Crónicas del uno de febrero de 1992 *
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El Te Deum y “El Puma”
Por Guillermo Mejía
Es mediodía del primero de febrero y las chicas se disputan el mejor puesto para disfrutar de su ídolo.
El esfuerzo es meritorio. Resulta privilegio de pocas escuchar al venezolano José Luis Rodríguez “El Puma” sin pagar un centavo.
Así vale la pena el advenimiento de la paz, piensan algunas de las “niñas bien”. Ahí está el tipo, tan cerca, sería una locura que se quedaran encerradas. “¿Y a qué horas, pues?”, es la interrogante de las féminas.
Pero hay que respetar el programa, viene la ceremonia oficial para dar “gracias a Dios” por el inicio formal del cese de fuego luego de 12 años de conflicto armado.
“El Puma” preside los actos en la Plaza Las Américas, junto al mandatario Alfredo Cristiani y la alta cúpula gubernamental. Están las esposas de algunos de ellos; las chicas muestran envidia.
Las 14 antorchas, que representan a igual número de departamentos del país, ingresan portadas por jovencitos atléticos. En su camisa tienen estampada la leyenda: “Unidos por la paz, 1 de febrero de 1992”.
Encienden la llama votiva que arderá eternamente, hay júbilo en las autoridades presentes, incluida la alta jerarquía de la Iglesia Católica. Las chicas esperan impacientes, el calor es sofocante.
Además de las “fans” del susodicho y los funcionarios, hacen presencia los curiosos de siempre que no pierden oportunidad y agitan banderas azul y blanco.
Al fondo del estado, sobre la calle que conduce al centro de la ciudad, el panorama es diferente. Una marcha de militantes y simpatizantes de la guerrilla baja de la juramentación de COPAZ.
Varios camiones atestados de campesinos circulan por la vía, en sus barandales llevan pancartas con pintas como “Gracias FMLN por darnos la paz”.
Van de paso. El gobierno no permitió que el acto fuera ecuménico, sino oficial, con la bendición del Papa, y que gozara del beneplácito de la Asociación Salvadoreña de Radiodifusores (ASDER) que transmite la señal en cadena.
“Qué emoción…”, se oye. Aplausos, euforia. El ídolo toma el micrófono y canta el Himno de la Alegría…
Vuelan las palomas y se elevan los globos azules y blancos. Dos ancianas de aspecto humilde, acompañadas de una niña, muestran un cuadro de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, mientras tres jovencitos agitan banderas rojas con las siglas FMLN.
¡Qué contraste! Pareciera que camina sobre ruedas la reconciliación nacional.
Bajan los ánimos, ahora Cristiani se refiere a la tarea de reconstruir el tejido social y la infraestructura económica. “Es la hora propicia para hacer un enorme y profundo esfuerzo para superar odios, los rencores y los recelos indiscriminados”, dice. “Los salvadoreños tenemos que estar unidos para enfrentar los difíciles retos de la reconstrucción nacional”. Y advierte: “Si seguimos insistiendo en la dinámica amigo-enemigo seguirá la guerra”.
Las chicas, que se recogen el cabello, hacen una segunda espera.
La Coral Salvadoreña entona las “bienaventuranzas por la paz”; la gente aprovecha para comprar helados o perritos calientes.
Los periodistas están confinados en dos palomares, la seguridad presidencial saca las uñas e impide que se acerquen hasta la mesa que preside los actos. Es una ceremonia oficial, aducen.
En medio de esos contratiempos aparece el Nuncio Apostólico, Monseñor Manuel Monteiro de Castro, con el mensaje de Su Santidad Juan Pablo Segundo con ocasión de la finalización de la guerra.
Como devotas de la paciencia, las niñas, que no entienden el discurso, se ven en la necesidad de soportar el “Te Deum” cantado en latín por La Coral Salvadoreña y los obispos.
Una periodista extranjera exclama: “Me avisan cuando haya que decir amén, por favor”.
Al fin, los religiosos dicen amén.
