La ciudadanía comunicativa frente al ejercicio político
Por Guillermo Mejía
Al pensar sobre las posibilidades o falencias que muestra la forma en cómo se concibe la comunicación y su relación con la ciudadanía, una deuda de primer orden es la participación ciudadana, como ausencia desde el sistema de medios de comunicación colectiva o en la negación –en muchos casos por frustración- de la colectividad.
Cuando se dice en muchos casos, no se puede negar, por ejemplo, que la gente también no se activa dado a que le hace falta formación política unida a la lógica perversa en que actúan los medios tradicionales con la espectacularización de la política, la forma en que tratan la violencia, en fin el cretinismo inducido con su oferta periodística.
La catedrática universitaria argentina María Cristina Mata, especialista en la relación entre comunicación y ciudadanía, advierte sobre que, a partir de la última década del siglo pasado, el concepto de ciudadanía fue remozado con la presencia de los individuos como sujetos de demanda y proposición en diversos ámbitos vinculados con sus propias experiencias.
“Pero esta ampliación que lleva a algunos pensadores a hablar de ‘nuevas ciudadanías’ definidas en el marco de la sociedad civil no llega a encubrir, como bien lo señala Hugo Quiroga, que el debilitamiento de la clásica figura de la ciudadanía (…) implica serios desafíos para pensar en la transformación de los órdenes colectivos injustos vigentes en nuestras realidades”, enfatiza.
La visión mediática tradicional asegura, desgraciadamente muchos lo creen, que la sola presencia en la oferta informativa de los funcionarios y la gente de a pie basta para reconocer la ampliación del espacio público y, por ende, el fortalecimiento de la ciudadanía. De esa forma, los medios aparecen como adalides de cara a la precariedad institucional y la falta de movilización social organizada.
Sin embargo, de acuerdo con Mata, “la comunicación se reconoce como fundante de la ciudadanía en tanto interacción que hace posible la colectivización de intereses, necesidades y propuestas. Pero, al mismo tiempo, en tanto dota de existencia pública a los individuos visibilizándolos ante los demás y permitiendo verse –representarse ante sí mismos.” De ahí la posibilidad de la comunicación y la política.
La también autora argentina señala con precisión que no se puede obviar, a la vez, que en esa relación se tiene que considerar que la política no puede ser pensada al margen de la “puesta en común de significaciones socialmente reconocibles”, y que esa puesta en común es lo que posibilita que “lo común” pueda convertirse en “horizonte” para la sociedad.
La ciudadanía comunicativa
La comprensión de la relación compleja entre comunicación y ciudadanía lleva a Mata a plantearse la tensión que considera necesario asumir de esa problemática, en términos políticos como conceptuales, que es “la imposibilidad de pensarla sin reconocer, al mismo tiempo, la condición de públicos que los ciudadanos tenemos en nuestras sociedades mediatizadas”.
Cae a cuenta la noción de “ciudadanía comunicativa” que se entiende como “el reconocimiento de la capacidad de ser sujeto de derecho y demanda en el terreno de la comunicación pública, y el ejercicio de ese derecho. Se trata de una noción compleja que envuelve varias dimensiones y que reconoce la condición de público de los medios que los individuos tenemos en las sociedades mediatizadas”.
La noción de “ciudadanía comunicativa” implica varias condiciones:
-Remite a derechos civiles –la libertad de expresión, el derecho a la información, la posibilidad de exigir la publicidad de los asuntos públicos, etc.- jurídicamente consagrados por diversos instrumentos tales como la constitución de los Estados, leyes, decretos, disposiciones reglamentarias. En ese sentido, y como ocurre en general con los derechos civiles, la ciudadanía comunicativa representa un límite a la acción del Estado con el fin de garantizar la libertad de las personas y representa un estatus jurídico.
-Recuperando el concepto republicano de ciudadanía, la ciudadanía comunicativa implica el desarrollo de prácticas tendientes a garantizar los derechos en el campo específico de la comunicación. En ese sentido, excede la dimensión jurídica y alude a conciencia práctica, posibilidad de acción.
-Pero además, la ciudadanía comunicativa involucra dimensiones sociales y culturales vinculadas a valores de igualdad de oportunidades, calidad de vida, solidaridad y no discriminación presentes en los llamados derechos de tercera generación. La ciudadanía comunicativa se entrelaza con las referencias identitarias y los reclamos más generales de igualdad ya no sólo en relación al Estado sino en relación con la acción del mercado y todo tipo de dispositivos que promueven la desigualdad.
“Pensada de este modo, y reconociendo la indisoluble articulación entre discurso y acción, el ejercicio de la ‘ciudadanía comunicativa’ se vuelve imprescindible para la existencia de una sociedad de ciudadanos”, sostiene María Cristiana Mata.
“Si no existen posibilidades de ejercer ese conjunto de derechos y prácticas expresivas, se debilitan las capacidades y posibilidades de los individuos para constituirse como sujetos de demanda y proposición en múltiples esferas de la realidad, toda vez que la producción de esas demandas y proposiciones resulta impensable sin el ejercicio autónomo del derecho a comunicar, es decir a poner en común”, añade.
En conclusión, y reconociendo que el orden social imperante es injusto, conflictivo y tenso entre sectores poderosos y sectores excluidos, Mata estima que el ejercicio de la ciudadanía comunicativa reconoce niveles diferenciados:
“Uno es el nivel de la ‘ciudadanía comunicativa formal’, representada por el conjunto de individuos depositarios de derechos consagrados jurídicamente en el campo comunicativo. Pero otro, es el que denominamos ‘ciudadanía comunicativa reconocida’, es decir, la condición de quienes conocen tales derechos como inherentes a su condición de integrantes de una comunidad determinada”.
“Y otra es la ‘ciudadanía comunicativa ejercida’, reconocible en quienes desarrollan prácticas sociales reivindicatorias de dichos derechos, en pos de su vigencia y/o ampliación. Y finalmente otra es lo que podemos llamar ‘ciudadanía comunicativa ideal’, aquella que, desde postulaciones teórico-políticas y de expectativas de transformación social, se plantea como utopía o meta alcanzable en vinculación con los procesos de democratización de las sociedades”.
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