La alfabetización mediática
Por Guillermo Mejía
El bombardeo cotidiano del sistema de comunicación colectiva, con una mezcla de productos informativos, opinativos, propagandísticos, publicitarios, entre otros, nos recuerda la importancia de la alfabetización mediática, ya que el ciudadano promedio se acerca a esa realidad construida en muchos casos sin las herramientas necesarias para su comprensión.
A partir de esa urgencia, desde la academia se insiste en la educación para la recepción, en otras palabras: “(…) hacer que los sujetos receptores, individuales y colectivos tomen distancia de los medios de comunicación y sus mensajes, que les permita ser más reflexivos, críticos y, por tanto, independientes y creativos” y asuman su papel activo en el proceso de comunicación.
La justificación anterior es de los especialistas mexicanos Mercedes Charles y Guillermo Orozco Gómez, expertos en el binomio comunicación y educación, quienes insisten en el conocimiento de la recepción más allá de catalogarla como “un proceso condicionado a una causalidad lineal, donde el sujeto receptor es el polo más frágil y pasivo dentro del ciclo comunicativo”.
Al contrario, la recepción “se considera como un proceso múltiple y contradictorio, donde entran en juego una variedad de mediaciones determinadas tanto por las relaciones sociales en las que está inserto el sujeto, como por su posición social, cultural e histórica”, afirman los investigadores de la comunicación.
Si antes los estudios sobre la materia comunicativa se centraron en el emisor-productor y el mensaje, en la última etapa del siglo XX se volcaron hacia el receptor que desde una perspectiva crítica se asume como un sujeto activo, determinado socioculturalmente, y capaz de crear, recrear y negociar los contenidos de los mensajes provenientes de los medios masivos.
En ese sentido, Charles y Orozco Gómez señalan que: “El receptor deja de ser considerado ‘víctima’ de los medios y se transforma en protagonista a través de la creación de nuevos significados y de la inserción de éstos en la cultura cotidiana en la que está inmerso”. Ahora, el reto es que la ciudadanía participe de la discusión.
Se han planteado diversas propuestas desde la recepción como: alfabetización para los medios, educación para los medios, recepción crítica, lectura crítica, recepción activa o recepción participativa. El fin, de acuerdo con los autores, es mediar el proceso de recepción poniendo al alcance de los ciudadanos la discusión que antes era solo de la academia.
Un caso coyuntural que ilustra la urgente alfabetización mediática de la sociedad salvadoreña es la reforma al Art. 191 del Código Penal, que en su tercer inciso castigaba la crítica periodística desfavorable, que cambió la cárcel por multas en faltas contra el honor y la buena imagen de los ciudadanos con lo que se privilegiaron derechos corporativos.
Es decir, la ciudadanía desarmada en términos legales frente a la impunidad periodística, tan frecuente en el país, como si fuera cierto que contamos con una prensa responsable, que hace su labor pensando en el bien común y promueve la discusión pública de los problemas que afligen al conglomerado.
Por eso en mi anterior comentario señalé que se necesita que el Estado retome su papel educativo con los ciudadanos, tanto a nivel formal como a nivel informal, con la educación cívica en el aparato educativo, así como en las comunidades, a la par de una vigilancia adecuada sobre la infinidad de basura que se envía desde los llamados medios de comunicación.
En ese esfuerzo cívico es que se instala la alfabetización mediática que en la escuela y las comunidades otorgue las herramientas de comprensión sobre los medios y sus productos, la forma en que se manejan, la filosofía de la que parten, hasta llegar a conocerlos técnicamente y hacer posible la construcción de relatos desde esa recepción activa.
La educación para la recepción es materia de estudio y práctica alrededor del mundo y en América Latina son muchos sus frutos más que todo en comunidades urbanas, comunidades suburbanas, comunidades campesinas a partir del trabajo de grupos de promoción popular para la educación y la cultura, dado la presencia de los medios en la vida cotidiana.
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