lunes, febrero 07, 2011

Tercera crónica del uno de febrero de 1992*
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La juramentación de COPAZ
Vivas y abucheos: La difícil tarea de aprender a convivir

Primero de febrero de 1992. Día histórico: Inicio del cese de fuego, instalación de COPAZ y punto de partida de la vida política legal del Fmln.

Por Guillermo Mejía

Una rareza. Por primera vez la seguridad no se mete ni con los periodistas. Es casi inexistente.

Tranquilos, sin problemas, ingresan guerrilleros, militares, políticos, religiosos, diplomáticos y sus respectivas barras dispuestas a ganarse los espacios.

El Pabellón Centroamericano de la Feria Internacional aguanta con cinco mil invitados especiales. La juramentación de los miembros de la Comisión para la Consolidación de la Paz (COPAZ) no debe esperar, pero han pasado cuarenta minutos de la hora prevista.

Hay llamados de atención, mas nadie obedece. “Hacéte el suizo”, advierte un colega, mientras se abre paso en el escenario donde se mezcla la derecha con la izquierda. Aprenden a convivir.

“Cualquier cosa que necesités, llamáme. Para eso estamos nosotros, oíste…”, recuerda uno de los prominentes miembros del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena) a la comandante Nidia Díaz. Ella sonríe.

El presidente Alfredo Cristiani está por llegar, se escucha la marcha, sigue el alboroto. Otra vez el maestro de ceremonia a la carga, otra vez la marcha, casi pasa desapercibido…

No hay duda, “Arena ha logrado esto”, afirma el presidente del partido gubernamental y alcalde capitalino, Armando Calderón Sol. “Si no hubiera llegado al poder, a saber qué habría pasado…”

El general René Emilio Ponce, ministro de Defensa, es más directo: “En estos momentos estamos unidos, significa la muerte del comunismo en el mundo, estoy optimista”.

Tanto así que “la palabra terrorista debe quedar encerrada y olvidada”, reitera el alcalde capitalino.

Para los rebeldes no es otra cosa que el deseo de la mayoría y ésta quiere la paz, a pesar que “siempre existe un sector minoritario que buscará obstaculizar”, precisa Nidia Díaz.

Son casi las 10:00 a.m., es decir una hora de estura y encoje en el escenario; ahora los asistentes entonan las “sagradas notas de nuestro himno nacional”.

Ahí están de cara a la nación, juntitos, adornador con crisantemos ámbar y colas de ardilla. Elegantes, tirados dirían, como si no mataran una mosca.

Cristiani sonríe al frente. A su derecha, Roberto Angulo, presidente de la Asamblea Legislativa, y Francisco Merino. A su izquierda, Mauricio Gutiérrez Castro, presidente de la Corte Suprema de Justicia… serios.

“Amanece al esperanza para la nación salvadoreña”, se escucha en las bocinas.

El comandante Joaquín Villalobos rompe capote y su barra estremece el lugar: “¡Joaquín, Joaquín, Joaquín!...” Aplausos. Cristiani contento; Merino continúa serio.

El podio está a la izquierda del escenario, al lado de la mesa que el jefe rebelde comparte con su compañero Roberto Roca; el general Orlando Zepeda, vice ministro de Defensa; el coronel Juan Martínez Varela, ministro del Interior; Rubén Zamora y Carlos Díaz Barrera, de la Convergencia Democrática; Gerardo Le Chevalier y Fidel Chávez Mena, de la Democracia Cristiana.

Atrás, los integrantes de la Comisión de Diálogo gubernamental.

“Si realmente cumplimos todos los compromisos adquiridos, más temprano que tarde el pasado será historia y le tocará a futuras generaciones emitir su juicio sobre éste”, advierte.

Sus enemigos lo observan desde diversos ángulos. En la mesa situada a la derecha del escenario se encuentran Guillermo Guevara Lacayo y Pedro Hernández, del Movimiento Auténtico Cristiano (MAC); Rafael Machuca y Ciro Cruz Zepeda, del Partido de Conciliación Nacional (PCN); Armando Calderón Sol y José Francisco Guerrero, de Arena; Mario Aguiñada Carranza y Norma Guevara, de la Unión Democrática Nacionalista (UDN). Atrás de estos últimos, sus compañeros de lucha, entre ellos, Schafik Jorge Handal, Leonel González, Nidia Díaz, Ana Guadalupe Martínez, Sonia Medina, Salvador Samayoa.

“En un mundo cambiante y en una realidad económica social tan compleja, quien crea tener la verdad absoluta y el modelo perfecto aferrándose a dogmas, está equivocado”, sentencia. Su barra irrumpe en aplausos. El general Zepeda sonríe.

“Con el fin de la guerra asistimos a la primera revolución que no divide, sino que une a una nación y que nace insertada y aprobada por todo el mundo”, afirma Villalobos.

“Estamos concientes que cometimos errores, que no fuimos infalibles y que este es el momento de decirle a la nación que lo reconocemos”, admite.

Es una dura prueba. El líder guerrillero reivindica a Roque Dalton, asesinado por el propio grupo de Villalobos el Día de la Madre de 1975, como “nuestro valor nacional”, quien en su Poema de Amor hizo el retrato exacto del ser salvadoreño. El aplauso más largo de las 24 interrupciones del auditorio a su discurso.

El general Zepeda no le quita los ojos de encima en medio de una leve sonrisa. Villalobos suspira…

El pabellón resulta un embutido al revisar la amplia representación de la sociedad que reúne.

Así lo aprecia Rubén Zamora. Detalla los retos: construir la democracia, desmilitarizar la sociedad, eliminar la impunidad y el predominio de la fuerza sobre la ley; cumplir con los acuerdos socio-económicos y asistir a los lisiados de guerra.

“Aquí estamos hoy los afortunados, los que empezamos a ver los frutos, pero lo somos porque hay otros muchos de nuestros hermanos en uno y otro bando (que) ofrendaron su vida”.

Hace una lista de los constructores de la “nueva sociedad”. Comienza con Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Menciona a Guillermo Ungo, Héctor Oquelí y Enrique Alvarez. Más aplausos y vivas.

Pero también “…está con nosotros nuestro amigo el doctor (Francisco) Peccorini y nuestro oponente político el licenciado (Edgar) Chacón, están aquí todos los combatientes del Fmln, todos los soldados de la Fuerza Armada que han caído en esta lucha”, asegura.

Vienen las coincidencias. A Fidel Chávez Mena le falta la barra, apenas anima cuando menciona al ex presidente Napoleón Duarte que “inició en las Naciones Unidas el histórico proceso de negociación en circunstancias en que el país estaba tan radicalizado que ‘diálogo’ era mala palabra”.

Peor les va a Guillermo Guevara Lacayo t a Ciro Cruz Zepeda, el saludo es formal, aplausos de entrada y salida. Barras ausentes.

Ahora el turno es de Calderón Sol, quien resalta que “continuamos sin atender las voces contrarias que juzgaban de inalcanzable nuestra valiosa finalidad”.

Silencio sepulcral. El dirigente arenero elogia a Cristiani, quien “ostenta la meritoria labor de haber procurado y hacer efectiva esa aspiración de paz mediante el advenimiento de un auténtico Estado de derecho y tranquilidad en el pueblo salvadoreño”.

La barra de Calderón Sol la compone el mismo Cristiani, Merino, Angulo, Gutiérrez Castro, Guerrero. La refuerzan la primera dama de la nación, Margarita Llach, y los miembros del gabinete de gobierno, entre otros.

“Estamos ratificando ante el mundo nuestro repudio a la violencia como medio para resolver nuestras diferencias”, dice. Más aplausos en el ambiente.

“No podría terminar sin mencionar a nuestro fundador, el mayor Roberto D’Aubuisson Arrieta”. Descontrol total, las barras se enfrentan, la del Fmln abuchea al orador, la de Arena se levanta de su asiento y responde: “D’Aubuisson, D’Aubuisson, D’Aubuisson…”

El rostro de Calderón Sol se enrojece, pero continúa: “Quien ha sido un incansable constructor de la democracia”. De nuevo la rechifla y el “no, no, no…” de la barra contraria. “Y ha apoyado incansablemente el proceso de pacificación de nuestra querida patria”. Otro enfrentamiento de palabras… los nombres de D’Aubuisson y Joaquín resuenan.

La conflictividad baja cuando Aguiñada Carranza llega al podio.

“No vemos todavía ninguna razón para estar pesimistas o escépticos, pero sí es necesario estar vigilantes de aquellos que quieren torcer el rumbo de la historia”, manifiesta.

Por el momento: “los que firmaron la paz están cumpliendo”.

Camino al mediodía, el momento esperado por los participantes y espectadores, Cristiani juramenta a los miembros de la COPAZ y estos se comprometen a ser fieles a la república.

Señores, el retiro del pabellón nacional.

También fue negociado, esta vez los cadetes lucen su traje de gala rojo y blanco y guardaron el tradicional azul marino. Pasos de desmilitarización, según dice un guerrillero presente.

Otra vez el alboroto, pero la derecha se muestra recelosa de lo que ha presenciado. Mira de reojo a los guerrilleros, en especial a Villalobos, quien saluda al embajador estadounidense William Walter.

Así querían el final los norteamericanos, según dice el diplomático, ahora lo que viene es profesionalizar al ejército.

La barra hace de las suyas. Captura a los dirigentes rebeldes, los apretuja. Autógrafos a diestra y siniestra, besos y abrazos, el pabellón centroamericano está en manos del Fmln.

Pasan los minutos, continúa el acoso de la masa y los líderes insurgentes van abandonando el lugar con dificultad, ayudados por su propia seguridad.

Villalobos lleva un crisantemo maltratado en su mano derecha, sale del pabellón. Ahora sí están en el ruedo… (FIN)

*Material periodístico publicado en la Revista Tendencias, edición número 7, correspondiente al mes de febrero de 1992. San Salvador, El Salvador, C.A.

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