Otra forma de hacer política para la sociedad
Por Guillermo Mejía
Una serie de símbolos se han mostrado en la sociedad salvadoreña que anticipan que poco a poco va calando el derecho ciudadano de contar con otra forma de hacer política. Las resoluciones de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y la permeabilidad del discurso sobre la importancia de la ética y la transparencia en la cosa pública son signos elocuentes.
Hay consenso en diversos sectores sobre el giro que han dando los magistrados de la Sala de lo Constitucional con sentencias en torno a la partida secreta, la libertad de expresión, las candidaturas independientes, el voto por personas no por banderas, la desautorización del PCN y PDC, y la nulidad de la elección de algunos magistrados en el Tribunal Supremo Electoral.
La misma sorpresa y consideración han tenido la promulgación de la Ley de Acceso a la Información Pública, además del impulso de las prácticas éticas y la transparencia del manejo de los fondos en la administración pública, que se convierten en herramientas para ejercer ciudadanía, aunque a algunos instrumentos les hagan falta colmillos.
La cosa es que –y es muy importante- llegaron ciertos discursos que han tenido, y van teniendo, cabida en la mentalidad de la ciudadanía, tal como sucedió con la creación de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos o la Defensoría del Consumidor, y la necesidad de contar con un verdadero ente fiscalizador frente a la caricatura de Corte de Cuentas del la República.
La vergonzante existencia, por ejemplo, del PCN, partido surgido en las entrañas de la dictadura militar, o del PDC, entidad prostituida por seres ajenos a la ideología creada a la luz de la doctrina social de la iglesia, por componendas de los politiqueros secuestradores de los poderes del Estado por fin tendrá su punto y aparte.
Son buenos indicios en el panorama político a fin de ir construyendo esa otra forma de hacer política que vaya, a la vez, encarnando en la conciencia colectiva, porque la sociedad tiene que entrar en la dinámica de la participación ciudadana, heredera de la construcción de un futuro sobre las bases de la justicia social, la libertad y la paz.
De esa manera, también esa sociedad tiene que ir forzando la consolidación de un nuevo Estado, que se pretendió en alguna medida construir con los Acuerdos de Paz, firmados en 1992, pero que recibieron el torpedeo de sectores de poder que, aún ahora, siguen esgrimiendo los mismos argumentos con el fin de garantizar sus privilegios.
Sin embargo, el entusiasmo tampoco puede ser desmedido, todavía falta mucho por hacer.
En primer lugar, desde el gobierno de turno y el partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln) debe existir coherencia entre lo hablado en su oferta electoral y lo que están haciendo, en muchos casos por ningún lado, en su período donde en temas cruciales no trascienden a los ejercicios presidenciales anteriores.
En segundo lugar, la consolidación de una estrategia para contrarrestar de manera urgente la crisis que abate a las familias salvadoreñas, tanto en lo económico como lo social, dada la ausencia de empleos, la carestía y la delincuencia que ha sobrepasado los esfuerzos estatales en su prevención y combate. Criminalidad que se torna la piedra en el zapato del gobierno.
En conclusión: buenos aires están llegando y las pruebas son fehacientes con el proceder de eximios ciudadanos como los magistrados de la Sala de lo Constitucional, el interés de muchos funcionarios de mostrar otra forma de administrar la cosa pública y los pasos de ciudadanos que exigen lo que les corresponde. Ojala construyamos Patria.
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