La cobertura mediática del desastre
Por Guillermo Mejía
Con mucha preocupación sobre el desastre que dejó más de 30 muertos, miles de damnificados y pérdidas millonarias, la ciudadanía en general siguió la cobertura de los medios de comunicación que en esta oportunidad hicieron uso combinado de su trabajo en el terreno con las posibilidades que otorgan las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
También, hay que resaltar el valioso esfuerzo que constituye el que las autoridades respectivas hayan colocado al menos seis radares meteorológicos a lo largo del territorio salvadoreño, los cuales constituyen dos bases importantes, una en cuanto al conocimiento inmediato de las lluvias en el terreno para los expertos y otra para el conocimiento de la población.
En ese sentido, en radios, televisoras, páginas web, entre tantos, las audiencias tuvieron la posibilidad de enterarse de primera mano lo que los periodistas y reporteros, fotoperiodistas, camarógrafos, en fin el contingente de colegas, enviaron a cada instante en una larga y triste jornada de trabajo acompañada de las nuevas tecnologías que rompieron barreras.
Esos recursos digitales promovieron, a la vez, que los espectadores de siempre –acostumbrados al verticalismo mediático- en esta ocasión también asumieran su papel protagónico con su participación en la cobertura tradicional de los medios de comunicación y entraran en escena por medio de las redes sociales que fueron una base sustentable de información para los periodistas.
Resultó muy significativo y loable esa actitud mostrada por muchos que asumieron su compromiso y probaron una muestra de las posibilidades que en momentos críticos -como el de las lluvias que se prolongaron por más de una semana- otorgan las nuevas tecnologías, acción que debería pasar a otros niveles en cuanto a la necesaria participación ciudadana en los asuntos públicos.
Tal como han reseñado diversos organismos ecologistas, locales y extranjeros, ahora más que nunca hay que prestarle atención al territorio salvadoreño y centroamericano, por cuanto somos la parte más vulnerable del planeta, sujeta a modelos de desarrollos fincados en la explotación desmesurada de los recursos naturales y, por ende, condenada a su desgracia.
Los titulares de la cartera del Medio Ambiente han explicado con mucha propiedad sobre el antes y el ahora de los fenómenos que nos trae el invierno. Si antes la preocupación eran las tormentas y huracanes que llegaban del Caribe, ahora se suman las tormentas y huracanes que se forman en el Pacífico, y cada vez más cerca de las costas salvadoreñas –como en este octubre.
Por consiguiente, la vida ya no será igual, las lluvias llegadas desde el mar nos confirmaron que podemos ser víctimas de fenómenos prolongados en tiempo y espacio. De ahí la importancia que desde el Estado y la sociedad civil organizada –donde sería muy oportuna la labor de los medios de comunicación- se hiciera un esfuerzo integral para afrontar las circunstancias.
El gobierno debe asumir el papel que le corresponde ante la gravedad del asunto. Los ejemplos sobran, tenemos a miles de familias que habitan a la orilla de quebradas o a la sombra de paredones, así como los que subsisten en condiciones extremas en el Bajo Lempa que año con año son víctimas de las inundaciones. Hay que hacer algo, el tiempo apremia.
Hay que reconocer, pues, la labor de los colegas periodistas en su inmensa cobertura sobre el desastre dejado por las lluvias, la experimentación con las nuevas tecnologías y el arrojo de la ciudadanía que en esta vez se sumo mediante los recursos de la red de Internet para mantener y mantenerse al tanto de los acontecimientos. Nuestras condolencias a las familias de las víctimas.
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