“Tal vez ahora. Si yo vine por ver al Puma”, se queja una de las jovencitas. Señores, ha finalizado el “Te Deum”, anuncia el maestro de ceremonia, retiro del Señor Presidente…
Sueños frustrados para muchas, el cantante de “Amalia Rosa”, “Culpable soy yo”, “Agárrense de las manos” y el “Pavo real” solamente les tira besos y saluda con sus manos.
Una hora de espera.
“Qué mala onda, el man nos dejó plantadas…”, una nueva queja.
A estas alturas, las chicas abandonan el lugar.
La llama votiva se vuelve la atracción del momento.
Foto por aquí y foto por allá; las cámaras de vídeo captan impresiones.
Hay interrogantes.
Algunos esperaban una masiva concurrencia.
Una señora pregunta a su esposo: “¿Y qué no iban a venir los de la Comandancia, vos?”. El hombre se encoje de hombros.
Las ancianas, acompañadas de la niña, continúan mostrando el retrato de Monseñor Romero. Hay quienes no se dan cuenta. (FIN)
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Los comandantes en la plaza
Por Guillermo Mejía
Gritos, consignas y aplausos. Es hora que las bases pasen revista a quienes dirigieron la guerra.
Los miembros de la Comandancia General, la Comisión Político-Diplomática y del Comité Político están al frente.
Un enjambre de periodistas, ubicados en la tarima que sirve de estrado, estorba a la gente. “Bajen a la prensa”, demandan.
Los comandantes levantan sus brazos, saludan a la multitud que espera desde el mediodía bajo el sol, apretujada, sin mayores posibilidades de movimiento. La Plaza Cívica luce abarrotada.
De cara a una imagen del obispo mártir. Monseñor Oscar Arnulfo Romero, extendida sobre la fachada de la Catedral Metropolitana, inicia la ceremonia:
-Comandante Leonel González. Se emociona, recuerda que la sociedad es la garantía de cumplimiento. Sonríe. “Profe, profe, profe”, responde el auditorio. Aplausos.
-Comandante Roberto Roca. Serio, dirige su discurso, recibe vivas de los presentes, algunos con uniforme verde olivo.
-Comandante Joaquín Villalobos. Enciende a la masa. Nervioso, sonríe, advierte sobre las tareas futuras. “Joaquín, Joaquín, Joaquín”, se escucha al unísono.
-Comandante Schafik Jorge Handal. Tranquilo. En medio de los aplausos se oye “Schafik, Schafik, Schafik”. Envía su mensaje.
-Comandante Fermán Cienfuegos. Solo aprovecha la ocasión para afirmar que el nuevo político debe caracterizarse por discursar menos. Se retira. Aplausos.
El acto se reviste con la presencia de las comandantes Ana Guadalupe Martínez, Nidia Díaz y Mercedes del Carmen Letona. Su saludo mueve al auditorio, sobre todo cuando la segunda expresa “nunca estuvimos solos…”
La fiesta continúa. La Banda Tepehuani y el nicaragüense Luis Enrique Mejía Godoy amenizan el ambiente. “Denme la F de fuerza insobornable, denme la M de muerte o libertad, denme la L de lucha inclaudicable, denme la N de no retroceder”, canta Mejía Godoy.
A estas alturas las únicas lucen provienen de plantas eléctricas. La alcaldía tomó represalias, afirman. Cantidad de fósforos encendidos aparece desde la oscuridad en señal de que no importa.
La algarabía se extiende hasta la Plaza Libertad y el Teatro Nacional, donde están ubicados otros actos alusivos. Una pancarta que tiene la leyenda “Roque y Alfonso poetas de la Resistencia”, se observa a lo lejos.
La mara también hace cola, para celebrar… (FIN)
*Materiales periodísticos publicados en la Revista Tendencias, edición número 7, correspondiente al mes de febrero de 1992. San Salvador, El Salvador, C.A. (En una próxima entrega pondré otra crónica referida a la juramentación de COPAZ, aparecida en esa misma edición).
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