martes, marzo 22, 2011

Más allá de los gestos de la visita de Barack Obama

Por Guillermo Mejía

La visita del presidente estadounidense Barack Obama a la cripta del asesinado Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, durante su estadía en el país fue un acto simbólico apreciable, pero más allá de los gestos queda en el fondo el cumplimiento de una serie de compromisos que afiancen el proceso democrático.

Romero fue ejecutado el 24 de marzo de 1980 por un tirador que, según el informe de la Comisión de la Verdad, surgida de los Acuerdos de Paz, recibió las órdenes del líder ultraderechista, mayor Roberto d’Aubuisson, cuando Obama tenía 19 años, por lo que sabe del martirio del prelado y su significado como defensor de los derechos humanos.

Obama, acompañado por Funes, llegó a Catedral Metropolitana al final de la tarde del martes 22, donde fue recibido por el Arzobispo de San Salvador, Monseñor José Luis Escobar Alas, que habló al mandatario estadounidense sobre de la figura del obispo mártir. Seguido, los presidentes encendieron velas en homenaje a Romero.

Sin embargo, hay que ver otros ángulos de la visita.

Que tanto el presidente Obama como su homólogo salvadoreño, Mauricio Funes, hablen de relación de socios estratégicos es parte del discurso, porque tenemos que ser conscientes sobre el fondo de la gira del mandatario norteamericano por Latinoamérica –Brasil, Chile y El Salvador- además de las limitantes que se presentan en la política doméstica de Estados Unidos.

Obviamente, no se puede dejar de lado la oportunidad, para que las autoridades expusieran la necesidad de mayores compromisos sociales, económicos y políticos que aseguren el bienestar de los salvadoreños y de la diáspora en Estados Unidos como la obtención de residencia de miles de compatriotas, y relaciones justas y soberanas entre los dos países.

Obama ha anunciado mayores niveles de cooperación en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, prometió 200 millones de dólares a la región, apertura de programas de desarrollo social y económico, una reforma migratoria que regularice la estadía de indocumentados y el estrechamiento con El Salvador que tiene unos 2.5 millones de compatriotas en Estados Unidos.

El presidente norteamericano pidió a los salvadoreños que también pongan su cuota de sacrificio, porque no se puede esperar que el desarrollo socio-económico y la profundización de la democracia vengan del exterior. El presidente Funes respondió con la necesidad de mayor recaudación fiscal, una de las ronchas de sectores económicamente poderosos.

El color lo puso el hecho que el gobierno salvadoreño es conducido por un presidente que llegó con el partido de izquierda Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (Fmln), antigua guerrilla que se enfrentó a las fuerzas militares apoyadas ni más ni menos por Estados Unidos que, además de otras prebendas, les otorgaba un millón de dólares diarios en armas.

Además, la sutilidad del discurso de la izquierda gobernante, especialmente de la dirigencia del partido, a lo que significa estar en el Poder Ejecutivo y su relación con el gobierno de Estados Unidos representado por un presidente demócrata en muchas cosas diferente a los republicanos con quienes el Frente tuvo que lidiar en el pasado reciente.

En ese sentido, es lógico que la postura del partido Fmln, que celebró la visita de Barack Obama, fuera distante de las críticas de parte de diversos movimientos sociales que demandaron, entre otras cosas, la reforma migratoria, la revisión del tratado de libre comercio, la no intervención militar en Libia, y el desmontaje de bases y de la escuela de policía de Estados Unidos en El Salvador.

Ahora, si bien es importante que El Salvador procure mejorar sus relaciones con Estados Unidos desde un marco de respeto a la soberanía y a la libre determinación de los pueblos, está claro que la profundización del proceso que se inició con la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, también involucra el esfuerzo de la propia sociedad salvadoreña.

Más allá de los discursos de buenas intenciones, como los que hemos escuchado en torno a la visita del presidente estadounidense, Barack Obama, la sociedad salvadoreña también necesita ser reivindicada por quienes ejercen el poder de turno o representan a grupos de poder que, por siempre, se han negado a que seamos una sociedad justa, democrática y participativa.

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