Las responsabilidades del receptor en la comunicación masiva
Por Guillermo Mejía
La comunicación masiva ha sido preocupación de antaño con diversas propuestas teóricas que van desde el control autoritario, la concepción libertaria, la responsabilidad social, hasta la tradición normativa comunitaria. El problema es que en la actualidad estamos inmersos en la perspectiva de la globalización neoliberal que menosprecia al ser humano y prioriza la eficiencia y la competencia.
Obvio, eficiencia en cuanto al “éxito” de las empresas bajo criterios de menor costo y competencia centrada en el reconocimiento de los sujetos “más aptos” para desarrollar las actividades comunicativas que, en la mayoría de casos, implica su pérdida de humanidad, solidaridad y entrega, por ver quién sobrevive en la jungla mediática.
La sociedad contemporánea, inmersa en la posmodernidad, nos trae a la cola la sociedad de la información donde el supuesto optimista es que los sujetos de la comunicación –los receptores- deberían convertirse en centrales de los procesos de comunicación, algo que se dificulta en países centrales y, por tanto, en periféricos como nuestra región.
Las cosas no son como las pintan: “La informatización de la sociedad es un influyente refuerzo de las estructuras económicas existentes, y permite, en nombre de la competencia y de la optimización de los beneficios, un aumento sustancial de las tasas de productividad y de eficacia”, sostiene el profesor José Martínez de Toda, de la Universidad Pontificia Gregoriana, en Roma, Italia.
La lucha por lograr el sentido que debería tener la comunicación masiva, donde los sujetos participaran activamente en los procesos, de repente ser torna cuesta arriba bajo paradigmas dominantes centrados, además de la mencionada globalización neoliberal, en la propuesta informacional que vincula desarrollo tecnológico con calidad de vida. Las diosas máquinas frente a los seres humanos.
Martínez de Toda nos recuerda que de cara a los aspectos positivos y negativos de los medios de comunicación, a partir de una producción y consumo responsables de esos medios, ha habido ciertas propuestas de solución:
•Los problemas de los medios quedarían solucionados si sus dueños, administradores y comunicadores cumplieran los criterios éticos. Pero éstos no se cumplen.
•Y “cuando la ética no es suficiente, se necesitan reglas”. Pero éstas no se cumplen.
•También se ha hecho autorreglas. Por desgracia, tampoco éstas se cumplen.
•Se ha acudido también al Defensor del Espectador, importante ante problema tan grave, pero inoperante a pesar de su buena voluntad.
•Y, así, la última solución es la responsabilidad de los ciudadanos en el uso de los medios, lo que exige su formación y educación en ellos.
“Como se ve, se arranca de la responsabilidad individual de quienes están detrás de los medios. Se pasa también por la responsabilidad de quienes hacen las reglas y las deben exigir. Al fracasar todos estos intentos, se recurre de nuevo a la doble responsabilidad, la del comunicador y la del ciudadano usuario”, recalca el catedrático.
Sin embargo, esto no quiere decir que la lucha se deba abandonar, pues, muy al contrario, su exigencia es necesaria a fin de conquistar el verdadero sentido de la comunicación masiva.
En ese marco, la responsabilidad del receptor en la comunicación masiva considera –conforme a la propuesta teórica de Martínez de Toda- en primer lugar la formación y educación de los usuarios en medios a fin de que los sujetos tengan diversas dimensiones de esos procesos:
1. El sujeto alfabetizado mediáticamente: Los medios masivos tienen lenguajes propios. Conviene conocerlos para saber lo que quieren decir sus autores. Esto se logra estudiando los planos, campos, estereotipos, símbolos, la estructura narrativa, y los valores éticos y estéticos.
2. El sujeto consciente: Los medios son un gran negocio y son poderosos. Su objetivo principal es aumentar audiencia para así ganar más dinero y poder. Aquí se estudian los medios como instituciones sociales.
3. El sujeto crítico: Los medios esconden ideologías y las tratan de imponer. El sujeto debe pasar de ser ingenuo ante los medios y sus mitos a ser crítico con ellos.
4. El sujeto activo: La audiencia re-elabora los significados propuestos por los medios. El ciudadano debe pasar de ser pasivo y espectador de los medios a activo e interlocutor con ellos de forma que pueda crear su propia cultura.
5. El sujeto social: La interpretación de los mensajes depende también de las mediaciones sociales. Además las actividades con los medios deben tener objetivos sociales, como el desarrollo humano y social, la plenitud ciudadana, la democracia…
6. El sujeto creativo: La cultura se crea a través de los medios. Es la gran oportunidad de incluir nuestros valores en las nuevas producciones o en las reelaboraciones.
En segundo lugar, está la educación para la comunicación. La clave es que la verdadera educación para los medios no muere en sí misma, sino que pone en marcha actividades de comunicación y organización a favor de proyectos sociales de diverso tipo, estima el autor.
La relación educación-comunicación requiere de tres pasos concretos: 1. Integración de educación y medios de comunicación; 2. Educación para la comunicación; y 3. Educación y comunicación para objetivos sociales. En otras palabras, asumir que la educación y la comunicación son instrumentos básicos que tenemos para la conquista de una sociedad más humana.
En tercer lugar, la educación para la organización. No se puede desdeñar el proyecto mediador que debe estar implícito en la educación para los medios como acto social, así debe sustentarse en ser educativo, cultural y político.
“En este proyecto tanto educadores como padres, como trabajadores culturales y como educandos, se reconocen políticamente como sujetos históricos en situaciones específicas, desde donde tienen que ejercer las transformaciones de sus condiciones de existencia hacia condiciones más democráticas”, explica Martínez de Toda.
“La educación, que pretende objetivos sociales, debe impulsar la comunicación para poder organizarse y así llegar a resultados concretos. Por eso, el proyecto político pasa por la organización”, afirma.
En cuarto lugar, está la educación para el desarrollo, o sea la meta social de la educación para los medios: una educación para la vida, que eche una mirada a la sociedad que lleve a reconocer las situaciones conflictivas e injustas, y una educación para la democracia, que conlleve la formación cívica de los alumnos para tener ciudadanos con mayor consciencia democrática.
En conclusión, lograr un desarrollo humano y sostenido dentro de un “contexto de globalización solidaria y democrática”. La sociedad necesita de comunicadores democráticos para que los ciudadanos asuman su responsabilidad frente a los medios. Habría que revisar en nuestro contexto cuál es el compromiso que tenemos desde las propuestas tradicionales y alternativas de la comunicación.
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