pueden ver afectadas por su difusión.
En tercer lugar, el comunicador debe anteponerse a las consecuencias previsibles que sus decisiones tendrán en los ya debilitados dolientes. Resulta, por ello, muy útil intentar predecir algunas de las posibles reacciones de las víctimas, de modo que el informador sepa en todo momento cómo actuar en caso que se produzcan.
“Será la compasión, el sentido común y el buen hacer profesional del periodista lo que decidirá la conveniencia de difundir o no esa comunicación involuntaria del dolor. La meta del comunicador debería ser minimizar siempre el daño, nunca aumentarlo con su labor informativa, al tiempo que procure hacer todo el bien que le sea posible”, advierte la profesora López Talavera.
Tal como vemos el tratamiento de la seria enfermedad del presidente venezolano, Hugo Chávez, en el sistema mediático tradicional, muchos de los principios esgrimidos desde la academia les salen sobrando. Al menos, los motivos de esta reflexión intentan poner en situación una especie común de mala praxis que vulnera la dignidad de la persona.
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