La perversión de la política en el “gobierno del cambio”
Por Guillermo Mejía
El aval del presidente Mauricio Funes al decreto nefasto concebido por la derecha legislativa, por medio del cual se pretende amarrar a la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, no tiene nombre. Históricamente, las aspiraciones democráticas de los salvadoreños han sido truncadas por golpes de Estado, fraudes, crímenes, etc., sólo faltaba una puñalada trapera.
De poco, o nada, sirve que venga ahora el mandatario salvadoreño a decir: “Aquí no se ha sepultado la democracia, ni tampoco se le ha dado un duro golpe a la democracia, ni se ha ejercido el poder de forma autoritaria”, ya que “en ningún momento le estamos impidiendo que la Sala resuelva”. Qué consuelo, hermanos.
Ha sido coincidencia general en la sociedad salvadoreña que el trabajo de los cuatro magistrados ha dejado muchos frutos, sus resoluciones en torno a los partidos políticos, procesos electorales, libertad de expresión, entre otras, garantizan esa aspiración ciudadana de vivenciar la democracia, máxime que fue una de las promesas de ventas del actual gobierno.
Pero con la actuación presidencial, en la oscuridad y en tiempo récord, todo se vino por la borda. Hemos de esperar que vengan nuevos amparos y demandas de inconstitucionalidad que dormirán el sueño de los justos, quedarán entrampados porque la Sala de lo Constitucional solamente podrá resolver con el voto de los cinco magistrados y ya no sólo con los cuatro.
Según Funes, al contrario, se estará garantizando democracia, porque resultará mejor un acuerdo por unanimidad que por mayoría. Empero, uno de los magistrados tendrá la sartén por el mango, y el mango también, aunque no piense en el derecho ciudadano a una pronta y cumplida justicia, sino en los intereses y caprichos de los que siempre han perseguido privilegios.
Qué bueno para la sociedad salvadoreña que diferentes voces, políticas, partidarias, ciudadanas, intelectuales, entre muchas, han denunciado este fraude oficial y se han manifestado, por medio de infinidad de recursos, incluidas las nuevas tecnologías, para decir un basta ya a esta forma espuria de hacer política.
No le causó escozor al presidente Funes que la patraña de los partidos Gana, Arena, PDC y PCN, sea el símbolo del pasado nefasto de tiempos de dictadura militar y corruptelas. No le causó sonrojo al mandatario salvadoreño que una de las peores cuchillas para su gobierno, el partido Arena, aún lo acusa cotidianamente que acaba de cumplir dos años de fracaso.
Una decisión de esta naturaleza, con todo y sus implicaciones, no puede ser tomada a la ligera. Una serie de interrogantes obligadas salen de inmediato al tablero, a partir de que cualquiera puede inferir qué tipo de acuerdos, qué tipo de negocios, qué tipo de prebendas, pueden haberse sellado o ya existían para lanzarse al vacío.
Algunos dirigentes del partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) han salido a darse golpes de pecho, porque no dieron sus votos, pero ante esa forma espuria de hacer política cabe la duda pedagógica. Según la diputada Norma Guevara, es demasiado que solamente se le pidan cuentas a su partido y porqué no a la derecha. Qué consuelo, hermanos.
El secretario general del FMLN, Medardo González, dijo sobre la resolución que obliga a presentar la lista completa de los candidatos: “(…) voy a decir algo por primera vez públicamente en este tema porque acabamos de recibir la sentencia: Nosotros no compartimos el hecho de que la Sala de lo Constitucional esté previniendo, esté metiéndose en el terreno de la legislación, la legislación corresponde hacerla a los 84 diputados”. Qué más…
El desencanto de los mismos dirigentes del FMLN con la Sala de lo Constitucional es obvio. Y es el mismo desencanto de los partidos de derecha que aprobaron el decreto, porque nunca aceptaron el borrón de los partidos PDC y PCN, mucho menos iban a soportar la resolución que vendría a desconocer el sistema de residuos por medio del cual se reparten los diputados al mejor postor.
Hay tantas cosas que decir, hay tantas cuestiones que están a la cola, pero una cosa es cierta: el obsoleto y antidemocrático sistema de partidos está moribundo, solamente es cuestión de tiempo y que la ciudadanía despierte del letargo y apueste por otra forma de hacer política desde la realidad de las comunidades, con la participación de las comunidades en la construcción de su destino.
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