lunes, febrero 21, 2011

Déjà vu

Por Guillermo Mejía

Algo “ya visto”, aunque tenemos que entender el sentido metafórico de la definición que le doy a la expresión francesa, derivada de la sicología. En este caso, vale aclarar que el “ya visto” se refiere a la conducta añeja reaccionaria de la empresa privada salvadoreña frente a la necesidad de aportar –tal cual establece la ley- al fisco para decir que son socialmente responsables.

Para todos, está claro que con estos empresarios no vamos muy lejos, porque para ellos es mejor que nos sigamos desangrando entre hermanos, en medio de la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico, pues ellos se sienten cachimbones. Mientras, el gobierno teme entrarle de lleno para corregir esa situación y entonces que se profundice la miseria y la violencia.

Como algo “ya visto”, comparto en esta oportunidad un material que publiqué en medios de prensa internacionales en el año 2000 cuando, pese a todo, existía una pequeña esperanza de corregir muchas cosas que salieron torcidas de los Acuerdos de Paz, firmados en enero de 1992, entre ellas el fracaso anunciado del Foro para la concertación Económica-Social.

Ahora el turno le corresponde al Consejo Económico y Social, ojala que esa situación se revierte de la mano de la inteligencia de sus representantes, en especial de sectores labores y académicos, porque de estos empresarios “gorrones” poco podemos esperar, es como pedir –como reza el dicho- peras al olmo.

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Lecciones de una revolución que no fue

Por Guillermo Mejía

Los cambios esperados en El Salvador, sobre todo en el área socio-económica, se frustraron. La parte específica puesta en los Acuerdos de Paz, suscritos en 1992, no pasaron de ser letra muerta al igual que el tiempo invertido en la matanza fratricida.

Son lecciones que los centroamericanos debemos tomar muy en cuenta y así evitar errores futuros.

La violencia que se experimenta en la actualidad tiene mucho que ver con esa oportunidad perdida. La Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) denunció que los secuestros están a la orden del día y se estima que por los últimos plagios se ha pagado sumas millonarias.

Pero, ¿qué pasó? Sin duda la transición aseguró la participación política de la izquierda, aglutinada en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que cada vez disfruta de su ascenso en las esferas del poder legislativo y municipal, e incluso saborea su llegada a la presidencia.

Sin embargo, esa ganancia temporal no lo es todo. La marginación social y económica, en que subsiste gran parte de salvadoreños, se profundiza en medio de la implantación del sistema neoliberal y sin que existan opciones para los sectores populares.

Si los empresarios y los políticos, especialmente del partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), hubieran sido futuristas estaríamos en otra situación. Claro que también hay que hablar de la inconsecuencia de un acomodado FMLN que no hizo un esfuerzo serio para se cumplieran los Acuerdos de Paz.

En ese sentido, el oscurantismo político y los empresarios hicieron sucumbir, en 1993, la única salida civilizada que quedaba a la crisis: el Foro para la Concertación Económica y Social, donde estaban representados los patronos, trabajadores y el gobierno. Aseguraba ese foro una serie de acuerdos tendientes al desarrollo económico y social en beneficio de los ciudadanos.

A estas alturas, tal como refiere el diseño, se contaría con un marco legal en materia laboral para promover y mantener un clima de armonía en las relaciones de trabajo, así mismo propuestas concretas para superar la marginación urbana y rural.

Al contrario, la ceguera ha llevado a más confrontación social, si no veamos los eternos conflictos obrero-patronales. Caso patético es lo ocurrido en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) que luego de ocho meses del estallido de una huelga aún no se solventan los problemas que llevaron a los trabajadores a protestar.

Tampoco se han dado pasos concretos para contrarrestar la marginación social y económica. Cada quien tiene que salvarse como pueda, jamás se ha experimentado la solidaridad con los más desamparados, al final lo que está de moda es endurecer las leyes para castigar a la galopante delincuencia como si naciera de la nada, como que no tuviera raíces profundas en esa marginación.

En otras palabras, la sociedad salvadoreña involuciona hacia un Estado que supuestamente fue superado con los Acuerdos de Paz. Con tono nostálgico el ex-comandante guerrillero Leonel González se lamentó que el FMLN erró al entregar las armas sin que se cumplieran al pie de la letra los Acuerdos de Paz.

Pese al momento político en que lo dijo, en la efervescencia electoral pasada, quizás tenga razón, y mucho más al ver a una izquierda complaciente que sueña con llegar a la presidencia en el 2004. ¿Qué país irá a gobernar?, es la pregunta.

Y es tan atrasada la derecha, reitero, que no da pasos en la búsqueda de un mejor horizonte.

Persiste en su empecinamiento, su voracidad, es decir no posibilita soluciones a los problemas que se tornan incontrolables. De poco sirve, en ese contexto, que derecha, izquierda, religiosos, empresarios, etc. se unan en el clamor porque termine la violencia cotidiana. El poder está en manos de ciegos.

En conclusión, se fue la oportunidad, se truncaron los cambios, habrá que esperar a saber qué para volver al sendero. La crisis social y económica que afronta la mayoría de salvadoreños evidencia la revolución que no fue. Y cuidado, centroamericanos, que el futuro es incierto en la región... quiérase o no, guste o no, compartimos los mismos males y similar clase de políticos. (FIN)

¿Déjà vu?, compatriotas. Ustedes juzguen.

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