jueves, junio 18, 2020

La desinformación y sus efectos perversos en la ciudadanía

Por Guillermo Mejía

La maquinaria desinformativa trabaja incansablemente dejando a su paso una estela de daños en la sociedad que construye una realidad falsa, adaptada a intereses particulares y mezquinos, con la complicidad de muchos espacios informativos y de opinión que sirven de cajas de resonancia.

Los daños en la construcción de un ciudadano crítico, comprometido con su entorno, no se hacen esperar, basta observar la manipulación masiva de parte de instancias del Estado, partidos políticos, empresarios privados, etc., en medio de la grave situación por el coronavirus.

Impunemente, eso sí, en las posturas que se esparcen en espacios mediáticos, así como redes sociales, queda por fuera todo lo referente al injusto modelo económico –social y político- que es donde se incuban las precarias condiciones de pobreza y marginación de la mayoría de salvadoreños.

Aderezado por la lucha política que culminará con las elecciones de alcaldes y diputados, en febrero próximo, el teatro politiquero se expande con la presencia de coberturas de “corre, ve y dile” del sistema mediático –sin reflexión ni consecuencia- a las que se suman los troles que difuminan falsedades.

El maestro Marcelo López Cambronero, especialista en ética y deontología profesional, señala que la falta de veracidad o información falsa, no supone una ausencia total de información (si eso fuese así, sería totalmente absurdo hablar de información falsa, porque no habría información en absoluto).

Y explica: “El sujeto queda informado, pero erróneamente, o dicho de otra manera, su percepción de la realidad está equivocada. Quien recibe información falsa construye su imagen del mundo, lo que él considera realidad, a partir de relatos que no se adecuan correctamente a los acontecimientos, con lo que sus concepciones de lo real, y más todavía, su forma de ser (que está mal construida, mal informada) adolece de una cierta falla”.

“El problema de la mala información, así como el de la desinformación, no es solamente una cuestión del aspecto racional (toma de decisiones, criterios de juicio), sino que atañe a un sustrato más profundo y que, con mayor propiedad todavía, corresponde a la ética: el propio sujeto se construye de forma fallida, conoce mal la realidad y, por lo tanto, organiza sus relaciones con la misma desde un punto de vista estructuralmente falso”, agrega López Cambronero.

De esa forma, dependiendo de lo que las personas sean de las relaciones que mantengan con lo real se puede concluir que sus procesos de realización personales están en peligro.

Desde una perspectiva crítica, el filósofo mexicano Fernando Buen Abad Domínguez en su última reflexión apela al derecho a la información de los ciudadanos, frecuentemente violentado con la desinformación, frente a la irresponsabilidad de políticos, empresarios y espacios mediáticos.

“La información y su relación con la verdad no pueden ser marionetas del circo mercantil mediático, servil a la manipulación ideológica de algunos gobiernos y empresarios oligarcas”, afirma el profesor mexicano. “Es inaceptable, se lo mire desde donde se lo mire, y cada caso de falacias mediáticas constituye una agresión a la realidad, a sus protagonistas y a la historia de los pueblos. Al modo de conocer y al modo de enunciar la realidad”, añade.

Según Domínguez, en las Fake News se establece claramente una fractura que corrompe el carácter objetivo y social de una verdad: “Los comerciantes de falsedades pasan horas pergeñando qué estrategia del desfalco cognitivo es más funcional a sus intereses sin tener que someter sus ‘Fake’ a la prueba de los hechos. Eso convierte al ‘consumidor de falacias’ en un glotón de embutes disfuncional y sofisticado”.

Las sociedades urgen la toma de consciencia frente al problema de la desinformación y, en consecuencia, desde las diferentes instancias políticas y civiles luchar por el derecho a la información y el derecho a la comunicación como parte fundamental de la realización del ser humano.

Obviamente, esa reivindicación no puede dejar de lado la necesidad de un modelo económico alternativo frente al desastre que el neoliberalismo ha causado en el mundo y, en especial, en países sometidos a la pobreza y la injusticia como El Salvador.

Cuando escuche los “cantos de sirena” desde cualquier instancia del Estado –incluido los órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial-, partidos políticos, empresarios privados, integrantes del carrusel de opiniones, etc., acuérdese de la trama desinformativa presente y la necesidad del pensamiento crítico. Su fe no la ponga en productos chatarra.

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