De sabotaje y pérdida de tiempo
Por Guillermo Mejía
El presidente Mauricio Funes y el titular de la Administración Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA), Marco Antonio Fortín, calificaron como sabotaje el corte de la cañería madre que de la zona norte transporta agua potable hacia el Gran San Salvador. El gobierno pronto cumplirá dos años de ejercicio y, por eso, los señalamientos son graves.
El uno de junio entrante, el primer gobierno de izquierda –aunque al partido oficial no le gusta el nombre- tendrá otro aniversario con los respectivos señalamientos de que ha impulsado el cambio, tan complejo a partir de los veinte años de administraciones areneras, mientras la oposición asegura que son un fracaso.
De comprobarse la existencia de un sabotaje a la red de agua potable resultaría un hecho político lamentable, son cantidades de familias que han sufrido por casi una semana y sin deber nada. La derecha salió al paso de las denuncias cuando el ex presidente Alfredo Cristiani dijo con ironía: “Al rato no va a llover y va a decir (Funes) que Arena está saboteando a San Pedro (…)”.
El choque entre el gobierno y los areneros persiste, algo lógico, pero también una pérdida de tiempo sagrado, ya que la sociedad salvadoreña no encuentra el rumbo. El crimen organizado y el narcotráfico se hacen los bigotes, a la par de la inseguridad manifiesta con la existencia de la impunidad de las pandillas y los crímenes a la orden del día.
De hecho, el anuncio de un sacrificio fiscal por parte de los grandes empresarios no ha caído en suelo fértil. La verdad es que las elites empresariales no quieren poner su cuota de sacrificio, porque –como ellos mismos dicen- se la desquitarán con los consumidores. Vaya país que tenemos.
Los entendimientos sociales, económicos y políticos, aunque sean mínimos, se ve que no son posibles, pues cada quien jala por su lado. El legado de los Acuerdos de Paz, firmados en enero de 1992, cayó en saco roto desperdiciándose una oportunidad para un cambio social y crear un nuevo Estado, más orientado al bienestar.
El soñado cambio que prometió Funes y su partido todavía arrastra deudas, porque somos una nación periférica cuyas elites empresariales nunca entendieron su necesaria función social, además de los errores de la presente administración en cuestiones claves como, por ejemplo, la política sobre los combustibles.
El gobierno de turno enfatizó desde su inicio que los sectores privilegiados serían los marginados, en especial los de las comunidades que subsisten en la pobreza extrema; sin embargo, con eso demostró que no hizo mayor cambio a la política neo liberal traída por los gobiernos precedentes, sino que se puso a administrar un modelo fracasado y excluyente.
De ahí la cantaleta del partido oficial Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de que para otra ocasión serán originales con su propuesta de gobierno y que alguien de hueso duro será quien dirija el Ejecutivo. Por tanto, la gente tiene que seguir esperando el cambio en medio de los golpes de la crisis.
El dicho popular es que “el tiempo perdido hasta los santos lo lloran”, más si, como es nuestro caso, no hay sentimientos de solidaridad en esta sociedad maltrecha que sigue exportando a su gente, a la vez que mantiene en claro abandono la productividad. El colmo es que ahora hasta los frijoles hay que acarrearlos desde China Continental y Etiopía. Siga esperando, compadre.
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