Un diálogo social que siente las bases de la sociedad democrática
Por Guillermo Mejía
La necesidad y urgencia de que los ciudadanos participen activamente del encuentro, que debería ser correspondido por los políticos y potenciado por los medios de comunicación, cabe resaltarse desde la dimensión moral, más allá que resulte trillado el ofrecimiento oficial a cada instante de que la crisis debe resolverse en un diálogo social.
Para el caso, el gobierno de Mauricio Funes ofreció su apertura a ese encuentro desde el día en que se proclamó ganador de las elecciones presidenciales y ha seguido haciéndolo en cada momento en que afloran las contradicciones en la sociedad, así con el partido oficial, con los trabajadores organizados y últimamente con los políticos (y empresarios).
Al verlo desde esa dimensión moral, cabe considerar la actitud dialógica tomando como base a la ética comunicativa con las propuestas de los maestros alemanes Jürgen Habermas y Otto Apel, por ser congruentes –y mejor dotadas- con las exigencias morales de lo que se asume como sociedad democrática y pluralista.
“La ética discursiva se propone, en principio, responder a una pregunta que cualquier persona ha formulado alguna vez: ¿por qué hay que comportarse moralmente? Intentar responder a ella es intentar fundamentar el comportamiento moral, que es una de las tareas esenciales de la ética”, afirma la catedrática española de Filosofía del Derecho, Moral y Política, Adela Cortina.
Por otro lado, la ética discursiva parte también de un hecho referido al lenguaje considerando que todos los seres humanos realizan acciones comunicativas, por medio de las cuales un hablante y un oyente “tratan de entenderse” sobre algo para organizar sus vidas. A pesar de que pueden tener diferentes fines se comunican para entenderse y, desde ahí, pueden alcanzar acuerdos.
Según Cortina, profesora de la Universidad de Valencia, el punto de partida son las acciones comunicativas.
A partir de éstas, se establecen: 1. Personas como interlocutores válidos. El hecho de que hablante y oyente realicen actos de habla significa también que, aunque no lo digan, están aceptando implícitamente muchas cosas. 2. Las cuatro pretensiones de validez del habla: inteligibilidad, veracidad, verdad y corrección.
A la vez, las reglas del discurso práctico que son tomadas en cuenta si los interlocutores argumentan en serio:
-Desde el punto de vista lógico, la argumentación ha de cumplir las reglas de una lógica mínima, imprescindibles para que sea lógicamente coherente, para que haya un mínimo de entendimiento entre los interlocutores.
-Han de considerar la argumentación como un procedimiento, que consiste en la búsqueda cooperativa de la corrección, y no como un medio para persuadir a otros de que se tiene razón o para lucirse desplegando una gran capacidad retórica.
-Si consideramos el discurso argumentativo como un proceso de comunicación, esto significa que los interlocutores quieren llegar a un acuerdo que no venga motivado por la fuerza o por impulsos más o menos viscerales, sino por el mejor argumento, y para eso han de satisfacer unas condiciones muy difíciles de cumplir, porque han de dejar participar en el diálogo a todos aquellos cuyos intereses están afectados porque la norma se ponga en vigor o no, ya que, en caso contrario, estamos decidiendo arbitrariamente que algunos no son interlocutores válidos.
Se agrega el principio de universalización, con gran tradición en el ámbito de la ética: tener en cuenta este principio significa tomar como morales normas que yo creo que cualquier ser racional debería cumplir para actuar de acuerdo con su racionalidad. Mentir, matar, torturar no son acciones propias de seres humanos, según la maestra Cortina, por ende son inmorales.
Además, el principio de la ética del discurso: que sólo pueden pretender validez las normas que encuentran (o podrían encontrar) aceptación por parte de todos los afectados, como participantes en un discurso práctico.
“Por lo tanto, para que la norma sea correcta tienen que haber participado en el diálogo todos los afectados por ella, y no sólo los representantes o algunos que han podido acudir; tienen que haberlo hecho según las reglas que ya hemos mencionado, es decir, en condiciones de simetría; y la norma se tendrá por correcta sólo cuando todos –y no los más poderosos o la mayoría- la acepten porque les parece que satisfacen intereses universalizables”, estima Cortina.
Finalmente, la catedrática española establece una actitud dialógica pero sin confundir “diálogo” con “negociación” y “acuerdo” con “pacto”, pues las negociaciones y los pactos son estratégicos, mientras que los diálogos y los acuerdos son propios de una racionalidad comunicativa.
En otras palabras, quienes entablan una negociación se contemplan como medios para sus fines individuales y buscan, por tanto, instrumentalizarse. Se comportan entonces estratégicamente con la mira puesta cada uno de ellos en conseguir su propio beneficio, lo cual suele acontecer a través de un pacto.
Por el contrario, quien entabla un diálogo considera al interlocutor como una persona con la que merece la pena entenderse para intentar satisfacer intereses universalizables. Por eso no intenta instrumentalizarle, tratarle estratégicamente como un medio para sus propios fines, sino respetarle como una persona en sí valiosa.
La reflexión y el compromiso son loables. La sociedad salvadoreña, inmersa en la injusticia y la violencia desenfrenada, necesita enrumbarse por otros caminos con mayor consciencia y voluntad de cambio a fin de establecer condiciones que aseguren convivencia democrática. Qué tarea de gobernantes y gobernados.
2 comentarios:
Guillermo: el esquema me parece demasiado abstracto, la instacia del diálogo asi descrita nos pone entes abstractamente iguales, abstractamente igualmente conformados, se trata de un ideal. Sin embargo de ese esquema salen por la puerta trasera las contradicciones reales existentes.
Subir los impuestos al gran capital, veja los intereses de la oligarquía, ¿no es cierto? Ellos tienen argumentos racionales, desde su punto de vista, a partir de sus intereses. Obligatoriamente surge un conflicto, con los que suponen que los impuestos son necesarios para resolver los problemas del país y evitar la continuación del endeudamiento. Este último grava el desarrollo e hipoteca el país.
En la sociedad no se trata solamente de buenas maneras del diálogo, sino que también de defender los intereses de clase. Estos se presentan de entrada como antagónicos, como irreconciliables. El diálogo puede a veces, incluso en estos casos, prevalecer, cuando en una sociedad existe la tradición de la negociación, cuando los trabajadores están debidamente organizados en sindicatos, etc. Cuando existen instancias instituidas para ello.
Pero incluso en esos diálogos existe un momento de fuerza, de potencia y de poder.
Por supuesto, estimado Carlos. Parte de la propuesta habermasiana sobre la validez del dialogo como instrumento del encuentro social, muy ideal, y de ahi las criticas que se le hacen a dicha propuesta. Como decis al final de tu opinion, las condiciones hay que trabajarlas muy en serio y se necesita de parte de la sociedad conocimiento y compromiso politico. Otra cosa es como se utiliza el instrumento de manera demagogica de ahi lo trillado del asunto. Las contradicciones son manifiestas en la sociedad. Saludos, hermano.
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