La tarea de democratizar los medios
Por Guillermo Mejía
En el reciente encuentro sobre la democratización de los medios de comunicación se puso otra vez en colación la tarea urgente de romper las barreras que impiden el acceso y producción comunicativa desde el derecho a la comunicación, que incluye el de información y el de la información, en una sociedad víctima del corporativismo y la instrumentalización de la conciencia.
Bajo la dirección de los colegas de la Asociación de Radios y Programas Participativos de El Salvador (ARPAS) expusieron el Relator de Libertad de Expresión de Naciones Unidas, Frank La Rue; el Presidente del Consejo Federal de Comunicación de Argentina, Néstor Busso; el Secretario de Comunicaciones, David Rivas; y el académico José Luis Benítez, entre otros.
Más que consignar los valiosos aportes de los comunicadores, creo importante evidenciar la ardua campaña en busca de que los sujetos sociales sean partícipes y constructores de mensajes liberadores, críticos y propositivos en un contexto donde ese corporativismo, local y global, impide ese derecho ciudadano que tan solo nos convierte en consumidores.
En estas naciones inmersas en la exclusión, la violencia y la enajenación, que vulneran nuestros derechos sagrados, es una lástima que apenas se vislumbre el croquis del derecho a la comunicación, que se convierte necesariamente en una discusión marginal y aislada frente a otros temas que de repente entran en agenda ante necesidades insatisfechas.
De ahí la importancia de que en estas sociedades se construya ciudadanía, máxime en tiempos de globalización que impone cambios económicos y culturales, que confunde las fronteras que hasta hace poco reconocíamos, además del ir y venir de valores y antivalores que trascienden de lo local a lo global y viceversa.
Como bien dice el radioapasionado José Ignacio López Vigil, la labor invaluable de la “ciudadanización” debe comenzar por “ciudadanizar” nuestro cerebro: “La ciudadanización tiene que ver con las capas superiores donde residen las funciones cognoscitivas, las que nos permitieron trascender los impulso irracionales”. La fórmula, entonces, es la educación.
El mentor recuerda al filósofo Sócrates que en una labor educadora: “Se trataba de descubrir, a base de preguntas bien orientadas y ejerciendo el raciocinio propio, la verdad que está dormida en la mente de cada persona. Igual que la partera ‘educe’ y saca a la luz a la nueva criatura, el que educa ayuda a extraer las ideas más honestas, los mejores conceptos, de otras personas”.
Y agrega: “Cuando hablamos de democratizar la cabeza, nos referimos, claro está, a la educación en valores. En los tres valores fundacionales de la concepción ciudadana –libertad, igualdad y fraternidad- que nos permitirán asumir una actitud nueva ante la vida, una manera desprejuiciada de relacionarnos con los demás”.
De esa manera cobran vigencia los intentos que desde la década de los 70 buscaron la democratización de los medios y la posibilidad de encontrar un nuevo orden informativo dadas las prácticas antidemocráticas, excluyentes, consumistas e imperialistas de los centros de poder hegemónico. La sociedad merece también justicia informativa y comunicativa.
“Desde esta perspectiva, la tarea de los comunicadores, y en particular de los periodistas, se ubica en la comprensión de estos nuevos escenarios, en la necesidad de ayudar a formar conciencia política frente a ellos, y, especialmente, en una tarea de resguardo y construcción democrática donde el diálogo social y la vigencia de la palabra compartida se impone”, escribió en el primer lustro de los años 80 el especialista chileno, Fernando Reyes Matta.
Si bien desde el actual gobierno se propaga la idea de la construcción de medios públicos, con la Radio Nacional y el Canal 10, además de una agencia de noticias, no está fuera de contexto exigir desde la sociedad civil que el Estado haga un verdadero esfuerzo por el derecho a la comunicación, la eticidad en el periodismo y la posibilidad de medios ciudadanos.
En conclusión, falta mucho por hacer, apenas aparece un intento serio por debatir eso de la democratización de los medios. La única esperanza, al final, radica en los esfuerzos de lo que el periodista y maestro Ignacio Ramonet llamó el “quinto poder” ciudadano que combata ese corporativismo mediático que socava las aspiraciones de libertad y justicia en el mundo de hoy.
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