Reflexiones en el Día Mundial de la Libertad de Prensa
Por Guillermo Mejía
La coincidencia generalizada es que hubo muy poco que celebrar el 3 de mayo en que se conmemoró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, fecha instaurada hace 18 años por la Asamblea General de las Naciones Unidas a iniciativa de los países que conforman la UNESCO. A los 60 periodistas asesinados en 2010 se unen otros en 2011, incluido un colega salvadoreño.
Está fresco el crimen del camarógrafo Alfredo Hurtado, del Canal 33, que murió por heridas de bala, supuestamente a manos de miembros de pandillas en la zona de San Bartolo, Ilopango, pero aún las autoridades policiales no tienen detenidos. En los últimos años son varios compañeros que han corrido similar suerte bajo el manto de la impunidad.
La conmemoración del Día Mundial de la Libertad de Prensa y el crimen de Hurtado dan pie para soltar algunas ideas sobre lo que sucede con el ejercicio periodístico en El Salvador, sin desmérito de que las cosas han ido y van de mal en peor en la región centroamericana, además de otras áreas consideradas calientes.
Nuestra región, desgraciadamente puente del tráfico de drogas que va de Sur a Norte del continente, anomalía aderezada con la presencia de pandilleros que sirven también al negocio del crimen organizado, se ha vuelto vulnerable frente a la incapacidad de las autoridades respectivas para combatir con efectividad el flagelo además del nivel de salvajismo paralizante.
Es común que los colegas sean asesinados impunemente en México, Colombia, Honduras, Guatemala y El Salvador, entre otros, porque los narcos y el crimen organizado consideran a los periodistas como parte de la contienda. La historia reciente ilustra que esos crímenes antes fueron por motivos políticos -algunos casos aún tienen ese cariz si no veamos el ejemplo hondureño.
En el asesinato del salvadoreño Alfredo Hurtado, algunos medios que toman en cuenta opiniones de la policía y algunos familiares asumen que fue porque el colega cubría la fuente policial en operativos nocturnos donde se apresan a extorsionistas y criminales. De ser correcta esa versión se debe pensar que se ha dado un salto cualitativo en el accionar de los delincuentes.
Con la presencia de carteles de la droga en El Salvador, Honduras y Guatemala, junto a los delincuentes que les sirven a sus propósitos, es lógico que se haya dado esa situación, gravedad que se compara con el asesinato colectivo durante la quema del microbús en Mejicanos, San Salvador, en años recientes. Qué bueno sería que fuera solo una hipótesis.
Pero cuando nos referimos a la situación de la libertad de prensa, en el marco del derecho a la información y del derecho de información, también debemos tomar en cuenta la forma precaria en que todavía se desenvuelven los periodistas, dado los intereses mercantilistas o ideológicos que priman en los medios de comunicación sin importar su postura política.
Lamentablemente, en El Salvador los periodistas aún no toman como prioritario la necesidad de que periódicamente haya reflexión sobre esas condiciones precarias en que se trabaja en el sistema mediático nacional, peor cuando se estima que es urgente que los periodistas tengan una legislación que garantice la libertad de prensa a la luz de los derechos humanos.
Como hemos sostenido en otras oportunidades, realmente el problema de la libertad de prensa –y la comunicación social- no es cosa privativa de los medios de comunicación, editores, periodistas, académicos, etc., sino de toda la sociedad en un enfoque complejo que se centre en el reconocimiento del ciudadano como titular del derecho a la comunicación. Nos falta camino por andar. Saludos colegas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario