La guerra secreta de Winton
Por Guillermo Mejía
Winton, veterano de la guerra, llegó molesto. Se dirigió a los parroquianos como indios al igual que en los años en que le tocó combatir a los guerrilleros. Ahora, con la experiencia macabra del microbús incinerado junto a sus ocupantes en Mejicanos, la rabia era incontenible en este fornido militar que fue entrenado por el ejército estadounidense.
“Llegó el tiempo de iniciar otra guerra”, dijo con tono amenazante. “A estos mareros se les tiene que acabar la fiesta… a los del micro quisiera tenerlos hincados. Y darles con todo, para que sientan en carne propia el daño que le hacen a la gente”. Nadie hizo comentarios, los de la mesa se miraron sorprendidos.
Advirtió que andaba un arma con sus cargadores. A ver con quién comenzamos –dijo- mientras su mirada retadora no era correspondida por los asistentes. “Nunca conocí el miedo y tengo por seguro que estos asesinos no pararían de llorar si los cojo, son cobardes”, expresó.
“Winton, ¿al igual que en la guerra civil?”, preguntó uno de los reunidos. “No, los guerrilleros eran otra cosa. Ellos tenían sus cosas como también nosotros teníamos las nuestras. Los mareros no tienen nada que ver con esa guerra, ahora necesitamos comenzar la otra guerra en contra de la delincuencia”, respondió.
Pero eso podría caer en acciones ilegales, murmuró otro de los presentes. La nueva ley contra las pandillas establece penas por ser miembro o partícipe de maras como la M-18 y MS, así como grupos de exterminio. El militar dice que no le preocupa, la gente está cansada de los delincuentes y en su desesperación comparte la idea de sanear la sociedad.
“Nadie nos ampara, ni los jueces, ni la fiscalía, ni la policía”, aseguró. “Para esta nueva guerra necesitamos combatientes. Si nos ponemos de taco a taco con los criminales no creo que nos aguanten, somos especiales”.
Su acompañante, de mediana edad, le sugirió que no hablara tonteras, una acción ilegal podría causarle problemas, pero Winton no pareció tomarlo en serio. “Ya no aguanto a los delincuentes y… no le temo a la muerte”, precisó. “Winton, dejá de hablar pendejadas, hombre”, refutó el amigo.
Las expresiones del ex combatiente incomodaron a los parroquianos, y él, para entrar en confianza, invitó a la mesa a disfrutar de refrescos en botella. “Ustedes, indios, no tienen que sentir miedo, nosotros podemos hacer un trabajo profesional en esa nueva guerra contra la delincuencia”, señaló.
Qué país. Las pandillas, ligadas al narcotráfico y el crimen organizado, representan un reto mayúsculo para el gobierno de turno. El mismo presidente Mauricio Funes advirtió recientemente que el Estado está permeado por los criminales, el aparato judicial y policial no se quedan atrás.
Solo Winton sabe si habló en serio, aunque es un hecho que la deshumanización de la sociedad salvadoreña abre puertas a otros infiernos. Cuántas voces coinciden en medidas extremas frente al descontrol social y la corrupción. De ahí la tentación de la guerra secreta de Winton.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario